‘SALMODIA DEL HUÉSPED’ Y OTROS POEMAS DEL ECUATORIANO LUIS FRANCO, FINALISTA DEL PREMIO PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR

 

 

El poeta ecuatoriano Luis Franco

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de difundir esta muestra poética de Luis Franco González (Santa Rosa, Santa Elena. Ecuador, 1988), docente y promotor cultural. Cursa estudios de Educación en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil. Ha publicado en poesía: Sueños Inconstantes (Santa Elena, 2011); Ángeles Sodomizados – Grilla del éxodo (Jaguar Editorial, 2012); Jardines Inconexos (Premio Nacional de Poesía Emergente Desembarco; Cadáver Exquisito y Rastro de la Iguana Editorial, 2014); Detrás, los pájaros (Premio Juegos Florales Hispanoamericanos; Guatemala, 2015); Fragmentos para armar una ciudad debajo de un asterisco (Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada [Antonio Gamoneda como presidente de jurado]; Universidad Autónoma del Estado de México, 2016); Hoy no vengo a vencer tu cuerpo (Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos; Editorial Difácil 2019 [Primera edición]; Universidad de Cuenca [Segunda edición]); Cierro mis ojos y el mundo entero cae muerto (Premio Fondos Concursables para las Artes y la Cultura del MCyP, 2019). Su proyecto Addimú: camino de los dioses guancavilcas hasta el sincretismo yoruba recibió en el 2015 los Fondos Concursables para las Artes y la Cultura del Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador.  Ha colaborado con el poeta y periodista cubano José Ernesto Nováez en Corazón central – Muestra de poesía villaclareña reciente, (Casa de la Cultura Dirección Provincial de Santa Elena, 2017). Consta en antologías nacionales e internacionales. Entre algunas menciones constan: Primera Mención en el Paralelo Cero (2015 y 2016); Finalista del Pilar Labrador Fernández (2015, 2016, 2020); Primera Mención en el Premio Nacional César Dávila (2017), Accésit del I Premio Iberoamericano de Poesía Bíblica Rey David (2020), Finalista en el II Premio Internacional de Poesía António Salvado – Ciudad de Castelo Branco (Portugal, 2021), entre otros. 

 

Su libro presentado al prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador quedó entre los 15 finalistas. Se recibieron 1304 trabajos en esta VIII edición, que fue ganada por el mexicano Margarito Cuéllar y cuyo Accésit recayó en la española Carmen Palomo.

 

De DETRÁS, LOS PÁJAROS (2015)

 

 

 

SALMODIA DEL HUÉSPED

 

a Gonzalo Vera Vera, lo insepulto.

 

Déjame la bestia que la tarde abre en sus estrías como una estrella sonámbula

para reconocer la otra parte del mar que aún resplandece

arrastra la otra orilla para fragmentar este canto que se enraíza en tu cuerpo

donde el león figura otro espíritu más ágil en su respiración agitada

por más lejos que conozcas atraeré el aroma de los cereales que tu pie vence

y veré subir por encima de todas las aguas otro abismo sordo de diosas y héroes tristes

la erupción que te desenreda para permanecer en mi piel

el centinela que atesora la muerte como un trabajo sucio

conozco la tentación de voltear la página y no perderla

aunque la vida se apropie como el árbol que se aproxima ante la voz del enemigo

no traer un mundo en los bolsillos y rescatar los espejos

no bisbisear el nacimiento ni la huida

contentarse con los meses en el que son propicios los quehaceres en los manicomios

para saludar cada deseo que Babalú Ayé lastime en otra sombra [es mi piel, querido]

reposar en la invitación del sueño que se hunde como un fenómeno infértil

desistir ante la imprecación del sudamericano frente a su estampa

beber la consternación del buche de una fragata que palpita en nuestra mano

y marcharse para nadar hacia otra imagen menos aérea

ya estos intentos de abrirse a otros labios es inútil

y los esteros que salpican oraciones mueren en la afonía de los sortilegios

los antidepresivos de la abuela y los ansiolíticos que tío ansiaba en la lujuria del cáncer

