El poeta José Manuel Suárez en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)
“Crear en Salamanca” agradece a Tiberíades Ediciones el poder difundir algunos poemas del nuevo libro del asturiano José Manuel Suárez, quien fue premio Ciudad de Salamanca 2009 y profesor universitario. Actualmente dirige la revista literaria “Licencia poética”. Su obra figura en algunas antologías. Ha publicado los siguientes libros de poesía: En sigilo de llama (Adonais, 1994); Desde más luz (Calambur, 1996); La tierra en tantas manos (Fundación Jorge Guillén, 1998); Que en pan crecía (Calima, 2002); En sed de alianza (Adonais, 2006); Tras la huella de un ala (Salamanca, 2009); La velocidad de los muertos (Pre-Textos, 2010); Oigo unos ojos. Misereres y payasos de Rouault (Tansonville, 2010), El mal de amén. Tríptico (Burgos, 2011); Pintura de interiores Cuarteto (Libros del Aire. Madrid, 2013); El grabador de sílabas. Muerte y reparación de Paul Celan. Oratorio (Ars poetica, 20017); Abedules, contra las nubes claras (Ars poetica, 2018), y Morada a sus balidos. Anáforas y kiries de la consolación (2021).
José Manuel Suárez participó en el XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en Salamanca en 2021 y dedicado a San Juan de la Cruz. La portada del nuevo poemario, así como las tres ilustraciones interiores, son obras del pintor Miguel Elías, profesor de la Universidad de Salamanca. Los poemas que ahora difundimos forman parte de la primera sección del libro, titulada “Horas de Kirie oscuras”.
Foto de José Amador Martín
Escena 1
NIEBLAS DE DICIEMBRE
CORO
Las voces se buscan,
se llaman; se desvanecen.
Se apaga la vela
que tienen.
Sin calor el nido;
las alas duelen sin cielo…
Alzado corazón
que abate el viento.
ÉL
La casa acude a mi encuentro
carretera abajo;
las campanas del valle
suben conmigo.
Lentos los pasos,
prisa y desasosiego
míos.
Por delante, veloces,
los abedules. Lejos.
Remuevo tizones,
prenden las ramas.
Fuera, ofuscación,
griterío de feria;
estrépito, tatuaje…
Puedo por fin al alba
soñarte.
HERALDO
El mal de amén
os lleve dentro.
El pinzón en la nieve
intenta también un fuego;
aturdido, destronado,
todo mal teme.
ELLA
Mi cuarto, vacío,
que tanto llenas.
Te digo…
Nada: balbuceos,
gestos. Y qué a tientas.
Te escucho en mis labios…
Tabiques y muebles
con los que hablo.
Nieblas de diciembre
agrandan el silencio.
Dudo: ¿me habrás llamado?
CORO
Rincones compasivos
amparan las promesas
del don codiciado,
inmerecido.
Foto de José Amador Martín
Escena 2
CON MIMO DE TUS MANOS
HERALDO
Heredado y elegido,
detrás de la nieve azul
aquel azul muy lejano.
Y un aliento sobre el trigo
en flor, ya espigando.
Vedlo:
lucidor, alborozado.
ELLA
Rosas en mi regazo
por ti preguntan;
muelen laboriosas grano.
Fermenta un pan
de inquieta levadura;
la masa me tomó
con mimo de tus manos.
Los pies avanzan
desde la estrella.
Vamos. Pasa. Te invito.
¿Ves? Ya estabas dentro
sin abrir la puerta.
CORO
Gorriones bajo las tejas,
protegidos, se confían…
Si tuvieran los amantes
un buen sitio
pronto irían
al beso con que se vieran
nacer del otro,
morir de sí mismos.
ÉL
Vigilo el mar, pierdo
tu estela;
el mar que te dejara
conmigo en tierra.
En horas de kirie oscuras
cómo te buscaba.
Guadañas del relámpago
me retienen.
¿Una cita? ¿Un reclamo?
Doblado en el suelo
ruedo a tus redes;
la paz retumba
como los truenos.
HERALDO
No asfixiéis el deseo;
custodiad en vosotros
los pétalos abiertos.
Foto de José Amador Martín
Escena 3
DE BARRO Y MADRUGADAS
CORO
Garras contrarias
desgarran los cuerpos.
No puede ver
un corazón al galope:
potrillo ciego
desbocado en el monte.
ELLA
Te formo
de barro y madrugadas,
de brumas del invierno,
y entre mis dedos quedas.
Fijos en ti mis ojos,
del mejor espejo
no me dejes fuera.
Ayer me colmabas,
hoy más hambrienta.
Tus cantigas me curan
zarpazos y heridas.
Cesen las espadas,
las espinas.
Tu foto en mi cartera,
paráclito y sutura.
HERALDO
Contra heridora afrenta
no os lancéis las cenizas
que os azuzan y ciegan.
ÉL
Cavo el terreno, remuevo
silencios fuertes
y tañidos débiles:
los pobres empeños míos
por verte.
Al pie de la escalera,
junto al acebo,
mi cantarín en la acera…
Me miró, se acababa.
Un vuelo de espuelas
sus plumitas blancas.
Si en el aire se elevaran…
Me inclino,
vidrio cruel me clava.
Mira:
así yo te llamaba.
CORO
Las vísperas porfían
desde los brazos.
La yedra, tapia arriba,
ve desde abajo.
Tiempo y tiempo
atados de pies y manos.
¿Treparán?
¿Claudicarán, cansados?
Sánchez Terrones, Suárez -con las antologías del XXII Encuentro- y Alencart (foto de Jacqueline Alencar)
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