TORMENTA ALUCINADA y OTROS POEMAS DEL ARGENTINO HUGO FRANCISCO RIVELLA, FINALISTA DEL PREMIO PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR

 

 

 

1 El poeta argentino Hugo Francisco Rivella

El poeta argentino Hugo Francisco Rivella

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar seis textos del poeta argentino Hugo Francisco Rivella (Rosario de la Frontera, Salta, 1948), quien ha obtenido numerosos premios en su país y en América Latina y España, entre los que se cuentan el Primer Premio de los Juegos Florales Centroamericanos y de Panamá (Quetzaltenango, Guatemala, 1985), Premio Internacional Jaime Gil de Biedma  (Nava de la Asunción, España, 2010), Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen (México, 2011), Primer Premio Internacional Poesía Paralelo Cero (Ecuador, 2015) y el Premio Nacional de Poesía Provincia de Córdoba (Argentina, 2016).                      Entre 1981 y 2016 ha publicado 18 poemarios, siendo  los más recientes Ojo Astillado (2013), Espinas en los ojos y siete poemas de barro (2014), La sombra en el espejo (2014), Las Yeguas y las Rosas (2016), La Hora del Relámpago (2016), Endentro de Mí (2016), Una rosa en las garras de un jaguar (2016) y Poemas en la lengua de un sonámbulo (2016), aparecidos en editoriales de Argentina, México, Ecuador y Bolivia.

 

Quedó como finalista de la IV edición del reconocido Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’

 

 

2

 

 

 

 

TORMENTA ALUCINADA

a Gonzalo Rojas

 

 

Mi padre llega atravesando el río,

las mariposas verdes de la noche deslucen su cabeza.

Desde la orilla grita mi madre y un trueno zamarrea la boca del relámpago.

 

Todo parece quieto y a la vez, todo gira en un hueco de lechuzas y peces,

jabalíes desdentados, ramajes y abanicos y toros sin cabeza.

Me cuelgo del hilito de luz que alumbra el patio.

Sus ojos maldecidos estrujan el paisaje.

Destellando,

amagando llegar viene mi padre.

 

La tormenta se duerme en mis brazos pequeños,

y yo me duermo en los brazos de mi madre que llora.

El caballo de mi padre llega solo

ya no pesa su sombra sobre el lomo

 

 

(de ENDENTRO DE MÍ y el poema posible, Ediciones del Dock, Buenos Aires, año 2016)

 

 

3

 

 

¿ESTE MUERTITO FUE ALGUNA VEZ UN ÁNGEL?

 

 

Murió de muerte a la luz de las rosas, digo, porque era un niño el que murió de muerte,

corría camino al parque cuando ocurrió el estruendo

y el mundo era un fracaso de un dios ciego y absurdo.

Álzame padre.

 

                        ¿Vienes conmigo al puente?

                        ¿A correr las palomas?

                        ¿A tirar en el  río los peces del asombro?

Madre,

arrúllame que es tiempo del trigo y las manzanas.

¿Recuerdas al barrilete colgado del crepúsculo?

Alguien pisó las calles, pateó las casas, barrió el silencio.

 

¿Este muertito fue alguna vez un trompo?

¿Una lluvia de árboles?

¿Una canción de cuna?

 

Las calles de Kabul, la favela y el trópico, las fauces de la noche, la flor del limonero, el poema de Lorca, la mesera, el aliento del maratonista, el beso de la loba…

poco importa a la mano que destruye el planeta.

 

Murió de muerte a la luz de las rosas, digo, porque era un niño el que murió de muerte.

 

 

(de Ojo astillado, Alción editora, Córdoba, 2013)

 

 

4

 

 

 

TRISTEZA

 

Ella sueña colores

pero todos los días su garganta es un nudo de sombras,

cabalga en mil caballos de rumbos cenicientos,

besa el cuero del hambre, naufraga en el desierto.

Vendrá, tal vez, un día, a contarnos sus cuitas,

los senderos de astillas que la van desgajando,

se subirá a los hombros del que pasa llorando

y se hundirá en la noche como un largo gemido.

 

Mirará como zumba el paisaje,

que hay perros degollados en el centro del río,

peces que van al cielo como espejos de arena,

mujeres lavanderas machacando en las piedras su destino de greda.