 

ya quemaron a la criatura noctámbula que ardía en la visión que los sueños ensordecen

y luego volvieron a pasearse en una ilusión arrojada en pedazos como una serenata

yo tenía la necesidad de decir y de respirar en el otro recuerdo de la muerte

 

yo tenía – si tú supieras, vieja – la necesidad de estar debajo del montón de palabras

con el asco o la frescura de no poder caer, de no poder irme

resbalarse y ser inoportuno, perder la noción de la delicia o de la apariencia

querer reemplazar la melaza por la sangre y desde ahí reconocer la frontera de este canto

quiero decir que yo estaba muy pequeño cuando los pájaros vinieron a despertar a mis dedos

 [deformes

érase una vez un cubo, desde ahí la pesadilla tuvo padres y un hogar

arbustos para recostarse cuando quisiera tararear la última acidez del verano

y el cubo tuvo miedo, seco por dentro como una abeja completamente reventada

como un testigo que lentamente rezurce otro cementerio en las pestañas de esta cuadra

ahora la ciudad es otro animal más depravado merodeándome

érase una vez un cubo, desde ahí la llama es otra tumba

y qué piensas sobre el humo que se derrite como un movimiento brusco

mírame ahora donde mis uñas doman el eco de las cisternas de donde brota tu cama

mírame en la justicia de tu carne que cierra otra ausencia en la alameda

golpea esta lista de nombres que vigilas desde el silencio

aquí no hay frases que debas concebir ni música que te origine

dame los retazos de luces que el llanto ciega y los conduce hasta la otra promesa

acá las casas nombran los vegetales cuando continúa anocheciendo

yo soy el agua que el mineral cobija con la adivinanza del futuro

y aquí ya no estoy porque los círculos se adhieren al cuchillo

y la rampa del suspiro se pierde en la otra carta que nunca llegó

cuántas espadas, Señor, en mi espalda

si diez es un caballero que se inclina bajo la salvaje figura de lo baldío

y aquí ya no estoy porque los triángulos se desprenden de los rostros que surcan el sonido

en la ciudad que es un animal agrietado que se derrumba bajo las voces

en este gesto arruinado

ya no soy ya no escribo ya no vivo ni lo siento

dame un sufragio para los espejos

déjame rellenar las estrías con la humedad del barco que lame la costra de los peces

los peces abiertos por el alfiler oxidado de ese túnel que es tu voz

dame un nombre frágil para nombrarte en el plato

cuando la fábula arranque las entrañas de los caballos que se ahogaron en tu armario

dame un nombre que olvide la amenaza de los números

y que busque el centro de la selva la ignorancia de la anatomía enferma de mi madre

dame el olor de los cuerpos que las cruces vomitan

como una menuda figura que orina en la derrota

aquí la ciudad es otro animal, pero agoniza

espera que me defienda

yo, en el desfiladero de los amigos que mordieron el filo gris de la ida, quieto

necesito un nombre

o la intimidad de los extraños que se remiendan cada noche

con la herida del aire o de la lluvia

con los rostros que los dientes encuentran en la cápsula del infinito

necesito un nombre

o el griterío de los blancos muslos que los jóvenes acurrucan en el suicidio

o el dolor enterrado del frío haciéndole muecas al odio

necesito un nombre

que me defienda

aquí la ciudad es un animal muerto, ya los espejos no lo niegan

yo, el torpe yo de los llamamientos que se confunde en el jardín

busqué al otro yo que estaba con los ángeles tendidos en la biografía de la plaga

el holocausto que aún arde en la respuesta como una epifanía profanada en otro rostro

tiéndete en la hoja – desperdigado, en todo el sentido – y limpia el puñal

necesito otro yo que me pueda resistir

necesito otro yo capaz de sostenerme

déjame la bestia que desvaría con las cárceles que la luz, en cuclillas, apuñala

déjame su lengua que aún es demasiado temprano para acostarme

pero cámbiame de nombre

creo que los pájaros no volverán a despertarme

creo que no me cambiarán de nombre

aquí la ciudad es un animal muerto, y nadie bebe más.

