El reloj de la Plaza, de Miguel Elías
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar un texto de Antonio Colinas y los poemas de José Amador Martín y Alfredo Pérez Alencart. Son escritos inéditos y aparecerán publicados en la antología AL HIDALGO QUIJOTE, como parte del XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos que esta XIX Edición rinde homenaje a Miguel de Cervantes, poeta.
Retrato de Cervantes, de Miguel Elías
ANTONIO COLINAS
(España)
UNA PALABRA CLAVE: SABIDURÍA
No un Cervantes fijo. No el Cervantes de los tópicos que todos repiten. Sí el Cervantes que está sepultado debajo de aventuras y de trampantojos, del humor y de la lectura escolar, de los engaños de la vida. Sí el Cervantes de la sabiduría. El del oro líquido que se decantó con dos corrientes igualmente áureas: la del humanismo italiano y la del humanismo evangélico. Es éste el Cervantes que se derrama en la segunda parte del Quijote. El libre de gigantes y molinos, de pillos y bandoleros, de escenas bucólicas y ortodoxias. Libre ese libro de lo que dicen fue una crítica de los Libros de Caballerías, o una fuente de gozoso pasatiempo, o una crítica social de su país. ¿Por qué el Quijote y no el Persiles? ¿O por qué la primera parte de esta última obra, aquella de una “novela nórdica”, y no la segunda, la del viaje de los peregrinos a Roma? Viaje que –como en cada ser que vive su vida en los límites, en el desamparo, en la desprotección– siempre es doble: viaje físico y viaje interior. El viaje físico parte de las nieblas y de los hielos nórdicos, del vacío de ser. Sólo a partir de Lisboa el viaje de los peregrinos en el Persiles comienza a ser viaje interior. Porque la meta no es cualquier meta: es Roma. Llegado ese momento, llegados a la puerta de la ciudad-símbolo (“eterna”) a Miguel de Cervantes ya no le sirven las aventuras, ni las tramas, ni las escenografías, ni las pasiones y amoríos fabulosos. No le sirve ni su prosa, que incluso a medida que el libro avanza, se ha tornado en más sencilla, en menos compleja. ¿Qué hacer entonces si no es recurrir al verso, al poema? Y lo hace alguien que no se cree en posesión del don de la poesía, pero que sobre ella opinó de manera excelsa. Nace así, en boca del peregrino, en las puertas de Roma, uno de los más hermosos sonetos de nuestro Siglo de Oro: “¡Oh, grande, oh, poderosa, oh sacrosanta/ alma ciudad de Roma!” Necesidad, pues, de leer a Cervantes entre líneas; o en aquellas frases en las que no hay ficción sino simple y llanamente…. sabiduría. Necesidad de leerlo en lo esencial, por encima de los fastos y de esas quejas de algunos porque se haya buscado el valioso símbolo de sus restos, de unos pocos huesos o cenizas. Pero un poderoso símbolo a fin de cuentas. Búsqueda que simplemente hace volver los ojos de nuestro país hacia la cultura. Esta sabiduría es la que el mismo Cervantes y nosotros reconocemos con otras dos palabras: humanismo, piedad. En Italia o en Lepanto, en Argel o en Sevilla, en Valladolid o en Madrid, en las horas finales, en esos instantes últimos, cuando sólo tres días antes de morir dicta el prólogo para el Persiles, el lector se topa de nuevo con ese sentido supremo de la vida y de la obra del escritor: ese sentido, extremadamente sencillo en la expresión que sólo podemos definir con las ya tres mentadas palabras: humanismo, piedad, sabiduría.
Antonio Colinas, por Miguel Elías
Don Quijote, de Miguel Elías
JOSÉ AMADOR MARTÍN
(España)
LOS POETAS, CERVANTES, SON
COMO LOS MOLINOS…
Los poetas, Cervantes, son como los molinos,
gigantes, transparentes en los espacios extensos
del crepúsculo.
Las palabras son música en las esferas celestes,
poesía que vuelve a la tierra,
vida que se vive de silencios.
Mas locos que sagrados, más sueños que razón,
almas encerradas en una sala enorme,
exhalando palabras, escribiendo paredes
entre nubes de café y espacio idealizado
de los días del hombre, de sus años:
música, corazón, rumor y símbolo…
Palabras que siempre vuelan de la aurora hasta el ocaso,
a su infinita Ítaca, donde lloran ausencias
cuando la vigilia es otro sueño
de locos hidalgos que aman dulcineas.
Los poetas, Cervantes, son soñadores constantes,
pues son mar y son el otro
en cada noche que se llama sueño.
José Amador Martín, por Miguel Elías
Alfredo Pérez Alencart, por Miguel Elías
ALFREDO PÉREZ ALENCART
(Perú – España)
AL HIDALGO POETA
Tendida sobre su prosa,
la Poesía,
esa Dulcinea
que de veras le es fiel,
sin que muchos
la vean,
antes y después de
la apariencia.
Lento desentierro
del hidalgo que no buscó
ser enterrado en su
Prosema.
Raspemos la cera
para oír su música densa,
su pecho en libertad.
(a Jaime García Maffla)
Cervantes (Boceto), por Miguel Elías
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