Theodoro Elssaca leyendo en el Teatro Liceo (Foto de José Amador Martín)
Crear en Salamanca tiene el placer de publicar la reseña que, sobre la antología del chileno Theodoro Elssaca, escribiera José Antonio Santano (Baena, Córdoba, 1957). Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de los libros: Profecía de Otoño (1994), Exilio en Caridemo (1998), Íntima heredad (1998), La piedra escrita (2000, finalista Premio Nacional de la Crítica), Suerte de alquimia (2003, finalista del Premio Andalucía de la Crítica), Trasmar (2005, narrativa, Premio Andalucía de la Crítica “Ópera Prima”); Las edades de arcilla (2005); Razón de ser (2008, X Premio Internacional de poesía “Luis Feria”), Caleidoscopio (2010), Estación Sur (2012), Tiempo gris de cosmos (2014) y Memorial de silencios (2014), entre otros. Textos suyos han sido traducidos al catalán, euskera, gallego, inglés, francés, italiano, búlgaro, rumano, ruso, alemán, portugués, griego, árabe y chino.
Tanto Elssaca como Santano participaron en el XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en Salamanca el pasado mes de octubre.
Travesía del Relámpago
Tal vez el verdadero sentido de la poesía se halle en el deslumbramiento o el asombro que nos produce mirar al infinito del horizonte, al anciano que habita un banco solitario de un parque cualquiera o a un laberíntico espacio que el tiempo desnuda cada día en un ritual inagotable. Pero si la poesía es, en palabras del poeta Francisco Brines, «aquella que se ejerce con afán de conocimiento», o, “la que revive en mí la pasión por la vida”, para el poeta Theodoro Elssaca (Santiago de Chile, 1958), es fulgor de la palabra, eclosión de armónicos sonidos, alumbramiento continuo de la Naturaleza en comunión con el hombre, fuego abrasador, turbadora razón, abarcadora visión del universo.
En su “Arts poética”, que precede a los versos contenidos en este libro antológico “Travesía del relámpago” (Vitruvio, Madrid, 2013), el poeta se confiesa, y escribe: “Antes de ser parido, ya era poesía…Yo, antes de nacer, ya era poesía”, y efectivamente, así es. Cuando uno se adentra en esta inmensa selva habitada por la magia y el misterio de la palabra, se siente que, verdaderamente, Elssaca ya era poesía antes de ser parido, que todas las fuerzas de la Naturaleza ya estaban en él, en el poeta, dictándole al oído las palabras precisas, esas a las que el poeta canta en el poema que cierra esta antología, “Árbol de las Palabras”, cuando así escribe: «Hay palabras rápidas como el rayo / grandes igual a mamuts / transparentes más que el viento, / palabras acorazadas o desnudas, / lentas como terrestres quelonios / antiguas, risueñas o vanguardistas (…) Palabras que los lingüistas coleccionan en insectarios, / y las clasifican como a escarabajos, saltamontes o escorpiones. / Primeras palabras del que aprende a pronunciar, / últimas palabras de quien se despide y no regresa».
Carmen Ruiz Barrionuevo, Theodoro Elssaca y Mercedes García Montero
Los versos de Theodoro Elssaca son frescos y transparentes, devastadores en ocasiones y luminosos otras, porque para él la poesía es, en esencia, la vida misma, y en su experiencia acumula toda suerte de vivencias, algunas tan dolorosas como la sentida tras la muerte de su hijo Américo, plasmada en el poema “Viaje al fin de la Noche”, del que reproducimos el siguiente fragmento: «La noche no condujo al día. / Viajo en sombras al fin de la tristeza. / En la oscuridad he creído escuchar tus palabras, / las voces no se borran de la mente. / En Madrid me dijiste hace un tiempo: / cada vez que respiremos estaremos juntos. ¿Hace un siglo que te has ido, o fue recién anoche?» Es el luto de la noche como un cuchillo que sesga vértebras y vísceras, que se adentra muy adentro y duele hasta después de la eternidad, y el poeta lo sabe por ser suyo en la absoluta soledad de los días.
