Crear en Salamanca se complace en publicar esta reseña escrita por Rafael Carralero, editor de la revista Bajo Palabra, crítico de cine y profesor de la Universidad Iberoamericana, México. Ha publicado, entre otros, los libros de cuentos Con el ojo en la mira, El comienzo tuvo un nombre, El loco de Caamouco, Tiro nocturno (Premio nacional en Cuba), y las novelas Casa de espejos, El vuelo del Albatros, Tiempo y amor sobre el golfo, Episodio inconcluso, La otra asunción de la virgen, y su más reciente Náufragos de la esperanza rota.
Recientemente ha salido publicada por Ilíada ediciones, en Alemania, el libro ‘Procesado en el Paraíso’ del escritor y poeta cubano Ismael Sambra. Se trata de un voluminoso ejemplar, que ocupó durante 20 años el quehacer literario de este autor. Él ha preferido identificarlo como novela, aunque es un texto donde confluye una impresionante diversidad de géneros, sin que esto signifique pérdida de intensidad ni afecte el interés del lector, sino todo lo contrario. Se trata de una obra que, a ratos, es autobiografía, testimonio, documento, periodismo, texto didáctico, crónica, ensayo histórico y, por supuesto, narrativa novelesca o narración. En cualquiera de estos tópicos se puede percibir el aliento poético de un lenguaje diáfano y ameno, donde además la poesía como género aparece incorporada al texto.
La incorporación de la poesía al cuerpo narrativo es perfectamente coherente con el perfil creativo de Sambra. En realidad, es su plato fuerte. Desde los tiempos en que compartíamos las aulas universitarias, este peculiar santiaguero solía mostrarnos sus textos, donde ya se observaba la convivencia de géneros, aún en los textos breves. Recuerdo perfectamente aquel poema que coqueteaba con la narrativa y cierto lenguaje subliminal, en el que Sambra dialoga o reta a uno de los profesores emblemáticos de la Escuela de Letras: ‘Los poetas llegan tarde a clase’, premiado en un concurso universitario y publicado en la revista de la Universidad.
Por aquellos días escribió un magnífico cuento que llevaba como título ‘Las barbas que me hicieron recordar la muerte del tío Urbino cuando lo mató un tranvía en la calle Esperanza’, también premiado y publicado en la revista universitaria. En aquel momento le dije: Sambra, borra el texto y deja sólo el título, es suficiente. Era muy buen cuento, pero aquel título loquísimo era una especie de sugerencia o metáfora que se imponía a cualquier consideración crítica o de censura. Este texto aparece al final de su libro ‘Vivir lo soñado’ (Cuentos breves), publicado por Betania en el 2002. Un excelente libro, con 15 cuentos, varios de ellos premiados en diferentes concursos, al cual tuve la oportunidad de escribirle un epílogo. Aquí ya apuntaba: “Son cuentos contados con sencillez, con efectividad, con rigor estético, ingredientes suficientes como para que el lector se sienta arrastrado y agradecido además por las sorpresas de algún final y el muchas veces enigmático mensaje: …Las botas rojas del mando superior aplastan la yerba. Es inútil la fuga. Inútil la herida sobre la tierra adolorida. Sí, la historia la escriben los vencedores, pero la verdad la define el tiempo. La guerra lo oculta todo. La guerra es un motivo que se repite y que de alguna manera a todos nos ha tocado”.
En ‘Procesado en el paraíso’, como en cualquiera de sus obras anteriores, con independencia del género, que Sambra suele violentar o alejar del cauce de las clásicas convenciones, el lector encontrará, en esa rara libertad con que el autor se mueve de un género a otro con la aparente anarquía que le confiere a sus textos, el encanto de la espontaneidad arraigada en su personalidad, y su honestidad.
Hay que destacar en esta obra el recorrido minucioso que el autor hace para conformar el perfil del protagonista, que va desde la infancia hasta los días de su destierro, como uno de los aspectos más llamativos y consistentes, sobre todo en el modo en que recrea sus vínculos sociales y familiares y los va insertando con increíble coherencia y cadencia en el argumento, incluyendo los días en que cazaba, pescaba y convivía con la naturaleza singular de la región donde nació y creció y donde se encuentra por primera vez con los barbudos: “Nací dos años después que terminó la segunda guerra mundial y cuando apenas cumplía los 11, conocí a los barbudos de la sierra. Mi padre, que en paz descanse, era un comerciante de ésos que iban por los montes proponiendo su mercancía…” Atractivo comienzo que invita a continuar.
