José Antonio Santano, por las costas de Almería
Crear en Salamanca felicita al poeta José Antonio Santano por la publicación de este libro premiado. Santano (Baena, Córdoba, 1957), es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, poeta , narrador y crítico. Autor de más de 20 libros, entre los que destacan: Profecía de Otoño (Sevilla, 1994), Exilio en Caridemo (Almería, 1998), Íntima heredad (Endymion, Madrid, 1998), La piedra escrita (Alhulia. Salobreña, 2000), finalista Premio Nacional de la Crítica 2000; Suerte de alquimia (Alhulia. Salobreña, 2003), finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2003, Trasmar (Alhulia, Salobreña, 2005), Premio Andalucía de la Crítica “Ópera Prima de narrativa”, 2005; Las edades de arcilla (Alhulia, Salobreña, 2005); Razón de ser, Tiempo gris de cosmos. Premio del Gremio de Libreros de Almería al mejor libro de 2014. Nazarí (Granada, 2014), Memorial de silencios (Ediciones en Huida,Sevilla, 2014), Los silencios de La Cava (Alhulia, Salobreña, 2015), La voz ausente (Alhulia, 2017), Antología de Poesía Iberoamericana Actual (ExLibric, 2018), Lunas de Oriente (Dauro, 2018), Cielo y Chanca (Alhulia, 2019), Tierra madre (Alhulia, 2019, Premio Diputación de Guadalajara, 2017), y Marparaíso (Ed. Diputación de Córdoba, Casa de Galicia, XXIV Premio Internacional “Rosalía de Castro” 2019).
Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, árabe, griego, rumano, búlgaro, alemán, ruso, chino, catalán, vasco, gallego y portugués. Es miembro de las Asociaciones Española y Andaluza de Críticos Literarios, así como de la ACE-A (Asociación Colegial de Escritores de España, Sección Autónoma de Andalucía), de la Asociación Internacional de Humanismo Solidario y cofundador de dicho movimiento. Colabora también con artículos de opinión y crítica literaria en revistas y medios de comunicación.
Los tres poemas seleccionados forman parte del libro ‘Tierra madre’, con el que el autor ganó el Premio ‘José Antonio Ochaíta’ de Poesía 2017, y que acaba de ser editado por la Diputación de Guadalajara.
Foto de José Amador Martín
PALABRA REVELADA
Quien custodia la palabra
es porque ya caminó por su misterio.
Alencart
A José Ángel Valente, In Memoriam
Todo es silencio en esta hora gris,
claro abismo de sombras en los filos del agua,
frontera y muro, exilio y muerte.
Al fondo,
la tragedia de los días, un rumor de sílabas
y sangre, el dolor de la herida
que mana de los labios, la tinta
azul de la palabra
asaltando la blanca piel del pergamino,
su desnudez de siglos.
Nada y nadie
ciñe el vuelo de los dedos, la levedad de su tacto
en los espejos,
el bravo bramido de la bruma en el río que ya no es río
sino hielo, lava o cieno que ahoga la esperanza,
fulminante rayo que arrebata la vida,
toda ensoñación.
Vuelve la noche
-atronador silencio-
a los orígenes, al caos de la nada y el todo,
lenta, muy lentamente, envuelta en humo
y en misterio,
tamizada del aire y la tristeza que habita en las pupilas
y forma una estela de letras y signos
–agonía de soledades-
sobre el manto nevado de la página
–babel de sueños-
o en las ramas de un tiempo huido para siempre.
¿Dónde te ocultas en esta hora turbia
y honda, dolorida, ceniza y llama,
que no hallo luz
que me guíe en la certeza, hacia la magia
de un alumbramiento definitivo,
capaz de arañar el tiempo
que dura ya esta aventura
de abrumadoras tempestades?
¿Dónde la voz argéntea y primigenia,
su armonía de bosque y selva en los crepúsculos
que las sombras dibujan sobre el jaspeado mármol,
y en los bustos broncíneos se ocultan siglo a siglo,
de natural siempre,
dónde, en qué lugar se halla,
en qué espacio o tiempo, universo, vida?
¿Dónde, así de fondo, descubrir la causa,
el origen,
la raíz, el germen,
ese instante único de lo creado,
de la existencia misma,
de la razón de ser
que no sea destello solo sino esencia pura,
éxtasis,
revelación,
cegadora luz,
febril delirio
invocando todos los nombres en uno?
¿Cómo y cuándo sucedió todo,
ese relámpago de oscuridad
o tiniebla, esa luz adormecida del silencio
horadando los valles,
esa nube de polvo añil sobre la esfera girante,
circular,
ese río sierpe que baña las orillas selváticas y virginales,
esa infinitud de la mar y sus dones,
esa arboleda prendida a la tierra en sus raíces
y en la hondura del tiempo,
esa voz de aire en su vuelo eterno;
cómo y cuándo las montañas y el cielo,
los astros y planetas,
ese temblor primero de los labios en brasas,
ese murmullo voraz de los desiertos,
ese arcano canto de los ángeles,
esa lluvia incesante de aromas y colores,
esos días de imantado asombro?
Decidme, ¿cómo y cuándo nacieron los silencios,
por qué todo fue distinto en ese instante?
No existe más fiero dolor que el de tu ausencia
en esta austera y fría celda cielo
donde espero ansioso tu llegada.
