La poeta Erika Reginato
Crear en Salamanca se complace en publicar la entrevista que José Pulido ha hecho a la poeta, traductora y ensayista venezolana Erika Reginato (Caracas, 1977), residente en Italia. Entre sus libros se encuentran: Día de San José (1999) o Campo Croce. Antología poética 1999-2008. (Caracas, 2008), entre otros. Publicó el volumen de ensayo: Cuatro estaciones para Ungaretti y traducciones como Caminos de agua. Antología de poetas italianos del segundo Novecientos y El trazo infinito del universo. Antología de la poesía italiana contemporánea.
ERIKA REGINATO LA DULCE Y TONANTE
POETA DE CARACAS Y CAMPOCROCE
Nos quedamos hablando por computadora. Erika mira la pantalla donde estoy. Una pecera. Y yo hago lo mismo. Es una conversación que no planificamos. Estábamos participando en un encuentro con Armando Rojas Guardia en La Poeteca y nos mantuvimos conectados. (Vaya: una frase del nuevo milenio). Le digo “enviaré unas preguntas a tu correo” y ella dice que está bien. Desde hace un tiempo he querido hacerle una entrevista.
Su poesía es como una tempestad de truenos dulces; descargas eléctricas en cada suavidad.
Hablar con Erika Reginato es una experiencia digna de ser contada. Porque uno siente que puede herirla con un gesto o con una mala expresión. Ella tiene una dulzura incómoda en su rostro. Hay una cierta santidad en esa dulzura. Hasta que te percatas de que se trata de la poesía: Erika es una poeta muy adolorida. No se queja pero sufre.
Nació en Caracas en 1977 en el seno de la colonia ítalo venezolana y cuando estudiaba Letras en la Universidad Central de Venezuela se propuso hacer su tesis sobre la obra del poeta Giuseppe Ungaretti. Entrar en Ungaretti reveló su esencia poética, su pasión traductora, que no era otra cosa que el deseo inmenso e intenso de encontrar sus orígenes, su raíz.
Ella fue a la aldea llamada Campocroce. Esas calles habrán sentido un estremecimiento, porque Erika Reginato es también un sentimiento que bulle y que parece contener todo ese paisaje. Las piedras, los árboles, las casas, los vientos fríos, los veranos quemantes, todo se revuelve en sus entrañas. Como a la gente que le sangran las palmas de las manos a ella se le derraman los paisajes de antes, en un deslave de la mirada.
Sus ancestros nacieron en una aldea llamada Campocroce. Y esa aldea se encuentra en el Monte Grappa, que fue el escenario en la Primera Guerra Mundial de las batallas entre los ejércitos de Italia y de Austria. Te preguntas hoy en día ¿cómo es posible que se mataran en un lugar tan increíblemente bello y apacible? Ahí en el Monte Grappa construyeron un memorial para recordar a los soldados fallecidos de ambos bandos. Dicen que descansan 12.615 soldados muertos. Nadie puede descansar si está muerto. De todos esos fallecidos en combate, 10.332 son desconocidos. En esa batalla los italianos se mostraron invencibles y después de sufrir la derrota, el imperio Austro-Húngaro se disolvió.
CON UNGARETTI Y CAMPOCROCE
Un día Erika declaró: “Llegué al norte de Italia hace años, a una pequeña ciudad a una hora de Venecia de donde mis abuelos y mi padre eran originarios. Aprendí el idioma italiano en Caracas, en una escuela medio italiana creada por los emigrantes, pero el arte de la sintaxis, de escribirlo y hablarlo, ha sido en estas ciudades, cerca de la pequeña Venecia.
Decidí hacer mi tesis de la Universidad Central de Venezuela sobre la poesía italiana del Novecientos, una investigación de la “Vida de un hombre”, toda la obra de Giuseppe Ungaretti. Traduje poemas no traducidos al español de América del poeta italiano y fue una experiencia determinante”.
La conocía por lecturas y luego por las redes. La vi por primera vez en Génova. Acudió al Festival Internacional de Poesía en el caluroso mes de junio. Se movilizaba en una silla de ruedas con motor. Viajó desde el norte de Italia con mucho esfuerzo físico, para estar en una cita de poetas.
