PUERTO MALDONADO Y ALFREDO PÉREZ ALENCART. ENSAYO DEL VENEZOLANO ENRIQUE VILORIA VERA

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1 Alfredo Pérez Alencart ante el puente que une las dos orillas del río Madre de Dios o Amarumayo (2014) Alfredo Pérez Alencart ante el puente que une las dos orillas del río Madre de Dios o Amarumayo (2014)

 

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar, en absoluta primicia, uno de los capítulos del nuevo libro del polígrafo venezolano Enrique Viloria Vera, especialmente vinculado con Salamanca a través del Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca (CEIAS). El libro tiene por título “Villas, pueblas y ciudades” y entre los capítulos que contendrá están los siguientes escritores y sus ciudades reales o imaginarias: Canoabo y Vicente Gerbasi; Caracas y Rafael Arráiz Lucca; Carora y Guillermo Morón; Comala y Juan Rulfo; Cumaná y José Tomás Angola; Ferrara y Giogio Bassani; Iquitos y Mario Vargas Llosa; Macondo y Gabriel García Márquez; Madrid y Enrique Gracia Trinidad; Puerto Maldonado y Alfredo Pérez Alencart; San Juan y Carmen Alicia Morales; Valparaíso y Juan Cameron y, finalmente, Barcelona y Begoña García Carteron. Aquí publicamos el dedicado a la ciudad natal del poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca.

 

 

PUERTO MALDONADO Y ALFREDO PÉREZ ALENCART

La costumbre de vivir del recuerdo enseña que el amor tiene un espacio donde algo sucede si el lugar se nombra. He vuelto con esta tarde amarilla que me asoma a lo pasado, con el horizonte caldeado por el antiguo anhelo de poner los pies en la tierra primera. Desde la fábula nombro al puerto de los recuerdos y digo: “¡Abracadabra!” Entonces se van abriendo las diáfanas ventanas de la infancia: las calles polvorientas se inundan de luz, los mosquitos zumban en el aire calinoso, la plaza se adecenta y huele a mango y tamarindo.

A. P. A.
Al confín de los confines, a su Madre Selva, regresa física y afectivamente el poeta Pérez Alencart a buscar la sustancia nutriente, el amor primigenio, la esencia imperecedera, la fuente inequívoca de una intensa vida que lleva transitando, afanado en mil menesteres del espíritu, entre el recuerdo indeleble e imperecedero del verde variopinto de la selva de sus primeros y peregrinos asombros, y los dorados destellos de una ciudad salmantina que, a pesar de sus dones y virtudes, no podrá jamás sustituir en la más profunda emoción del escritor a esa “arborescencia que en mi habita. / Estas savias irrigando / para siempre (…) Este ayer de ojos asombrados. / Este hoy consumiéndose en los ojos. / Más calofríos, más hojas temblando, / más raíces que se abrazan a mi alma.”

 

 

2 Alfredo Pérez Alencart por el río Manu, en la Amazonía peruana (1992)Alfredo Pérez Alencart por el río Manu, en la Amazonía peruana (1992)

El poeta es la selva, la selva habita plenamente en el poeta: “la selva es mía y bajo ella resucito: / soy de tierra caliente, no se olvide.” Esa asimilación unívoca, ese binomio emotivo se transforma – a confesión del escritor – en plural, surtido, vario, múltiple, como suele ser la vida toda y la selva misma: “Pasen a ver el fondo vegetal de la Tierra, / sombras de felinos, sudores / de quienes son ya parte de mi sangre. / Miren conmigo monos y pájaros, cinturones de helechos o rostros cansados / de tenaces castañeros.”

Pérez Alencart, siempre generoso en sus muy variadas entregas vitales, experimenta ahora la urgencia de convertirse en guía, en baquiano espontáneo, en tutor amazónico de unos sorprendidos e indoctos alumnos que lo acompañan sin melindres en su apasionado recorrido vital, en las febriles aventuras de su más alborozada infancia. Al viento y a viva voz, nuestro escritor expresa sus ganas de que lo escolten prontamente y sin demoras para adentrarse apasionado en el verde centro de sus más intimas turbaciones: “Entren, entren conmigo. / Les invito a un paseo enriquecido / por el destellar de mis reminiscencias.”

