Crear en Salamanca tiene la satisfacción de ofrecer el prólogo de la antología “Poderosos pianos amarillos…”, publicada en la ciudad de Holguín (Cuba), por Ediciones La Luz, para celebrar el Centenario del poeta de Banes. Previamente se aporta un clarificante artículo de Gastón Baquero, escrito a raíz de una polémica en torno al encuentro literario “La isla entera”, organizado en Madrid el año 1995. 132 poetas cubanos, la mayoría residente en la Isla, logran demostrar lo que entonces decía Baquero: “la poesía cae siempre del lado de la libertad”. Y entre estos es abrumadora la nómina de poetas jóvenes cubanos. No por algo Baquero dedicó a los jóvenes su último libro publicado en vida, ‘Poemas Imposibles’ (1991): “A los poetas que llegan y seguirán llegando. A los muchachos y muchachas nacidos con pasión por la poesía en cualquier sitio de la plural geografía de Cuba”. Se incluye el listado de todos los poemas participantes con poemas a dedicados a Gastón Baquero.
Retrato pintado por el francés Sylvain Malet, para Celebración de la existencia
LA POESÍA CAE SIEMPRE DEL LADO DE LA LIBERTAD
El hecho de que una reunión de poetas cubanos, residentes unos en la Isla y otros en el exterior, siga despertando recelos, suspicacias, y explosiones de mal humor en ciertos medios, dice a las claras que falta mucho por recorrer, en las dos direcciones, para que al fin comencemos a convivir en paz y armonía todos los cubanos. Posiblemente lo peor de la triste división en «gente de dentro» y «gente de fuera», consista en que en ambas partes haya desconfianza y prejuicios. En el exilio hay personas que creen que todo el que vive en Cuba es un militante político más o menos declarado, y que el permiso limitado y difícil de conseguir que le concede el régimen, está pagado por el viajero con servicios de es¬pionaje, actividad propagandística, «comisariado» político, en una palabra.
A su vez, los de la Isla miran hacia Miami con la prevención de quien se siente odiado, menospreciado y amenazado. Las dos actitudes nacen de un mutuo desconocimiento. Consecuencia de esto: el «ala dura» de Miami dice que este Encuentro de Poesía en Madrid es una maniobra castrista para beneficiar al régimen con una imagen de liberal, culto y respetuoso de los derechos humanos; y el «ala dura» del régimen habanero dice que esta conversación entre poetas (propiciada, organizada y pagada por la española Secretaría de Estado para la Cooperación), es «una trampa del imperialismo yankee, un trabajo sucio de la CIA.
Y en el medio, atrapado entre las tenazas de esta doble estupidez, está un grupo de poetas, hambrien¬tos de hablar de poesía con sus colegas, necesitados de conocer y ser conocidos por sus hermanos. ¡Qué triste cosa es ver levantarse la suspicacia, el recelo, la maldad entre las páginas de un libro de poemas! Estos que han venido a Madrid para compartir con un pequeño grupo de poetas de la misma familia, de la misma voz, de la misma pasión de poesía, son hombres y mujeres personal¬mente libres, como es siempre libre el poeta, viva bajo el régimen que viva.
Porque conversemos so¬bre poesía unos cuantos compatriotas ¿a quién dañamos, a quién ofendemos, a cuál principio ético faltamos? Lejos de manchar una iniciativa tan noble como la concebida por la Secretaría de Cooperación como una pequeña pero brillante contribución al ideal de la fraternidad entre los cubanos, lo que debemos hacer todos es aplaudir la generosa idea. La poesía cae siempre del lado de la libertad.
