El poeta Jose Landa (foto de Bercy Domínguez)
Crear en Salamanca se complace en difundir una muestra de tres libros del mexicano José Landa: El grimorio secreto de la luz, Aunque murmure el frío, Tribus de polvo nómada. Landa (Campeche, México, 1976) es escritor, pintor y editor. Sus libros más recientes son: El grimorio secreto de la luz (Mantis Editores, Guadalajara, México, 2021), Aunque murmure el frío (Vitruvio, Madrid, 2019), Tribus de polvo nómada (Renacimiento, Sevilla, 2011) y Navegar es un pájaro de bruma (Écrits des Forges y Mantis Editores, Quebec, 2010). Ganador, entre otros premios, del Internacional de Poesía Ciudad de Alcalá (Madrid, 2020), Internacional Luys Santamarina (Murcia, 2019) y Mesoamericano Luis Cardoza y Aragón (Guatemala, 2010). Ex becario del FONCA como poeta, y del Programa Edmundo Valadés como editor. Finalista en los premios Loewe, Fray Luis de León de Creación Literaria, Tardor, Leonor, entre otros.
EL GRIMORIO SECRETO DE LA LUZ*
Premio Nacional de Poesía Ignacio Altamirano
(Mantis Editores, Guadalajara, México, 2021)
Para Bercy, mi esposa, mi fuego;
y para mis hijos: Pepetoño, Arantxa,
llamas de una misma hoguera, para ellos tres
y para el extraño lector:
este inventario de ficciones poéticas
desde las voces ajenas que orquestan la vida.
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LAS ALADAS PALABRAS
¿De verdad tienen alas las palabras
de Homero? ¿Son los dioses el diablo?
Luis Alberto de Cuenca
Entonces escribió, el lenguaraz,
las aladas palabras con la lengua
y su mundo montó
en medio de la nada murmurante
Lamió el limo del aire,
así fue que salieron a relucir las lomas
de ciudades sin nombres
en medio de la luz de los inventos,
de la luz inservible de las cosas, y cosos
como ombligos neonatos
de las mismas ciudades aún sin bautizar,
plazuelas circulares
que farfullaban –fofas–
funámbulos fonemas funcionando
por vez primera adentro y afuera de la boca
de aquel que, lenguaraz,
dibujó con la lengua, unas saladas alas
a las palabras locas
que a volar se lanzaron
como insectos coleópteros
en la costa salina, salivante
de una boca sin cara como truco de magia.
VIEJO HECHIZO PARA PONER AL MUNDO DE CABEZA
Con las uñas de un gato
bicéfalo en penumbras
–cuanto más gris mejor–,
de madrugada y con la luna llena,
puede rayar sobre cualquier naranja
que represente el mundo, con su cielo,
su infierno y tantas cosas que acumulan,
hasta sus meridianos y hemisferios,
con sólo un pase mágico dé algunos
arañazos, en orden vertical,
luego en horizontal, rápidamente
para que no se note el movimiento.
Ya luego dibujar –caóticamente–
dos mapas al revés, dos acostados,
y otros más, garabatos
con formas de leopardos.
Llamar al hemisferio: meridiano.
Llamar al meridiano: saltimbanqui.
Entonces disfrutar
cómo el sudor de Atlante –nuestro cómplice–
resbala como jugo de naranja,
lastima como el zumo, lagrimales
de dioses, de guerreros, sacerdotes,
cayendo para arriba, despistados,
mientras Atlante rueda, cuesta arriba
hasta tocar el cielo del infierno.
LA MATRIOSKA*
El espejo que mira lo que no mira el otro
es un hechizo oscuro,
como la luz al fondo del espejo.
Enfrente, la Matrioska,
se devora su imagen:
palabras que devoran y vomitan
palabras que devoran y vomitan…
Con la punta de un huevo Fabergé**
el espejo dibuja
en la sonriente cara de Matrioska
ese ocho infinito serpenteante,
cuyo seseo escupe
la saliva que inventa lo que nombra:
un país, un poema, una mujer, un carro,
que deambulen a ciegas
en la panza vacante del futuro
que se come al pasado
como si no comiera.
