La poeta cubana Odalys Interián
“Crear en Salamanca” tiene la satisfacción de publicar estos poemas de Odalys Interián (La Habana, 1968), poeta, narradora y crítica cubana residente en Miami, dirige la editorial Lyrics & Poetry Editions, es miembro de la Asociación Internacional de Poetas y Escritores Hispanos e instructora del Taller de Creación Poética del Centro de Instrucción para la Literatura y el Arte, en Miami. Entre sus publicaciones están los poemarios: Respiro invariable (La Habana, 2008), Salmo y Blues (Miami, 2017), Sin que te brille Dios (Miami, 2017), Esta palabra mía que tú ordenas (Miami, 2017), y Atráeme contigo, en colaboración con el poeta mexicano Germán Rizo (Oregón, 2017). Sus ensayos literarios aparecen en Acercamiento a la poesía (Miami, 2018). En su actual ciudad de residencia ha sido premiada con el de poesía en el prestigioso Concurso Internacional Facundo Cabral 2013 y en el certamen Hacer Arte con las Palabras 2017; obtuvo primera mención en el I Certamen Internacional de Poesía “Luis Alberto Ambroggio” 2017 y tercera mención en el mismo concurso de 2018. Fue merecedora del segundo premio de cuento de La Nota Latina 2016. Su obra poética y narrativa ha aparecido en revistas y antologías de varios países. Obtuvo el Premio Internacional Francisco de Aldana de Poesía en Lengua Castellana (Nápoles, 2018), y Premio Dulce María Loynaz (2018).
Crear en Salamancas agradece a la poeta Odalys Interián por enviarnos estos poemas del libro con el que quedó entre los 15 finalistas del prestigioso Premio Internacional de Literatura ‘Pilar Fernández Labrador’, concedido hace unos meses en Salamanca y al cual se presentaron 1017 trabajo. El libro acaba de editarse en Miami y puede solicitarse a Amazon:.
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Una palabra viene
a golpear la soledad.
Aire y aire
en su remordimiento
en su vendimia el sol
en su fulgor fatídico
de náusea interminable.
Plaga y plaga
los velocísimos infiernos
acunados aquí
la masiva trasparencia del ángel
la conjunción abierta y feroz
del tiempo que se agota.
La cítara impalpable de David
la dilatada forma del paraíso
anunciado.
La resurrección que fue y será
de un viernes santo a otro viernes idéntico
iluminado como Dios
en su desmesurada blancura.
Y va la tarde alimentando
el raro corazón del pájaro
la algarabía ociosa
que daña su equilibrio.
Y va la luz
el latido
y va mi corazón
tu corazón
como la pobre lluvia
mecida en su rutina
en su pedestal de amarguras
solidarias.
Qué lisonja en su abierta soledad
la noche que se quiebra
las estrellas que soportan el milagro
la inmensa vena cercenada
el tiempo muerto en su desfile.
Foto de José Amador Martín
Sigue desnudando
esos pájaros de luz ciega
acompáñalos tú con tu piedad
aliméntalos con las absurdas vanidades.
Sigue sembrando ojos
en la libertad de las palabras.
Deja que termine de pasar
la célebre imagen de la muerte.
Todo ese ramaje de muertos
de buenos difuntos
que visten mi país
tú país.
Ni siguiera la muerte
nos acercará a la libertad
ni siquiera estar muertos
nos dará una apariencia gloriosa.
La muerte espera aquí
conciliadora
ningún rumor le sorprende
ninguna esfera de llanto
derramada
está su flor sobre el asfalto
en su vigor desnudo.
Corza en su fuego
como una patria que
abre sus brazos
Madre la muerte
como un lirio casto
creciendo en las cenizas.
La boca de la gran lápida.
se abre abarcadora
para nosotros.
Te mueres /se mueren /nos morimos.
Foto de José Amador Martín
Aquí se queda el dolor
la fija maravilla
del silencio.
Un ramo de lilas deshojándose
aplastadas por un sol
que también cae.
La soledad
transparentándome
en su lodo
bebiéndose el viejo lagrimal
de mis nostalgias.
Madre el tiempo inmundo
en su pequeña oscuridad
deshabitándonos.
La tristeza que es mirar
el lazo corredizo de la sombra
cerrándose
cómo se queman las estrellas
al borde de la noche.
Demasiado gemido la sombra
la apariencia brutal
el círculo de infierno vivo
que acorrala la letra.
Abriéndose
el legionario silencio
indócil
en su inmovilidad
acompasado el vértigo
en su número ruidoso y final.
El alquitrán doloroso
donde se hunde mi víscera
el dios íntimo
esencial
el yo minúsculo en su fiebre
derramándose
la larga hilera de muertos
bajo el sol
el demasiado letargo de la luz
en su filo.