Gastón Baquero (ABC, 25/11/95)
LOS CIENTO TREINTAIDÓS POETAS CUBANOS
Eugenio Florit, Fina García Marruz, Luis Marré, Domingo Alfonso,Orlando Rossardi, Carmen Serrano, José Kozer, Pío E. Serrano, Lorenzo Suárez Crespo, Lina de Feria, Jorge Agustín Rodríguez, Eliécer Barreto Aguilera, Marino Wilson Jay, Maya Islas, Alejandro Querejeta, Felipe Lázaro, Ricardo Riverón, Thais Margarita Ballenilla, Juana García Abás, Lourdes González, Bladimir Zamora, Jesús J. Barquet, Manuel García Verdecia, Carmen Hernández Peña, Lucía Muñoz, Efraín Rodríguez Santana, Alejandro Fonseca, Lucy Araújo, Remigio Ricardo Pavón, Luis Carlos Suárez, Alberto Marrero, Angela de Mela, Alfredo Zaldívar, Alberto Acosta-Pérez, Orestes González Garayalde, Roberto Méndez, Frank Padrón, Juan José Jordán, Juan I. Siam Arias, José Poveda, José Raúl Fraguela, Tony Borrego, León Estrada, Reynaldo García Blanco, José León Díaz, Belkis Méndez, Arístides Vega Chapú, Maribel Feliú, Argel Fernández Granado, Rigoberto Rodríguez Entenza, Ana Gloria González, Daer Pozo, Juan Carlos Valls, Rafael Vilches, José Manuel Espino, Camilo Venegas, Zurelys López, Carlos Esquivel, Miladis Hernández, Rafael Enrique Hernández, Ramón Elías Laffita, Ghabriel Pérez, Juan Carlos Recio, Libnis Díaz, Odalys Leyva Rosabal, Luis Manuel Pérez-Boitel, Gaudencio Rodríguez, Alexander Besú, Daniel Díaz Mantilla, Eduardo Pino, Francis Sánchez, Juventina Soler, Amarilis Terga, Norge Espinosa, Ronel González, Manuel Navea, Omar Parada, Milena Rodríguez Gutiérrez, José Luis Serrano, José Luis Fariñas, Israel Domínguez, José Félix León, Yosvel González, Pablo Guerra, Ian Rodríguez, Gleyvis Coro, Nelvis Góngora, Kenia Leyva, Rafael Carballosa, Ray Faxas, Osvaldo Gallardo González, Diusmel Machado, Youre Merino, Adalberto Santos, Luis Yuseff, Isván Álvarez, Frank Castell, Leymen Pérez, Yusmel Pérez, Yulexis Ciudad Sierra, Yunior Felipe Figueroa, Kiuder Yero, Orlando Andrade, José Alberto Velázquez, Dáykel Angulo, Osmán Avilés, Ariesky Castillo, Osmany Echevarría,Irela Casañas, Niurka Valdés, Yanier H. Palao, Lizue Martínez, Jamila Medina Ríos, Anisley Miraz, Taimí Ocampo, Eliécer Almaguer, Zulema Gutiérrez Yunier Riquenes García, Reinier Rodríguez, Moisés Mayán, Ricardo J. L. Deville, Legna Rodríguez, Sergio García Zamora, Lisandra Navas, Monika González, Heriberto Machado, Jorge Luis Pérez, Elizabeth Reinosa, Robin Rey Hernández, Camilo Noa, Frank Alejandro Cuesta, Antonio Herrada.
Además, como poetas extranjeros invitados, figuran el colombiano Juan Gustavo Cobo Borda, el panameño Javier Alvarado, los españoles Luis Frayle Delgado y Carlos Borrego, y, finalmente, el peruano-español Alfredo Pérez Alencart. A manera de anexo se han incluido las dos conversaciones que mantuvo Baquero con Felipe Lázaro, en 1987 y 1994.
Rodríguez Coronel, Bergasa, Baquero y Alencart, en la Universidad de Salamanca (1992, foto de Jacqueline Alencar)
GÁSTON BAQUERO: CENTENARIO CELEBRADO (V. LÓPEZ LEMUS)
Yo soy quien vela el trazo de tu sueño.
GASTÓN BAQUERO
La gratificación esencial, el más alto premio que Gastón Baquero (1914-1998)
obtuvo en su vida fue la alta elaboración de su poesía, que lo distingue como uno de los poetas capitales de la lírica en lengua española, y de la cubana en particular, en el siglo XX. Él estaba cansado de que lo identificaran como el autor de «Palabras escritas en la arena por un inocente», y en verdad tuvo razones: dentro de su obra hay textos tan antológicos como el mencionado, que pierden a veces su grado valorativo ante la crítica, por el acierto y fama del valioso palimpsesto de la arena.
