Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar estos poemas de Nidia Marina González Vásquez (1964). Profesora Catedrática de la Universidad de Costa Rica, artista plástica y poeta. Su trabajo literario forma parte de antologías como : “Voces tatuadas”, crónica de la poesía costarricense 1970-2004), “Poesía del Encuentro”, “Mujeres poetas en el País de las Nubes”, (México 2008), “Sostener la palabra” antología de poesía costarricense contemporánea 2007, “Al hidalgo poeta” XIX Encuentro de poetas Iberoamericanos en Salamanca, España, “No Resignación”, Salamanca 2016, “Las costuras del sueño”, 15 poetas costarricenses contemporáneos, 2020, “Women Poets of Costa Rica / Mujeres poetas de Costa Rica, 1980- 2020, Bilingual Anthology / Antología bilingüe” y “Mujeres al centro”. Relatos y ficciones de escritoras centroamericanas, 2020, “Ni miel ni hojuelas: Escribir desde la feminidad” Yadira Calvo, ECR, 2021.
Ha publicado los libros: «Cuando nace el Grito» 1985, “Brújula extendida”, 2013, “Seres apócrifos” 2015, “Objetos perdidos” 2015 “Bitácora de escritorio y otros viajes” 2016, “La estática del fuego” 2019. “Zurda” (Nueva York Poetry Press 2022) ganador de medalla de plata en Latin American Book Award, y “Anamnesis”, libro ganador del Primer premio Latinoamericano de poesía Marta Eugenia Marín 2022.Los libros con sello EUNED ganaron el concurso de selección anual para su publicación en los años respectivos. Además, publica en narrativa “Árbol de papel” Editorial Poiesis 2020. En el año 2021 es la dedicada de la primera edición del premio “Corina Rodríguez” de la Universidad de Costa Rica. Mención de honor en el concurso Lisímaco Chavarría 2003, en “La porte des poetes”, Francia 2003. Ganadora del II Premio internacional Corina Rodríguez 2024, con el libro inédito “Autofagia”. En el mes de julio 2024 publicará “Agua y barro” con la editorial Perro Azul.
REZO AL DIOS DE LAS PIEDRAS
La piedra sabe de nuestros asomos a la vida
de los tropiezos y las espadas.
Sentada sobre sí misma
frío vientre de volcán.
Nos ha visto pintar con sangre y barro
dentro de sus concavidades por primera vez.
Creyó que éramos inocentes.
Se dejó afilar e hizo fuego con su cuerpo.
La abuela piedra en el temascal suda nuestro dolor.
Aguamarina y diamante en las aristas de la belleza
que ocultan sangres.
Dios de las piedras ampara estos cuerpos
que han sacado de ti palabras en bajorrelieve y dioses perfectos.
Dios de las piedras no te sigas rompiendo
y vuelve tus párpados ígneos sobre nosotros, pasajeros agrietados.
Ayúdanos a recapacitar antes de concluir la autofagia una vez más,
de las que todavía recuerdas y que hemos olvidado
en el momento más necesario.
HISTORIA ANTIGUA
I
Llevo el mar de mi abuela en el nombre.
Un miércoles a mediodía germiné
del agua mineral en el vientre de mi madre
a la salinidad de las lágrimas.
Ya casi no queda nada de aquella cáscara de huevo,
se ha cubierto de hierba el pestillo de la puerta.
II
Más de medio siglo después de escudriñar dentro del cuerpo
en la superficie del agua-piel me sangra el mar de cada día,
a veces en el influjo que marca el lunario,
a veces en el eco de la sangre.
Desde el nudo del instinto: maternizar.
Es intensa la ternura que me hurga
y que resbala interminable, aguas adentro.
Zarpo en barcos de papel,
los colores me habitan y desatan.
Llevo en el nudo simple de lo que fue cordón umbilical
historias abiertas como acantilados.
Escarbo en las palabras con uñas y abismos.
Cuando se mueve mi mano
gira conmigo un vendaval de abrazos
una estela de anagramas con heridas
una caja secreta al descubierto,
una galaxia de diosas que no olvidan
el color de su piel de agua.
MALINTZIN
I
Busco su nombre
y encuentro rasgaduras y tachones.
Ella no hablaba castellano
Nahual y Maya su lengua.
Lejano su mundo al del otro lado del mar.
Niña entregada en obsequio
temprano lanzada a la espada infame.