En ese discurso paralelo en el que narra o describe con ternura y nostalgia sus recuerdos de Santiago, va apareciendo el asunto que supongo ha sido la prioridad del autor, hablo desde luego del contexto político-social, donde la guerra aparece como el leitmotiv narrativo y donde el autor se ve inmerso en una lucha circunstancial con lo que le ha tocado vivir: “La guerra siempre vivió conmigo, es decir a mi alrededor. Creo que eso es la vida, una historia repetida en constantes círculos de guerra”. Hay en ese discurso una combinación de denuncia, reclamo, dolor. Describe momentos, más bien períodos en los que su decepción y rebeldía van radicalizando su visión crítica sobre un proceso, que primero fue de euforia y luego de angustias y que fueron propiciando el distanciamiento y, a veces, los enfrentamientos de muchos de los que inicialmente fueron arrastrados por las ilusiones creadas por una revolución prometedora. “Papá me llevaba, porque tenía varios motivos para llevarme, porque así podía disimular para hacer lo que hacía. Pero eso lo vine a saber después, porque él mismo un día nos lo dijo como arrepentido y con lágrimas en los ojos «Por esta revolución yo arriesgué hasta la vida de ustedes, carajo, y por eso me duele más la mierda que han hecho con ella».
Probablemente Sambra se aleja de la novela y se interna en otros géneros cuando decide enjuiciar y calificar aquel acontecimiento que un día abrazó y luego se distanció y se rebeló, al punto de ser procesado y llevado a la prisión, lo cual justifica la ironía del título ‘Procesado en el paraíso’. Dicho de otra manera, la novela como género puro —vamos a llamarle de esta forma—, no permite los calificativos del narrador, no le favorece en todo caso. La novela puede definirse en el tratamiento de la historia, en la dramaturgia, en la exposición de los personajes y los diálogos, porque los calificativos pueden debilitar el discurso narrativo. Vuelvo entonces a lo ya apuntado. En este caso el autor, sin alejarse de la trama novelesca, escapa hacia otros géneros, que le permiten los enjuiciamientos directos como «narrador en primera persona» y como «narrador omnisciente en tercera persona». Por eso la autobiografía, el testimonio, la crónica y el ensayo son partes importantes a considerar en la estructura de este libro, resuelto en un montaje paralelo con dos historias que al final convergen en una sola historia.
Aunque la «primera persona» asumida por el autor podría ofrecerle ciertas libertades en relación a lo anteriormente señalado, ocurre que se identifica no como personaje que narra, sino como autor implicado en la trama, que lo hace aparecer como contador protagonista de un testimonio de tipo histórico. Sin embargo, no lo estoy señalando como defecto o ingenuidad del escritor. Estoy seguro de que así lo concibió Sambra, con plena intención de contar, a veces poetizar y cuestionar un fenómeno político-social de magnitudes insospechadas: “Y los tambores sonaron más fuertes y los presos repitieron a una sola voz, en una gigantesca explosión de voces «Libertad, libertad, libertad» mientras se retiraban atronadoramente, rompiendo la quietud del lúgubre pasillo y la malsana intención de los sorprendidos y furibundos represores”.
El lector podrá apreciar, según su posición y punto de vista, que hay en esta obra un mundo de añoranzas, tristezas y decepciones, que una de sus virtudes consiste, precisamente, en que esos sentimientos, lo conducen a una valoración crítica profunda que no lo llevan al odio pernicioso. El odio puede ser en sí mismo descalificador, tanto para un político como para el escritor, sobre todo para este último, cuyo objetivo ha de ser contar, alejado de los resentimientos que pueden lacerar el valor artístico-literario de una obra como esta, basada en hechos reales.
Uno puede coincidir o discrepar con lo dicho aquí, que significaría discrepar con el autor, pero los que conocemos a Sambra desde los tiempos de la juventud estudiantil, sabemos que entre algunas de sus características están la sinceridad, la valentía y el desenfado, el mismo con que retó al consagrado profesor en el texto ya citado, y su capacidad de creer en sí mismo. Sin dudas Sambra se refleja en su personaje central.
Ismael Sambra puede ser impulsivo, exagerado y tal vez parcializado en algunas de sus apreciaciones, pero a su favor tiene como presentación especial, algo con lo que es difícil discrepar o ser atacado: es un excelente amigo. A esa cualidad suele rendirle siempre un gran tributo.
Miami, octubre 27 del 2021
Ismael Sambra, Rafael Carralero, Arnoldo Tauler y Max Barbosa (2016)
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