Lo conocí dos o tres años antes en Madrid, pero fue en 1994 cuando pude intimar un poco más con él. Claro que hablamos sobre la poesía, y en particular sobre la cubana. Era un sabio. Sus libros de ensayos lo demuestran. Pero en el diálogo era riquísimo y suelto y pedía al interlocutor igual soltura, nada de cuidar frases: decir lo que se piensa y reflexionar sobre lo dicho. Creí encontrarme con un hombre hiperintelectivo, y ante mí dialogaba con una persona plena de sencillez y lenguaje llano, en el que se expresaba con fuerza de criterio sobre este o aquel poeta o movimiento lírico, o era cauto y cordial para hablarme del necesario diálogo entre los cubanos, dondequiera que viviéramos, dentro o fuera del archipiélago nacional. Ese discurso no era simpático a radicales de los dos brazos del cuerpo, de las dos alas del hemiciclo; sobre todo era ingrato a los fundamentalistas de siempre, porque un hombre que provenía de la derecha cubana prerrevolucionaria, ejecutivo hasta su desaparición del Diario de la Marina, no debería estar hablando, según ellos, sobre reconciliación y diálogo en los años finales del siglo.
En Madrid había vivido o sobrevivido muchos años de desterrado, sin que los españoles apreciaran sus méritos con real intensidad; comenzaban a reconocerlo en las postrimerías de su vida. Una cátedra salamantina le rindió homenajes ya en la década de 1990; su rica obra se difundió más, y hasta algunos poetas catalanes vieron en él a uno de los antecedentes básicos de lo que por entonces llamaban la «poesía culturalista», de alto grado intelectivo y de fuertes referencias literarias.
Llegué a su casa precedido por la relación que habían establecido en 1990 él y mi compañero, el poeta Alberto Acosta-Pérez, quien se trajo desde Madrid dos volúmenes baquerianos, dedicados por el célebre poeta, y que sirvieron para abrirnos camino en una obra que, publicada en su mayor parte en España, apenas conocíamos por poemas sueltos. Alberto y yo hicimos lecturas de gozo. Alberto le abrió las puertas a su influjo en su propia poesía. Ambos escribimos textos de alabanza que fueron publicados en Salamanca,1 y que estaban entre los primeros que autores cubanos, residentes en la Isla, escribían sobre el poeta singular. Sé por su testimonio que a Gastón les complacieron mucho; tachó en el original de mi texto la fecha de nacimiento. Había colocado el año 1916, y encima él puso con su letra: 1918. Yo le quitaba dos años, él se retiraba cuatro. Me resultó muy simpático que, ya anciano, le gustase jugar de esa manera con su edad. Yo sabía muy bien de quién se trataba, uno de los cuatro grandes de Orígenes, con José Lezama Lima, Virgilio Piñera y Eliseo Diego como lumbreras acompañantes.
Gastón Baquero con Bladimir Zamora (1993, foto de A. P. Alencart)
A la sazón de nuestra relación con el poeta de «Testamento del pez» y de Saúl sobre su espada, algunos cubanos residentes dentro o fuera de Cuba lo alababan ya sin temor; solo quiero recordar, como homenaje a todos, al menos a los dos que supe de más íntima y larga relación: Felipe Lázaro y Bladimir Zamora. Muchos otros desde Miami y La Habana se acercaron al hombre y a su obra, sobre todo alrededor del Premio Cervantes 1992, otorgado a Dulce María Loynaz. Él mereció también ese premio, pero los premios, premios son, y a veces no solo son injustos, sino excluyentes, y algunas de las firmas literarias mayores se van sin ellos. La década de 1990 resultó ser la de su legítima resurrección, y tanto en España como en Cuba, o en los Estados Unidos, la poesía de Baquero fue mejor leída, sobre todo con mayor cantidad e intensidad, y se descubrió que sin él, sin mencionar su nombre y obra, no hay historia de la literatura cubana, ni hay panorama de la poesía de la lengua española realmente respetables. Su nombre se agrandó frente a la legítima calidad de lo logrado.
Gran artista de la palabra, Baquero era uno de los últimos poetas del siglo XX que mantenían una fe casi religiosa, exaltada y a la vez prístina ante el hecho poético. Cierto que hay algo de «aristocrático» en su manera discursiva, en su aprehensión poética del mundo, en su convergencia con Rainer Marie Rilke, muy estimado por Baquero. Él fue más que un artesano del verbo, pues como quiso Rimbaud, aplicó mucha alquimia verbal, búsqueda imposible de un lapis philosophorum, de un Santo Grial poético escondido en las inflexiones de la lengua, en los matices del idioma, en el dominio de la palabra como con freno de caballo: el ser poético debía responder al poeta y expresar su voluntad comunicativa, sea esta oscura o luminosa, barroquizante o tan clara como una letrilla. El gran Baquero era un servidor de la palabra poética, un obispo de la religión perenne de la poesía. Oficiante, era dueño pleno de su oficio como él quería que su oficio fuera.