 

 

 

DE FRAGMENTOS PARA ARMAR UNA CIUDAD DEBAJO DE UN ASTERISCO

[Universidad Autónoma del Estado de México, 2016]

 

Luis Franco participando en un coloquio

 

 

DOGMA DE LAS AVES

 

Creo en el infinito y en sus catedrales que las flores empozan en el silencio

en la soledad que es un bucéfalo y no existe

Creo que el amor es solo una estrella sedienta por nuestra carne

un elemento asimétrico e hidrocefálico

como una cabeza entorpecida que gime incesante

Creo en el nombre de cualquier guerra que el cuerpo sostiene

o la lanza que busca la carne -bruscamente- para nombrar el día

Creo en la geometría del héroe atrincherada por dos vírgenes debajo de la menta

Creo en un concepto ideal para el ostracismo

en el ensuciarme con los alfileres perdidos en la memoria

Creo en insistir por el sembrío que el mar ahorca en sus piernas

Creo en olvidarme que existe otro hombro para llorar como un hombre

Creo que la soledad es un canto que Clío retuvo en sus ojos tristes

y a veces se descosen para alimentar los sonidos del alma

cuando furiosa arremete contra la última consonante griega

Creo en la fauna que raya el pavimento de la lluvia

o en el rostro que se aproxima al hombre para volverlo a apuñalear

Creo que el despojo del cadáver no finge otra hazaña

ni mucho menos se increpa como la sal en la ola que nunca deja de batir el anonimato

Creo en un concepto ideal para el hambre

Creo en los bosques y en el perderme en ellos

porque todavía existen amantes que regalan sus órganos a cambio de nada

sí, eso dicen los poetas

mientras sus miradas se pierden

sí / eso dicen siempre

para dormir aquí / sin pagar.

 

 

UNO | Epístola para la ciudad

 

No es tan fácil levantarse con este rostro todos los días

un rostro que se abre y se cierra en el lomo de la bestia

la bestia caída a mitad del signo

el signo que las estrellas dibujan cada noche

la noche en la que tú no estás

la noche de los ojos tristes cayéndose al filo de esta metáfora completamente aburrida

los niños me han dicho que yo podría convertirme en una marioneta

los niños ______________ podría[n] ____________________ o el decirse♀♂∞

y  la  ciudad  me  arroja  a ellos  como carne  empozada detrás de  un reflejo  que es otra

                                                                                                         [madre abandonada en la calle

pidiendo que no amanezca en su estómago esa apretada lamentación de comerse

de comerse esta ciudad

y la ciudad me dice que me vaya que me esperan que me necesitan

y la ciudad me arrastra desde los cabellos a punto de estampar mi cara en lo vacío de mi

           [nombre

de esta noche sólo me llevo los gritos

de esta noche sólo me llevo las últimas sílabas

de esta noche sólo el ritual de caerme al revés y reírme de mí

si quise conservar mi estado animal para cuando tú llegaras

es porque a esta comedia le hace falta un poco de dramatismo

le falta abrir a los lectores a un círculo más vicioso

esto no es una narración poética

porque no es lo mismo acostarse y tener sed

todos los días es lo mismo y la sed penetra las hendijas de este vértigo

como si fuera un delito estancarme aquí y querer seguir viviendo

lucho con el humor y cada día estoy tan ensimismado

en ese personaje que la ciudad merece

esta ciudad es tan blanca y necesita excusas para hundirse en mi rostro

esta ciudad es tan blanca que necesita que fluidos filtren en su nacimiento

porque para eso vinimos al mundo

para circuncidarlo

para herirlo

para qué sino para volver lograr que cada flagelo

sea un recordatorio de este inmenso amor a los astros

y por eso digo

no es fácil decir que aquí estuvimos y mañana regresaremos más sobrios

a escarbar en el asesinato  del  lirio que ve con  pavor crecer  en  los ojos de mis  hijos  

                                                                                             [esa pulsación que todos han ignorado

y el encuentro de tanto cero en cada cara conocida es un misterio ya resuelto

y el encuentro con tanto cuerpo conocido es un misterio ya resuelto

pero al final me queda esta línea que puedo golpear hasta la madrugada

los muros de Ariel han vestido las tardes teñidas bajo el epílogo que merece este lugar

las dos cavernas por donde ingresa la luz en mi cuerpo

las dos cavernas han brotado sus raíces y el mar en su libidinoso corazón

y luego pintan de azul las últimas muñecas sin cabeza que mi padre me arrebató

para que crezca y sea fecunda

hay un músculo que se hincha en tu labio derecho

hay un diente que se asoma en la punta de tu pie

como una banderita blanca que pide la paz y cede

cede a mi siniestra para poder coronar de sueños su carne trémula

¿dónde la rebelión de tu malicia vuelve a germinar la varicela de tu dogma?