Y menudo recorrido propone el escritor por las rutas físicas y los vericuetos existenciales de sus más iniciales y auténticos asombros: el Amarumayo, el legendario río quechua de la serpiente o de la culebra, el actual torrente Madre de Dios; el Manu, una de las reservas de biosfera más diversa e importante del planeta y la ciudad Puerto Maldonado, la actual capital del Departamento peruano de Madre de Dios, fundado en diciembre de 1912, le sirven de telón de fondo al poeta para explayarse en sentidas y genuinas confesiones: “ENTREN, entren conmigo por esta trocha, / bajo la tenue luz de la lluvia: / Entren, amigos, y constaten lo que se siente / cuando en los ojos se posa el verde de la vida.”

El escritor, sin necesidad de solemnes juramentos doctorales, de pomposos compromisos de plaza pública, de bandos oficiales, nos promete que abrirá de par en par sus recuerdos, que agitará intensamente su emoción, dejando atrás silogismos, conclusiones, argumentos y raciocinios, para ser humanamente capaz de: “CERRAR los ojos y ser dueño / repentino de cursos fluviales. / Liberarse de entumecidas vigilias / y sentir selvas aquerenciadas (…) Hablaré de la madre a toda prueba: / en su regazo me abono el porvenir. / Vengan a mí, destilando memoria, / La Madre Selva y la Rosa Madre.”

A su llegada a la Selva Madre, en un vértigo de alegrías, júbilos y contentos, el poeta pide, no por la boca, sino desde el corazón, y es ampliamente complacido por picaflores frenéticos, por lagunas generosas que realizan el inmediato prodigio de la multiplicación de los peces, por noches sin orgullo que se oscurecen más intensamente, por puntos cardinales que le brindaron al poeta el horizonte entero como un infinito cántico a la amistad sideral, por familiares copiosos que vinieron desde lejos para llegarle adentro al corazón del emocionado solicitante; la tierna luna – cómplice benevolente – le ofreció su tersa mansedumbre a fin de que el escritor divisara con otra luz su mundo de ensoñaciones y que sus ojos acariciaran largamente lo silvestre. En fin, llegó el escritor a su infantil casa sin techos ni paredes para pedir “naturaleza como se pide revolución: / surgieron filiaciones imprescindibles, alegatos iluminando trayectorias vitales, / succiones de afectos y de tiempos / que se maceran en el próspero corazón / de quien asigna amor a la gente viva / y a los lugares del recuerdo constante”…y todo esto y más le fue dado.

 

 

3 Alencart  con su amigo y editor Aldo Gutiérrez, en el río Tambopata (2014)Alencart con su amigo y editor Aldo Gutiérrez, en el río Tambopata (2014)

Un tanto más sosegado, apaciguado, luego de tanta magnificencia planetaria y tanta esplendidez humana, el poeta hace un alto para escuchar, a viva selva, las voces y los recuerdos que desde el pasado comparecen a confirmar vivencias que ya había experimentado y otras que sólo intuía; caviles que ya había hecho y otros que estaba por hacer. Absorto en sus más recónditos afueras y adentros, ensimismado, reconoce ser una vegetación que las lluvias hicieron crecer, que tuvo el cuidado para contemplar de cerca lo que existe y lo que no, que tanteó inestables momentos, sintiendo a pedazos los hondos abismos de la reflexión, en fin, que siempre fue canto rodado de otros torrentes, de disímiles realidades, y que, cuerdo, juicioso, firme, tuvo a bien esquivar la mala hierba.