Foto de José Amador Martín
Vamos a la sagrada forma que no duerme jamás;
al atareado aroma solitario, a la sangre…
Eunice Odio
Para Antonio Arroyo Silva
Que telar iniciaremos
después de las palabras
compañero.
Qué cielo es tuyo
qué sombra es mía
qué verdad nos alcanzará.
Vamos hacia el deslumbramiento
contentándonos
como los buenos muertos
en esa largura de tierra pacífica
que nos recibe.
En mismo vértigo
entre dos soledades
descortezándonos
como viejas semillas.
Estallando contra el cielo
y las estrellas
que acompañan la muerte.
Despierta
la soledad no es buena
puede dejarte en ese tramo de viento
enfermo.
A ese paso te alcanzarán
la realidad mercenaria
el hambre terrible
el revés de las ausencias.
Tendón a tendón
oteando
la vieja ceremonia
que oxigena la palabra.
Acércate a la huella
de esa lumbre
a toda esa pureza.
Allí donde Dios es Dios
la viviente expresión
de la virtud.
Nos repondremos al fin
velaremos largamente
el cínico cadáver de la muerte.
Foto de José Amador Martín
Los ángeles expulsados
en su fiebre
la creciente oscilación
esa embestida tácita
que viene a hollar el signo
un mar en su divinidad
la largura del mar en su torrente.
Las sombras detenidas aquí
en sus muérdagos fríos
el corazón
qué canto equilibra
el mesiánico tin tín de las palabras
en su hondura y catarsis.
Ningún milagro
ningún viento llega a tocarnos
nada florece aquí.
Ni siquiera una guirnalda
marchita
ni siquiera un retablo
donde poner los sueños
la tierra en su besada figura
de incompasión.
Ahora la inmortal fragancia
de luz muerta
la vida disfrazándose de vida.
Invocó un sol numeroso
Lo invoco
sobre el estiércol que es la vida.
Mi voz abraza el sándalo
la luz esencial en su ingravidez
la gracia reunida en las palabras.
Dios
en su semilla parroquial
el trueno
abriéndose
la célebre violencia.
Aquí sobrevive el silencio
el corazón habitual
qué bebé en la lluvia
su nostalgia.
Aquí se quedaron fija
las sombras de todos los almendros
esa mancha caliente que devoraba el sol
la gaviota en su círculo.
Foto de José Amador Martín
porque ya fuimos y volvimos y no nos dimos cuenta
Nos entierran sin estar muertos
todavía
nos ponen el disfraz
nos obligan a tragarnos
las palabras
la errabunda tristeza.
Nos dejan a la intemperie
bajo el fulgor insípido de la luz
en esa altisonancia
como una cítara impalpable el mar
las mamparas abiertas del mar
para nosotros.
Segándose las eternidades
como dos viejas constelaciones
la atroz vigilia de la vida
esa visión plagada de la muerte.
Se mueren
se queda en silencio la luz.
Sigue balanceando la oscuridad
la soledad de sus cuerpos
la soledad
y esas palomas blancas
en su inmovilidad
el pupilaje violeta
la pequeña llama de sus ojos
cerrándose.
Los congregados en la muerte
en su infinita jauría
dolorosa.
En su derramado temblor
llenando el aire imperfecto
de la ausencia.
Foto de José Amador Martín
Qué masacre ciudad
qué abismo derramado bajo el sol.
Qué linaje infeliz
circula hacia el desastre.
Qué abulia en su éxtasis y parábola.
El corazón en su arrugada ceniza
creciendo un abismal concierto.
La muerte en su pedófila semilla
el tiempo ocioso de la luz
sobre las lámparas.
Aquí se abrirá la sombra
la víspera incendiaria
esa desmesura
hacia dónde vamos todos
los bien amados por Dios.
Qué soledad
es el hombre señor
desde que nace
que muerte vive en él.
Lo infernal de la luz
en su grito plagado
esa verdad que insiste
la noche en su larga noche
en la vigilia del amor
sin frutos.
El hombre en su triste sombra
estremecida
en su frágil hondura
en su llama abierta sobre
el soplo final
sobre el último vestigio
de soledad imparable.
Foto de José Amador Martín
Qué migaja es la luz
que soledad infinita.
El abrevadero de tanta oscuridad
sobre nosotros
Dios
una miga de la muerte
como pan diario se reparte
ese pequeño crepúsculo
en su inocente jauría.
La noche cercenada en su pascua
y frondosidad.
Los muertos solos con los muertos
en su frágil marea de silencios.
Qué corazón irá en su lluvia
qué golpe en su fuego minúsculo
desdibujando el sol.
Ahora los nueve meses del odio
en gestación
la mortaja de Dios abierta
para el hombre.
Ahora la vida detenida en el asombro
y la escritura
el tanto estiércol sagrado de la luz
vibrando en su desgarre
en su severidad.
Nos quiere la muerte.
La muerte en las fotografías
repetida
señalándonos con su índice
soñándonos a todos.
Foto de José Amador Martín
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