Foto Archivo Libanés de México
Crear en Salamanca publica, con satisfacción, la reseña que sobre el libro de Matías Rafide Batarce (13 poetas hispanoamericanos de origen árabe; Gráfica Lom, Chile, 2015), ha escrito el Sergio Macías (Gorbea, Chile, 1938), vinculado con Salamanca desde que participó en el III Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado el año 2000 y en homenaje a Claudio Rodríguez. Macías es Premio “Gabriela Mistral” (1971), Premio “Pablo Neruda” (1984), Premio “Ciudad de Tetuán” (1986) y Premio “América V Centenario” (1991), entre otros. Ha sido, durante 20 años y hasta su jubilación, asesor cultural de la Embajada de Chile en España. Obra poética: Las manos del leñador (1969), La sangre en el bosque (1974), En el tiempo de las cosas (1977), Mecklemburgo, canción de un desterrado (1978), Nos busca la esperanza (1979), El jardinero del viento (1980), Memoria del exilio (1985), Crónicas de un latinoamericano sobre Bagdad y otros lugares encantados (1988), Noche de nadie (1988), El libro del tiempo (1988), Tetuán en los sueños de un andino (1989), La región de los últimos prodigios (1992), El manuscrito de los sueños (1994), El paraíso oculto (2000), El hechizo de Ibn Zay-dún (2001), Ziryab. El mágico cantor de Oriente (2010), Cantos para Altazor (2012) y El Viajero Inhóspito (2014).
Entre los libros interesantes que he leído en estos últimos meses cabe destacar “13 Poetas hispanoamericanos de origen árabe”, del destacado vate y académico Matías Rafide. Obra que hace referencia a poetas de raíces árabes directamente y a otros por descendencia. Corresponden a generaciones distintas y pertenecen a Chile, Ecuador, Palestina-Argentina, el Líbano-Argentina, México, Colombia, Bolivia y Santo Domingo. Algunos de ellos los he tratado en mi libro Influencia árabe en las letras iberoamericanas (Ediciones Universidad Internacional de Andalucía, España, 2009), pero Rafide a través de las presentaciones que hace de cada uno y de los poemas que inserta, los destaca en su justa medida y trascendencia literaria. Además, la Antología está ilustrada con fotografías de cada autor, lo que le da un valor biográfico-histórico para conocer la creación y, en cierta medida, la persona. Este texto cuenta con la colaboración de la ensayista y profesora universitaria española Rosa Isabel Martínez y, también con la académica y escritora árabe Assier Alí, lo que ha dado con seguridad una traducción fiel al texto, de acuerdo a la inspiración y sentimiento de los autores. Es un trabajo total que, como dice el autor: para animar la cercanía del lector y, por tanto, debemos de agradecer y disfrutar, sobre todo en esta época de crisis de valores y de guerras en el Medio Oriente y otros lugares.
Siguiendo el orden de la selección dada por el antólogo nos fijamos en el poeta Andrés Sabella, a quien tuve el gusto de conocer personalmente a través de la presentación que nos hizo otro vate de origen mallorquín, Juan Florit. El antofagastino Sabella era un hombre de enorme calidad humana y poética. El hecho que Rafide nos entregue textos de él, como algunos que se refieren a su padre nacido en Jerusalén, le da un contenido nostálgico de enorme valor. Sobre todo, uno en prosa que incluye entre los poemas. Es muy emotivo. Se refiere a un cuadro fotográfico de su ciudad que tuvo que abandonar. Lo tiene en su hogar y lo mira constantemente. Su progenitor señala las calles por donde caminaba y los lugares más importantes. Le dice a su hijo: “Mi herencia más fuerte es esta fotografía que te entrego; debes cuidarla y llevarla a tu hogar cuando lo fundes. No olvides que tu padre se encuentra ahí, dentro de una casa de la Calle nueva”. El poeta Sabella siempre la conservó “y, ahora, escribiendo la observo con la terneza que me enseñó la vida y creo que mi padre sale de alguna de las calles, iluminadas por la dulzura, avanza a mí y besa mi frente, y el beso me trae la tibieza de su amor y el aire jerosolimitano, y es un beso fuerte y profundo, un beso de Jerusalén en labios del padre.” Escribió también novelas donde está presente el contenido árabe. Los poemas de Sabella tienen esos rasgos de melancolía tan emotivos, aunque se refieran al paisaje, a lo social, sin perder la fuerza de sus evocaciones.