El poeta y profesor angloespañol Niall Binns le preguntó en una ocasión: «El exilio, ¿ha sido fecundo para su poesía?». A lo que Baquero respondió:
El exilio, visto del lado político, es una enfermedad, una ruptura con la realidad ya asimilada. Pero yo soy exiliado de otro ámbito, no sólo de Cuba. Siempre me he sentido como un extraño en el mundo, exiliado de la naturaleza física tan incompleta e indiferente, que tanto nos desprecia e ignora. Nacemos prisioneros de un país, de una lengua, de una cultura, de un momento político, de tantas cosas, tantas prisiones. Somos prisioneros, demasiado prisioneros. Sólo nos salva la imaginación. Sólo por la poesía se libera el hombre.2
Esa noción salvífica de la poesía, queda en el campo que Baquero llama «la imaginación», que de alguna manera tiene que ver con el concepto de poiesis, tan reelaborado por José Lezama Lima en su sistema poético, como creación que comprende naturalmente la imaginación, la creatividad de algo que no tiene que ser solo un texto poético de resultado literario. La poesía en ellos es algo más; vive en una naturaleza que también Samuel Feijóo (asimismo centenario en 2014) se ocupó de exaltar como fuente poética esencial, y reviste una dimensión cósmica, como fuerza constitutiva de la realidad, desde los quarks hasta la galaxia. La poesía no es solo un género literario sino que resulta parte de los ladrillos elementales del cosmos.
Por supuesto, Gastón Baquero fue un intelectual creador dentro de un género de la literatura que también llamamos poesía. Él no se limitó a creer que solo es poesía lo que la palabra contiene, aunque fuese precisamente un poeta de la palabra y de las ideas, un creador que trabajaba con fuerza en el idioma desde el periodismo, el ensayo literario o el poema. La poesía lírica resultó realmente su fuerte, lo que lo convierte en un VIP literario, lo que le ofrece identidad. El «prisionero» halla su liberación por la poesía. La enajenación de la sociedad, no solo contemporánea, encuentra en la poesía una salida humana esencial, del espíritu, una salida con rumbo hacia la belleza y la eticidad, sin despreciar lo doloroso y absurdo de lo que André Malraux llamó «la condición humana». ¿Y qué es esa «condición» sino la «identidad» del ser? El ser para la poesía busca una redención en la Palabra. La palabra es fe, es el Logos, es la aventura de la búsqueda incesante del hombre en su entorno y más allá de él, si no decimos mejor que para el ser todo es entorno, y en todo hay poesía.
Gastón Baquero se sumergió en una poesía que dictaba su ideario. Como para José Martí, ella es un hecho de identidad, no mera transmisora de identidades, sino identidad per se; identifica al ser y a su comunidad, identifica a un pueblo, identifica a una lengua, donde Gastón siente ese sentido de «prisión» redimible por la poesía.
Repasando la Polémica literaria entre Gastón Baquero y Juan Marinello (1944),3 llegamos a comprender mejor dos actitudes diferentes ante la vida: la del marxismo revolucionario y la del poeta que como Lezama Lima buscaba en «cotos de mayor realeza», aparentemente apartado del hecho político. Baquero, sin embargo, se declaró «prisionero» de ese hecho, y la sola idea de tal prisión no lo excluye de contexto. Fuertes fueron las críticas de Marinello en «La vereda desusada y las vías naturales»;4 respondió Baquero en varios artículos en el diario Información. Los términos de la polémica eran intelectuales, pero el trasfondo resultaba político. No se hallaba Gastón Baquero del lado que propugnaba Juan Marinello sobre la transformación social revolucionaria. Estos disparos de 1944 dejaron bien en claro las actitudes de los dos contrincantes en enero de 1959. Ese trasfondo de la cultura cubana no puede ser omitido en una valoración ni siquiera festinada de los sólidos aportes que Baquero hizo a la cultura nacional. ¿Toca juzgar la actitud política cuando nos interesa advertir la actitud poética? ¿Será acaso que la noción de la poesía, como salvadora del ser, la desvincula de los procesos sociales que viven una nación o un conjunto de ellas? Es inevitable que Baquero, como cualquier hombre vivo en su momento histórico, debe enfrentar también el juicio de la historia, pues habiendo estado al servicio de la cultura, su visión del mundo y su acción social y cultural en los años de la década de 1950, contradijeron la de aquellos que veían a la cultura creativa al servicio de la transformación social revolucionaria. Es también la contradicción entre las poéticas de servicio y las que buscan en la poesía otro tipo de desenajenación humana. Baquero miró al mundo con cristales diferentes, polémicos, pautados en el órgano de la derecha política. Su poesía es «otra cosa», como dijo Marx sobre Balzac. Su poesía toca fibras muy ahondadoras de la identidad humana y trae una contribución inevitable al proceso transformador de la vida, no solo de la vida literaria, sino también de la social.
