El poeta y narrador argentino-israelí José Luis Najenson
Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario escrito por Alberto Hernández (Calabozo, Venezuela 1952), poeta, narrador y periodista. Egresado del Pedagógico de Maracay, realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar (Caracas) en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios. Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo, Venezuela. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua, Venezuela. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano y al árabe.
Portada del poemario, con pintura de Miguel Elías
1.-
In extenso, la tierra que nos alimenta y nos consume: José Luis Najenson, habitante del clima de Jerusalén, pero nacido en Córdoba, Argentina, inicia un recorrido verbal por las calles y costumbres de Salamanca y deja un rastro que continúa y no apacigua los deseos de seguir andando, como el Quijote por todas las tierras más allá de cualquier horizonte.
Este viaje, “Tétrada salmantina y otros poemas fantásticos”, publicado por Trilce Ediciones, Salamanca, España, 2017, se soporta en cinco estaciones: “Tétrada salmantina”, “Díptico cordobés”, “Tétrada del Golem”, “Péntada colombina” y “Bajo la Cruz del Sur”, en el que el poeta argentino revisa cada paso, cada silencio, cada sonido de esos parajes en los que la poesía se convierte en protagonista y cuenta las historias vividas y no vividas, reales y fantásticas que su imagen pueda aposentar con palabras y música.
Libro terminado en Israel bajo la luz del desierto, sobre la tierra antigua cuya sacralidad ha dejado impresa la vida de quien hoy forma parte de su acento. Najenson forma parte de aquella comunidad pero no se despega de sus raíces castellanas, gracias a la lengua con la que nació.
3 Guerra, Rodríguez Gaona, Santano, De San Martín y Najenson
(Aula Magna de Filología, Salamanca, 2016. Foto de Jacqueline Alencar)
2.-
Salamanca es la piedra donde reposa el agua de un río manso. Salamanca es el paisaje donde las palabras logran tallar la belleza, el silencio que lleva la marca de un pasado en el que aún se guarda la pronunciación de una lengua y sus conjugaciones. La ciudad del conocimiento, de los arcos de piedra, de las conchas marinas adosadas a los muros del tiempo.
En el primer tramo de este viaje, los lectores se topan con cuatro poemas: “La Escuela de Salamanca”, “La Cueva de Salamanca”, “Elogio del Licenciado Vidriera” y “El Astronauta de Salamanca”. Realidad y ficción vertebran este andar. Leo parte de esta travesía:
“No lejos de la Universidad de Salamanca/ y no menos ilustre, / pero sí más velada/ se hallaba la Escuela del mismo nombre/ bajo la Torre de Villena justo en la entrada”.
El poema se canta y se desliza con el final de versos, en su mayoría con la vocal abierta “a”, para confirmar el génesis del trayecto a seguir. La rima asciende por cada piedra, por cada vestigio de la ciudad castellana. Atisba la voz de Najenson y vibra en cada rincón y callejuela.
Salamanca es una celebración. También el misterio en el que la lengua de Cervantes ancla su recorrido para hacerse universal. El personaje de Don Quijote, alocado y febril también es verso y verbo, lugar para indagar de dónde se proviene.
Noami y José Luis Najenson, en Ashdod, Israel (Foto de Daniel Najenson)
3.-
Luego, Andalucía, donde un par de poemas se pasean por la vida de “Al-Gafiqui”, el creador de las gafas, y “Orando de pie en la Mezquita de Córdoba”, y así suena como eco desde el pasado:
“…maestro de Maimónides, / ambos de clara estirpe cordobesa, / le enseñó a éste mirar las estrellas/ sin el celeste engaño de los dioses…”
Dato contenido en el poema: Al-Gafiqui fue el primer cirujano de cataratas. Borró la ceguera de muchos. Y como tal, oró de pie ante los ojos de Alá, bajo el cielo cerrado de la nombrada mezquita. Y fue perdonado.
El olor de las especias, la tierra árabe en la península, el canto, las oraciones del día, el agua que corre sobre la tierra y se decanta. Una abreviación silábica en la voz del que fabla en la calle, tan español en la medida de su acento.
Vista de Salamanca desde la Torre del Marqués de Villena
4.-
Este mosaico, el que le hace piso a este libro, nos lleva a recordar a Gustav Meyrink, novelista de “El Golem”, el recreador de “Ese otro yo fantasmal y monstruoso” que todos albergamos en nuestro interior. Fue en la Praga de 1915 donde el autor vienés escribió la historia, y ahora en 2017 Najenson lo trae en cuatro poemas: “Sacrificio” “Torpe salvador”, “El otro Adam” y “Sólo diez letras”.
El inventor del Golem, el Rabí Loëw se pasea cómodamente por estas líneas verbales que se podrían cantar como todos los textos del poeta argentino/ israelí:
“Y aún después del portentoso encanto/ de dejarte matar al proto-hombre/ con un juego de letras y quebranto…”.
En la “Péntada Colombina” el almirante despliega su voz, escondida en el misterio de un viaje que terminó en el Nuevo Mundo. En este muelle: “Mar de Colón”, “Visión de la Aguada de La Gomera”, “Tormenta en la Fernandina”, “Atlántida encontrada” y “El mapa templario”.
Los cinco cantos se desvanecen en las mareas, siguen sonando bajo las aguas, mientras el inmenso universo marino se abre en palabras:
“La Mar Océana, todo aquel mar, / Desde Sanlúcar a Santa María/ Y de la Gomera a San Salvador…”
El viaje, la salida de la península, la travesía, la sacralidad salina y la llegada al nuevo espacio visible.
Acto en Aula Magna de Filología de la Universidad de Salamanca, 2016 (Foto de Jacqueline Alencar)
5.-
Hasta alcanzarse “Bajo la Cruz del Sur”, el aposento etéreo, la poesía y su ritmo, tan castizo como americano. He aquí al poeta en su tierra de origen, sin distancia, apegado a su lugar de nacimiento: “Viento-íncubo de Buenos Aires”, “Mimesis” y “En el fondo del jardín”.
Y entonces la ciudad, sus cambios, sus máscaras, y Borges, tan circular como su ceguera.
Una definitiva incursión en el tono de la patria dejada, no abandonada, recordada, hecha poesía desde otra tierra hecha segundo círculo, segunda estación, primer plano.
El escritor venezolano Alberto Hernández
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