El poeta Antonio Leal
Crear en Salamanca se complace en publicar cinco textos del poeta mexicano Antonio Leal (Chetumal, Estado de Quintana Roo, 1952). Poeta, egresado de la carrera de sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue miembro del Taller Literario de Juan José Arreola y becario de poesía del Centro Mexicano de Escritores. Poemarios publicados: Duramar (1981), Canto Diverso (1995), Poemas Provinciales (2004), Thalassa (2008), La fauna exaude (2012). Divagario (2015). Aparece en varias antologías, entre ellas: Cinco poetas jóvenes (1967).Tiempo vegetal (1983), Recuento de voces. Programa Cultural de las Fronteras, SEP. 1987. Quintana Roo: una literatura sin pasado (1990). Antología general de la poesía mexicana. Poesía del México actual. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días, dos tomos. (2014). World Poetry Yearbook 2015. Ha participado en encuentros literarios en España (2005), Chile (2005), XII Festival Internacional de Poesía, La Habana, Cuba 2007, XXVIII Congreso Mundial de Poetas convocado por la Unesco, Acapulco, México, 2008. VII Encuentro Internacional de Escritores, Costa Rica 2010. Becario de Creadores con Trayectoria por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Gobierno del Estado de Quintana Roo, 2010. Su obra poética ha sido traducida al catalán, francés, inglés y portugués. Se le considera el iniciador de las letras contemporáneas en Quintana Roo.
TRÍPTICO PARA JEANNE DUVAL
i)
arrima sus ancas cuando el fastidio me mata.
me ayunta a su grupa de sátira en celo.
como en un extraño acto secreto de magia,
que no sé ni me explico y que tampoco
entiendo,
-de muchacha o potranca- ¡he aquí el prodigio!
de pronto me encantan sus nalgas de seda
como si se tratara de un maleficio.
ii)
al solaz,
entre nos,
cuando estamos solos como ángeles en veda,
rutilan mis manos iniciando el periplo
hacia los sitios más alpestres de su
espalda,
-¡oh galimatías,
paráfrasis de un pleonasmo,
espejo de mitades gemelas de la luna llena!-
desde donde
-al cobijo de las sombras-
en nómade albedrío
caravanean a su antojo mis
lunáticos dedos.
iii)
allí,
a ratos jinete,
otras veces lascivo centauro,
sin reclamos de cordura alimaña,
unicornio escapado de alguna página
de imposible lectura en el real imaginario;
bestia camada entre los faunos,
doloso minotauro,
caballo desbocado en el brocal de los sueños,
se trincan mis venas cuando me invitas
golosa brincar a tus lomos,
a llevarme a galope al confín siderario,
a derramarme contigo hasta el paroxismo.
oh invicta animalia;
cubre mi impudicia entre tus alas de Diosa,
y arrima más tus ancas, relapsa, cuando me
mate el tedio.
UN SOL QUE REPOSÓ EN TU CENTRO
Si dijera que todo comenzó así:
Tu voz dando giros en mi rostro,
No sé,
Callado,
Y te diría que tú estás sin estar en mí,
Que sin avisarme adquieres el color que te rodea,
Sólo bastaba decir que eras tú.
Pero ahora inventaremos una noche.
Una noche donde yo te sienta aquí,
No,
Meditemos en el vientre de la noche.
Cuéntame de tu camión,
Dime el número de letras de tu nombre,
Cuéntame de tu dolor,
Por eso hoy, ven a sublimar el poema que te exige permanencia.
Adúltera,
Digo que la palabra envejeció en tu boca
¿Sabes?
Quiero saber si tú eres la misma,
Te siento amorosa en torno a tu palabra,
No tenía nada qué hacer.
Salí a la calle para alejar tu lejanía.
Salí a reconocerte
Porque debo amarte
En tu tocador
En el semáforo que a veces odio,
Y te amo |
EL CANTO DE LAS SIRENAS
Llegarás primero a las sirenas, que encantan
a cuantos hombres van a su encuentro.
Homero
Como un rebaño de olas cabritean
en la blancura de esta página.