Si la mano que crea, más la mano
que descubre ese cuerpo
con otro cuerpo dentro de su cuerpo
con otro cuerpo dentro,
no se pierde por gusto dentro del laberinto
que es adentro y afuera al mismo tiempo,
la muñeca derrama por los ojos, los poros,
gotas de sangre muerta
que absorbe hasta su abismo
la silueta de aquel cuya incredulidad
le impidió contemplar el mañana infinito
tal si pregunta fuera
que se traga la llave de su propia respuesta.
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* Muñeca rusa originaria del siglo XIX que a modo de las casas de espejos, o bien como los metatextos, contienen dentro más muñecas que se repiten infinitamente.
** Pieza que cada año fabricara el joyero Peter Carl Gustavovich Fabergé para la emperatriz María Fyodorevna, y tras de su muerte a la realeza descendiente. Estaban huecos y en su interior contenían otras piezas de joyería a modo de sorpresa, cuya gracia consistía en mantenerse en secreto.
AUNQUE MURMURE EL FRÍO
XXI Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina 2019
Ediciones Vitruvio, 2020
Diciembre es esta imagen
de la lluvia cayendo con rumor de tren,
con un olor difuso a carbonilla y campo.
Diciembre es un jardín, es una plaza
hundida en la ciudad,
al final de una noche,
y la visión en fuga de unos soportales.
Jaime Gil de Biedma
PRESENTE Y OLVIDO
Un día despertamos
o sólo anochecemos
descubriéndonos presas
del presente que es vástago
de la ruin desmemoria.
Se nos van atrofiando los sentidos
y paulatinamente el corazón bombea
en cada amanecer menores esperanzas.
Miramos hacia atrás no obstante el riesgo
de hacer verdad un mito, convirtiéndonos
en estatuas de sal,
pero sólo alcanzamos
a distinguir las ruinas
de lo que nunca nos perteneció.
Casas deshabitadas,
hoteles de una noche,
parques, bares, prostíbulos,
playas, sombras insomnes,
todo cuanto miramos
hoy ni siquiera saben nuestros nombres.
Viramos a un costado y descubrimos
cómo han ido cayendo
nuestros coetáneos.
Nos quedamos a solas
con un vulgar presente
melancólico y frío.
RITUAL DEL ABANDONO
Pierde el miedo a los años,
a tu casa vacía, tu oficina
en donde se amontonan
papeles sin sentido
como semanas hijas del tedio rutinario.
Pierde el miedo a tu vida.
Que no importe el hartazgo, ni tampoco
la soledad que crece
como flores amargas cuyo polen
reemplaza la ceniza y se disgrega
sobre el piso de mármol, mármol frío
que huele a la humedad
del solitario invierno.
Quizás la edad te cause
un temor bien fundado
de ahora estar más cerca de tu fin,
sobre todo si existen
señales de fracaso y muy frecuentes
esperanzas fallidas
que caen al vacío.
Pero que no te importe,
sabes que, a fin de cuentas, nada más
la muerte está segura
y no ocupa de pólizas
de absurda garantía.
No compares tus pasos con los de otros,
tus secretas veredas personales
con las otras de quienes hacen públicas
sus agendas repletas
de presunta alegría.
Caramba, ni siquiera
nostalgia deberías de sentir
por cuanto alguna vez llenó tu mesa
de queso fresco, vino y compañías
amenas, agradables.
Menos melancolía
por aquello que nunca
fue de tu propiedad,
ni acarició tu piel
por donde ahora el tiempo
escribe tu destino y te resistes
a creer sea cierto.
Si de pronto la lluvia
golpea tu ventana
con desesperación,
no hagas caso, no es nadie,
prosigue tu rutina,
siempre hace ella lo mismo por costumbre,
por llamar la atención
en todas las estancias
que dan a la intemperie
a través de un cristal.
Pierde el miedo al vacío,
es algo muy común de toda gente
Ni aquellos que aseguran y presumen
sentirse satisfechos,
tener sus recovecos
completamente llenos
hablan con la verdad.
Pierde el miedo a la duda,
a la inseguridad,
que nadie te intimide presumiendo
un supuesto futuro despejado
de niebla y de ceniza,
sólo el fin es seguro y no se fija
si has llegado vacío,
sonriente o con un rictus
de dolor en la cara.
Dale vuelta a las páginas,
la historia continúa.
