Román Álvarez. Merinas y churras. Opiniones, sensaciones y pareceres. Auckland, New Zealand, 2022, 189.
José María Balcells Doménech, catedrático de Literatura Española de la Universidad de León
Fue en la década de los sesenta del pasado siglo que comenzó a difundirse en Estados Unidos una nueva manera de escribir para los periódicos a la que se conoce como periodismo literario, atribuyéndose su impulso al polifacético escritor de Maryland Tom Wolfe. Algunas de las características principales de esta manera de escribir para dichos medios de comunicación se dan, aunque Román Álvarez pueda ironizar sobre el asunto en su prólogo, en su libro Merinas y churras, cuyo subtítulo indica que consiste en Opiniones, sensaciones y pareceres.
La titulación misma de este libro que se ha publicado en 2022 ya implica un recurso retórico de inversión con variaciones respecto al título y al subtítulo que el autor había puesto en 2019 al que le publicó en Salamanca la Editorial Amarante, y que decían así: Churras y merinas. Visiones, impresiones, realidades. En ambos ha compilado Román Álvarez los sucesivos artículos de opinión que, domingo tras domingo, vienen apareciendo en La Gaceta de Salamanca.
Leonés y sobre todo orgulloso de haber nacido en el pueblo de Abelgas, mencionado al final del libro Merinas y churras con la argucia de decir que acabó de imprimirse el 23 de junio de 1922, nada casualmente el día del aniversario de su nacimiento, Román Álvarez se precia de ostentar el título de Pastor Mayor de los montes de Luna, denominación geográfica comarcana de la zona norte de León. Y se precia también de sentirse partícipe activo y comprometido con este paisaje y su idiosincrasia junto a sus convecinos lugareños.
Román Álvarez es asimismo un salmantino de adopción de los de pro y de los muy de veras. Lo es porque en la Universidad de Salamanca vino a estudiar la carrera universitaria, lo que ya le permitió conocer hace muchas décadas el medio palmo a palmo. En Salamanca ha desempeñado su cátedra de filología inglesa, y diversos cargos de responsabilidad en la USAL, además de ensanchar los vínculos de la Universidad con instituciones foráneas diversas. Algunas están tan alejadas geográficamente como las que radican en Oceanía, y una de ellas, sita en Auckland, Nueva Zelanda, es la que, con el sello Ediciones Ambosmundos, se ha ocupado de la edición del libro Merinas y churras.
Hay más, aunque voy a ser muy escueto: distintos artículos y libros suyos de índole académica giran en torno a Salamanca, como por ejemplo la investigación que realizó acerca del legado irlandés en la ciudad, y en Salamanca sigue desarrollando Román Álvarez no pocas actividades culturales diversas después de su jubilación de la docencia, algunas merced a su vinculación a varias asociaciones y entidades muy representativas de Salamanca, de la región y de la universidad. Una de esas actividades fue y sigue siendo, y esperemos que por mucho tiempo, la de escribir las columnas de opinión recogidas por segunda vez en libro y que, como ya dije, se publicaron previamente en el centenario periódico charro La Gaceta de Salamanca.
Ciertamente, la estructura de Merinas y churras, como la de Churras y merinas, porque en ese sentido tanto monta un libro como el otro, vino y viene dada por la exacta sucesión temporal de los artículos publicados. Por consiguiente, es la cronología el primer ligamen que los une, además de su igual extensión milimétrica, aunque hay otros vínculos de rango más hondo que los interconectan. A la cabeza de ellos ha de situarse un enfoque común donde se translucen muy a las claras la singular personal del columnista, sus opiniones, y sus querencias más adentradas, así como las profesionales de toda su vida.
Aparecido el primer artículo de la serie el día 14 de abril de 2019, y el último el 5 de junio de 2022, son unos 164 los textos que integran el volumen Merinas y churras, dándosenos con él la oportunidad a quienes los leemos cada semana para que los volvamos a leer con más sosiego. Así lo he hecho, y uno por uno de nuevo, lo que me ha ayudado a constatar que es cierto lo que se dice en la contraportada del libro, que “ganan con el tiempo”.
Esa relectura también me ha permitido reafirmarme en los asuntos que se reiteran, en el talante desenfadado e irónico del autor, en su hábil mezcla de lo que se quiso significar hace siglos con la locución latina utile dulci, esto es que se expusiesen los saberes de una manera lo más grata posible. A este fin Román Álvarez no duda en tirar de erudición siempre que el asunto abordado se lo permite, y esa erudición, la mayor parte de las veces peregrina, constituye información también, pero conteniendo una clase de datos culturales, literarios e históricos que otorgan una pátina de calidad a la página periodística y la dignifican.