-¿Qué es Campocroce?
-Campocroce es una naturaleza muerta que retoma de la calma el sonido del frío, recoge del paisaje los años y acerca los ruidos de guerra y el silencio de los caídos. Esconde a los generosos y ensordece los latidos cuando hay enemigos cerca. Filtra la luz y protege en sus caminos a los desamparados. Es una montaña de campos sepia en invierno y leña amontonada bajo chimeneas humeantes, donde se escucha el vapor de los milagros y colinas libres para el amor. Campocroce crece al acercarse, ya que el ascenso comienza en un lugar de la casa de tía Lena.
Recuérdame tía Lena
Cuánto he amado
El día que me peinaste
Y fuimos a pasear a las colinas
con otros tíos
(Así dicen los primeros versos del poemario Campocroce, escrito por Erika Reginato entre los años 2000 y 2007. El poema se titula Verano. La poeta le pregunta luego a su tía cómo eran los parientes que murieron, los que ella no pudo conocer. Es un libro en cuyas páginas se saborea la belleza y la ternura de una angustia. La poeta aferrándose a los seres que la originaron)
Erika Reginato
Sus explicaciones son como poemas derramados, explayados. Pongo cara de quien espera que continúe y ella lo hace:
-Campocroce es una aldea en una colina en donde comienza el Monte Grappa, un grupo de montañas que anteceden los Alpes (Le Dolomiti). El tren desde el aeropuerto de Venecia, llega a Bassano del Grappa, lugar de recuerdos porque mi nonna paterna vivió en el Vial Venecia, una de las avenidas de Bassano, y muchas veces paseamos juntas en la plaza Garibaldi, bajábamos hasta la plaza Libertad, en el histórico puente viejo de madera y reconstruido después de la primera guerra y que atraviesa el Rio Brenta. En Bassano cada calle está señalada por árboles donde ahorcaron a los partisanos, como “vía dei Martiri”. Cuando mi nonna y yo paseábamos, ella me contaba quienes eran: “Este era amigo mío, este otro era amigo de tu nonno, este iba a la escuela con la tía Diva, este otro iba a mi casa a pedir leche, su mamá era amiga de la mía…”
La miro en la pantalla de la computadora. Quisiera estar más cerca para celebrarla con el asombro y la admiración y para mostrar el respeto que me inspira esa poesía suya:
Esta es la tierra de mis ancestros,
La del pájaro que vuela sobre el lago
Y camina en la orilla del equilibrio
-La ciudad de Bassano soportó dos grandes guerras: en la primera, el Monte Grappa que la rodea, se vio directamente involucrado y aun se reconocen, en el mapa trazado por los alpinistas, los lugares donde estaban las trincheras y caían las bombas; las grutas excavadas entre las piedras alpinas, las rutas que utilizaban los soldados y los monumentos actuales: “osarios”, que son cementerios de soldados desconocidos, italianos, alemanes o austriacos. En la primera Guerra combatió mi bisnonno Pietro, “il Generalle Pietro Reginato”, dice una nota de periódico amarillento, que recuerda cuando murió. Mi nonno me contó que él estaba haciendo la cola para votar con su papá y un amigo, y había jóvenes muy emocionados porque se iba a declarar la segunda guerra, y el bis nonno Pietro, que ya había experimentado la guerra, dijo: ¡Ustedes no saben lo que es eso!…y se fue llorando…Mi nonno Nazareno me dijo, que sintió un gran escalofrío y una gran vergüenza.
En la casa de mis tíos
Las ventanas se abren en verano
Para escuchar en los pasillos
El rocío de los muertos,
Las cosechas de otras estaciones
-En la segunda guerra mundial, el Monte Grappa fue refugio de los partisanos: Este era un punto estratégico, pues de un lado se ve el norte de Italia, de otro lado, el inicio de Austria. Ya los senderos estaban señalados por la primera guerra y los montañeros conocían bien las rutas. Mi nonno era un partisano, también mis tíos abuelos…a unos los agarraron los nazis. El tío Dino me contó que a él lo descubrieron porque no se escondió bien en el “rastrellamento del Monte Grappa”. Se lo llevaron al campo de concentración, pero vivió hasta su vejez en Crespano… al tío Giovanni, lo descubrieron porque no se escondió bien en el techo de la casa, pero se escapó de un tren nazi con destino a otro campo. Al otro tío lo secuestraron los nazis porque sabían que era el hermano menor de un partisano y me contaron que mi nonno se adueñó del hospital de Crespano del Grappa, que era un orfanato, y donde estaban los soldados nazis heridos y mandó a decir que hasta que los nazis no dejaran en libertad a mi tío y a su amigo, ningún nazi herido recibiría cura.