El verde y húmedo entorno de sus iniciales asombros le permite a Pérez Alencart realizar un balance preliminar de lo alcanzado y lo aceptado: “El corazón se me fue ajustando / al privilegio de una forma de vida: / Sin fatiga, los mitos tomaron asiento en mi imaginación. / Ningún triunfo, salvo / el acreditado amor de los ancestros. / Ningún fracaso, salvo / pequeñas injusticias.” En la intimidad de sus confines, el escritor se solaza de haber huido “del letargo de innúmeras propuestas” y dice de él mismo que “lo telúrico / me imantó a los blancos cabellos de la poesía.”

La selva es un agüero, un lugar propicio para contemplar y fabular, para descubrirla con los ojos del rostro y con los espejismos de la fantasía; la realidad adquiere otra evidencia, es a la vez un puede y un no puede ser, un albur y un conjuro, un riesgo y un ensalmo: un contexto dual que nace de una certidumbre y se manifiesta como una alucinación: “Yo no sé, pero creo que goteaban lágrimas / en los ojos del fantasma.” Así que nada tiene de extraño que el poeta experimente a su selva en las latitudes del ensueño, en las anchuras de la imaginación: “ME acerqué al encantamiento. / Vi farolas al crepúsculo, / mecheros encendidos como fuegos / aleteados. / Dádivas volando, centellas / delante de mis ojos. / Fue en el tiempo de la infancia. / Fue cuando se tejen asombros / ante la luz de las luciérnagas.”

 

 

4 Con alumnos y compañeros del colegio Guillermo Billinghurst, donde terminara su secundaria en 1978Con alumnos y compañeros del colegio Guillermo Billinghurst, donde terminara su secundaria en 1978

La Selva Madre y el Padre Río se hacen uno en la emoción del escritor a fin de que la añoranza y la nostalgia sean más genuinas y mucho más intensas: el colibrí vuela ahora por las venas del poeta y le obsequia sus mejores presagios; el canto de las chicharras “pule su eco” y expande sus sonidos hasta el hogar salmantino del trovador ; mensajes indistintos “de miel y de ceniza” le son ofrecidos al literato, anunciando la llegada de encendidos y arrebatados amaneceres; los troncos arrastrados por el río guardan como preciado tesoro el canto de los pájaros para ofrendarle una sonora serenata a quien regresa sin haberse ido; además, y por si fuera poco, “volaban pihuichos sobre árboles a la deriva”, mientras que también pasaban palizadas cargadas de achunis y trompeteros” y de repente para que la selva fuese más selva: “Pasaba lentamente alguna palizada, / con esa serpiente solita soleándose / en la rama del renaco partido por un rayo,” y “más atrás del monte, / allá por la Cachuela, / hunden sus largas patas / los timelos, danzando / en las tibias aguas, entre pescados y caimanes.”

Pérez Alencart no puede ¿y quién podría? ocultar sus más genuinos asombros ante una naturaleza que le ofrece lo mejor de sí para que se reencuentre con sus adentros y recree hasta los tuétanos sus ancestrales vivencias. Sacudido por el llanto ante tanta vida real y palpitante, el poeta, mecido ya en la insumergible canoa de sus evocaciones, confiesa: “LLUEVE y sigo pisando recuerdos. / Enseño lastimaduras cuando el cuerpo levita / sobre un tapiz esmeralda / que cifra aquilatadas bienvenidas. / Transterrado de tan inmenso reino, / tropezando, / a saltos de aire, / voy volviendo a lo que es mío. / Al atardecer, pego la oreja / al tronco del castaño más alto de la chacra / y unas lágrimas desbarrancan desde ojos / por penas sacudidos. / Otro mundo comienza / cuando se instala la noche entre los árboles.”

