Los poetas Theodoro Elssaca y Juan Mares, en la Facultad de Filología de la Usal
Crear en Salamanca se complace en publicar la reseña que ha escrito el poeta Juan Mares sobre la antología Travesía del Relámpago, del chileno Theodoro Elssaca (Santiago de Chile, 1958). Poeta, narrador, ensayista, artista visual y fotógrafo antropologista. Viajero impenitente, ha trabajado por años en Europa. Es autor, entre otras obras, de: Aprender a morir (1983); Viento sin memoria (1984); Isla de Pascua. Hombre-Arte-Entorno, edición bilingüe (1988); Aramí (1992); El espejo humeante–Amazonas (2005); Travesía del Relámpago, antología poética (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2013); Fuego contra hielo (Editorial Verbum, Madrid, 2014); Orígenes, edición bilingüe (Plaquette, Barcelona, 2015) y Santiago bajo cero, edición bilingüe (Bucarest, 2015). Con un recital de su obra inauguró, en junio 2014, la Primera Semana de la Poesía, en la Universidad de Salamanca. Ha recibido homenajes y reconocimientos, como el Premio Mihai Eminescu, por la prosa, durante el primer Festival Internacional de Craiova y la primera edición del Premio Poetas de Otros Mundos, otorgado por el Fondo Poético Internacional, en España. En octubre de 2016 participó en el XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos celebrado en la Universidad de Salamanca.
Elssaca leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca
THEODORO ELSSACA EN LAS VANGUARDIAS
Cada libro que te llega tiene su cúmulo de experiencias vitales, conceptuales, espirituales y en general, de ilación de letras que van hilvanando palabras que se tejen tras la trama y la urdimbre de ideas y propósitos creativos que te llenan de experiencias cognitivas.
Es apenas obvio que todo libro tiene un autor, pero no todo autor tiene un recorrido como el de Elssaca, en vivencias con la interpretación del mundo desde la literatura exploratoria, permeada de un Mallarmé y de todas las posibilidades que se otorgan al creador para llegar hasta la poesía chamánica y un poco la abscóndita, como a la caza de ese algo oculto a los ojos físicos y sin embargo intuitivamente al pie de la oreja de elefante para atrapar la mosca. Es decir, la poesía.
A Elssaca lo conocí en Salamanca, en un recital anual que se celebra en la Universidad emblemática de todas las que en España son, han sido y serán. Lo vi y escuché declamando más que leyendo, como en una especie de performance donde al finalizar el texto se me erizaron los pelos de mis muñecas creyendo que iba a sacar del chaleco o del bolsillo del pantalón un revolver para darse un tiro. O lanzarse de la plataforma hacia el público expectante. Lo sentí total, con una entrega inaudita pero completamente humana. Ahora he leído sus poemas y los he degustado línea tras línea con la disciplina del caminante sobre pastizales aun llenos de clorofila cuando ya tiene la experiencia del desierto, o escrutante sobre el espinazo andino y sus faldas.
Carmelo Chillida (Venezuela), Theodoro Elssaca (Chile) y Nidia Marina González (Costa Rica)
Travesía del Relámpago (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2013), es la obra donde se condensa mucho de su trabajo en esa itinerancia por diversos países y continentes enciclopédicos, donde cada hallazgo a partir de lo creativo es un verso develando sus incógnitas frente al espejo del mundo.
En su Epígrafe #1 nos insta a que arranquemos la melodía que nos llene de armónica energía de entre los truenos y libemos de la flor de la luz su aurífero relámpago:
“Libad el néctar de la música
Sostenida en el aire de la noche,
Ola aurea
Perdida en el trueno y la luz.”
En El Espejo Humeante fluyen los elementos chamánicos sin que se deje de espejear lo mallarmeano para decir su asombro entre líneas y silencios tras las pausas del verso:
“Es el tercer día
el chamán me conduce hacía la montaña del aire
la ascensión a los más altos dominios
Atalaya de los vientos
desde donde puedo ver la historia
deslizándose como una corriente
iridiscente
El aire oxigeno me hace más puro
más liviano
traslúcido”
Se trasluce lo apollinairesco de soldado del verso, se deja ir en su cardumen de palabras transcribiendo su experiencia chamánica cuando usa los espejos para decir lo mitológico, como un elemento de contenido simbólico y develante de ancestros perdidos y rescatados para la memoria:
“sobrepasado de otras realidades
atravesándolo puedo ver
a los Magos Danzantes
del Paukartampu”
Elssaca, Pilar Fernández Labrador y un asistente al XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos
En una página de Internet se le describe con unas características reflejadas en su obra de indiscutible construcción de trabajador del mundo del verbo hecho a imagen y semejanza de su talante creador: “La obra de Elssaca responde a proyectos de su visión e investigación creativa sobre la realidad. Sus trabajos resumen una vibración sensible alrededor de un tiempo histórico, un lugar o un acontecimiento, capturados con un carácter inconfundible y agudo…”, lo afirma Sergio Montero Van Rysselberghe, quien fuera uno de sus maestros.
