ÚLTIMO AÑO DE RUBÉN DARÍO, DE FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA. COMENTARIO DE DAVID CORTÉS CABÁN

 

 

1 El escritor nicaragüense Francisco Javier Bautista Lara

  El escritor nicaragüense Francisco Javier Bautista Lara

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar esta reseña escrita por David Cortés Cabán (Arecibo, Puerto Rico, 1952). Cortés Cabán posee una Maestría en Literatura Española e Hispanoamericana de The City College (CUNY). Fue maestro en las Escuelas Primarias de Nueva York y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College of the City University of New York. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (2004), Islas (2011 y Lugar sin fin (2017). Sus poemas y reseñas literarias han aparecido en revistas de Puerto Rico, Estados Unidos, Latinoamérica y España. En 2006 fue invitado al III Festival Mundial de Poesía de Venezuela, y en 2015 a la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), dedicada a Puerto Rico. Ha participado en los Festivales Internacionales de Poesía de Cali, Colombia  (2013), y de Managua, Nicaragua (2014). En 2014 fue invitado a presentar “Noche de Juglaría, cinco poetas venezolanos”, en Berna y Ginebra, Suiza. Ese mismo año la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela, le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza en el Festival Internacional de Poesía. Reside en la ciudad de Nueva York desde 1973.

 

 

 

 

ÚLTIMO AÑO DE RUBÉN DARÍO,

de Francisco Javier Bautista Lara

 

 

                                                                                             Ha muerto Rubén Darío,

                                                                                             ¡el de las piedras preciosas!

                                                                                                      Amado Nervo

                                                             

 

        Han transcurrido 103 años de la muerte de Rubén Darío, un domingo 6 de febrero de 1916, a las 10:15 de la noche. Apenas le faltaban pocos meses para cumplir los 50 años. Su prosa y su poesía fluyeron paralelamente sujetas a las realidades de su tiempo y a su profunda concepción del amor, la belleza y la vida. La grandeza de su genio poético lo sitúa fuera de los límites del tiempo porque Darío nunca ha dejado de ser el inmenso poeta que trajo a la lengua española una nueva vitalidad, un ritmo y un estilo que lo proyectan más allá de la época que le tocó vivir. La abundante crítica sobre su obra continúa creciendo y aportando nuevos matices y formas de acercarnos a su mundo artístico y humano. Sobre esta particular realidad, el libro Último año de Rubén Darío del novelista y ensayista nicaragüense Francisco Javier Bautista Lara constituye una necesaria e invaluable aportación que nos permite conocer a fondo el doloroso final del hombre y del poeta. En este libro Bautista Lara describe los acontecimientos que muestran cada detalle de su muerte: las numerosas condolencias oficiales, las incontables expresiones de cariño de los países por donde anduvo el poeta, y la dimensión humana del pueblo nicaragüense volcado en procesión fúnebre por las calles de una ciudad cubierta de luto, en dolorosa y solemne despedida al poeta que añadió grandeza y reconocimiento universal al país que lo vio nacer.

 

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        En el Último año de Rubén Darío Francisco Javier Bautista Lara ha recobrado lo más mínimo y significativo de ese año fatal como si el mismo Lara fuera un testigo presencial de los hechos. Y es que en cada acontecimiento el ensayista va como abriéndose paso para señalarnos la postrer despedida de aquel cuya presencia dibujaba ya su imagen frente al imperturbable silencio de la muerte, camino a la inmortalidad. Por eso, lo presentimos en la transparencia y luminosidad de sus versos como si regresara a dialogar siempre con sus lectores más íntimos. De ahí el contenido inagotable de su obra literaria ensanchada en la visión de quienes se acerquen a sus libros, pues como Góngora o Quevedo, Darío es uno de esos poetas que nunca perecen, que nunca dejan de ser. “Rubén Darío es uno de los grandes poetas de nuestra lengua y su poesía durará lo que dure el castellano”, ha dicho Octavio Paz (1). Ahora, visto en la distancia, Bautista Lara nos lo presenta no sobrecogido por las preocupaciones existenciales que penetraron sus versos sino en el camino final, listo el espíritu tras la búsqueda otro horizonte. 