¿dónde acercarme para no mirar esa hermosa zarza que peina el horizonte de tu mano?

la última madeja con la que te amarrarás la lengua porque habré partido sin decirte nada

no es fácil

no es tan fácil despertar con este rostro todos los días

y ver un cero gimiendo por cada detalle que no reconozco

y volver después de cada pérdida a este teatro

y decir: aquí también el mundo es mío y no me pertenece

pero esta ciudad no ha comprendido todo

tengo que empujar la suerte hasta mi cráneo y definir el próximo concepto

nadar sin descanso descubriendo cada orilla en cada ejemplo

y no desvelarse porque este boulevard ha perdido su última guerra contra mi garganta

ser sólo alguien que nunca se seca

la mueca húmeda que conquista a sus víctimas

vaticinar ante el semáforo y apartarse de la luz

porque este charco nunca hunde su gesto de odio en mi talón

ser sólo alguien que nunca se seca

la ciudad que se desgrana en un sonido violento que ha desaparecido

las voces que se hilan en la promesa de estar de pie

como si despertar fuera una ofrenda ante el silencio

o la infancia que se anuda ante su nariz para remover los olores del sacrificio

y hacer de este muro un nuevo discurso

pero ya no amanecer teniendo que exigir una respuesta a esta cara

porque para nombrar cada máscara

es  necesaria la lujuria de quien  retorna al corazón de un pájaro luego de abalearse con

          [una palabra ajena sin dejar de crecer

meciéndose sobre los árboles

[los que nunca derribarás sobre mi pecho]

y para qué mirar como si nada ocurriera

hasta el miedo revienta este sueño

hasta el miedo se aúna a este útero al que no pertenecemos

y luego como un lobo frota su cabeza ante el cadáver

irnos revelando en cada signo que se pulveriza como una flecha inflamada de nombres

   [ausentes que ahora nos persignan

león de Dios / no digas que esto es una petición ni una herencia

los jóvenes saben que ante este cuerpo ardiendo alguien estuvo llorando

alguien estuvo presionando mis  oídos con  las criaturas  que la niebla oscila  en cada carcajada

esto no es una petición ni un legado

los jóvenes saben que ante este cuerpo alguien estuvo pudriéndose

alguien fue entregado al mar para aletear ante la mancha y el desasosiego

y luego la próxima esquina que empieza a colgar recuerdo como rameras

y luego unos pedazos de luces en esta vida anónima

y luego una ciudad de huesos que se licúa bajo una triste recompensa

la única esperanza para poder irse seguro con la traidora

la única esperanza que todos tenemos para seguir escribiendo

la única esperanza grabada en el estómago de alguna alimaña

porque el infierno sí existe / y no / ¿existe? / no / existe

como un recuerdo que irremediablemente se destruye

para ocultarse del cazador

si no hay un refugio ante la noche

pero en este templo

[para despedirme del polvo, musarañas]

con el perdón de la piedra que tanto desprecio

atravesaré con mis muñecas el precio que hay pagar por este rostro

porque ahí no quiero volver

no quiero tregua

no quiero alimento ni ropa para este viaje

esto no heroico

no piensen que mañana todos tendremos la culpa de evitar el futuro

no piensen que los niños remendarán su oración tardía para el hambre

y los escorpiones atemorizados por la fuerza de este ciclón que blande sus alas

en el vacío

en el abismo

donde mezclo este rito de inmolar la última figura que ven mis ojos esta noche

la figura que no tiene forma / una mancha remolcando a la ciudad por las piernas

extensa como una mujer menstruante bajo el cedro

retrocede y apunta / oh dios apunta a mi corazón

apunta a mi corazón en la dirección que el azar me convida

apunta a mi corazón en la dirección donde mis pies me arrastran

esta noche me pide más y luego se marcha

como si no fuera posible el amor

me dice que este desgaste es necesario

Ariel no es un borde que puede tomar forma

y es justo que yo llegue hasta donde no llegó

y luego el vertiginoso pensamiento de volverme maniquí

vestirme como si fuese a un velorio

cayéndome en el peligro

el defecto tan terrible que me cuesta llevar es respirar prolongadamente

y le dije que no es posible el amor

que la inversión del producto no es posible

y después esquivar el teorema

el teorema:

