SEIS POEMAS DEL ARGENTINO LEANDRO CALLE, PARTICIPANTE EN EL PREMIO PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR

 

 

  El poeta argentino Leandro Calle

 

Crear en Salamanca se complace en publicar estos textos  del argentino Leandro Calle (Zárate, 1969), poeta y traductor. Reside en Córdoba. Docente universitario. Sus últimos libros de poesía son: entonces (Alción Editora, 2010). Blasfemo (Alción Editora, 2013), animalia urbana (Dínamo poético, 2014), elijo (Alción Editora, 2017) y país (Alción Editora, 2018). Cuatro de sus libros fueron traducidos al francés por Yves Roullière, bajo el título: Une lumière venue du fleuve et autres poèmes (Ediciones Atopia, 2016 y Recours au poème, 2015). Como traductor ha traducido a Guy de Maupassant, y a los poetas marroquíes Abdellatif  Laâbi, Siham Bouhlal y Miloud Gharrafi. También a los poetas francófonos Anissa Mohammedi, de Argelia, y Gabriel Okoundji, del Congo (Brazaville). Dirige para Alción Editora la Biblioteca de autores y temas marroquíes y para Editorial Babel los Clásicos de Babel.

 

 

Salamanca reflejada en el Tormes (foto de José Amador Martín)

 

 

Leandro Calle  participó en la VII edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’. Su libro presentado ‘Corcel’, estuvo bien valorado por el Comité de Lectura, quedando ad portas de los 15 trabajos finalistas. Recordemos que se presentaron 1017 libros al concurso. Los poemas aquí publicados no forman parte del trabajo presentado a concurso.

 

Foto de José Amador Martín

 

 

4

 

El río crece cuando crece el río

y en el medio del río hay una vaca

país a la deriva su mugido

donde las patas buscan equilibrio.

Las ubres se entrechocan, se molestan

y las piedras golpean en el vientre

mientras la vaca afirma sus pezuñas.

Llueve y las gotas que en el agua caen

se transforman en piedras navegantes

que ruedan sin cesar por la corriente.

Algunas piedras chocan en el pecho

de la vaca que muge en la crecida

y el río crece más y cuando crece

la vaca es un país que se va hundiendo.

El granizo y la lluvia han despejado

todo el paisaje de la serranía.

El agua llega al cuello de la vaca

y no hay nadie que acuda en su defensa

porque todo el paisaje es un país

de lluvia, de granizo y de dolor.

La vaca se atraganta con el agua

y de repente flota por un rato

las patas que se elevan desde el lecho

son el arrobamiento de una santa

que vaciada de dios busca inundarse

o inundada de sol busca el vacío.

Sigue creciendo el río. El río crece

y la vaca que no hacía nada

ahora nada, la patas parecen

que caminan y son fantasmas de agua.

 

Foto de José Amador Martín

 

Nada la vaca, nada, crece el río

y el agua la atraganta y la supera

y cuando la da vuelta con un golpe

el mugido es lustral, se vuelve hielo.

Cabeza abajo fluye en la creciente

mientras los miedos se le llenan de agua

y en el fuerte lavaje de la muerte

turbias se vuelven las aguas del río.

Nada la vaca sobre la existencia

que ya pasó que ya se fue y no vuelve

hundida nada como si nadara

como si nada, nada en la corriente.

La lluvia se detiene y el granizo

dejó de repicar hace ya tiempo

amaina el viento y el caudal del río

comienza su camino de bajada.

Por allá en un recodo, está la vaca

atascada en las piedras y en la muerte

cuando el agua le lame las rodillas

es el río que empieza a despedirse.

El río vuelve a su caudal sereno

y el sol extiende su mantel sagrado

un puñado de moscas sobrevuela

el hocico y las cuencas de los ojos.

Calienta el mediodía hasta secar

las ubres, que antes fueron manantial

de leche. Son ahora un guante sucio

blanquecino y seco. Sal y desierto.