 

        En la “Nota Preliminar” se explica el ordenamiento y distribución de los capítulos del libro con el fin de dar, al lector menos familiarizado con la obra de Rubén Darío, una idea concisa de los acontecimientos que marcaron el último año de su vida. De ahí que desde el comienzo de la lectura se adelante la siguiente aclaración: El cuerpo principal de este libro lo constituyen 111 artículos, 46 poemas (34 de Darío), y 131 noticias, un total de 288 piezas publicadas (algunas reproducidas en varios medios impresos), en 20 periódicos y 7 revistas editadas en Guatemala (45), El Salvador (83), Nicaragua (95), y Costa Rica (65), principalmente entre enero de 1915 y marzo de 1916, que se refieren a Rubén Darío, o fueron firmados por el destacado poeta y prosista centroamericano. (…) Y más adelante: Para contribuir a la comprensión del lector contemporáneo, no estudioso de Darío ni familiarizado con su época, circunstancias y personas que se mencionan, acompañamos las piezas escritas con más de cinco centenares de anotaciones al pie de página, que irán complementándose a lo largo de los textos reproducidos. (p.13) Y, para cerrar la página: La recopilación fue ordenada en seis partes: una preliminar, cuatro capítulos con la información disponible publicada en cada uno de los cuatro países centroamericanos referidos, y una final de contenido complementario, como una breve cronología de Darío, las fuentes bibliográficas, el índice de personas relacionadas y los agradecimientos. (15).

 

3 Monumento dedicado a Darío en Granada (foto de Jacqueline Alencar)

  Monumento dedicado a Darío en Granada (Nicaragua) (foto de Jacqueline Alencar)

 

       En la página 17, se inserta una breve nota del destacado crítico nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez (1923-1985), para luego integrar rápidamente tres iluminadores ensayos que abundan en detalles sobre la vida, los viajes, y la presencia de Rubén Darío en Centro América, región geográfica que corresponde a las referencias y acontecimientos en torno al último año de vida del poeta. (2)

 

        El primer ensayo, “Darío de Centroamérica”, traza un recorrido en el que se describen los últimos días de la vida de Darío desde su salida de Barcelona hasta su llegada a Nueva York en 1914; los acontecimientos de la Guerra Europea, la frágil salud del poeta, su llegada y estadía en Guatemala (abril-noviembre 1915) hasta su partida definitiva a Nicaragua, donde fallece un 6 de febrero de 1916. Todo un conjunto de situaciones y sucesos que tienen como eje central las complejas realidades por las que pasó el poeta: “(…) y finalmente su llegada a Nicaragua a fines de noviembre de 1915, sus cuatro semanas en Managua, donde pasó su última Navidad; el fin de ese año tan dramático para él como para el Viejo Mundo, y su retorno a León, donde se quedó para siempre debajo de un león de marmolita blanca en la Catedral, donde fue enterrado el domingo 13 de febrero de 1916, después de siete días de discursos y prolongadas honras fúnebres, en las que las autoridades políticas y religiosas hicieron gala de solemne parafernalia, que seguro lo hubieran angustiado de terror y espanto”. (21) Sobre su concepto de la política, Bautista Lara añade: “Careció de malicia y olfato para la política, amplió su percepción del mundo  al pasar de poeta y narrador a cronista y periodista, a medida que se adentraba  en esos oficios, se distanciaba de las actividades proselitistas que animaron algunos de sus escritos juveniles. Nunca reconoció afiliación en ningún partido, el sentido práctico de sus circunstancias y la madurez como hombre y escritor, lo llevaron a referirse a la política en el sentido amplio, preservó el ideal unionista centroamericano y fue concibiendo a la Patria Grande como Hispanoamérica”. (26)

 

    En cuanto a la prensa y noticias sobre Darío en los periódicos y organismos más influyentes de la época se harán breves y profundas observaciones, enfatizando a la vez la particular visión de los “padecimientos y oficios” del poeta y de “la búsqueda del sentido de la vida” que guió sus pasos.