Buscan el vaivén de las horas más
núbiles de las 3 de la mañana.
Suelen esconderse en el vestíbulo
del silencio y nadie las vislumbra.
Duermen yermas contigo, aunque nunca
serán tuyas. Al escenario siempre
llevan el mismo papel desde antaño
en el poema, que es en donde envejecen
sin morir.
Se les puede invocar en las puertas
del sueño memorando antiguos nombres
de náufragos infaustos que playean
entre escombros, quienes buscan un trozo
infalible, algún breve cascajo
de salitre o el ansiado maderamen
de un barco perdido entre la pujanza
marítima, sacudiendo inútiles
botellas vacías que hoy repiten
desde la punta de este lápiz; “rilke”,
“rilke”, “rilke”, “rilke”, canto augural
de las sirenas cuando así fustigan
sobre los hombres el venal deseo.
Más allá de los párpados sin sueño,
de las horas dulcísimas de un mar
adentro, cuando plañen las marinas
valvas todo reflujo bajo el agua,
distante, desde exánimes arenas,
oh tú, primera de las Afligidas,
en la espiga de las olas cantabas.
Y tu deseo estaba en la sal
viva de nuestros íntimos deseos.
¡Thalassa¡, decías, encrespa la ola,
y bate al viento abriendo tiernos brotes
en la rosa náutica. Hace al día
más lóbrego, con él endulza el aire
de las altas ramas que anidan pájaros.
Al solaz, “en la mar en calma y llana”,
al pairo el alma, es canto inaudito
que repiten impunemente valvas
olvidadas. Sueño inútil que sube
al corazón del náufrago en luna
rala. Es el más antiguo sabor
de la sed de salobres aguas,
un pañuelo de viento en el que huye
espantada de sí la lejanía.
¡Thalassa¡, herrumbra todo sendero
secreto de la lluvia, desatando
en vasto mar errátil olas glaucas.
Como latido de aguas zarcas, bruñe
con su hechizo todas las nostalgias.
¡Thalassa¡,
es un viento de arena escondido
en la camisa de todos los poetas,
la hembra del silencio, sólo huesos
donde plañen ingrávidas sirenas.
Vedlas ahora retozar insomnes
bajo el ala más profunda del día.
En esa hora en que el alcatraz
con su negro grafiti comba el cielo.
Escucha lo que trae la mullente
espuma. Tú eres ahora Ulises
que retorna a su Ítaca después
de haber amado a las castas sirenas.
El nacido de vientre que ha oído,
sin morir, el canto de Aglaófeme,
la de la voz bella; a Agláope,
de rostro hermoso, y a Imeropa, madre
partenia en culpa del deseo de todos.
Escucha atento a la blanca Leucosia,
a Ligia, la chillona. Mira grácil
esa “atroz escama de Melusina”.
Sobre todo, finge oír la música
de la veneranda Molpe, y guarda
vivo el recuerdo de la doncellez
de Parténope, la sutil lascivia
de Pisínoe venciendo al amante.
Acepta grato lo que tenga Redne,
y a Teles toma por mujer perfecta.
Como un bautismo asume las palabras
de la calma que es pródiga Telxiepia.
Persuádete de Telxíope, y vuelve a la abierta memoria de los hombres.
Retrato de León Felipe, por Miguel Elías
OFICIO DE POETA
Dicen que estar solo
Pero otro día
Otro día es quizás
Pero otro día
|
Rubén Darío, por Miguel Elías
DE POÉTICA
te adjunto aquí, lector, en este escrito,
toda una yunta de asonancias: rimas,
versos faleucos, qué se yo, mi más
reacia palabra que a leer te invito.
igual que tú, también yo soy adicto
a murmurar algún poema, y más
aún, en cuanto a tu saber, me animas
pedirte aquí lectura a un texto inédito.
si acaso encuentras una voz rejega,
que haga que pongas tu mirada en vilo,
recuerda: cada letra, tilde o signo
usado en la poesía es plagio y niega
-por ser de todos- del autor su estilo;
la palabra es de quien la dice, opino.
Retrato de León Felipe, por Miguel Elías
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