Marina, Malinche, Malintzin
siglos de llanto, Llorona, Cihuacóatl,
vientre y piel de agua.
II
Malinche, Malintzin
me acuerdo de vos
cuando una mujer es borrada por la historia otra vez.
Cuando se intenta la libertad con las uñas
en el mapa del desgarro
y desaparecer en fosas anónimas es el único epitafio.
Marina,
vos y yo
sin voz para hablar lo suficientemente alto
aunque gritemos en media ciudad a coro.
Torre de babel en las huellas digitales.
Sabor amargo que no sabe desaparecer
y vuelve a articularse
en las lenguas que traen el signo del cromosoma X.
Luna tras luna
desde que Eva probó la manzana y se tornó amarga.
Instaurada la condena
se ahoga la música de las ocarinas
para que no cantemos.
III
Aunque renuncie al horizonte del mar
(Marina, quien también soy yo).
Aunque me convierta en ventana y derribe la torre,
otros andamios crecen en el paladar y florecen,
otros ríos fluyen.
IV
Se escribe sobre las páginas del olvido
y en los restos confusos de la desmemoria
que planta flores o desborda odios en falsos lugares.
La voz de Malinche
su timbre poderoso
su música de barro sonoro.
Mesoamérica de bosques y soles.
Malintzin, la lengua,
si ella tomara la palabra
hablarían los borrones y roturas
de las páginas negadas a la verdad.
Nos escucharíamos en su tesitura
y una línea de sus huellas digitales
al fin sería visible en nuestros dedos.
(Del libro Agua y barro, 2024)
EL DIOS DEL FRÍO
Le estoy rezando al dios del frío
y me dice que todos sus altares fueron quemados.
Los huesos de los Osos polares se los están comiendo las oscuridades.
El blanco Oso sobre la nieve inmaculada es un puntito cada vez más pequeño,
pasará a gris, a sombra, a estela sin nubes.
Son demasiados pozos petroleros, piñeras, bananeras.
Está rodeado de Chernoviles
y no tiene cómo enfriar esta tarde tropical que perdió su melena de niebla.
Aun así, le rezo fervientemente a su humedad pura, a su nido de agua.
Le ruego, le ruego,
y el frío no asoma su cara sino hasta la medianoche,
cuando todo ha regresado del desatino y se alista para continuar.
El dios del frío cierra su único párpado,
-casi totalmente derretido-
deja caer algo parecido a una lágrima que apenas humedece este rezo.
ESTADÍSTICA
Quinientas ochenta y una especies han desaparecido con el siglo veintiuno
por la acción humana.
Y esto no es ni siquiera un siglo todavía
sino un suspiro de años cansados.
Veinticuatro calendarios apenas
frente a un enorme precipicio.
REZO AL DIOS DEL METAL
Los ojos ven brillos
y se dejan engañar.
Tienen hambre,
y el pan, aunque contenga mercurio,
se come para no morir.
El dios del metal es un vicio
un arma mortal que camina por los cuerpos y el mar,
indistinguible el veneno entre el oro y el litio
entre la sangre y el petróleo.
Toma forma de papel moneda.
Es omnipresente, no se oxida.
Te pido- dios del metal- que dejes de asomar tus esquinas
en los intersticios del hambre y en los pies de la codicia.
Comprendo que no es culpa tuya
estabas fundido con la epidermis de la tierra y el agua.
Estabas tranquilo hasta que llegaron
unos ojos que miran ciento ochenta grados de visión binocular,
atados al delirio.
No te culpo, brillo de piedra, si fuiste confundido con las estrellas.
Pero si pudieras hacer un esfuerzo de limaduras,
emitir un sonido
por todos los llantos de niños sin niñez
por el dolor de los más pobres.
Desprenderte de tu cuerpo brillante
dejar a la vista los desgarros – por un momento-
con la vaga esperanza de recuperar la cordura
antes de tragar tus últimos granos
y que desaparezcan nuestras las miradas sobre la tierra.
DISTANCIA
He desarrollado la capacidad de mirarla hundir su boca en el mar
para morder el vacío.
Será una habilidad extracorporal o una alucinación,
no hay quién me lo pueda decir y guarde la suficiente distancia para entenderlo.
La he visto ser belleza y delirio,
puedo sentirla y separarme de ella al mismo tiempo.
Debo ser una criatura sin dioses
o con todos ellos en el pecho al mismo tiempo.
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