El poeta, sin ataduras, revela a suyos y extraños que: “el corazón se me fue ajustando / al privilegio de una forma de vida”, en la que sólo sabe donar al mundo “semillas desvestidas de la tierra”, porque seguro está de que, en su caso, con lo único que no ha podido el imbatible olvido es con “la selva y su fragancia.” Esa – selva y fragancia – que son sólo “un extraño aliento que se expande por el aire. / Apenas un jadeo tras árboles cubiertos de musgo. / No hay viento pero las ramas tiemblan / como si tuvieran fiebre.” Ciertamente, la selva del escritor no es la misma del turismo de aventura, de la minería depredadora o de la explotación maderera sin limitaciones, la suya es otra, personal e intransferible, espiritual, desconocida para casi todos los mortales, posee su propio aliento, un hálito distintivo, una esencia particular, que la Madre Selva revela exclusivamente a su hijo privilegiado, a aquel que la canta por encima del estruendo de las motosierras, la estulticia de los turistas de paquete y la avidez de los insaciables mineros. En efecto, Pérez Alencart inquiere decidido, altivo, dispuesto a la ineluctable afrenta de las emociones: “¿Alguien más conoce ese lugar lejano / donde nadie habita sino un espíritu / que no se ha desvanecido todavía?” Y para que ninguna duda quede, ninguna vacilación se interponga, el poeta, suficientemente explícito, declara a rajatabla: “es grande esta querencia, / este beber de ambrosías, / esta preñez de innumerables desvelos / por mi selva de los confines.”

 

5 La deforestación interminable La deforestación interminable

El río Amarumayo, su intensidad, sus raudales, su color, su indudable capacidad para generar viejos y nuevos asombros hace que el poeta experimente otra vez sensaciones arcanas y recupere vivencias guardadas que no sentía desde su remota niñez: “es de rigor volver / con el asombro jubiloso / de la infancia” sentencia emocionadamente. El Amarumayo despierta en el sensible ánimo del poeta sentimientos varios que lo llevan a formular una emoción personal y colectiva: “En el corazón de todos está el agua del aire. / En el corazón de todos está el pueblo y el paisaje. / En el corazón de todos está la voz que llama / a ese mundo escondido entre las llamas de los días. / A corazón abierto el mundo amado no se escapa; / acontece, se justifica, nace lento de un río invisible / que trae espumas y hálitos de embriagada naturaleza.”

Pálido, “intuyendo la continuidad que se avecina”, cae de rodillas el escritor, una, dos, tres veces, se embadurna con la humedad del aire, la caliente tierra del trópico recibe, atónita, las ofrendas provenientes de la palabra poética de Pérez Alencart, a la vez que, agradecida, le transmite efluvios clorofílicos que le servirán al poeta como fuente complementaria de energía que lo auxiliará en la delicada tarea de desempolvar viejas querencias y promover obligadas acciones de justicia. Para que no quede ninguna duda acerca del propósito fundamental de su intimo soliloquio, el poeta reconoce a la vista y oídos de todos que: “Soy el testigo que no mutila su sonrisa, / el hombre dispuesto a que el pecho se le estalle / si extravía el amor, el beso de la tierra / o la ilimité comunión con el territorio exacto / del origen. / En esta renovada aventura / debo quebrantar reglas que barnizan el artificio.”

 

6 En la zona de La Pampa, con Jacqueline y Salomón, comprobando los destrozos de la minería ilegalEn la zona de La Pampa, con su esposa  Jacqueline y  su hermano Salomón,

comprobando los destrozos de la minería ilegal

Son varios los versos que el autor consagra en su Soliloquio ante el río Amarumayo para que los artificios, los ardides, las artimañas, las astucias, los amaños se quebranten, pierdan su sempiterno barniz. Unos son intimistas, otros atañen a la dimensión de la familia, unos cuantos son expresión de un deseo de justicia social, otros expresan una muy comprensible preocupación ecológica. Pero dejemos que sea el propio poeta quien exprese sus angustias y esperanzas, sus alegrías y tristezas, sus conformidades y reclamos en estas imágenes que clasificaremos a nuestro mejor albedrío:

