«Crear en Salamanca» Se complace en publicar un artículo- comentario sobre la obra de José luis Puerto «Fulgor de Madre», envíada por José María Balcells Doménech
José María Balcells Doménech es Catedrático de la Universidad de León (España), de la que se ha jubilado como docente. Es autor de diversos estudios y ediciones sobre escritores del Siglo de Oro, entre ellos Fray Luis de Granada y Francisco de Quevedo. Acerca de poesía española del siglo XX ha publicado ediciones críticas de la poesía de Rafael Alberti, Miguel Hernández, José Corredor-Matheos y Rafael Ballesteros, así como varias monografías, entre ellas De Jorge Guillén a Antonio Gamoneda (1998), Voces del margen. Mujer y poesía en España. (2009), Las palabras de la bahía. Estudios sobre Rafael Alberti (2013) y Los desvelos de Isis. Sobre poetas, poemas y poesía (2014). En 2016 reunió sus estudios acerca de epopeya burlesca en La epopeya burlada. Del ´Libro de Buen Amor´ a Juan Goytisolo. De 2020 es su libro Miguel Hernández y los poetas hispanoamericanos y otros estudios hernandistas.
José Luis Puerto
José Luis Puerto. Fulgor de madre. Diputación de Salamanca, 2022, 41 pp.
Sentirse formar parte de una tierra y de una familia no me parece en absoluto un sentimiento obsoleto, sino todo lo contrario. Acaso lo caducado sea la precisamente la creencia, tan propia de trasnochados urbanitas, de vivir la realidad desligándola del sentido de pertenencia a unos lares cuando son pueblerinos. En esa convicción me reafirma la lectura del libro de José Luis Puerto Fulgor de madre, que en 2022 ha publicado la Diputación de Salamanca dentro de la serie de obras creadas por autores salmantinos.
En dicho conjunto lírico reúne el escritor de La Alberca diecinueve composiciones inspiradas en su progenitora, miembro de su familia a la que debe principalmente haber recibido la herencia ancestral y secular comunitaria. Este legado forjó una de las motivaciones de su vida, la dedicación a la etnografía, y sobre todo una de las claves de su universo poético, nutrido de significativos recuerdos basados en vivencias experimentadas en su entorno nativo. Ese marco comarcano es releído como tiempo feliz en un jardín mítico que el poeta imagina como paraíso en tantos momentos de su escritura, entre ellos algunos de Fulgor de madre pertenecientes a los poemas “Paseo hacia el estanque” y “Letanía”.
Dolores Hernández Hoyos, fallecida en diciembre de 2020, había dado ocasión a varios poemas que pueden leerse en libros anteriores a Fulgor de madre, textos que se agrupan constituyendo su sección central, donde se recogen versos ad hoc que se seleccionaron de las siete obras de José Luis Puerto que cito: Un jardín al olvido, Estelas, Las sílabas del mundo, Señales, De la intemperie, Proteger las moradas y Topografía de la herida.
Cercana tengo la lectura de otro de los libros del autor, La madre de los aires, que publicó en 2021 el sello vallisoletano Páramo, y anoto, al ojearlo junto a Fulgor de madre, que ese par de titulaciones contienen la misma palabra, aunque referida a dos conceptos distintos, los dos vinculados. Uno es el ámbito de la naturaleza geográfico y climático, otro el doméstico, pero asimismo comunal que representó por antonomasia y creo que seguirá representando, en el recuerdo de muchos, la madre del poeta, que nació, vivió y murió en La Alberca, siendo una albercana de pro y por supuesto de referencia.
En ambas obras se evocan a veces unos mismos acontecimientos albercanos, en una mediante poemas en prosa, y en la otra por medio de versos. En las prosas José Luis Puerto desplegó una extraordinaria capacidad descriptiva, narrativa, y poética, y en los versos una poeticidad de rango franciscano. En alguna ocasión hallamos remembranzas que no figuran en el libro de 2022, y sí en el de 2021, por ejemplo la de llevar a hombro el sacho, escena que leíamos en “A airear la pesquere”, y la de ir a buscar agua en el río, evocada en “La higuera entre las peñas”, textos los dos que se insertan en La madre de los aires. En este libro no encontramos, en cambio, el episodio poetizado en el poema “Animales del sábado”, que el poeta trasvasaría a Fulgor de madre desde Señales.
Tuve una tarde de verano, hace una buena porción de años ya, el privilegio de conocer en persona a la protagonista del libro que ocasiona estas anotaciones, y nunca olvidaré esa entrevista en La Alberca, aunque fue breve. El semblante tranquilo, la actitud disponible, acogedora, esa asumida vestimenta regional que llevaba con tanta naturalidad, y una mirada en la que adiviné un saber hondo que distinguía al instante lo sustancioso y lo vacuo, la impostura y la autenticidad.
Aquella su perspicacia profunda la había atesorado en los sencillos pero esforzados avatares de su vida, una vida llena de abnegación, y ofrecida al hogar, al crecimiento de sus hijos, a las tareas requeridas por el entorno lugareño y campestre. Las cualidades que se remarcan en Fulgor de madre son haber tenido un corazón “Que siempre estuvo abierto para todos” (13), “un alma clara y limpia (14), y haber hecho de cada uno de sus días una ofrenda, un “darse de continuo” (16).
Plaza Mayor de la Alberca
Los poemas de Fulgor de madre elaborados tras el fallecimiento de Dolores Hernández Hoyos, es decir los cinco de la sección I y los dos, el segundo en prosa, de la III, entiendo que no son propiamente elegíacos. No lo serían porque el hablante acepta con templanza la realidad inexorable de la muerte, máxime en una persona de edad muy avanzada y que ha colmado su vida de cumplimientos ejemplares. Con todo, sí percibo en esos versos cierta tonalidad elegíaca difusa al ver el poeta a su madre varias veces como una persona que está sumida en el sueño. Asimismo se aprecian en Fulgor de madre algunos de los elementos que suelen aparecer en las elegías, pongo por caso la alabanza del comportamiento y la reafirmación de la pervivencia.
Alabanza de los quehaceres domésticos que la ocuparon, entre ellos el zurcido con el que remendaba las ropas para seguir usándolas, el blanqueado de la casa con cal, la preparación del condumio diario avivando el fuego hogareño, la recogida de los diversos tipos de manzanas, el lavado de las ropas en el río. También la de los romances y canciones que entonaba y de los bordados en los que tanta precisión y esmero puso, habilidades ambas que suscitaron un alto interés en el niño José Luis Puerto. Ambas habilidades estimularían sus futuros trabajos de campo en tradiciones populares e incentivaron su fascinación hacia las geometrías que apreció en esos bordados artesanos, y que alimentarían los trazos de geometrías anímicas de que consta su libro de poesía pintada de 2018 Abecevarios.
Todas las acciones antecitadas las ejercitaba Dolores Hernández Hoyos en su ámbito rural propio, ámbito dignificado por una vida de pobreza que comportaba elementos fundamentales de sabiduría. Y en esas actividades diarias captaba su hijo señales del misterio del vivir y de la visión del cosmos como misterio, un misterio al que se ha acercado desde su obra poética.
La reafirmación de la permanencia de la traspasada supone que estará presente su memoria y su halo personal, sus relatos, sus canciones, sus preces, en los lugares con los que tan a fondo se identificó, como se dice en el poema “Para fundar el mundo”, comenzado así:
Porque, aunque te hayas ido,
Latirá tu presencia
En todos los espacios que tú amaste
Y en los que te entregaste
A la hermosa aventura de vivir (14).
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