la crucifixión de todos los fonemas -que él nunca podrá violar- me ha sustituido

la resurrección & el síndrome de Gilles de la Tourette cuando te callas

me testifica

veinte hijos abajo me redimen

pero tú

cuando el mundo esté callado como ahora

velarás en mí

detrás de tus cuatro sombras que son tu paraíso

las sombras que amo desde este momento

las sombras que son tus palabras agazapadas en esta línea

las líneas que nunca se acaban porque para ellos también les dejo el futuro

para que lo devoren y hagan de él un homenaje póstumo de la envidia

velarás en mí

cuando estés callado como el mundo

y tengas que repetir mi nombre y llorar de alegría

porque fui tu consuelo en ningún vacío

yo te di mi nombre para que puedas vivir libre

yo te di mi nombre y te llamaste como quisiste porque esta ciudad me arrojó a ti

y me dijo que me esperarían todos

y él también mintió sobre mí

Ariel no les creas y sigue rompiéndome los sueños

la geometría de mis piernas en los kilómetros recorridos

y luego vete que ahora no es el momento

ando conmigo para evitar cae en el peligro

para salvarme de él porque no sé qué es el peligro

la anáfora que sigue es otro regalo para ti

alguien dijo que los escritores viven en lo infinito y desde ahí nos mienten

alguien dijo que las olas mueren y nos miran detrás de poetas náufragos

y en esta balsa recojo todo lo que me ha dado la vida

y la viro para que vuelva donde pertenece

por eso te ofrezco el dios que nos aguarda en las vocales

las siete cadenas y luego un canto como si nadie jadiara

y tú

con la llave de este infierno que es un escape a la oscuridad

diles que yo fui feliz en tus manos

como ayer cuando tú nacías

y yo prendía una vela para que vieras en ella este precio de la vida

para que me vieras tendido en esta blancura deshecha ya

pero recuérdalo

recuerda que se acostarán temprano

porque los miedos son otros laberintos machacados en los jardines

planta verde para tu mano

paso firme para tu vejez

y ermita donde encuentres también mi cabeza

con ese nombre que yo mismo te di

y no he vuelto

porque esta vez la lengua no nos mentirá.

 

 

 

De HOY NO VENGO A VENCER TU CUERPO

 

I

 

La poesía ha muerto. Has nacido en un coágulo de mundo, cráneo del ocio,

astilla envuelta en la música como un resorte de aire

que la fauna aprieta en su delgado horizonte tuerto;

las olas llevan en la garganta un universo desmembrado 

y luego lo vomitan para poder domarte en la orilla del misterio.

Cráter y movimiento en falso contra la saudade, cáliz profano;

después del aliento alguien recoge los planetas transfigurados y espumeantes,

presentan sus ofrendas al fondo de mi cuerpo donde una herida abre la guerra

y la vuelca sobre el tiempo donde la historia agoniza en una circunferencia gris.

No hay testigos. El prójimo es un mártir de su propio engaño,

ningún jardín florece en los sueños como un grito perfecto.

Todos lamen la sombra áspera que se hunde en la belleza del espanto,

la lengua que arde sobre un árbol de sombras en donde el despertar es más doloroso,

la sed es más larga y donde la carne tiembla peregrina del yo luminoso.

Fluido entre rostros restaurados, la diosa enemiga de la distancia cosió tu nombre.

Recuerdo que cayó sobre las callejuelas donde el nombre de mi madre todavía arde.

Por un instante, a mitad del bosque, el músculo que se expandía sobre mi desnudez

alcanzó el cielo desde su prisión perpetua (vísceras teológicas mordidas por la moda).

Animales jadeando de hambre revistiendo la fealdad con un pelambre erótico,

deshojando aromas, intercambiando preguntas sobre tu histeria desdoblada.

Te envejecen los huesos; parten la libertad, el imperio de tu risa, oh mariposa.

Inventario del cuerpo verde que asciende sobre tu pesadilla

como el flagelo sobre la gloria de los rayos asustados en la plenitud de tu humanidad.

Entre paréntesis alguien grita y se oscurece, al fondo de la vida, detrás del consuelo.

Me voy royendo este país sin entrañas ni público.

Forjo en el vientre de las vocales un incesante golpe hecho urdimbre

donde las puertas se abren cuando alguien dice más.