Mahfud Massis, gran poeta comprometido con la realidad que le tocó vivir y con sus ancestros. Recordamos su labor sindical en la Sociedad de Escritores de Chile. También tuve la oportunidad de brindarle un discurso de despedida en el Club Palestino cuando fue nombrado agregado cultural de Chile en Venezuela y, años más tarde alejados de nuestra patria, participamos en Irak acompañados de un traductor en un recital ofrecido en el maravilloso anfiteatro milenario de Babilonia. Sus versos tienen un ímpetu arrollador y dramático, aunque, quizás, con un tono muy personalista. Al respecto, incluyo unos breves poemas poderosos sobre su origen árabe, colocados muy acertadamente en esta valiosa antología de Rafide: “DESNUDO / Al pie de esta cordillera desnuda y blanca. / Yo, / Mahfud Massis, cuajo de Palestina en el Continente Americano / habitante del tercer mundo, / del tercer ojo, / de esta luna vacía, / alzo mi voz como un potro sobre el firmamento oscuro.” Más chileno, más palestino y más latinoamericano no puede ser. Su identificación desgarradora con el medio le da un contenido existencial y desmesurado. Leemos en otro texto igualmente totalizante como identidad y épico-bíblico: “Soy Mahfud, el Esclavo, / el heresiarca de piel negra, / el loco, el desertor, el papanatas helado bajo la nieve. / Escondo mis dientes de cabro, mi cola de rey babilónico, / mientras camino por la ciudad junto al angosto río. / Entre ávido aceite, mi vieja sombra atrabiliaria / atraviesa las ciénagas, / labrando la majestad lunar / con mi oscura casaca de muerte.”
Conocí al poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum en un congreso de escritores en Sevilla, donde tuvimos la oportunidad de hablar sobre su origen, por sus padres libaneses. Me dijo que aunque en su hogar hablaban en árabe esa costumbre no había influido en su obra. En cambio en las publicaciones de su padre se nota esta presencia, además que divulgó la literatura árabe en Ecuador. Jorge E. Adoum fue un excelente vate y también un importante ensayista y narrador. Cuando terminaba sus estudios universitarios en Chile se desempeñó como secretario privado del Nobel Pablo Neruda. Escribió un par de valiosas novelas y fue candidato al Premio Cervantes. Poeta apegado a la naturaleza y a las raíces sociales de Latinoamérica, coloquial, reflexivo en cuanto a los principales problemas del ser.
Una de las sorpresas que me ha dado esta recopilación por los buenos poetas elegidos, es que me he encontrado, como lo expreso anteriormente, con personajes de la literatura que he tratado como al palestino Juan Yaser. Poeta-cronista que a menudo recurre a la historia, a su vivencia para ser testimonial. Varios artículos suyos fueron publicados en diarios de Argentina, país en el que se radicó a los veintisiete años. Aprendió extraordinariamente bien el castellano. También ejerció de traductor, y muchos de sus textos periodísticos se basaron en el contenido árabe en algunos escritores como Leopoldo Lugones, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, etc. También se refirió a El aporte árabe a la formación de la lengua castellana. Aprovecho contar una anécdota de su humanidad. En uno de mis viajes a Irak para asistir al Festival de poesía del Marbid, nos alojamos algunos en Bagdad en el hotel Meridian Palestin, muy cerca del Tigris, en tanto las reuniones se realizaban en el hotel al-Manzur, que quedaba en el otro extremo de la ciudad. Esa tarde nos dieron una recepción, yo me encontraba con el arabista Fernando de Ágreda y otros, y con un fuerte dolor de estómago. El poeta Yaser me dijo al oído: Iré al hotel a buscar un par de bolsitas de yerbas que te harán bien. Cómo se te ocurre –le respondí- estamos lejos de nuestro hospedaje. De pronto, desapareció sin que me diera cuenta, para regresar muy rápido en taxi con su medicina que era manzanilla y menta poleo que me hicieron muy bien. Pedro Martínez Montávez lo tituló en una de sus obras Un poeta palestino en América. En su poema Civilización lo termina con los siguientes versos: “A lo lejos / los bárbaros danzan. / Entierran a mi pueblo.”
