El poeta J. L. Garcia Herrera (2019)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar 15 textos de José Luis García Herrera (Esplugues de Llobregat –Barcelona, España, 1964). Poeta, narrador y crítico literario. Fundador de los premios literarios “Ciutat de Sant Andreu de la Barca”. Ha publicado 30 libros de poesía. A destacar: Lágrimas de rojo niebla (Premio Villa de Martorell, 1989), La ciudad del agua, Los caballos de la mar no tienen alas (Premio Villa de Benasque, 1999), El guardián de los espejos, Las huellas del viento, Mar de Praga (Premio Blas de Otero, 2004), La huella escrita (Premio Mariano Roldán, 2007), Las huellas en el laberinto, Cuaderno de Britania (Premio Juan Alcaide, 2010), Hielo, El lento abandono de la luz en la sombra, La luz del frío, Mares de Hierba (Premio Miguel de Cervantes en Armilla, 2015) y La semilla del óxido (Premio Miguel Hernández de Orihuela, 2017). En narrativa ha sido finalista de los premios “Villa de Torrecampo” y “Tierra de Monegros”. Ganador del premio “Villa de San Esteban de Gormaz”.
Perfil de Salamanca. Foto de José Amador Martín
García Herrera participó en la VII edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’. Su libro presentado, ‘Mar de lava’, estuvo muy bien valorado por el Comité de Lectura, quedando ad portas de los 15 trabajos finalistas. Recordemos que se presentaron 1017 libros al concurso. Los poemas aquí publicados no forman parte del trabajo enviado al concurso.
Agradecemos al poeta por darnos el privilegio de publicar otros tres textos inéditos.
Poemas editados en libro
Foto: José Amador Martín
UNA ROSA EN EL INVIERNO
Uma rosa depois da neve.
Eugenio de Andrade
Al final de la tarde, en invierno,
un hombre regresa por una calle estrecha
donde aún quedan rastros de nieve.
Lleva bufanda gris, guantes de lana,
un gesto grave en el rostro
y escarcha en el corazón.
De improviso, entre el suelo y el muro,
encuentra una rosa. Piensa, al recogerla,
de qué sirve ser una rosa en invierno.
Quizá, si no la olvida en la gabardina,
la arrojará al fuego cuando llegue a casa.
Una rosa, cuando se estrechan los arcos de la vida,
cuando de inviernos están hechos los días,
sólo nos recuerda el efímero paso del tiempo.
REFLEXIONES EN EL INTERIOR DE UNA STAVKIRKE
Toco la madera del portalón de entrada
y presiento en mí las huellas del pasado,
el roce de otras manos que me hablan de su tiempo,
del tiempo en que esas manos fueron vida
y tallaron con pulso firme la madera que toco.
Huele a silencio entrecortado, a murmullo de rezo.
Apenas si vislumbro, sobre el altar,
un retazo de pintura desdibujada, borrosa,
que ha perdido la raíz del color, menos el rojo:
eterno aliado con las huestes de la sangre.
Aquí estuvo la vida y su frontera. Aquí
se lloró la luz del frío y se lloró la muerte.
Toco la madera y presiento en mí el futuro,
el roce de otras manos que hablarán de mi tiempo,
del tiempo en que esas manos fueron vida
y dejaron escrito en la madera
todo lo que soy y todo lo que pienso.
RINCÓN DE LOS POETAS
(Westminster Abbey)
This is the dead land.
T.S. Eliot
Bajo los arcos de la vanidad,
entre los muros alzados
con la hora del temor al fuego y al hierro,
entre la bruma de la superstición,
más allá de la piedra muda que todo lo narra,
yace la nada más extensa que el mar.
En la oración que golpea mi pecho, en el humo
que arrastra las alas del incienso, en la mirada
tranquila de no ver cuánto sucede,
la nada perdura como la voz del mar.
En el rincón donde la vida fue —y la palabra
fue palabra cosida a la solapa del tiempo—,
en la zona donde gimen las huellas con la flor del silencio,
la nada escribe con ceniza el origen del mar.
Sobre la tumba de T.S. Eliot mil pasos cruzan
la losa clavada en el silencio. Pisan su nombre
y siguen la ruta de los héroes caídos.
En el mar de la nada no hay voces ni nombres.
LECCIÓN PRIMERA
Acostúmbrate a morir cada noche
y a no darte por vencido. Aprende
las leyes no escritas de la vida y respeta
el orden en el que todo sucede.
Aunque nada sucederá si tú no lo provocas.
Haz de la caída un milagro y recuerda
que todo sacrificio responde a una victoria.
Acostúmbrate a que las heridas de ayer
sean memoria al borde del olvido, a que nada
perdure más allá de tus huellas, a que la noche
cubra de sombra la línea de tu sombra.
Recuerda que la palabra no nace del silencio
ni el amor se cobija en la región del abandono;
que todo lo dicho no mata cuando hiere
ni el corazón oculta su espalda a las traiciones.
Acostúmbrate a ser pasajero en la barca de la muerte,
pero no te des por vencido
porque vayas perdiendo vida mientras la vida pasa.