<<Flash>>

Llegará el barco a la médula de todos los alumbramientos, estrella pánica.

<<Flash.>>

Ahora el silencio, trapecio ausente donde mi alabanza retrata la sangre,

empuña las máscaras de lodo, membranas anfibias donde lo imposible

arranca las últimas palabras sin remordimiento.

Sigo siendo exilio, el niño exilio, hijo ataviado del ayer en ruinas.

Todo es cuerpo: aquí el edén es otro camino lavado por espejos cóncavos.

Alguien escapa, espiral y suavemente, sin dientes.

Es una de las tantas bienaventuranzas.

Próxima a tu oreja, los pájaros murmuran vegetales marcados

por la voz ceniza de los náufragos que alguna vez prolongaron el gozo del miedo.

Quieren ver tus ojos, abrasados en el espacio, acurrucados bajo la órbita de agosto

donde todo suspiro aún avanza sobre tu triste juego de equilibrio.

Así, botón o insistencia, párpado erguido donde la noche amarra sus pechos,

te amaré encerrado en un diminuto paisaje húmedo; te llamas trueno o campo.

Sobre la memoria nadie puede, nunca, sobrevolar el carnaval eterno de tu mueca.

La noticia: la isla es un fósil agujereado por la nostalgia de perderte.

Quise correr hacia donde las fuerzas cumplen el propósito del infierno.

Mixtura vaga sobre una marioneta rota en un rito donde, cuidadosamente, pare el muerto.

Los dos nacimos con figuras inocentes, desposeídas, articuladas en el trono del canto.

¿Qué hubo fuera del mar que suspendió la danza del útero que me heredó la tragedia?

Solo un vestido azul con flores de medianoche

cayendo como astros en los colmillos del futuro

donde existe tu nombre,

que aún me sana.

 

 

 

II

 

Gangrena de rosa:

una lengua que se despierta sobre la baranda, debajo de mis pies:

abismal, plaza & cuerpo ardiente enroscados en un alarido, antología cero:

el cuaderno de viejas frases, fosa común, geología del verdugo:

tú solo abres los ojos: el mundo insaciable.

Luis Franco, Javier Alvarado y unas amigas

 

 

III

a. Fotografía de la adultez

para Isaac Menendez Freire – Indino

 

La ciudad alarga sus dedos: avenidas que rezuman el gozo de la caída;

muelles tocados por el estremecimiento de abordar la inmensidad de la pérdida en esta    

[república de nadie;

espejos polvorientos que alumbran rostros desconocidos,

números enteros sepultados en la danza de las vocales

cuando el misterio las preña de dioses desubicados;

películas entrelazadas por muchachas prodigiosas

que abren campanas repicando acordes quemados

en el origen de esta civilización partida de raíces.

Nacer aquí, morir en tus pulmones,

respirar mil veces al día la mismísima santidad de tu ocio con reverencia,

equivocarse innumerablemente sin absolver el orgullo.

Ya no habrá quién trabaje la tierra:

dame otra vez tu cuerpo,

déjalo que entre como una estrella frustrada,

amarrada entre la bruma,

airosa.

 

b. La trampa adolescente

 

Nadie gobernará este cuerpo.

Ninguno entrará a la arquitectura del ello a deshojar frases enmarcadas con inocencia

                                                                                                                      [arriesgada.

En el sótano podrán romper odres, quizá travestir fantasmas o levantarse apretujados.

En el final del pasillo podrían guindar espaldas anchas como delantales ensangrentados.

Pero nadie, nadie. Nadie comprenderá cómo el silencio, cómo.

 

c. El anonimato de la infancia o la última canción

 

Detrás de la oscuridad de un pequeño pedazo de mí

los niños dedican la ausencia del ahorcado

fraguando imágenes orquestadas en el eco de la prontitud

cuando la lluvia revolotea en los muros de esta caja de cartón

y escurre orgasmos multiplicados en cruces convulsas

alguien tiene que masticar las hojas de albahaca mientras el cuero se estira

alguien tiene que designar donde quedará la pureza del color de la oruga

alguna cicatriz habrá crecido junto a la música golpeando al viento

una bitácora que acumule coros de mundo, ojos desmoronados

los niños se quedan figurándose en el fondo, en el camino de mi sangre

mientras fijo las ansias de madrugar sobre huesos de cucuyes

o la mancha reptil que trepa muyuyos en este sueño de bosques ahogados

por ahora me queda el suelo extranjero y los demonios del trópico descongelándose