Uno de los más notables poetas de México es Jaime Sabines. Persona muy culta que además de estudiar ciencias y artes, medicina, filosofía y letras, se dedicó por ciertos periodos a la política, pero de manera abnegada a la poesía. Es muy acertado el juicio que hace Rafide sobre el verbo de este hijo de libanés: “poesía de corte coloquial que exhibe una visión del mundo dramática y descarnada. Sus versos, de profundo contenido humano, revelan cierto escepticismo y angustia existencial.” Como es la apreciación que tiene sobre la muerte: “Morir es encenderse bocabajo / hacia el humo y el hueso y la caliza / y hacerse tierra y tierra con trabajo. / Apagarse es morir, lento y aprisa, / tomar la eternidad como a destajo / y repartir el alma en la ceniza.”
Matías Rafide Batarce, es un poeta de dilatada trayectoria, con un gran bagaje cultural que lo ha llevado a desempeñarse como catedrático de literatura, miembro de la Academia Chilena de la Lengua, agregado cultural de Chile en Egipto, ensayista y antólogo, como lo comprobamos con esta apreciable selección. De este inestimable y admirado bardo e investigador los recuerdos de sus padres están muy presentes en su obra, como el hermoso y bien construido poema: “CABALGAN POR LA RUTA DE MI SANGRE / cien generaciones de invisibles camelleros. / Y siento que el Oriente gravita en mis entrañas, / y se asoma a mis ojos la angustia del desierto. / Me hieren sus arenas desnudas y salobres / y un ritmo misterioso acompasa mis sueños. / El laúd se despierta sollozando por mis venas / y diluye en el río su infinito lamento. / Las palmeras alargan sus umbelas de sombra / como estandartes puros en mi campo yermo.” Elegí este poema porque lo encuentro, aparte de excelente por su emotividad, con un enorme contenido del Oriente Medio debido a sus padres palestinos Salomón y Emilia, a quienes se lo dedica.
El poeta mexicano Fayad Jamís, hijo de árabe y madre mexicana, también desarrolló sus otras facetas de pintor y diseñador. A los diecinueve años se radica en La Habana hasta 1954. Su inquietud artística le llevó a Francia, donde vivió cinco años para regresar definitivamente a Cuba en 1959. País en el que vivió hasta su muerte. Autor de varios libros, con una creación poética de estilo casi surrealista, así como otra apegada al compromiso social, influido por la revolución cubana. En un poema que recuerda en algo su infancia, la pobreza, la alegría y las lágrimas, expresa: “Soy un privilegiado de este tiempo, crecí bajo la luz/ violenta de mi tierra, nadie me obligó a andar / a cuatro patas, y cuando me preguntan mi nombre / un rayo parte la sombra de una guásima.” (Nota del articulista: La guásima es un árbol de cierta altura que se da en los países tropicales de Latinoamérica).
Carlos Duguech, argentino de origen libanés, poeta y analista político. Incursiona en el ensayo, y en sus poemas encontramos un estilo fino y reflexivo, sin perder la emotividad como en su poema Carpintero del Líbano en que recuerda a su padre y a los hermosos cedros de que hablaba. Pero refiriéndonos a la selección de Rafide, la poesía Uno mismo indaga en el ser y en los demás, de manera que “Uno no es uno mismo / sin cada memoria / que los otros han construido… / Uno no es uno mismo / si despoja el entorno / de voces y presencias / de los otros, / de los que aportaron lo suyo / en cada una de nuestra vivencias / Uno no es uno mimo / si no es con todos.”
Gabriel Zaid, mexicano y con sangre palestina. Poeta, ensayista, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de profesión ingeniero. Uno de los más notables vates de su país. Su poesía se destaca por ser directa y sorprendente: “No te levantes, temo/ que el mundo siga ahí. / Las nubes imponentes, el encinar umbrío, / los helechos en paz. / Todo tan claro / que da miedo.”
Giovanni Quessep Esquerra, gran poeta colombiano, hijo de padres libaneses, y con una importante obra. Fue publicado en España una magnífica antología de su Poesía Reunida por el Círculo de Lectores, con el título de Metamorfosis del Jardín. “Sus abuelos llegaron en el tiempo de la emigración árabe a Latinoamérica a finales del siglo XIX. En su infancia escuchó el mote de ‘turco’. Se alimentó espiritualmente con la lectura de Las Mil y una Noches y otros libros tanto de aventuras como clásicos. Tiene una poesía con reminiscencias clásicas y otras apegadas a la realidad. Aunque se sintió cautivado por las leyendas orientales, su cultura es fruto del mestizaje, lo que le sirve para fundirla en su creación donde resalta la magia. Sus lecturas de El collar de la paloma, otras referidas a Al-Mu’tamid, y la nostalgia seguramente de sus padres y abuelos por la patria lejana, le hacen escribir muchos poemas de excelente factura y con un hermoso contenido árabe” (S. Macías. Influencia árabe en las letras iberoamericanas, Universidad Internacional de Andalucía, 2009), como la elegía a su padre, su canto a Scharazade, el recordatorio a la Alhambra, Grabado en la piedra: “Contó que era de Arabia, ese nombre de arena / que dice el cielo estéril cuando es roja la luna. / Vivía siempre al borde de los aljibes, como / si tuviese dos alas para amar el abismo”. Como cita Rafide al propio autor: “Aún el yo lírico es del reino de las fábulas”, porque “La nostalgia es vivir sin recordar / de qué palabra fuimos inventados.”