Indudable es su persistencia en la investigación creativa partiendo de innúmeras fuentes del paisaje de las vanguardias latinoamericanas, europeas y la sapiencia oriental.
Se aventura en el ejercicio de los siete caligramas distribuidos en la antología donde se puede ver el trasunto de la poesía concreta y la tendencia al vértigo, manifiesto en cada vorágine del juego galáctico de su entrañamiento con las palabras. Es la alucinación del poseso por el lenguaje y así desgranar un poco de sabiduría:
“… … … … … … … … … … … … … … …
Somos nosotros los fantasmas del arcaico tren diluido
Al paso de los bosques nativos del éter…”
El canto elssaquiano es rio del discurso ebrio de las palabras, que se evocan para los encantamientos y ritos del baquiano que medita y transcurre para sus elucubraciones tras el enigma y la clarividencia de lo finito y lo infinito, como una paradoja de la distancia y el acercamiento de las energías que gravitan en torno a los paisajes andinos y en la geografía providencial del poema. Veamos en unas líneas de su Ars Poética:
“Todos los lagos, pupilas del mundo, con sus ríos que van a ser océanos eran el azul, reflejando en lontananza el universo enigmático habitado por las deidades, ocultas en ese infinito ultramar.”
Poetas de seis países iberoamericanos con la profesora y poeta María Ángel Pérez López
Meterse en el corazón de las palabras es ir a su fiesta circulatoria para que emerjan en la epidermis del poema. Eso es lo que se precipita desde el vórtice de la conciencia de Elssaca para nombrar cada cosa, cada sistema de vida en el concepto de las imágenes en torno a sus galaxias como arropadas por la gran Laniaquea de los tiempos entre el todo y el vacío aparente.
Amanuense de la cofradía de los poetas y médium para interpretar silencios ocultos en los pergaminos, papiros, piedras rosetas y así convertirse en el adalid del discurso creativo cuando enfronta y dice:
“Defiendo el papel con mi espada de esdrújulas
con la pistola cargada de versos
y un sombrero de vocablos.”
Huemul bajo la arboleda al pie del risco andino y soportando la nieve, oteante en las altas breñas, razón y fuerza en alas de cóndor como un heraldo nerudiano, como un contínuum magistral del tejedor de versos. Va decantando su memoria mientras vive y sueña la fiebre del brebaje mágico del chamán ante los precipicios. Y todo ello porque:
“Cada uno en su huella digital
tiene también su color y su nota.”
Luego es el ritual del árbol como eterna fuente de la sombra, del fruto, del pájaro, del nido, del mástil enarbolando al viento de los mares del sur como adalid de las altas olas en la humilde palabra que emerge de los labios del poeta:
“Árboles
Columnas de Chile.
¡Tótem prehistórico del éter!”
Salud al poeta, y una copa de luz y otra de vino, un trino-carcajada del Ave Mayor del Paraíso, con pasos rituales desde el Quetzalcoátl coronando las pirámides de Yucatán a los Selknam de la Tierra del Fuego, y un idilio por las costas de Rapa Nui: azul, azul y plata, gris, verde y los colores al son de su universo, verso tras verso.
Juan Mares Leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca
Juan Mares (Guatapé, Antioquia, 1951. Seudónimo de Juan Carmelo Martínez Restrepo). Licenciado en Español y Literatura por la Universidad de Antioquia. Desde 1968 vive en Apartadó, donde fue profesor y director de la Casa de la Cultura. Actualmente es profesor de cátedra en la Universidad de Antioquía (Sede Urabá). Entre sus libros publicados están: Poteas y pirantes (1987); Voy a ver pantalla chica (1989); El árbol de la centuria (la ed. 1996, 2a ed. 2004, 3a ed. 2011, 4ª, 2016). Es coautor de Entre la savia y la sangre, recopilación poética de Apartadó (1996), Kalugrafías del instante (2009), Ritmos del equilibrista (2011); Hojas de caladio (2013) y Policromías literarias (2013). Ha participado en diversos encuentros literarios, como la Feria Internacional del Libro (Bogotá), el III Festival de Poesía Salvador Díaz Mirón (México, 2013) o en el XVII y XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Salamanca, 2014 y 2016, respectivamente).
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