LA CRUELDAD DEL AZAR
A través de la noche de la vida,
en el más crudo invierno,
pudo llegar el ser
cuyo arribo esperábamos desde ha mucho,
a calentar el frío de nuestras viejas sábanas,
pero sólo tocaron
el polvo y la ventisca de los sueños truncados,
a las puertas resecas
de esa morada gris
donde habita el silencio.
Después de eso llegaron como pájaros
de sombra las desdichas,
infinidad de adioses
de los seres queridos arribaron
como únicas visitas
no obstante sorpresivas,
mediante las llamadas telefónicas,
o en plena madrugada, despertándonos
con pesadillas que nos oprimían
el pecho fuertemente
como premoniciones
que después confirmamos.
La crueldad del azar
permite que acertemos
más cuando anticipamos las desgracias
que cuando le apostamos
a bienaventuranzas.
Esperábamos algo que nunca nos llegó
y en cambio recibimos
picaduras de insectos, con veneno
de la desesperanza,
que invadió nuestras venas como ríos
donde el tiempo se ensaña
apresurando el paso,
dejándonos atrás, abandonados.
Y sin embargo no nos resignamos
a ser el humo leve
de la fogata que sofoque el polvo.
Somos luces y sombras
más allá de los días y las noches.
LA VIDA A OSCURAS
La vida a oscuras tiene algo de asombro,
excepto cuando te has acostumbrado,
te sabes de memoria
las rutas de la noche y del insomnio
que causa el abandono.
Asombrarse de nuevo
bien valdría la pena, pero sabes
que no es asunto fácil, sobre todo
cuando ya has renunciado
a explorar otros rumbos cuyo final no es Ítaca,
ni encontrarás demonios por ti mismo vencidos
en otros territorios, otros tiempos.
Hace mucho que no das rienda suelta
al potro desbocado del desvelo,
es más cómodo hacerla de jinete
de una bestia doméstica
incapaz de tumbarte de la silla.
Ya no se te apetece la botella de vino
sino sólo una copa,
ni te angustia el silencio, ni el vacío
te da la sensación de estar cayendo
hacia ninguna parte.
Sin embargo unas veces –debes reconocer–
la ansiedad te hace un guiño,
su agudo escalofrío cosquillea
en la piel, en las manos, en el pecho
de aquel otro que nunca has dejado de ser,
te muestra algunas hojas
sucias de soledad y desconsuelo
junto a la vieja pluma
a través de la cual fluían tus lamentos,
la bilis del rencor y algunas lágrimas
frutos del desamparo.
Cuando menos lo esperes
volverás a perderte
en ese laberinto que antecede al asombro
donde quizás te vuelvas a encontrar.
TRIBUS DE POLVO NÓMADA
(Fragmentos)
Editorial Renacimiento, Sevilla, 2011
El movimiento veloz que agita el mundo no se oye sino andando.
LAMENNAIS.
Andamiaje de viento es el ahora,
se le destruye con facilidad:
un obús le dispara y arquea la trayectoria
por donde va el misil asesino, golpea
la frágil estructura y desmorona los instantes
como víctimas de esta guerra cotidiana contra el envejecer.
Así mitificamos las cenizas,
para que algún Fénix imaginario nos haga creer
en vidas futuras, en esa eternidad tan codiciable
pero incapaz de navegar la atmósfera, dejarse pervertir,
en esta zona de impíos mortales, mentirosos
capaces de erigir una estatua de sal donde se cae,
muerto en nombre de su patria, el silencio.
Anda por estos sitios oronda la ternura –una señoritinga
desfasada que deambula en la tarde, un domingo frugal
en la alameda de cualquier ciudad–,
se viste muy catrina la catrina,
unta los encajes de su faldón contra el piso mojado por la llovizna,
ignora los curiosos, sorprendidos paseantes que la miran
en su absurdo ir-venir,
un día no de noviembre para salir así,
a enseñar su impudicia más flaca que jamás,
esa ternura que se pavonea entre la soledumbre,
la histeria contenida: esqueleto
vestido a usanza antigua, remedo de caricia.
La gente pulula sin comprender el viaje,
aborda combis, autobuses y taxis, pretextos
para convertirse en una raya de gis
en la pizarra de las divagaciones.
