El poeta Eduardo Dalter
Crear en Salamanca se complace en publicar estos textos del argentino Eduardo dalter (Buenos Aires, 1947), poeta e investigador cultural. Desde 1971, año en que editó su primer poemario, ha venido desarrollado un quehacer sostenido en los ámbitos poéticos. Importantes publicaciones de su país y de América han incluido en sus páginas poemas de su autoría: revista Crisis (Buenos Aires), Shantih magazine (Nueva York), Revista Nacional de Cultura (Caracas), y revista Casa de las Américas (La Habana), entre otras. Durante los años de la última dictadura militar de su país vivió en el Oriente venezolano y en la ciudad de Maracaibo, donde en 1982 se publicó uno de sus libros. Dio conferencias y participó de encuentros internacionales, y asimismo brindó numerosas lecturas; entre otras: en el Ginsberg Tribute, en el Central Park, Nueva York, y en la 26ª Feira do Livro, en Brasilia. En el año 2000 tuvo edición su trabajo de investigación Harlem: los blues de la historia, que incluye una selección poética. Por otra parte, en el lapso 1994-2002 dirigió en su ciudad la revista de poesía latinoamericana Cuaderno Carmín, de difusión continental. En la década pasada preparó y ofreció diversos seminarios acerca de la poesía de América en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, entre otras instituciones. En 2013 dio charlas y lecturas en escuelas y en centros culturales de Italia y de Inglaterra, y en 2015 el Ministerio de Educación de su país publicó dos de sus libros. De sus obras se cuentan: Silbos (1986), Mareas (1997), Bocas baldías (2001), Canciones olvidadas (2006) y Dos cigarrillos para Eliot (2015), entre algunas otras. Reside al oeste de su ciudad natal.
Foto José Amador Martín
CARACOLES SOBRE LA REPISA
Yo nunca jamás viví en Güiria ni pernocté en Irapa
ni conocí las remotas costas de Macuro,
aunque estas fotos desteñidas me desmientan.
Tampoco comí carne asada con yuca en los bordes
del Manzanares, en las noches tibias del Caribe,
aunque por años estuvieran sobre la repisa
tres extraños caracoles y una moneda que alguien
tomó por suya y se llevó. Tampoco regresé en la mañana
un día nublado de octubre o de noviembre: pareciera
en verdad que siempre estuve aquí, entre estas
ocho paredes, también desteñidas, mirando
cómo la vida imagina, alumbra y nos sopla
como a una hoja que el viento esconde finalmente
en algún paisaje donde nunca llega el sol.
Foto de José Amador Martín
TARDE DE SÁBADO
Un poema para la cotota
La tarde cae lentísima a esta hora,
según se puede sentir desde esta habitación
de hotel, donde ningún árbol aparece para mover sus hojas.
El ventanal luce un cortinado transparente,
acostumbrado, pareciera, a quietudes como ésta,
donde un hombre solo toma mate y piensa,
piensa en amor, amores, en política y ahora
en todos estos años que partieron.
Un hombre que justamente ahora enciende un cigarrillo
y se dice y piensa momentos, cosas,
que no atañen a estos versos.
Pero volvamos, amor, volvamos al poema;
te decía que honda, callada y quieta es esta tarde tan fría,
mientras escribo, fumo, tomo mate
y me deleito mirando la quietud
en el devenir de esta tarde, tan tuya y pasajera.
Otoño, 2018
Foto de José Amador Martín
EPIGRAMAS PARA OLVIDAR UN DÍA
Tu amado llega
en la madrugada a la estación
casi desierta, enciende un cigarrillo
y mira la hora.
Los perros duermen
sobre cartones, bajo el largo alero,
o debajo de los bancos
vacíos y entre sombras.
Será un día prometedor,
se dice pensativo y echa humo
mientras recuerda
haber cruzado el puente,
recuerda haber cruzado
la noche, la alta noche,
con camiones abandonados
en playas de cantinas y de hostales.
