SOBRE LA NOVELA ‘MEMORIAS DE UN PERRO IRAQUÍ’, DE ABDUL HADI SADOUN

 

 

1 El escritor Abdul Hadi Sadoun en Salamanca (Foto de Jacqueline Alencar)

El escritor Abdul Hadi Sadoun en Salamanca (Foto de Jacqueline Alencar)

 

Crear en Salamanca se complace en anticipar el lanzamiento de la sexta novela del escritor Abdul Hadi Sadoun, hispanista nacido en Bagdad (Irak) en 1968. Abandonó su país después de la guerra del golfo en 1991, tras cumplir el servicio militar obligatorio. Desde 1993 reside en Madrid. Entre 1997 y 2007 codirigió la revista en lengua árabe Alwah, y desde 2006 dirige la colección literaria «Alfalfa», especializada en literatura árabe. Es autor de varios libros en árabe y español publicados en Siria, Jordania, Dubái, Líbano, España, Cuba, Venezuela y Reino Unido. Es autor de novelas como El día se viste un traje manchado de rojo (1996), Tesoros de Granada (1997), Plagios familiares (2002), Tustala (2014) y El regreso a la tierra (2015); así como de los poemarios Encuadrar las risas (1998), No es más que viento (2000), Escribir en cuneiforme (2006), Pájaro en la boca y otros poemas (2009), Siempre todavía (2010), Campos del extraño (2011). Ha editado y traducido al español las antologías de poesía iraquí contemporánea La maldición de Gilgamesh (2005), A las orillas del Tigris (2006) y Otros mesopotámicos raros (2009). Ha traducido al árabe numerosas obras literarias de autores españoles como Don Juan Manuel, Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Cervantes, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, José Hierro, Enrique Vila-Matas y Sanchis Sinisterra, entre otros. En 2009 ganó la Beca Internacional Antonio Machado por el poemario ‘Siempre todavía’. Su prolífica obra ha sido traducida a alemán, español, catalán, francés, gallego, inglés, italiano, persa y turco.

 

 

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Líder, un galgo afincado en las orillas del Tigris, ve la vida de un solo color: el color indescriptible de la guerra. Con una prosa fluida y una estructura que recuerda a los textos barrocos, Memorias de un perro iraquí es un homenaje al genial escritor Cervantes en una historia estremecedora que narra la cruel realidad que sobreviene a las dictaduras y a los periodos de entreguerras. Esta fábula indaga en la profunda dimensión del ser humano, con sus instintos más básicos como el odio, la rabia y la tiranía, y sus emociones más elevadas como la compasión, la amistad, el amor… Así, esta desoladora historia personifica a los animales y animaliza a las personas en un escenario en el que la única esperanza es la libertad y la memoria el único lugar para vivir.

 

 

Abdul Hadi Sadoun 

 Memorias de un perro iraquí

Calambur; Narrativa, 224 pp., 2016.

Traducción del árabe: Noemí Fierro

 

 

 

EL PRÓLOGO DE LA NOVELA

 

 

    En un país, de cuyo nombre no quiero acordarme, me hallo hoy para dejar constancia, hasta el último ladrido que exhale, de estas memorias que han surcado mi vida. Como sabéis, los perros de mi raza no vivimos más de doce años de los humanos y alcanzamos los noventa según el cómputo canino, aunque, para ser sinceros, yo no aspiro a llegar a tan avanzada edad.

 

   Me siento en una esquina de una casa ruinosa. A Dios gracias, he encontrado en un poyete, junto al trastero de la vivienda, un refugio seguro donde protegerme de los azotes del sol y la humedad de la lluvia, para pasar mis últimos días en paz y sosiego. Soy consciente de que os habréis dado cuenta de que me vi forzado a dejar mi país, Iraq, hace un año y medio, y también sé que no he apuntado nada interesante en todo este tiempo, desde este otro lugar que hoy habito −de cuyo nombre no quiero acordarme−, de manera que tampoco escucharéis nada sobre él en los siguientes renglones.