 

4 Tumba de Darío en la catedral de León (foto de Jacqueline Alencar)

 Tumba de Darío en la catedral de León (Nicaragua)  (foto de Jacqueline Alencar)

        Por otra parte, el escritor guatemalteco José Antonio Móbil Beltetón documentará brevemente el nacimiento del poeta y su inquietud literaria: la publicación de su primer libro, Abrojos (1887), y de Azul (1888) que le dará fama internacional, ambos publicado en Chile (1888). Sus penurias económicas, la estadía del poeta en España, su residencia en París, y los reconocimientos y agasajos recibidos en el periplo de sus viajes también serán señalados en este ensayo. Y asimismo, la primera llegada del poeta a Guatemala: “Darío llega a Guatemala por primera vez el 28 de junio de 1890 en calidad de perseguido político a los veintitrés años de edad. El presidente Manuel Lisandro Barillas le acoge con recelo. El propio Darío relata este suceso en su escrito Historia Negra, publicado en El Imparcial y luego en el Diario de Centro-América y reproducido posteriormente en La Nación de Buenos Aires.” (p.47) Y en esta misma línea expositiva José Antonio nos cuenta sobre la enfermedad y las carencias del poeta en Nueva York: “En 1915, frente a la gravedad de Darío y la falta de fondos que le aflige en Nueva York, el escritor guatemalteco Máximo Soto-Hall, consejero del dictador Manuel Estrada Cabrera,    le hace notar la importancia de traer a Darío a convalecer en tierras guatemaltecas. El ministro de Guatemala en Washington, Joaquín Méndez le extiende la invitación. Es así como después de su estancia de seis meses en Norteamérica, embarca con su secretario, el nicaragüense Alejandro Bermúdez, en el vapor Sixaloa y ponen pie en Puerto Barrios el 20 de abril de 1915, llegando a Guatemala, donde fue recibido calurosamente y aplaudido por intelectuales y académicos”. (48).

 

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        En Nueva York —Subraya Antonio Móbil—Darío recibe invitaciones y el reconocimiento de las más importantes instituciones del mundo literario norteamericano: The Author League, The Hispanic Society, The American Academic of Arts and Letters y The Browning Society. Y también señala la importante lectura del poema “Pax” en la Universidad de Columbia. Y finalmente, subraya los datos sobre la primera llegada de Darío a Guatemala, sus colaboraciones periodísticas y amistades, especialmente la amistad de Enrique Gómez Carillo.

 

       El paso del poeta por “…la tierra del Quetzal, casi en el trance de su muerte”, será un viaje definitivo: “Después de seis meses de atenciones y asedio, Rubén Darío aborda el ferrocarril que le conduce al Puerto de San José para surcar las aguas del Océano Pacífico a bordo del vapor San Juan rumbo a su casa solariega en Nicaragua”. (52).

 

        Por otro lado, el ensayo del novelista y poeta Manlio Argueta enfatiza la atención y el despliegue informativo de la prensa salvadoreña sobre la precaria condición de salud de Rubén Darío, su regreso a Centroamérica, su primer viaje a El Salvador, y la importancia que tuvo para  éste el apoyo del escritor y humanista Francisco Gavidia. En este marco de referencias, los periódicos de la época (Diario del Salvador, La Prensa y Diario de Oriente) darán a la luz la realidad y las circunstancias que envolvieron el final de la vida de Darío. Por ejemplo, la primera noticia sobre la enfermedad del poeta será publicada en el Diario del Salvador en una primera plana: “Rubén Darío está gravísimo, manden auxilio”. Y el Diario Ilustrado, La Prensa, refería: “A los 49 años ha llegado a Centro América cuando ya es inmortal”. Otras importantes revistas, El Ateneo, Actualidades, y el Diario Oficial se unirían con grandes despliegues de información que día tras día irían dando a conocer la frágil salud del poeta. Y finaliza: “El deceso del príncipe de la poesía castellana fue un acontecimiento mundial; y a ello se sumó la prensa de El Salvador, dado los antecedentes del poeta con este país; el seguimiento de los medios informativos fue excepcional para el genial poeta nicaragüense y centroamericano”. (57)