Puede parecer «brasa ardiente» arrimarnos a estos temas. Puede parecer impropio para comentar una antología encomiástica, a la que mi texto pretende servir de introducción. Pero el asunto está allí, sobre la mesa, sobre el quién es quién en el desarrollo hondo y no solo circunstancial, temporal, de la cultura de una nación y de un idioma. No es Gastón Baquero una firma demasiado pequeña como para ser omitida, como para ser ignorada. Pero una cosa es su pensamiento, que inevitablemente debe estar detrás de su aprehensión poética del mundo, y otra su honda contribución por la poesía y el ensayo erudito a ese desarrollo cultural.
Es sorprendente, por ejemplo, que en una antología en honor a Baquero, sea esencialmente la juventud cubana del inicio del nuevo siglo quien celebre y cante y valore al poeta, sin que todos tengan en cuenta el salto de su dimensión humana y de su interpretación política del mundo. Toda poesía de la polis, de la ciudad, de la ciudadanía, no queda exenta de valoraciones como la que libremente hizo Juan Marinello y pueda hacer libremente cualquier ensayista cubano, frente al evidente entusiasmo que causa en la juventud una poesía tan elevada, tan cubana, tan radicalmente «metapoética», como la de Gastón Baquero. Criticar en libertad de pensamiento no es negar calidades y contribuciones reales y de peso. El cosmos no es unidireccional, aunque lo sea el Tiempo en él; la expansión es hacia todas partes, hay de todo en el universo, y hay poesía en ese todo y para ese todo. Ninguna exclusión por razones políticas, éticas, de género o incluso estéticas o de otras índoles, contribuye al bien de todos, al crecimiento de la poesía esencial que la Nación y el idioma como comunidad extranacional, precisan. Aquí están Juan Marinello, con sus valores de hombre comunista, y Gastón Baquero, con los suyos diferentes, en la edificación de una nueva Nación, como reza martianamente la constitución revolucionaria: «Con todos y para el bien de todos», lo cual no puede ser letra muerta. La política y la poesía tienen sus esferas expresivas dentro de la identidad y son ellas identidad en sí mismas. El hombre «apolítico» no existe; ya decir serlo, es definir una tendencia. Baquero no puede escapar como hombre a la evaluación de su pensamiento. Habrá que hacerla. Es un deber también para la cultura nacional, a la que él, claramente, desde la derecha del pensamiento cubano hasta 1959, sirvió y sirve con una obra lírica capital.
Quizás el exilio político sí le convino mucho. No se fue a Estados Unidos, donde tal vez pudo sacar más partido a su posición, sino a una España aún bajo Francisco Franco, en donde la intelectualidad lo ignoró por mucho tiempo, y donde tuvo que hacer muchísimas labores, incluso no de escritura, para sobrevivir. A ese exilio, que él transformó en ontológico, debemos otro Baquero, conciliador y cuidadoso en sus declaraciones, que no se dejó manipular por las fuerzas de Miami, aunque, por supuesto, tampoco fuese partidario de la Revolución. Ahora detengámonos un poco más en la valoración desde la poesía, de su poesía, que es exactamente lo que lo hace grande entre nosotros, los cubanos.
Sylvain Malet entregando el cuadro a Baquero, en presencia de Ortega (foto A. P. Alencart)
Y esto es, con justicia, lo que hace la generosa selección de Luis Yuseff de ciento treinta y dos poetas cubanos que cantan a Baquero. No ha de extrañar este júbilo por el centenario de un gran cubano, de un gran poeta, de Gastón Baquero, aunque algunos podamos estar en acera diferente de sus criterios políticos «de otra época», pero acompañándolo en su aporte esencial de belleza y hondura en una de las esencias de la Nación: su poesía.