arremetiendo contra el dolor o los lugares carcomidos por el exceso

sigo engordando para desbandarme y acaso decir adiós mientras recuerdo

fórmulas arrancadas en los parques donde el destello de mi miseria se vuelve evangelio

los niños están dormidos: desplumados sobre un barco trenzado por la manigua

si hay una oportunidad para ellos debe ser un morral de uñas o de dientes nuevos

crecen con la posibilidad de la sospecha en una orilla domada por lo blanco

la fuerza de la luz hace que sus manos acordonen vértices de soledad

o tal vez es la mirada sobre su ingle que aran otros siglos más compasivos

avanzan sobre el abismo y exprimen con sus manos al huésped

quién es el ángel que dicta rayas blancas a bajo costo

comprendo que existe una máscara: rueda y gira en mi bolsillo un puño de sal

convertido en constelaciones carbonizadas en mis mejillas

pero no comprendo el presente en una palabra inmensa

regreso al mar para poder descubrir la trampa de la dicha

y si el poema es un protagonista urbano hablando de perdurar

dentro de mí un pedazo de culpabilidad hace que abra las puertas

por eso tengo miedo de renunciar y retroceder como un cobarde

la infancia es una gota transfigurada con puños bronceados en mi corazón

al mismo tiempo digo no y todavía existe una oportunidad para el mundo

al mismo tiempo digo no y queda aún un rostro terso que enfrente el retorno

pero no dejaré nada para ti, poeta soberbio, solo un recuerdo distinto:

cierro mis ojos y eso no es difícil.

 

Luis Franco recibiendo un premio en España

 

  1. El mundo insaciable

 

Ser una mano que alcance la próxima bienaventuranza 

y escriba el poema perfecto:

el hombre que no existe.

 

Ser un cuerpo restaurado detrás del exilio.

 

Ser un astro deshilachado, ese pórtico que se anticipa al deseo:

la cárcel del huérfano detrás de un gran juego en el que pierde.

 

Ser sacrificio:

paloma que se decapita llorando y cediendo caridad en el último filo de su mirada,

rondando al santo en un temblor que borra el fuego.

 

Ser piel: horrible tristeza.

 

Ser viviente:

luz desierta, traducida.

Estoy aquí, para qué todo esto.

 

Ser guarida:

todo intento de fracasar depende del próximo concepto.

 

Ser nostalgia:

la ciudad arrastra la sangre hasta pulverizar la siguiente imagen que te entrego.

 

Ser abandono:

un niño tiene el privilegio de marcar a su víctima y ningunear al idioma 

porque detrás de esa fuente alguien arranca los primeros movimientos del arte 

todo esto es un árbol que crece y cierra el poema 

porque todavía hay luz

porque esta ciudad parte el infinito

porque esta ciudad todavía canta.

 

Ser poema:

la tradición es otra forma de librar esta pérdida 

aquí la escritura penetra vocales heredadas para apuñalar los ojos tristes  

y germinar la estratagema: 

renegarse a volar 

dejarse ir hacia la sombra 

                                                     despacio 

                                                                      vencido.

 

 

 

XII

a Sharon Plúas Altamirano

 

 

La poesía es un jardín de médulas donde el silencio se lee intraducible.

Cualquier lugar es un movimiento atrevido, un objeto desechable:

un niño entre el horizonte se mueve esparcido entre los álamos tristes

y la certeza de que la sangre se anticipa al deseo, como un rito despreciable.

No encuentro todavía el descanso necesario para seguir resistiéndolo todo.

Mi cabeza se da contra la madrugada y me lleno de imágenes gastadas,

partos veloces perdonados por la persistencia del llanto.

Este papel es mío y aquí no hay letra cursiva solo tachones y enmendaduras.

El límite de mi motricidad late orgullosa de cotidianidad y partes amorfas.

Conforme pasa el sol, en moldes oxidados, las arterias presionan sobre la aurora,

siempre agazapan lo tardío y flota una civilización en mi ventana.

Eres tú. El sonido no se bebe de un solo tajo la conjunción del hombre destrozado.

 

 

Otra imagen de Luis Franco

 

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