Cuando es así, y es frecuente que así sea, el lector aprende nociones muy sustantivas a través de los anecdotarios que hacen al caso, quedando a merced de tan atractiva lectura gracias a las curiosidades, a veces variopintas, que se le proporcionan. En muchas oportunidades tales anécdotas por lo menos curiosas, y que ya constituye un mérito importante saber obtenerlas, facultan para que uno llegue a categorizaciones generalizables que puedan desprenderse de ellas, y sin que el escritor le induzca a compartir creencias determinadas, porque sus propias convicciones, sus propios arrebatos de indignación, sus propias actitudes de sorna, meridianamente deducibles, o contundentemente explícitas, quedan dibujadas en el aire, sin asomo de afán doctrinario de ningún tipo.
Entre los asuntos concretos más reiterados en Merinas y churras anoto los que tienen que ver con Salamanca y su provincia, y principalmente con eventos que jalonan su vida cultural, siendo Unamuno el nombre propio que más sale a relucir, no sin acaso estamos ante un vasco plenamente salmantizado. Otros motivos frecuentes son los relacionables con el sistema educativo español, sobre todo los que le tocan más de cerca, los avatares acaecidos, aunque mejor sería calificarlos de perpetrados, en el ámbito y a costa de las universidades, y por tanto de los españoles.
Amén de abordar una y otra vez el fenómeno pandémico del Covid-19, y la picaresca crematística a que ha dado lugar en España, a su entender entroncando y superando incluso a los pícaros del período áureo hispano, las problemáticas de orden geopolítico internacional no se dejan pasar sin que Román Álvarez se pronuncie, y le susciten augurios diversos. La invasión de Ucrania le ha dado pie a mostrarse con toda contundencia contrario a la política aterrorizadora de Putin, como no puede ser menos, aunque en España no falten políticos que con argucias conceptuales y manipulaciones informativas le bailen el agua al invasor. La férula del articulista empapa asimismo a ciertas vicisitudes que afectan al mosaico político, o rompecabezas español, en las que enfatiza las derivas gubernamentales vinculables al ámbito vasco, pero especialmente las de toda laya originadas en la comunidad autónoma catalana.
La temática literaria abunda en el libro y, como es de recibo en virtud de la especialidad filológica del autor, se acude a las letras inglesas con preferencia para acompañar pareceres diversos, aunque las menciones a otras literaturas y al cine también son frecuentes. La reprimenda a la estupidez manifiesta es uno de los pretextos en los que se demora Román Álvarez, brindándole la ocasión de suscitar una hilaridad en la que se deleita por el regodeo con que la fustiga. Uno se lo explica perfectamente cuando trae a colación tantas ignorancias simultáneas como se congregan en algunas propuestas sobre el lenguaje inclusivo, y en otras tantas relativas a supuestas entendederas animalistas que afectan a la “violación” de las gallinas por el gallo. Y ya que hablamos de animales, las ovejas churras y las merinas aparecen y reaparecen en el libro como un Guadiana, lo que no puede extrañar en quien repare en el título de este libro de 2022 y el de 2019, con sendas titulaciones basadas en el dicho que recomienda no mezclar ambas razas ovejunas, aunque el autor las mezcle en aras del hibridismo.
Román Álvarez suele acudir a varios recursos preferentes en sus artículos. Si para no alargarme demasiado tuviese que ponderar en especial uno solo, señalaría el del empleo de dichos populares, sobre el que ya se nos previene desde las titulaciones de los libros antecitados. Esos dichos, muchos extraídos del romancero, son usados en ocasiones para poner fin a diferentes escritos, lo que no obsta para que en el decurso textual los vaya sembrando siempre que el hilo del comentario hace que vengan como anillo al dedo. En ese uno de los varios procedimientos de cercanía a los lectores de los que se vale en esas columnas que en su “Introducción” al libro auto denomina “brazada de artículos”. Acaso nos envíe con esa calificación un mensaje subliminal de que manda un caloroso abrazo a quienes los leen cada semana, a quienes los releen ahora reunidos, y por supuesto a quienes los leerán por vez primera en Merinas y churras, opciones las tres que recomiendo encarecidamente.
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