La historia lejana se repite,
pero nunca es ni será la misma,
decimos mientras va clareando,
y el tiempo lento nunca cesa,
cuando vos acaso ya estás
en camino y preferís recostarte,
estirar los pies y cerrar los ojos
o ver la carretera un momento…
Todo respira, palpita, todo va
al encuentro, en lo que será
un día una historia lejana
que nadie jamás sospechará.
Buenos Aires, 24/25 de abril
Foto de José Amador Martín
ALFOMBRAS
No toques por favor el alfombrado de la vida,
no lo toques, no lo toques,
y no intentes acomodarlo ni levantarlo un poquito,
porque es muy probable que te aparezca
un cuerpo que aún no pudo cerrar los ojos
y algo así como un río infecto de papeles amarillos…
Buenos Aires, 24 de marzo, 2020
Foto de José Amador Martín
LOS DÍAS EN QUE NADIE SABE NADA
Nadie puede asegurarse cuándo será el día de mañana,
si dentro de algunas horas o de un mes o acaso años,
nadie puede saber cuándo volverá a caminar
tranquilo o despreocupado o nervioso por las calles,
nadie sabe, nadie alcanza a entender,
si algún país, o algún amigo, perecerá mañana,
o si acaso se cayó o se partió hace unos días,
nadie sabe nada a ciencia cierta: ni cuál follaje,
cuál paisaje, o cuál oscuridad, tendrá el mes de mayo,
aunque algunos piensan y recuerdan a sus primos,
a sus tíos lejanos, o a la escuela en que aprendieron
cómo se multiplica, cómo se resta y cómo se divide,
mientras, las calles siguen vacías, y las esperanzas
nadie alcanza a comprender si están vacías
o llenas, o si de verdad existen en el hueco de esta hora,
hay una sensación de que todo se dispersa o queda
flotando, flotando, para nada o para nadie,
o como si dios muy cansado, o muy aturdido,
se hubiera mudado para siempre a otra galaxia…
Buenos Aires, 1 de abril, 2020
Foto de José Amador Martín
PAISAJE EXTRAÑO DE LAS CALLES
Los barbijos indican lo que los deshielos ya venían anunciando,
y el nerviosismo de manadas enteras de elefantes
que rompían las cadenas y subían a los montes.
Muchas otras cadenas además se están rompiendo
por el eslabón más débil o de realidad insostenible.
Todo abuso, o exceso, termina siendo contra todo
lo que propicia el equilibrio. ¿Hemos perdido algunas piezas?;
¿andamos ya como bolas sin manija y lejanos
del camino esencial, que no lleva, según se vea, a ningún lado?
Los barbijos van indicando algo que hay que ir develando entre el polvo
y el desconcierto mundano que poco deja ver
entre tantas caras ocultadas
y tantas calles solas que descansan
desoladas, pensativas, ausentes o felices.
Foto de José Amador Martín
RECUERDO DE ANNA
«En los años en que yo nací había hambre,
y mi pobre padre nunca tuvo un buen trabajo»,
me dijo mientras caminábamos dejando la estación.
Cruzamos entre puestos de souvenirs y de turistas,
a la vez que me recomendó sonriente: «tienes que leer
más a Cavalcanti; no todo bajo el cielo es Ungaretti».
Después me fotografió en el Ponte, y caminamos, caminamos…
«Tienen encanto estas calles; yo las recorría siempre
con mi madre y con mi hermana», me dijo algo ensimismada,
en medio de un paisaje que parecía tener los tonos de su voz.
”Bueno, cuando regreses, yo te acompañaré
a la Liguria», me propuso.
«Pero no digamos nada; siempre me resultó inútil proyectar;
nunca fui una mujer de mucha suerte».
* Anna G, profesora de literatura italiana, nativa de la Toscana y amiga, partió en marzo último, víctima del coronavirus. Este poema quiere ser un presente para su memoria y su amistad.
Buenos Aires, abril, 2020
Foto de José Amador Martín
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