Un poeta chileno destacado y culto es Naín Nómez que, además de antólogo, buen ensayista y académico, tiene un gran número de libros publicados. De ascendencia libanesa, su abuelo por parte de padre fue Abraham Nemi, y el abuelo que correspondía por la madre se llamaba José Deij. En Chile sus apellidos se convierten en Nómez Díaz. En cuanto a su creación afirma Rafide: “Los versos muestran una notoria tendencia al versículo y a la fusión de poesía y prosa, estilo muy recurrente en toda su obra poética. La nostalgia y el desarraigo existencial es nota dominante en una poesía que no busca primordialmente la belleza en sí misma, sino que pretende más bien despertar la conciencia del lector”. En su breve poema Marginalias interroga al ser: ¿Quién es ese yo? / Es el tú o el nosotros? / Yo soy él o ella soy yo? / Fue otro sueño desatado en la madrugada penosa y estéril.” En cuanto a su contenido árabe no aparece en sus interesantes libros de poesía. Quizá, hay ciertos atisbos bíblicos y las huellas de un fatalismo que podría corresponder más a los rasgos de sus ancestros: “Tal vez es el destino de algunos / que no nacimos para ser profetas”, o cuando inquiere: “¿Yo qué hago aquí desnudo y sangrando / como un ángel en medio de la luz?”.
Eduardo Mitre Canahuati, es un poeta boliviano de origen palestino muy destacado en su país por una poesía fina, emotiva, recordatoria, trascendente y depurada. Ha obtenido títulos universitarios en su país y en Estados Unidos. Es miembro de la Academia Boliviana de la Lengua y crítico literario. Lo cito en mi obra anteriormente mencionada, expresando que en su hermosa obra El Peregrino y la Ausencia tiene unos poemas que se refieren al personaje de su sangre: yaba Alberto. En él se resume el pasado, el presente, la conversación sentida, el destierro, la melancolía, los recuerdos, y aquel viaje a Granada, pero que en verdad nunca lo alcanzaron a realizar. Cuando finalmente puede hacerlo el autor describe este episodio con nostalgia. En el poema se reencuentra con el abuelo, con su tierra, con sus sueños: “Recógete, yaba, a tu sueño de tierra/ en el valle de Cochabamba, / mientras siento el martirio / de tu sangre que corre / en Gaza y Cisjordania, / y en el silencioso adiós ya se pone / por última vez Granada.” Y en su libro Camino de cualquier parte reitera una creación basada en lo inmemorial, como si el hombre para encontrarse debiera buscar sus raíces en los lejanos tiempos. “Exhibe notable perfección estilística” nos dice el poeta y antólogo Rafide: “Con la misma mano/ que te hirió/ ciega la ira / como una pedrada; / Con la mano cortada / por tu mejilla, / ahora mancho esta página, / sangro estas líneas.”
Termina esta Antología con el poeta, ensayista, académico y político dominicano Tony Raful Tejada, de ascendencia libanesa. Escribe sobre el amor, pero también desarrolla una creación de contenido social. Además, es ensayista y profundiza en la historia. Este destacado vate obtuvo hace poco años el Premio Nacional de Literatura y es Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. En su vasta poesía encontramos no solamente el compromiso con el medio que le rodea, sino una inspiración en el paisaje como si fuese una acuarela: “La alborada no sólo es la luz / que desciende irrespetuosa desde las colinas. Ella es una franja de colores / que desciende anónima desde tus ojos, / travieso hallazgo del júbilo. / La alborada es también la poesía.”
No nos cabe sino felicitar al poeta Matías Rafide por el esfuerzo realizado junto a sus colaboradoras, para entregarnos esta magnífica selección bilingüe que atrae al lector y contribuye al acercamiento de los pueblos. La cultura es la expresión máxima de la espiritualidad de la sociedad y, especialmente la poesía un sentimiento de paz.
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