• Intimistas: “no hay tregua; surgen / alegrías que el recuerdo enciende, flores / suntuosas, señoras y señores, parientes, ciudad y selvas repitiendo ecos, / instantes huidos de lo que muchas / veces fui.”
• Justicieras: “Sí, / es cierto, mi tierra desde el aire / es una verde extensión con ríos visibles / e invisibles. Pero también hay poblados sin ayuda, / niños y hombres exhaustos, niñas en tal agonía, / mujeres que conciben y conciben. / El propio calor / es imán de la carne y repite desnudos y caricias.”
• Políticas: “Pero / no soy dueño / del futuro, / pero como hombre amo y soy generoso y no olvido / a quienes mal gobiernan mi terruño, / despiertos / cuando las elecciones, dormidos cuando / triunfan: ¡Arre, arre, arre! ¿Qué manos manchadas veo? ¿Qué promesas / preparadas para el olvido oigo? (…) Tuerzo el cuello a los proclamados / y a los pavorreales. / Y les recuerdo su grotesco oficio.”
• Modestas: “Si quisiera / exhibiría sapiencias, diplomas / y otro fruto de tenaz aprendizaje. / Pero no. / En este nuevo nacimiento / sólo enseño lo que me es propio: / aquel reino de luciérnagas / o esta doctrina feliz del que mucho debe / y ofrece que coman de su plato / y siente dulcemente el corazón se empapa / con locas alegrías y largas sombras.”
• Ecológicas: “Vuelvo a mirar árboles indultados / que resisten como viejas tortugas. / Vuelvo con mi verde acento intacto / y me sé quedar lleno de angustia / si pienso en el Ártico y el Antártico, / en islas de las antípodas que la marea va cubriendo, / en su vital dependencia de estas selvas. / Aires para el mundo entero descansan por aquí, / con sus purezas y alocuciones. Aguas para el mundo entero discurren por aquí, / bajando en silencio desde las cúpulas andinas. / He sentido el clima herido / y tengo idea que no aprendemos.”
• Conclusivas: “Oh fondo / primero de los días, / vengo de muy lejos para desvelar / emociones que esplenden / en mí desde que existo. / Esta / victoria / es la única que reclamo. / Luego pueden darme poca luz, poca luz, / pocaluz…”

 

El puerto se une a la selva y al río a fin de que el poeta se solace en el recuerdo, y su infancia retorne súbita y en torrentes a quebrar racionalidades y descoyuntar maduros sentimientos. Afiebrado de felicidad, infecto de placer, envirado de contentos, Pérez Alencart cierra los ojos para aparecer repentino, en un entusiasta viaje hacia los orígenes: “en las calles donde maduré mi infancia. He buscado lianas con las cuales trenzar afectos de otros tiempos junto a paisajes para mí definitivos. Feliz resulta conmemorar aquel alimento del corazón, volver a ser el infante con marcas de besos en las mejillas…”

 

7 A. P. Alencart con el Madre de DiosA. P. Alencart con el Madre de Dios

Un puerto es trepidación continua, tráfico, llegada y salida de gentes variopintas (“madereros, agricultores, mitayeros, pescadores, castañeros”) y mercancías diversas (“bolsas enjebadas, sacos de yute repletos de naranjas carnosas, yucas y racimos de plátanos por doquier”), es muelle, estiba y caleta, malecón transitado noche y día, embarcaciones de diferente tamaño y calado que van y vienen alimentando hambres y esperanzas, en fin, un puerto es también para nuestro poeta la grúa que sigue “izando mis asombros.”

El alucinado escritor llega al puerto de sus querencias para tomar un bote imaginario que lo conduce indefectiblemente a la vecina ciudad se sus recuerdos: “AQUÍ Alfredo Pérez Alencart pedía una naranja y recibía misterios; pedía besos de doncella y recibía el esplendor de los ocasos, lácteas iridiscencias, solemnes visiones (…) Alfredo pertenecía a la corteza virgen de los cedros, al color del huayruro y la velocidad del picaflor. Aquí surcaba ríos y convidaba bocanadas de dulce amor rebalsado de su corazón.”