Nombrará sol y cardo, guadaña y  pobrerío,

pájaro, risa, viento,

agüita de ternura.

Sentirá como el mundo la carcome.

 

La tristeza camina en círculos.

Se quiebra y arrodilla.

 

 

( de Una rosa en las garras del jaguar, Apócrifa ediciones, Villa María, Córdoba, 2016)

 

 

5

 

 

RONDA DE AMOR Y ROSAS

 

a una historia de amor que me florece

 

 

Lame sus patas y ella se encabrita,

tira coces,

mordiscos,

en tanto el potro tensa en el sexo toda su hermosura.

Todas las primaveras va perfumando el aire con su cuerpo

Ella orina y la espuma es clamor de la escarcha,

una brasa que gime,

el badajo una estrella que busca una campana,

la música que sueña sus ancas entreabiertas.

Ella se queda quieta y al aventar su cola

una fruta secreta se ofrece ya madura para que la tierra resuene en la comarca.

Él la huele y los belfos desangran una luz de otras edades,

semillas de algodón,

sueños del trigo.

 

Ella muestra sus ancas, camina con la cabeza hundida en el relámpago,

arranca pasto verde y desflora el secuestro de su cuerpo

Él se envara y sus crines son flecos de la selva.

En su salvaje ternura la monta

y la penetra  con todos los caballos

y todas las praderas.

 

La yegua abre sus pétalos y es una rosa en fuga hacia la vida.

 

(de Las Yeguas y las Rosas, Ángel editor, Ecuador, 2016)

 

 

6

 

 

 

MORIRÉ DE CABALLOS

 

Moriré de caballos, de pedradas azules,

con la patria en mis ojos y la flor enmohecida de todos los fracasos;

en Vallejo trilceando aguaceros temibles…

Cisneros con sus osos mordiendo catedrales,

Boccanera en las bestias de todos los hoteles.

Moriré de luciérnagas y el ruido de la lluvia sobre el techo de chapas de la casa en mi pueblo, Salgari, Sandokán, Kanmamuri y los tughs en la jungla más negra de la tierra:

Joseph Brodsky durmiendo con Donne y los halcones,

Ungaretti volviendo del mar de las serpientes,

la muchacha y sus pechos bordados en mi almohada y Nippur de Lagash galopando.

Moriré de Oesterheld, Eternauta del cielo, los gurbos deletreando la voz del universo,

Francis Ponge y el verso desangrado en la piel memoriosa del cadáver del ángel.

Moriré de Almafuerte, muerto y vociferando,

aunque el siglo lo encierre con hordas homicidas,

con los valses de Strauss y las zambas del Cuchi ardidas en las siestas del quebracho y las catas,

los murales de Orozco, las manos de mi madre, el tapiz memorioso de mi imaginería, Guayasamín, sus lunas de colores en la piel de sus brazos.

 

Moriré en los ausentes, los que no irán a verme, porque escarbo sus bofes a puñalada limpia,

o irán a mi velorio a saber si estoy muerto, si huelo, si es cierto que en mi cabeza rugen tigres de arena, que emana una vertiente de vinos, y en los ojos titilan sin cesar espejos relucientes;

mi cadáver irá como la vida

retozando.

 

 

(de  Centro de Tormentas, Secretaría de Cultura, Salta, 2010)

 

 

7

 

 

SONETO EN CÍRCULO

 

Estás como dormida, más no es cierto

huele toda la casa a desamparo,

hay llagas en el pan y no hay reparo

para este corazón que está desierto.

 

Del nombre que me llaman no me acuerdo,

no pertenece al hombre que camina

indeciso y que casi ni se anima

a desclavar los ojos del recuerdo.

 

El patio es una hoja de cuaderno

que amarillento vuelve a mi memoria

como a la rama una hoja en el invierno

 

de un árbol viejo soy claro reflejo

mi destino no tiene escapatoria

la muerte me ha atrapado en un espejo.

 

 

(de Zona de otros días, Secretaría de Cultura, Salta,  2007)

 

 

8 Otra imagen del poeta Hugo Francisco Rivella

 Otra imagen del poeta Hugo Francisco Rivella

 

 

 

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