 

   Por lo que se conoce sobre nuestra raza, los galgos, tal vez os sorprenda encontrarme tan sereno, consagrando los días que me quedan a la escritura de mis memorias, ladrido tras ladrido −como los críticos suelen decir−; pero permitidme repetir que lo que halléis aquí no es asunto, carísimo lector, de burla ni bufonada. El peso de mis últimos días, con su miseria, hambre, enfermedad y el agotamiento de la vejez, dejando al margen la mayor herida que fue abandonar mi país, Iraq, no me ha permitido, ni a vosotros tampoco, espacio para la risa o el chascarrillo sobre lo que venga de su recuerdo.

 

   Debéis saber que no soy el primero en mi especie que relata sus memorias, aunque sí puede que sea el primer exiliado en escribirlas, pues no he tenido el honor, hasta ahora, de leer relatos de un perro lejos de su tierra. Bien cierto es que he oído hablar de memorias de gatos, de ovejas, de vacas, incluso de ratones, en las que se describen sus días enfrascados en un largo periplo e inmersos en avatares lejos de sus países, pero, en cuanto a las aventuras de un perro exiliado, soy, cuanto menos, el primero.

 

    Ya que debo ser sincero, he de aclarar también que me fueron de gran utilidad los diarios de cuadrúpedos que me precedieron, con sus extrañas experiencias y sus maravillosos sucesos. Como sabéis, ninguno de nosotros crea nada nuevo; todo se trata de una repetición o plagio, y no cabe más que añadir o corregir, ser ambiguos en la digresión, eliminar o embellecer; y, por lo tanto, no puedo aseverar que mi experiencia difiera de otras. Tan solo una cosa distinta se encontrará en ella: mis particulares ladridos.

 

   No exagero al declarar que mi sublime ejemplo ha sido la novela de Cervantes, El coloquio de los perros, de cuyo autor en realidad no tuve conocimiento hasta que mi maestro, Almualim, me lo mencionó. Como asiduo lector suyo, me contaba retazos de su larga e injusta existencia, aunque yo en aquel entonces no me detuve a saber más ni tampoco lo haré ahora. No obstante, la primera vez que llegó a mis oídos, de boca de mi amo, esa novela ejemplar de Cervantes, aumentaron mis ladridos y quedé prendado al escucharla, sin jamás albergar la esperanza de, tras ser oída de mi maestro tan solo una vez, llegar a memorizar sus detalles, vocabulario o técnica.

 

    Para tu conocimiento, querido lector, la traición no fue mi refugio a la hora de escribir estas memorias, y solo me beneficié de la novela como ejemplo vivo de cuánto podría escribir, pero sin imitarla en absoluto, ni siquiera en la copia de una sola de sus palabras. Vaya por delante, pues, que todo lo que aquí relato es, ciertamente, lo que me ocurrió, sin que guarde relación, ni de cerca ni de lejos, con los dos perros aquellos, tullidos y sin rabo, más  que en  la sucinta mención que hago en estas líneas.

 

   Escuché que alguien, no sé quién lo dijo −discúlpenme, mi memoria se debilita con el correr de los días− recomendó mis parábolas para la escritura de memorias en primera persona, y eso por dos motivos: por ser memorias personales y, más importante aún, por quedar estrechamente ligadas a todo lo que se revelará en ellas, tan cerca como “ el párpado del ojo”, según la canción iraquí, como si se trataran de su propia  experiencia personal, deseando que sirvan de lección y ejemplo para los perros del futuro que deseen narrar capítulos de su  vida por sí mismos.

 

   Nada más me queda por añadir, salvo que yo, de nombre Líder, redacto estas páginas por propia voluntad y sin más intención que me mueva que repasar los detalles de lo vivido, cual cinta real que rebobine mi imaginación con todo lo dulce y lo amargo. El destino de uno, como dijo un bohemio, no son más que garabatos sellados con una impronta difusa, que creemos de inmerecida  atención, aunque, para otros, irá más allá de un deseo de dejar testimonio de nuestro paso fugaz por el agujero del vaivén de la vida.

 

 

3 Abdul en la ruta del Quijote

Abdul en la ruta del Quijote

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