El puerto es la ciudad y la ciudad es el puerto, así de invariable es la siamesidad que el poeta recoge en sus conmovidos versos, y ambos indistintamente, ciudad y puerto, puerto y ciudad, como se prefiera, son a la vez con él: “Eres conmigo, ciudad de las calles de fiesta, puerto fluvial que me siente en sus entrañas.”

El poeta desanda la urbe de sus primeros años con los ojos del recuerdo y con la riqueza de la imaginación, descalzo de ataduras racionales viene y va por Puerto Maldonado – “la calle Loreto, el jirón Cuzco, la avenida Dos de Mayo” – esa “ciudad que sobresale del polvo”. En un rincón “el azar descubre rutas semejantes a la tristeza” y el poeta afligido de emoción constata “He vuelto…He vuelto… He vuelto…” En otra embocadura admira “el amplio cielo y las sencillas casas de mi puerto”, calles más allá el escritor confirma “el registro de aprendizajes junto a la libre juventud florecida bajo el cielo de estos barrios” y en el viejo camposanto del puerto el escritor se lamenta: “la maleza invade tumbas del viejo cementerio e impone su presencia implacable sobre el hueserío restante de mis ancestros.”

El Manu, la reserva vegetal, ese verde y espeso corazón de la Amazonia, también hace lo suyo para que el delirio del poeta tome otros derroteros que complementen sus verdes, húmedas y polvorientas emociones. El escritor no puede ni quiere sustraerse al encanto de esa “naturaleza inventada para ser heredad del mundo”. Boga Pérez Alencart en una canoa que no recorre el río sino el tiempo: “Aquí no hay desengaños: este es el origen de un desconocido pez de escamas doradas, el reducto donde tintinea la creación alquímica, el lugar de donde posiblemente se calcó el paraíso…” sentencia el poeta espeleólogo, el descubridor del origen de la vida, el ecólogo explorador que transforma la cadena trófica en poesía: “Aquí está el escondrijo del lobo de río, los frutos que alimentan al venado, el venado que alimenta al jaguar, el jaguar que al morir proporciona comida al gallinazo carroñero y abona el suelo y germinan más aprisa las semillas que luego alimentarán a los monos, monos que serán cazados por águilas y nativos…”

 

 

8Alfredo Pérez Alencart, con sus padres Alfredo y Rosa (2014)Alfredo Pérez Alencart, con sus padres Alfredo y Rosa (2014)

El parque nacional de los confines es redescubierto por este poeta botánico que no dibuja sus especies sino las canta. Pérez Alencart va más allá de las evidencias botánicas y zoológicas, de los científicos nombres y las correctas ilustraciones, usa su pluma para que sea la letra y no el trazo, la poesía y no el dibujo, la que nos conduzca, a través de sus reveladoras preguntas, por la realidad deslumbrante del parque y sus especies: “¿De qué gota de agua, discreta y malabar, procede este boscaje soberano? ¿Cuál de los rayos selectos encañona sus disparos para lograr fotosíntesis tan inapelable? ¿Hay alguna otra aurora semejante que se descuelgue pisando blandamente las copas de los árboles?”

De la plural e intransferible emoción del poeta hemos recorrido, en la visita propuesta por el escritor: selva, río, puerto, ciudad y bosque; dejemos al propio Pérez Alencart el derecho que le asiste a realizar su sensorial síntesis de lo visto y ofertado, de lo evidente y lo evocado. Tendremos entonces, para culminar nuestro periplo amazónico, la perspectiva singular y afectiva realizada por un ferviente ciudadano emérito y militante incondicional de Puerto Maldonado:

Puerto Maldonado es una bullente ciudad cuya población bordea los cien mil habitantes. Tal crecimiento algo caótico ha menguado algo de su atractivo, pero no el de su entorno. Permanecen los dos ríos entre los que está enclavada y cada que vuelvo a mis orígenes suelo ir al Parque Grau, desde donde se divisa la confluencia del grande río Madre de Dios con el otro, algo menor, río Tambopata. Desde allí la visión de los atardeceres selváticos resulta imborrable. De calles y personajes de mi ciudad parto hacia una aventura mayor: tratar de dar cuenta de los otros territorios de esa vasta alfombra verde que constituye el departamento de Madre de Dios, fronterizo con los departamentos de Cuzco y Puno (Perú), con el estado de Acre (Brasil) y con los departamentos de Pando y La Paz (Bolivia).