Pero Elssaca no se detiene, reanuda el camino porque en el camino se hallan las respuestas y la luz de la palabra, la que tanto ama y reivindica como la esencia misma de esta vida. En él la tierra americana, los nombres primigenios, los ríos y las cordilleras en un único canto, porque “si se calla el cantor calla la vida”, y el poeta Elssaca es ese canto de “El espejo humeante-Amazonas”, tan americano como perturbador, nacido de la tierra y en ella vivo, penetrante hasta dejarnos mudos y ciegos de tanta sonoridad selvática y tanta luz y colorido evanescente, pues nace del corazón del poeta y se adentra en el silencio majestuoso del Amazonas hasta encontrar en ese espacio su propia voz, la voz tribal de sus habitantes, que nos devuelve la esperanza en el ser humano y en la Naturaleza, como así podemos confirmarlo en este extenso y bellísimo poema que dedica a las tribus Sharanahua, Amaracairy, Machiguenga, Campas, Wayapi, Adaré, Asurini, Yanomami y Aguaruna y del que extraemos los siguientes fragmentos: «El primer día es la Tierra / regresando a mi materia original / útero planetario de todas las semillas / penetro en ella / enlodándome / desde la caverna de iniciación / hasta el barro más grueso (…) Bosques Amazónicos / ¡Catedrales de nuestra América! (…) Yo / Theodoro / en el corazón del Amazonas / concebido de la tempestad / encuentro al que habita dentro de mí / alma que a horcajadas tantea el bosque de los huesos». Pero además, Theodoro Elssaca es un poeta visual y en esta antología podemos comprobarlo en los siete caligramas contenidos en figuraciones espirales, de labios, pirámides o árboles.
Alfredo Pérez Alencart y Theodoro Elssaca (foto de José Amador Martín)
Poesía esencial la de Elssaca, también humanista, pues el hombre camina siempre junto al poeta, como muestran estos versos: «Un día cualquiera, / la tierra dejará de girar. / Cansada de tanto tumulto, / tantos momentos que no fueron, / dejará de girar (…) De tanta sangre, de tanto llanto derramado / ¡Tantos cuchillos que asesinan inocentes! un día cualquiera / la tierra / dejará / de girar».
Poesía a borbotones en la voz inconfundible del poeta Theodoro Elssaca, esencia de la tradición poética chilena, hermanada en lo sustancial a la más grande poesía en lengua castellana.
Retrato de Theodoro Elssaca, por Miguel Elías
SOBRE EL POETA CHILENO
Theodoro Elssaca (Santiago de Chile, 1958). Poeta, narrador, ensayista, artista visual y fotógrafo antropologista. Viajero impenitente, ha trabajado por años en Europa. Es autor, entre otras obras, de: Aprender a morir (1983); Viento sin memoria (1984); Isla de Pascua. Hombre-Arte-Entorno, edición bilingüe (1988); Aramí (1992); El espejo humeante–Amazonas (2005); Travesía del Relámpago, antología poética (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2013); Fuego contra hielo (Editorial Verbum, Madrid, 2014); Orígenes, edición bilingüe (Plaquette, Barcelona, 2015) y Santiago bajo cero, edición bilingüe (Bucarest, 2015). Con un recital de su obra inauguró, en junio 2014, la Primera Semana de la Poesía, en la Universidad de Salamanca. Ha recibido homenajes y reconocimientos, como el Premio Mihai Eminescu, por la prosa, durante el primer Festival Internacional de Craiova y la primera edición del Premio Poetas de Otros Mundos, otorgado por el Fondo Poético Internacional, en España. En octubre de 2016 participó en XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos celebrado en Salamanca.
marzo 19, 2017
Cuando en el texto irrumpe una geografía de sentidos, una avalancha de palabras y un grito tras la agonía de los míticos encuentros con lo inasible, surge lo contemplativo y el verdadero amor como un relámpago de sucesos siderales. He allí que el poema sale de la burbuja y es la poesía. Vale tu camino, Elssaca, por la senda abierta del espinazo andino.