Hoy,
he escuchado mi música en pleno corporal
al tiempo que en las páginas del “New York Times”
busco,corrijo asimilo
y al fin rindo
junto a mi café y mermelada de desayuno
a ese pájaro diurno que acompaña
los verdes de Central Park.
Hasta aqui, todo muy comprendido
sin haber sobredimensionado
el ruido del subway
que hace una propuesta
para cambiar sendero hacia el tumulto.
Este argumento,
fortalece mi decisión
y he colocado en mi DVD
Rhapsody in Blue
de George Gershwin
y sobre la cadencia de su segundo movimiento
el violín
de Lizzie Devereux
cuando pude sentir sus entregas de empatía
y su permanencia en el siempre
que me acompaña como una luz vital
en los pliegues de un espacio curvado
sobre los principios del tiempo.
En esta decisión no programada
uno de nuevo el instante:
Barcelona-NewHaven-Philly-New York
para comprender que la leyenda
es un conjunto de armonias
y que un violin
puede ser un eterno
huyendo de los dioses vengativos
en do menor
o en el sostenido
que trenzamos en la distancia
y en las esencias
del prado que juega en su ilusión
y en un Gershwin entregado a nuestra-suya melodía
y a nuestros-suyos violines
y al pleno que se magnifica junto a las partículas del sentir
que transportan nuestro nombre
a ese allegro de su Rapsodia en azul.
Nuestro azul que no pudo ser tiempo
sólo melodía…en un tiempo de eternidad.
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