 

9 Un mural con versos suyos en Puerto MaldonadoUn mural con versos suyos en Puerto Maldonado

 

 

 

 

 

 

31 comentarios
  • Jorge Luis Mendiola (Argentina)
    julio 20, 2015

    Amigo Alfredo, me despierto con este hermoso
    recorrido lírico por tu región de la infancia,
    ciudad y selva. Un acierto de Viloria Vera.
    Enhorabuena para ambos.

  • Choni Madueño
    julio 20, 2015

    Me ha encantado por este ensayo que trata sobre tus versos y tu tierra amazónica. Sigo diciendo que es un lujo tenerte en Salamanca, Alfredo.

  • Željka Lovrenčić
    julio 20, 2015

    Muy lindo el ensayo….

  • Henar Domínguez
    julio 20, 2015

    Alfredo: Qué interesante travesía por la selva de Madre de Dios a través de tus versos.
    Recibe mis felicitaciones.

  • ÁLVARO ALVES DE FARIA/SP/BRASIL
    julio 20, 2015

    Alfredo Pérez Alencart é um poeta na mais correta acepção da palavra. Um poeta merecedor de todos os elogios que se possam fazer à escrita. Um poeta que tem na poesia sua missão e sua fé. Um homem de gestos sempre nobres em relação ao outro. Fico feliz por esse reconhecimento. Alfredo é um poeta raro.

  • Jorge García Coco
    julio 20, 2015

    Precioso trabajo para una poesía de primera. Felicitaciones al poeta Alencart y al ensayista Viloria.

  • Manuel Morales
    julio 20, 2015

    Saludos y enhorabuena, amigo Alfredo. Así tenemos una visión más completa de tu obra.

  • Carmen Martínez Estrada
    julio 20, 2015

    Felicito al poeta Alfredo Pérez Alencart por esos versos que contienen la selva de su infancia. Un ensayo que deja hablar a la poesía del autor.

  • Paul Graham
    julio 21, 2015

    Ha sido hermoso recorrer, con tus versos, ese mundo amazónico que te llenado de poesía. Mi enhorabuena, Alfredo.

  • Manuel
    julio 21, 2015

    Alfredo: muy emocionante leer el trabajo y verte en tus raíces peruanas, amazónicas, en un abanico de informaciones que son novedades para mí y nos acercan más a tu persona, a tus valores humanos extraordinarios. Me alegra mucho tener a este hermano y amigo que eres. Un abrazo alegre.

  • R. Izaguirre
    julio 21, 2015

    Es algo fascinante verte junto a los ríos por los que navegó tu
    infancia, pero la verdadera maravilla ha sido verte junto a tus padres
    tal vez porque yo perdí los míos tempranamente. En todo caso, en esta
    nueva navegación vas de la mano de Enrique Viloria, un venezolano que
    escribe con soltura y mucha elegancia.

    ¡Qué suerte tienes!

  • Chico
    julio 21, 2015

    Amigo Alencart:

    Vendo a emoção que te invade ao reencontrar-se com os rios, selva, paisagens de tua infância, faz-me lembrar um nordestino paraibano, José Américo de Almeida: «Tudo se desfaz, menos os elos nativos que prendem o homem à terra. O homem será sempre prisioneiro de sua origem».
    Obrigado por haveres enviado as bonitezas do teu amado Puerto de Maldonado.

    A frase escrita em duas tábuas (última foto) louvando a honestidade, bem que seria uma chamada para os políticos brasileiros deixararem de meter a mão nos dinheiros públicos.
    Onrigado, amigo.