El coro es bien nutrido en Poderosos pianos amarillos. Poemas cubanos a Gastón Baquero. El poeta que es Luis Yuseff, poeta esencial, «fatal», como decía Juan Ramón Jiménez, se conmovió ante la necesidad de evocar al gran poeta en su centenario, y ante la variedad y cantidad de autores que estiman tan altamente la obra baqueriana, que se comprometen con la escritura de poemas dirigidos a su memoria. Poeta faro, Baquero es para muchos de ellos un autor referencial, un autor que deben estudiar en el proceso creativo, un poeta con obras de goce permanente.
Me asombra en primer plano la valoración lírica juvenil, de las generaciones finiseculares del siglo XX. Algunos poetas del final de la lista serán ya nombres exclusivos del siglo XXI, en tanto que la selección comienza con un creador alto, de los mayores de Cuba, y de la generación anterior a la de Baquero, el grande de Cuba que fue Eugenio Florit. Sigue solo un poeta de Orígenes: Fina García Marruz, y solo dos de la Generación de los Años Cincuenta: Luis Marré y Domingo Alfonso. Prosiguen los más jóvenes de esa misma generación, que debemos extender por razones estilísticas y de contenidos hasta los nacidos en 1945, de ellos hay aquí representados solo siete poetas. De la generación siguiente, que puede considerarse como la de las promociones nacidas entre 1946 y 1959, tenemos veintisiete poetas. De la promoción nacida en la primera década de la Revolución, la de 1960, hay treinta y cinco poetas, en tanto que de la promoción de nacimiento en la década de 1970, suman treinta y cinco poetas. De entre los nacidos en los años ochenta, hay veintiuno, y tres vinieron al mundo después de 1990.
Esta proporción cuantitativa nos dice algo: es entre los jóvenes nacidos tras la Revolución, que Gastón Baquero ha dejado una impronta tal, que ellos se vieron conminados a incorporarse al florilegio. Si bien algunos de sus textos se sienten como escritos para el caso, por pedido o por la voluntad de no quedar fuera del homenaje, notables poemas agrupa esta compilación de Yuseff. Los datos cuantitativos son útiles incluso para estudios sociológicos, pero para la poesía revelan otras razones: quizás demuestran la ausencia de poetas vivos referativos, faros irradiantes a los que se les sigue en sus poéticas o se les niega para emprender caminos nuevos. En una lectura detenida de la mayoría de los textos, predominan dos líneas: la del homenaje desde dentro, bajo el influjo baqueriano; la del canto de celebración, que no compromete más al poeta que hacer honor a uno de sus mayores.
Alfredo Pérez Alencart y Gastón Baquerro, en Salamanca (1994, foto de Jacqueline Alencar)
De la lista ofrecida son muchos los poetas realmente poco conocidos que se hallan en la etapa inicial de búsquedas de sus voces, y que la vocación los impele a admirar a un poeta de tanto relieve y tan apartado por décadas del discurrir de las publicaciones y de la crítica de la poesía de Cuba. Reasumir su voz no entraña un compromiso político, al menos eso parece advertirse en la inmensa mayoría de los textos, que celebran la obra antes que la acción civil del hombre. Yo quisiera mencionar algunos, no para destacarlos del conjunto, sino solo para observar la diversidad de tendencias líricas que ellos representan, poetas muy diferentes y de edades diversas, que ya han colocado su nombre, gracias a sus obras, en la palestra literaria cubana, como son: Carmen Serrano, José Kozer, Lina de Feria, Marino Wilson Jay, Maya Islas, Ricardo Riverón, Juana García Abás, Lourdes González, Jesús J. Barquet, Manuel García Verdecia, Lucía Muñoz, Alberto Marrero, Alfredo Zaldívar, Alberto Acosta-Pérez, Roberto Méndez, León Estrada, Reinaldo García Blanco, Arístides Vega Chapú, Rigoberto Rodríguez Entenza, José Manuel Espino, Zurelys López, Carlos Esquivel, Odalys Leyva, Luis M. Pérez Boitel, Manuel Díaz Mantilla, Ronel González, Jorge Luis Serrano, José Luis Fariñas, Israel Domínguez, Ian Rodríguez, Gleyvis Coro, Luis Yuseff, Frank Castell, Jamila Medina, Legna Rodríguez… Y como toda lista, cometo la injusticia de dejar de mencionar a algunos destacables, destacados, y que aun se destacarán más en el futuro. Mi interés es solo analítico, ver los textos de cada uno, advertir las diversidades incluso ideológicas o ideoestéticas de los poetas, o de sus propios poemas. Y advertir que son autores que viven a lo largo y ancho de la no tan ancha isla de Cuba, y algunos en el exterior, donde viven no pocos. Esta colectánea, este florilegio por un centenario, esta compilación que tiene de todo, como en la viña del Señor, es profundamente necesaria, útil, puede dar pie a diversidades de estudios y de enfoques.