Ha mudado en misterio tu silencio
y tu voz se ha hecho alma, hoguera,
trascendida palabra,
palabra revelada.
Foto de José Amador Martín
José Ángel Valente en Almería
FUEGO Y ROSA
Ni la palabra ni el silencio. Nada pudo servirme
para que tú vivieras.
José Ángel Valente
a Rosa León Salas. In memoriam
Nada pude contra el cuchillo
contra el aire disoluto…
Tendría que haber aceptado
aquella invitación
de los días soleados
la luz de los atardeceres
tu casa en la ladera
los sencillos manjares
dispuestos en la mesa
el perfume a canela
las palabras en vuelo
hacia la altura exacta del sueño
tenía que haberte oído
el canto de los ríos
en la hora más dulce y pura
quizás haber mirado
a la hondura del alma
angelical y fulgente
en la ermita desierta
en los álamos solos
allá en el camino que los pájaros
alegran con sus trinos
tendría que haberte dicho
que abierto el corazón
la fuerza era el fuego de las sílabas
que el tiempo me sustrajo
y nunca fueron dichas…
Tendría que haberme adelantado
al tiempo y los silencios
que ahora me torturan
la voz y las palabras
que inoculado el dolor todo es espanto
intensa pesadilla
incomprensible el mundo
la vida desaliento
oscura noche todo…
Tendría que haberme avisado
de la muerte que siempre merodea
pero nunca pensé
jamás creí
que te llegara el día
que todo lo oscurece
y en sombras vive
eterno ya…
Tendría que haberme preparado
para la liturgia del silencio
pero estaba en otras cosas
y hoy no puedo ya salvarte
reunir en un ramo las flores más bellas
y llevártelas a tu casa en la ladera
hoy ya es tarde
para quedar a la hora precisa
y contar amapolas
avistar los montes de olivos
y hablarte del sonido del agua
en las mañanas de estío
junto al cañaveral amigo
escribirte una carta
pidiéndote perdón por las ausencias.
Tendría que haber ido al encuentro
de ese día que hoy se escapa
abismado en la espesura del tiempo
que nunca volverá
a ser aire y agua, fuego y rosa.
Foto de José Amador Martín
El poeta cordobés Pablo García Baena
Chesed
Pero a ti, que no estás
ni sé quién eres:
misericordia.
José Ángel Valente
A Pablo García Baena, poeta
Dispón de nuevo aquí tu mano
doliente en luz de auroras y arcoíris,
alma sea en lienzo diamantino,
resonante silencio que recorre
los ángulos celestes del planeta
en vértigo perpetuo,
fuego redentor,
un hilo de aire o brisa
en el abismo de la nada,
en la profunda y tenebrosa caverna
de los ojos,
aquellos que un día vinieron a posarse
sobre el mundo, este absurdo
mundo en óleo de vivos magenta
y tenues amarillos en vuelo
de vaporosa nube, apocalíptico
temblor de cuerpos y de espadas
bajo la tierra toda oscurecida,
en nombres toda derramada,
sonoro soliloquio de invierno
adentro en la retina, muy adentro,
en su espesura misma, nervada
lucerna alma en los orígenes,
más allá del atávico silencio
de la espera aquella en Pío Monte,
huido y secreto
en la densa niebla y los cipreses,
explosión en feroces claroscuros
y alas gigantescas de ángeles
en sobrevuelo de humanas miserias
que lucen diagonales su fulgor
en grito pincel de sombras:
desnudo pecho que amamanta
la vieja, inane y cautiva soledad,
mas el cuerpo sobre el suelo es hielo
que se adentra hasta las venas,
febril vacío, enferma llama,
noche primera del cosmos,
ajeno manto que envuelve,
cubre y abriga
todos los silencios,
piadosamente,
y así la carne toda, cadáver ya
en blanco sudario escruta
la tierra en fosa abierta,
centelleo de labios en agónico
llanto,
solo ya la madrugada refugio,
posada abierta al indigente o peregrino,
agua sueño para el sediento
en ácida penumbra.
Dispón de nuevo aquí tu mano,
Michelangelo Merisi de Caravaggio,
sean tus ojos en los míos ardiente
luz que ciega y pacífica,
socórreme en esta hora turbia
que el hombre ha decretado en felonía,
asísteme ahora, en este mismo instante
que la honda herida
sangra a borbotones,
alíviame de esta clausura irrespirable,
alimenta en óleo de claroscuros
mi espíritu famélico,
en la quietud refúgiame,
en el cielo gloria
de alados ángeles acógeme,
apaga mi sed de espejos y amapolas,
sáname de la tristeza, del desarraigo
violento y humillante,
jirón de carne humana en la alambrada,
sean tus ojos en ansia de locura
el universo entero
en su consumación.
Dispón tu mano aquí,
junto a la mía, y enterremos
a los muertos, a todos los muertos
que aún mueren adentro en la caverna
de los ojos, que son sombras,
purísima negrura insepulta,
enterremos sus huesos
uno a uno,
escribamos sus nombres
con el pincel grito de tu mano.
Devuélveme la fe
brasa de olvido,
descúbreme la luz de la palabra,
el horizonte y sus silencios,
demuéleme,
oh tú,
cruel misericordia.
Foto de José Amador Martín
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