    Abraços de CNC

  • Albano Martins
    julio 21, 2015

    Querido Alfredo:

    Obrigado por esta viagem ao teu território de infância, à tua» Madre Selva e ao teu Padre Rio». Contigo nos levas aos lugares que, sendo teus, são agora ( mas já o eram, pela tua poesia ) também nossos.
    Fraterno abraço do
    Albano

  • Jorge Montero Díaz
    julio 21, 2015

    Querido Alfredo: muchísimas felicidades, qué alegría,

  • M. R.
    julio 21, 2015

    Enrique: Me encantó este ensayo. Me envolvió en una atmósfera desconocida y emocionante. Bella y exuberante. Muy buen trabajo, el tuyo, y el del poeta que nos hace recorrer desde distintas perspectivas esa parte del mundo….

  • Gregoire Sponville (París)
    julio 21, 2015

    Felicitaciones, Alfredo,
    He disfrutado leyendo este trabajo de Viloria Vera.

  • Luis Angulo
    julio 21, 2015

    Magnífica muestra de tu poesía enraizada
    en la tierra primera, en los orígenes. Va mi
    enhorabuena, amigo Alfredo.

  • Federico Zúñiga
    julio 21, 2015

    Alfredo:

    Van mis saludos y la satisfacción por haber leído este bello reportaje que, sobre tu tierra, ha hecho Viloria hilando tus versos.

  • Carles (Barcelona)
    julio 22, 2015

    Querido Alfredo,
    Es una excelente introducción a unas raíces esenciales de tu mundo, que te convierten en un autor de mayor densidad de experiencia.
    Me ha impresionado. La enhorabuena!
    Abrazos llenos de afecto y de admiración

  • Rosa Elena Orbegoso
    julio 22, 2015

    Ese mural debería ser puesto en todo lugar público de cualquier país.
    ¡Bravo por el poeta!

  • Alberto Mendieta
    julio 22, 2015

    Querido Alfredo:

    Un entrañable y precioso ensayo el que escribe Viloria sustentándose en tu poesía.

  • Margalit Matitiahu (Tel Aviv)
    julio 22, 2015

    Interesante ensayo sobre tu obra, querido Alfredo.

    Todo mi aprecio.

  • Ernesto Sifuentes
    julio 22, 2015

    Qué hermoso lo que escribes, Alfredo: «… A corazón abierto el mundo amado no se escapa; / acontece, se justifica, nace lento de un río invisible / que trae espumas y hálitos de embriagada naturaleza.”
    Te felicito.

  • Liliana
    julio 22, 2015

    Lindo trabajo!!!!

  • Ana Cecilia
    julio 22, 2015

    Alfredo: Ayer leí el texto de Viloria, muy bello, muy inspirado, me gustó mucho su estilo.

  • Horacio Contreras
    julio 22, 2015

    Una delicia la lectura de tus versos comentados por Viloria.
    Mi felicitación, amigo Alfredo.

  • Rizolete Fernandes
    julio 23, 2015

    Ter sido incluido neste livro entre tantas figuras importantes de expressão internacional e com elas ombreado, já dá, por si, a dimensão de sua estatura literária, de seu afazer poético. Parabéns,amigo Alfredo!

  • Ramiro Rosales
    julio 23, 2015

    Un ensayo muy atractivo, Alfredo, pues nos expone una de las principales dimensiones de tu obra, lo telúrico, ademas de la vertiente social, amorosa y cristiana. Mi más sincera enhiorabuena.

  • Beatriz
    julio 24, 2015

    Alfredo, mi más cálida enhorabuena por todo!!!, excelente!!!

  • Rolando Requena
    julio 24, 2015

    Verte por tus ríos y leer tus versos son un excelente complemento, amigo Alfredo. Un abrazo desde Santo Domingo.

  • Sylvia
    julio 29, 2015

    Querido Alfredo,
    Me alegra que Enrique Villoria haya puesto en relieve tu relación con Puerto Maldonado y lo haya acompañado con fotos recientes de tu visita allí.

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