 

Los cuatro capítulos del libro que preceden estos ensayos constituyen cada uno por sí solo, un enfoque paralelo a la abundante información y las respectivas variantes que los agrupan. La evocación y la precisión de los detalles marcan la vívida acotación de los acontecimientos que trascendieron aquel póstumo año tan doloroso para las letras del continente americano y para España. En estos capítulos se presenta la reacción y expresión de afecto que  ante la muerte de Darío tuvieron todos los países de habla hispana, pero especialmente de los países de Centro América aquí mencionados y, sobre todo, del pueblo nicaragüense, compungido de dolor por el fallecimiento del poeta:

 

               Se declarará luto nacional por ocho días; el cadáver será embalsamado

               y permanecerá en capilla ardiente diez días, para dar tiempo a que lleguen

               a Nicaragua las delegaciones de los Gobiernos y Congresos de Centro América,

               a los cuales se dará aviso en su oportunidad. El día de la inhumación se le hará

               honores de Presidente de la República. (129)

 

 

6 Retrato de Rubén Darío, de Miguel Elías

  Retrato de Rubén Darío, de Miguel Elías

 

Las más diversas impresiones y sentimientos de admiración de los intelectuales de la época, y  asimismo de entidades y dignatarios de gobiernos, se describen y filtran aquí como por un cristal que va reflejando todo lo acontecido. Y lo que acontece se da en el plano angustioso de la muerte cuando la voz del poeta más prodigioso y universal de las Américas ha dejado de cantar, para constituirse en espíritu fugitivo en las virginales melodías de un cielo más alto y puro. Su esencia no la podríamos imaginar de otra forma, sino en la belleza que reflejan las estaciones de su obra, y el sentimiento que impacta cuando recordamos su poesía y la vida que vivió apresuradamente como desgastándose en la visión lírica que lo iluminaba.

 

          Anoche enterramos a Darío en la Catedral. Jamás se había presenciado

          manifestación tan solemne, comparable solamente con los funerales del general

          don Máximo Jerez, uno de los paladines de la Unión Centro Americana. (142-143)

 

          Managua,  febrero 7. —Rubén Darío murió en León a las 10 y 15 anoche. Se velará

          dos días en la casa mortuoria. El miércoles será llevado a la Universidad. El obispo

          Pereira y alto clero, haránle en la Catedral exequias de príncipe real. Encargáronse

          4,000 palmas y muchas flores a todos los Departamentos, para adornar las calles

          por donde pasará el fúnebre cortejo. Erigiráse a Darío una estatua. Los funerales

          serán por cuenta del Estado. (246)

 

         Fue embalsamado el cadáver del ilustre poeta y será expuesto durante diez días en

         capilla ardiente en el salón de honor de la Universidad de León. (254)

 

       …El cadáver será sepultado en una de las bóvedas de dicha Catedral, raro privilegio

       solamente otorgado a altísimas dignidades. Santiago Argüello hablará en nombre de

       la ciudad de León. Ese día, el alumbrado público se encenderá a las tres de la tarde.

    La concurrencia a la procesión funeraria, llevará palmas; y las calles del tránsito

    estarán regiamente ornamentadas y alfombradas de flores. Todas las Municipalidades

    de la República concurrirán en cuerpo. Los Gobiernos de Centro América estarán 

    representados. Toda esta población guardará luto riguroso. En todas las casas particulares

    y en los edificios públicos, flamean enlutadas banderas nacionales. —Sebastian Salinas (259).