Acostúmbrate a nacer a cada instante.
CEMENTERIO JUDÍO
Toda una vida para llegar a la nada.
Toda la nada para contar una vida.
Toda la nada en la voz de la muerte.
Toda la vida huyendo hacia el silencio.
Escrita sobre una lápida reza una historia
que se repite sobre otra lápida
que junto a otra lápida cubre tierra muerta.
Tras las altas verjas alguien pisa despacio
las huellas que conducen al pasadizo
donde beben salmos de agua las estrellas.
Siglo a siglo los nombres aferrados a la piedra
han soportado las mordeduras del viento,
las puyadas de la lluvia, la picazón de la nieve.
Siglo a siglo aquellos que huyeron río arriba,
libres como las alas de un albatros,
hallaron en la estrecha sombra de estos muros
refugio para completar la eternidad.
Toda vida merece ser respetada
si respeto cosechó frente a las mareas
y contra los embates del mal tiempo.
Una hora de vida es vida,
y un minuto de vida es vida,
y un segundo de vida es vida.
Toda vida es el ahora, lo que hago o lo que digo:
lo demás es pasado, entrada o salida
por las verja oxidada de cualquier cementerio.
HORAS DE PAPEL
Vas juntando memoria a las palabras. Vas creando
al hombre que ya no está en ti: que vive en ti
pero con otra sombra, con otra mirada, con otra voz.
Ese hombre que recita en la sala en penumbra,
con los ojos cerrados, con los pies en aquella plaza
donde el sol del invierno defendía el rumor de los sueños.
Hoy caminas desde la memoria. Desde aquellos versos
que guardas en viejas carpetas azules, muy juntos,
reuniendo cada pedazo de ti, cada jirón de esa vida
que tan sólo existe en esas páginas, en esa memoria
que transforma la sangre en versos y las lágrimas
en horas de papel y voces en el alma.
Cada día es más larga la mirada. Cada día
más palabras se pegan a tu piel y escriben
la memoria de ese hombre que siempre va contigo.
URQUATH
(Loch Ness)
Desde las ruinas construimos el futuro,
edificamos el pasado y levantamos las leyendas.
Cada día nos reinventamos desde la derrota
que fuimos cada noche al acostarnos.
La vida es vivir y morir
en constante ejercicio de luces y de sombras.
Como estas sombras de tiempos destronados
que proyecta el castillo de Urquath
sobre las aguas gélidas del lago.
Como el misterio que encierran las aguas
en su fondo limoso, entre las algas
que cobijan huesos rotos y espadas,
que narran por su filo la brevedad de la vida,
la inmensidad de la nada y el óxido de la sangre
que tiñe de venganza el frío de la carne.
Entre las ruinas camino invocando el pasado.
El futuro es un camino que no ha cruzado nadie.
MILLENIUM BRIDGE
El agua emigra. No conoce tierra propia
pero siempre permanece fiel a sus orígenes.
En el fondo, en ese fondo borroso y limoso
donde la memoria hunde la edad del trigo,
somos como el agua turbia, como la sombra
que cruza caudalosa bajo este puente que une
las orillas de la vida y de la muerte, o viceversa.
El agua emigra, como la lluvia, o la vida,
o el chispazo de un beso a oscuras.
La vemos alejarse con la extraña sensación
de una música prolongada en la estación desierta
donde la soledad ordena la ausencia de los trenes.
Contemplo la madera triste que cabalga
la marea del atardecer, el descenso de una hoja
arrancada del cuaderno de viaje
donde he escrito un solo verso, una ráfaga
de luz lejana que vibra en mi garganta
como un grito sin pasado, ni derrotas.
El agua emigra. No conoce ataduras, ni existen
cadenas que logren amarrarla a la tierra.
Y sin embargo, permanece.
TIERRAS DE AGUA
En Naarden, una tarde
Una densa nube de ceniza me acompaña
por las tierras bajas que rezuman antiguo dolor
de siglos sumergidos entre barrizales de sangre.
Camino con la tristeza cosida a la retina
de quien sólo ve ruina en el pasado;
y no acierto a comprender el dolor de la hiedra
aferrada al eterno hueso rojo de las paredes,
ni sospecho cuánta verdad arrastra el agua
en su rueda invisible a través de los mundos.
El campanario de la vieja iglesia rompe el tapiz
que los grises de la tarde pulen con desgana
y una voz lejana anuncia la llegada del viento
a esta ciudad caída de Orión o Casiopea.
Ignoro hacia dónde conduce la senda de la vida…
mas no quisiera apartarme del angosto canal
donde el agua fluye mortecina y somnolienta,
conocedora de las artes sencillas de su oficio.
Dejaré, siempre, mis pasos al destino del agua.
Por muy pésima que se plantee la jornada,
por muy mal que vengan repartidas las cartas,
el agua siempre halla una salida para seguir viajando
al trote sincero que propone la vida.
ESCRITO
Escribo para no olvidar que viví.
