Eduardo Fonseca en el Encuentro de Poesía de Turrialba (foto de Luis Rodríguez Romero)
Crear en Salamanca se complace en difundir algunos poemas de Eduardo Fonseca (Turrialba, Costa Rica, 1995). Es internacionalista por la Universidad Nacional de Costa Rica y gestor de proyectos sociales. Su primer poemario ‘La guerra muda’, fue publicado por Nueva York Poetry Press (Estados Unidos, 2023). Su obra poética también se encuentra en la Antología Internacional Despierta Humanidad: Homenaje a Berta Cáceres (Grupo Coquimbo, Honduras, 2017); el libro Repensar las fronteras, la integración regional y el territorio (CLACSO, Argentina, 2017); Revista Comelibros (ASEUNA Campus Pérez Zeledón, Costa Rica, 2018); Poesía Joven Costarricense (Liberoamérica, España, 2020); Poesía en tiempos de pánico: antología de poesía joven de Costa Rica 1982-2004 (Campos de Plumas, México, 2021); y Fin de siglo: una antología de poetas costarricenses que nacieron en la incertidumbre del cambio (EUNA, Costa Rica, 2022). Ha leído su poesía en eventos culturales en Estados Unidos, México y Centroamérica. Fue miembro del Taller Literario Nuevo Paradigma, dirigido por Juan Carlos Olivas. También ha facilitado talleres de escritura creativa en comunidades y actualmente es miembro de O Istmo–Articulación Centroamericanista, Turrialba Literaria y del Taller Literario Joaquín Gutiérrez. Correo: edfon95@gmail.com
La selección de los textos, del libro ‘La guerra muda’ (Nueva York Poetry Press, EE.UU., 2023), ha sido hecha por el poeta A. P. Alencart
TRAYECTO
La vida es una huerta de transmisores.
Somos plantas
que alimentan a quienes rodean.
Si se borra la amargura del boceto
y se traza una sonrisa,
nos verá algún desconocido
y de pronto olvidará
que no tenía para la renta.
Si con el odio un puente
dibujamos entre nuestras cejas,
a la niña del frente le dará miedo cruzarlo
para regalarnos un chocolate.
Podríamos visitar cien países,
pero si al morir nuestra alma
no se repatria en otros seres,
el ataúd se velará solo,
mientras se diluye la tinta
de los cien sellos en el pasaporte.
TIEMPO FUERA
En los escombros
una flor queda intacta.
La arranca un niño.
Juan Carlos Olivas
I
Un niño sirio arranca del suelo una flor,
y otros mil caen como puñados de sal:
solo queda la esterilidad de la risa.
II
Las escuelas envejecían más lento que nosotros,
hasta que un día todas amanecieron
con la espalda encorvada.
III
Jugamos a las escondidas con los centinelas.
Si sus luces rojas alcanzan nuestras frentes,
dudo que nos dejen pedir tiempo fuera.
LA GUERRA MUDA
Pakal ofrendó pox, pecho desnudo.
Luego vino el metálico plumaje,
blasfemo fue el saber hecho brebaje,
maíz ya deshojado ante el barbudo.
Hoy día solo un rastro guarachudo,
vagón abandonado con bagaje,
el último Useköl en el paraje
disperso por un trágico estornudo.
Paran los milongueros, nadie queda,
el cóndor se extravía de su nido,
los gatos no atraviesan la alameda.
Pero del hueso roto y su crujido
ascenderá el guardián de la Moneda.
En el cuartel, copihue ha florecido.
Los poetas Andrés Briceño, Eduardo Fonseca y Luis Rodríguez Romero
LINAJE DEL BIZCOCHO
Nunca sabré el peso
de ciertas palabras en la infancia:
fanega,
jornal,
olvido.
A diferencia de mis tías,
no rompí récords cogiendo café,
así que me conformé siendo veloz con las teclas.
Tampoco aprendí el arte de meterle mano al comal
y desconozco la ciencia de las cocinas de leña.
De ellas recibo el milagro del bizcocho,
que más de una vez se multiplicó
por nueve.
Lo asimilo a mi tiempo
y lo reparto entre los peregrinos del aire.
GUARDABARRANCO
A Karina Sánchez
Heredero del Rey Kukul,
tu nobleza irradia tornasol en las ramas
y no en el hierro de la espada.
Momótido tierra,
momoto aire,
Momotombo fuego,
Momotombito agua.
Pájaro péndulo;
civilizaciones creyendo dominar al tiempo,
pero solo tu raquis dictará la hora
en la que volveremos al maíz.
Momótido tierra,
momoto aire,
Momotombo fuego,
Momotombito agua.
Creerán que ya nos fuimos, torogoz.
No nos verán más en los arrabales.
Aunque nos arrojen al vacío,
la dignidad también se sedimenta en los barrancos.
Los poetas Alfredo Pérez Alencart y Eduardo Fonseca, en la Biblioteca Nacional
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