 

 

7 Jacqueline Alencar firmando en un lienzo con retrato de Rubén Darío (Granada, 2018. Foto de A. P. Alencar)

  Jacqueline Alencar firmando en un lienzo con retrato de Rubén Darío

(Granada, 2018. Foto de A. P. Alencar)

       

       La sólida documentación y la abundante cantidad de notas que acompañan cada capítulo muestran la paciente labor llevada a cabo por el escritor Francisco Javier Bautista Lara para componer un libro de tan profundo significado para los lectores que busquen conocer los verdaderos acontecimientos que nos refieren la desgarradora realidad de la muerte de Darío. El desarrollo mismo de los hechos, la intensidad y, ciertamente, la visión humana que impregna este libro nos permite tener una idea precisa de lo acontecido durante el transcurso de su enfermedad hasta la triste hora de su fallecimiento. El Último año de Rubén Darío es una obra esencial que nos hace volver a la historia y vida del poeta para que recordemos aquel momento de su muerte, y vivamos los hechos tal como ocurrieron en 1915, hasta su partida del mundo terrenal el 6 de febrero de1916. Bautista Lara no ha mirado sólo los datos, las causas y situaciones históricas que acompañaron esta pérdida incalculable, sino también el aliento vital de aquellos seres, amigos escritores, entidades eclesiásticas y políticas, intelectuales y organizaciones de trabajadores, y del pueblo todo sobrecogido por la muerte de aquél que transformó la poesía en un paisaje de innumerables cadencias para que el cisne que lo habitara despertara también más allá de la muerte. 

 

    Esta obra también contiene una breve cronología de la vida de Rubén Darío (pp. 661-64) y una amplia bibliografía (pp.665-71); un cuadro que resume los artículos, periódicos, revistas, noticias y poemas incluidos, además de un índice onomástico con los nombres de todas aquellas personas que se relacionaron con Darío. 

 

     Para terminar, quisiera que el lector evocara conmigo aquella nostálgica y última reflexión del poeta que aparece en la página 559:

 

                       Siento en mí una insondable tendencia a la sencillez absoluta. Mi corazón

               se pacifica; mi sentimentalismo, grave y triste enfermedad de mi vida, se

              purifica y se exalta; el amor a la paz besa las heridas que llevo abiertas y me

             muestra ignorados y supremos caminos de sensación y de ideación. Estoy en un reino

              tranquilo; me comprendo mejor, comprendo mejor la existencia, me explico

              muchos enigmas de antes, como si leyese su clave en el miste Apocalipsis.

                      Es que me hago viejo? ¿Es que ya se fue la juventud, divino tesoro, para

              siempre no volver? La fe está en mí; creo, oro, espero. Siempre sigue habiendo

              flores en mi mesa; y las claras musas no remontan aún el vuelo…

 

Y el postrer adiós:

 

             Llegó la mañana del domingo final. Y desfilaron hasta las once las escuelas,

            los colegios, los obreros, llevando todos, si no una corona, una flor: rosa, lirio,

            margarita…Y el catafalco quedó levantado sobre una pequeña colina de pétalos. (617).

     

 

                                                                                                              Nueva York

                                                                                                             Invierno, 2018

 

 

8 Francisco Javier Bautista Lara y David Cortés Cabán

Francisco Javier Bautista Lara y David Cortés Cabán

       

NOTAS

 

  • Laurel, Antología de la poesía moderna en lengua española, Edición, México, Editorial Trillas, S. A. 1986. Prólogo de Xavier Villaurrutia, Epílogo de Octavio Paz. Pág., 492.

 

  • “Darío de Centroamérica”, por Francisco Bautista Lara, pp. 19-41; “Rubén Darío: su huella en la tierra del Quetzal”, por Antonio Móbil, pp. 42-52; “Rubén Darío y su despedida final en El Salvador”, por Manlio Argueta, pp. 53-57. 

 

        

       

    

       

       

       

          

 

 

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