Pero en tanto unos proliferan otros se quedan estáticos,
en su claustro de espejos, temen asomar la nariz, dar la cara,
son sujetos non gratos al movimiento,
son sujetos sujetos a sí mismos y nada los conmueve.
El sujeto es abominable.
Pero el verbo no se queda atrás: lo abomina,
finge no sentir nada y lo pone a trabajar, que se mueva el zángano,
que menee su alerón, accione las patas libres de polen,
ande por el mundo, se levante de aquí,
salga de aquella sala de buenas familias ahora,
hoy que tanto haragán dispone de nuestros alimentos
nada más porque sí.
El sujeto es lamentable, solo, hasta
que se le empuja hacia la calle, a mirar y andar por el planeta
como todos, se deje acompañar, abandone
su pose de palabra exquisita, aborde microbuses,
trenes, maneje un avión incluso pese a no dominar su mecanismo,
para que sirva, pues, en esta encrucijada de dilemas
donde unos dicen: negro, y otros contestan: blanco,
donde unos piden: anda, y otros mandan: espera.
Es. Pero el caso es poner a ese sujeto de espaldas a los muros,
que se enfrente a las luces de los faroles en las avenidas,
altos vigías de fierro, ciclópeos –o ya con dos o tres miradas–
que seducen la oscuridad del pensamiento de los transeúntes,
alertan a los nocturnos ladrones de deseos, avizoran
lo que allá de lejos viene, parece temor,
parece temblar de piernas ante lo desconocido.
Activo ya el sujeto queda elegirle vocación, oficio: andar.
Sí, andar pese a la incertidumbre del afuera,
moverse, estirar las extremidades, que no tiemblen más
cuando vean un vehículo acercarse o distingan un saludo extraño,
continuar a paso de militar en día de descanso,
no recurrir a ninguna coraza de tortuga o armadillo
que se oculta si hay ruido,
matar a taconazos el hartazgo, hundirle un puntapié
en lo más blando del cuerpo,
y hacer que le brote un arroyo de líquidos amargos.
Mudanza, he allí el asunto que traen las palabras
cuando la decisión es no quedarse inmóvil.
Mudar el cuerpo, su invisible ánima que parece morir
a cada instante y sin embargo se mueve.
Movimiento.
Aire.
Trayectoria de un punto a una coma.
Desplazamiento de líneas que dan forma a una geografía.
Combinación de formas que estructuran planos de urbes.
Ubres de la yegua madre del caballo de Troya
donde las figuras ordeñan la resina
que les permitirá aliar sus coyunturas,
hasta generar nuevas formas en la superficie de la tierra,
conquistar nuevas regiones.
Arquitectura intangible.
Aire.
Ala.
Aleta.
Salta un pez que se convierte en pájaro de mal augurio.
Lengua de rana que se extiende
hasta devorar la hormiga reina de la insectidumbre.
Glorieta.
Choque de avenidas.
Encrucijada de preguntas en la ciudad.
Aquí se esconde una patrulla que vigila el correcto desorden.
Aquí el desorden pare humo.
Acá.
Acullá.
Alambique donde se destilan signos de interrogación,
signos de suma o multiplicación, grafía equis.
Ex garfio, hoy símbolo de pregunta.
Autos como palabras anarquistas.
Imagina la ciudad como libro.
Cada mirada inventa el contenido, da forma
y movimiento, inventa sus colores,
sonidos, sensaciones, aromas y gustillos
que brotan de una estufa a la intemperie,
saturan de humo la esquina del semáforo
donde coincide el carro de hamburguesas
con el puesto de dulces ambulante.
En aqueste rincón al airelibre, dedos tentaculares
acarician toda porosidad de las mentiras, difuminan
la piel del horizonte con la complicidad
de un edificio muy bien trazado a lápiz
que lo encubre, lo envuelve como un ala,
ala-pez, animal de la imaginación
que amenaza con morder la mirada, marcar un coletazo
al pecho del sujeto.
Habrá que conformarse con reinventar de lejos
la avenida que parte este lugar,
nos dirige sin pausa a la salida, rumbo a otras ciudades,
hacia otros misterios de aquella lejanía.
El poeta mexicano Balam Rodrigo leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca, durante uno de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos
(foto de Jacqueline Alencar)
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