Todas las noches la tía Lena
Se levanta en la oscuridad,
Sacude el polvo de sus anteojos,
Lava sus manos
Y camina hacia las montañas.
-Esto era la guerra y de todo este desastre fue testigo el Monte Grappa y los pueblos que amo. Las historias que marcaron el 900, la vida de muchos emigrantes, de mis abuelos, de mi padre en mi casa de Caracas, provenían de estos pueblos. La naturaleza del Monte Grappa me ha conquistado por su historia y su paisaje que va más allá del atardecer.
DONDE SE APOYAN LOS MUERTOS
El poemario Campocroce, de Erika, es tan fluido y estremecedor como un arroyo en medio del desierto. Todos sus poemarios parecen contenerla, a ella en persona. Uno de los seres más sensibles que se pueda conocer. A ella diciendo todo lo que siente sin dejar nada oculto.
-La verdad es que yo escribí Campocroce cuando mi tía Lena y el tío Amos estaban muertos. Es como si tuviera un diálogo secreto con el más allá. En vida, la tía Lena me contó que mi padre, cada cierto tiempo, lo mandaban de Caracas a estudiar unos meses a Italia para no perder la cultura…por eso le pido a la tía en el primer poema:
“Cuéntame…cómo eran ellos…mis muertos…”
Con el tío Amos, supe otras cosas, paseamos por los senderos del Monte Grappa, subimos a la cima, donde está el Gran Monumento a los caídos, compré estrellas alpinas, la flor preferida de mi padre…escuché historias de los sobrevivientes de la guerra en el café Canova, en la plaza de montaña y fui entrelazando hilos en los varios veranos que estuve en Crespano entre su paisaje de postal y el cementerio donde les digo a mis antepasados que regresen. Campo Croce es en realidad, mi peregrinaje interior:
Es en la orilla de la carretera,
donde recuerdo a los muertos,
la voz que atraviesa
el desierto infinito.
No veo tu hilo en la garganta.
El barco conduce
a los más ligeros
en los puestos libres.
Sin brillo, llega abril.
Las velas se divisan
en la espesura,
en el aire que te lleva.
Son las seis de la tarde
siento tu brazo en mi otro hombro
donde se apoyan los muertos.
Mi tío bebe agua del cielo.
La poeta italo-venezolana Erika Reginato
Regresé a Crespano después que se murió la tía Lena, me quedé en casa con mi tío Dino, que también fue partisano…esta vez tenía un proyecto, era mi tesis “Cuatro estaciones para Ungaretti”. Cuando fui a la biblioteca del pueblo y expliqué lo que quería hacer, una investigación sobre Ungaretti, no sólo me puso, Loredana, la bibliotecóloga, una computadora y un escritorio a la orden, también un profesor de literatura italiana jubilado me aconsejó los títulos de las obras que debía consultar.
A terminar los tres meses intensos de mi búsqueda sobre Ungaretti, comencé a escribir Campocroce, un libro que dibuja el “círculo del destino” y que aún está vigente y me persiguió por los senderos, las montañas y todo lo que respiro.
Erika me observa en su pantalla. Yo la veo tan cerca pero no puedo descifrar ni adivinar la tristeza de sus ojos. Ella se quita la pañoleta que cubre su cabeza. Creo que conserva el mismo rostro de su niñez.
-Me operaron y me estoy recuperando…-dice.
-Te ves muy bien- le expreso.
-Tenía un tumor- explica, sin dejar de sonreír.
Sonríe con una dulzura que atraviesa la pantalla como un rayo fulminante.
José Pulido en el balcón del Ayuntamiento de Salamanca
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