Esta hinchada la vaca y está muerta

y las aves rapaces van girando

por encima del cuero negro y blanco.

 

Foto de José Amador Martín

 

Es la danza del hambre en las alturas.

Pasaron varios días, los gusanos

trabajaron hasta llegar al hueso

el costillar parece una escalera

por donde el viento silba su lamento.

Nos queda la osamenta de la vaca

y algo de cuero seco abandonado.

El río crece cuando crece el río

y en las noches de luna en el verano

muge una vaca solitaria y triste

que nada por el aire. Invisible

se dirige a lo hondo del torrente

y comienza a nadar y mientras nada

no nos sucede nada, todo pasa

como el río que crece cuando crece

como nada la vaca cuando nada.

 

 

(del libro “país”, Alción Editora, 2019)

 

 

 

 

MOJABA EL PAN

 

 

Mojaba el pan

en la sangre del muerto

y se lo daba

a los pájaros.

 

(del libro “elijo”, Alción Editora, 2018)

 

 

 

 

EL AHOGADO

 

La violencia del agua llegó a la isla

para llevarlo todo

hasta el último suspiro

y así también

se llevó la vida de aquel chico.

Entonces

miramos el agua marrón de la inundación

y supimos que en su estómago de barro

había un cuerpo.

Pero dónde, dónde buscar en esa masa de agua.

 

Una mujer trajo un pan

dijo que había que tirarlo al agua

que allí donde flotara

estaría el cuerpo.

Alguien arrojó el pan al agua

primero se hundió

desapareció

y luego salió a flote.

Entonces algunos se lanzaron al agua

y comenzaron a buscar.

Toqué algo, dijo uno de los hombres.

Se sumergieron varias veces.

Hay mucha corriente, dijo otro.

Apareció una soga

y otra vez se sumergieron.

 

El chico estaba hinchado

y el agua de la orilla

le besaba las uñas

como diciendo no me olvides

como diciendo, gracias por el pan.

 

(del libro “elijo”, Alción Editora, 2018)

 

 

Foto de José Amador Martín

 

 

 GERMÁN

 

Germán

es pintor.

Me dijo

que nunca se aburrió

que siempre pinta

que le gusta viajar

que se hace diálisis

3 veces por semana.

Me regaló un cuadro

que colgué directamente

de mi lengua

para no quejarme más.

 

(del libro “elijo”, Alción Editora, 2018)

 

 

Foto de José Amador Martín

 

*

 

No existe el exilio

el exilio soy yo

yéndome siempre de donde no he salido.

 

(de “entonces” 2010)

 

 

 

Foto de José Amador Martín

 

 

FUEGO

 

I

 

Entro en el bosque

descalzo de alma y cuerpo

con los ojos cerrados

y estás tú.

El frescor de la hierba cicatriza.

Me someto al abrazo de los árboles

raspando el alma en la corteza

hasta el cautivo incendio.

 

 

Foto de José Amador Martín

 

 

II

 

Las hojas

los pichones en sus nidos

los musgos

el tráfico de hormigas

la quemadura de tu voz me recorre.

Nos respiramos

en una danza de llamas frescas.

 

 

III

 

La garganta de fuego

hace danzar las hojas.

Cuando callas

qué terrible es la noche.

El bosque es una caída

una caída inmóvil.

 

 

Foto de José Amador Martín

 

IV

 

Las hojas en puntas de pie

se alimentan de niebla

y la memoria es fría.

Pero cuando el paladar de la noche

es besado por la voz que lastima

una llamarada crepita entre la hierba.

Entonces cuento sombras

clasifico oscuridades

para evitar el roce del pájaro nocturno .

Y un galope de caballos

desfigura las constelaciones

abre sus fauces

respira colores amarillos.

Y estoy en medio del fuego

y no me quemo.

 

(de “Los elementos”, 2003)

 

Foto de José Amador Martín

 

 

 

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