Marcos Siena
Todo está escrito en la mano que estrecha
una mano abierta; en la mano que roza
la tinta sobre el papel; en la mano
que rodea la curvatura de las columnas;
en la mano que imprime sobre la tierra una huella
que dejará de ser memoria bajo la escarcha
para transformarse en hierba roja
entre las rocas que acuñan la canción del olvido.
Todo está escrito con pulso firme, con la fuerza
del hombre que obedece las leyes del instinto,
con el estricto rigor del albacea que dicta
las palabras que entreabren las murallas del vacío
y cierran los arcos de la herencia.
Todo está escrito en el portazo que cierra
las noches sin estrellas; en la gota de sangre
que busca el dolor de las espinas; en la cruz
construida con las piedras de la casa derruida;
en el hombre que regresa con la fiebre de la huida.
Todo está escrito con palabras de hielo
que no sabemos leer cuando sobre nuestras manos
deja de latir el corazón roto del agua lenta.
CONTRA EL OLVIDO
Escribo frente a ti y contra el olvido.
Escribo contra el olvido para vivir en ti
las horas del ayer que hoy me ofreces
con la lucidez de tu corazón y su memoria.
Sé que la muerte me espera al final de cada verso
y que tu presencia ahuyenta a los lobos del miedo.
En un rincón del mar trazo la línea de mi vida,
paralela al surco de tus huellas, al eco de tu voz
buscándome en la hazaña de las olas.
Sé que la muerte hundirá mis naves
y no tendré palabras para cubrir tu ausencia.
Avanzo a golpes, tropezando con las sombras
de soles derrotados, aferrándome a la noche
donde tu cuerpo resiste los envites del viento.
Sé que escribo frente a ti, frente a tu rostro
cercano como la luz que atraviesa mis sueños.
El tiempo nos vencerá, sí; pero este poema
quizá nos reviva en la llama de otros labios
y podamos seguir batallando juntos
—palabra, piel, corazón y vida—
contra las feroces alimañas del olvido.
MEMORIA YERMA
Sobre la mesa, un papel.
Una historia repetida
de confesiones al hilo de la vida y de la muerte.
No cuenta lo que soy. Ni tan siquiera
el hueco que habito cuando callo.
Cuenta
lo que fui o viví en las horas perdidas. Nada
regresa del mar de las mentiras.
Sé que mi ser es de sombra, de sombra espesa
que duele como la sangre seca
en la comisura del labio, que duele
como la palabra seca en el tranvía del adiós,
en la plaza desierta donde duele el viento
que trae memoria yerma
de aquél que ya no soy.
TRES POEMAS INÉDITOS:
(MAPAS)
Desorientado regreso tras mis pasos.
Existe una ciudad en el recuerdo, desmoronada,
donde crece, espesa, la maleza del olvido.
Todos los rincones me recuerdan el paso
por estas calles vacías, la desmemoria que albergo
cuando cierro los ojos y surgen a mi encuentro
los niños que cruzaban la calle para jugar
una partida de canicas frente al portal de casa.
Desorientado regreso a la fachada en ruinas
donde reconstruyo mi vida, donde cierro
las grietas de mis mapas de ayer
con palabras que nadie nombra y dejan,
sobre las calles desiertas,
huellas sin rumbo y tachones de sombra.
EL AGUA LLEGA A TODAS PARTES
El agua llega a todas partes.
Sin permiso inunda las calles
por donde ya no caminas y te trae
la piel abandonada de las sombras.
Pero la luz de la memoria
—escribes sobre el barro—
no nos devuelve la vida.
No basta recrearla
tras tus párpados apretados,
tras los labios que besan
el perfume del tiempo
atrapado entre libros y fotografías.
El agua insiste en las antiguas promesas
de los viajes de ida y vuelta.
Sin permiso deja huellas de sal y de arena
sobre los folios conjurados a la tormenta.
Pero la sangre de la vida
—escribes sobre los espejos—
no son retales de memoria.
Jamás podrás retenerla entre tus manos,
ni podrás enjaularla entre frías palabras.
La vida llega a todas partes,
y a todas partes va borrando el camino.
Como el agua.
CARTA NAVAL PARA NAUFRAGIOS
Naufragar.
Con los pies en la tierra, caminando solitario
en busca de las tormentas que solo yo oigo
cuando el corazón comprende
que toda circunstancia depende de un hilo,
de una frágil décima de segundo
condenada a ser neblina en el silencio.
Naufragar sabiendo que toda orilla es siempre el fin,
o el principio de un fin donde todo termina
como empieza todo:
bajo un sol que siempre amanece
y con el sonido de campanas anunciando
la quema del tiempo y sus rastrojos.
Naufragar con la lentitud del agua entre las manos,
braceando en la noche como el buceador
que anda perdido entre los arrecifes del sueño
y teme que las rocas
agranden el dolor más que la herida;
que al cerrar los ojos la oscuridad selle,
definitivamente,
las compuertas de un mar negro y sin memoria.
Naufragar con la convicción de la derrota,
con la certeza de que nada permanece
sobra la sal de las mentiras,
de que las palabras sólo acompañan cuando hace frío
y ninguna muerte duele menos que la propia.
Naufragar.
Foto de José Amador Martín
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