Con Poderosos pianos amarillos. Poemas cubanos a Gastón Baquero, Luis Yuseff ha tocado una puerta misteriosa: ¿por qué esa afluencia de los más jóvenes a la lectura de un poeta tan diferente a ellos mismos? De este modo, el homenaje se torna también un reto: Gastón Baquero de pronto reaparece en su Isla bajo el signo de la veneración, el que nunca alcanzó cuando vivió aquí, cada vez más apartado de la poesía en la década de 1950. Retoñaron sus fueros poéticos y alcanzó a autoantologarse en un libro que debería publicarse ya en Cuba como clásico de su poesía nacional: Magias e invenciones,5 donde Gastón se dio el lujo de traducir e incorporar como poesía suya, algunos poemas del África negra, donde incluyó selecciones de todos sus libros, y donde hay algunos poemas de los más bellos que se hayan escritos por poeta cubano alguno. En el preámbulo declaró: «Creía estar haciendo una poesía de la inteligencia, y me salió un poemario del desconcierto y de la confusión de un hombre cualquiera ante el enigma del mundo, que es la más trivial y la menos inteligente de las reacciones ante el enigma del mundo. En el fondo, todo vulgar, instintivo, fisiológico: una pena». No quería poesía emotiva sino intelectiva, pero le salió de todo, y ese «de todo» no es una pena para nosotros, sus lectores admirativos.
Luis Yuseff ha prestado un servicio preclaro a la reincorporación de Baquero en el panteón lírico más alto de la Nación. Poderosos pianos amarillos. Poemas cubanos a Gastón Baquero es justamente un homenaje, pero lo aventaja, lo excede, lo rebasa: quizás tengamos en mano un libro de enseñanzas, de enseñanza de la historia y de la sobrevivencia de la poesía en ella, del carácter de identidad que la poesía entraña, identidad de un hombre y de una Nación en sus evoluciones, en sus cambios, en sus nuevos retos. Aquí no hay solo un florilegio al uso, hay todo un libro que contiene poesía sobre un poeta, que lo alude o lo imita, que lo aplaude o lo deja pasar como un lampo sobre un lago del Paraíso. El homenaje se consuma, pero todo lo que ofrece este volumen para análisis, reflexión sobre la evolución de la poesía, de la cultura y de la historia de la sensibilidad en Cuba, deja mucho para reflexionar. A Luis Yuseff se le ocurrió un bello homenaje y lo ha armado como un libro infinito, acerca del cual mucho se podrá escribir sobre qué ocurre hoy, desde hoy y desde mañana, en la poesía de Cuba. La diversidad de estilos, de puntos de vista líricos y de diferentes calidades poemáticas es tal, que el homenaje se nos convierte en material de estudio, en muy interesante y valioso texto referencial para la crítica, y también, por qué no, para la lectura gozosa y desinteresada.
Termino. En la tercera parte o tercer poema de Memorial de un testigo (1966), hallo estos versos de Gastón Baquero que me sirven como anillo de colofón:
No sé si antes o después o siempre o nunca, pero yo estaba allí, asomado a todo
y todo se me confunde en la memoria, todo ha sido lo mismo:
un muerto al final, un adiós, unas cenizas revoladas, ¡pero no un olvido!
porque hubo testigos, y habrá testigos, y si no es el hombre será el cielo quien
recuerde siempre
que ha pasado un rumoroso cortejo, lleno de vestimentas, lleno de esperanzas
y rehuyendo el temor: siempre habrá un testigo que verá convertirse en
columnilla de humo
lo que fue una meditación o una sinfonía, y siempre renaciendo.
La Habana, 1 de diciembre de 2012.
A la memoria de Alberto Acosta-Pérez.
Gastón Baquero y Alfonso Ortega, en el Aula Magna de la Pontificia (1993, foto de A. P. Alencart)
NOTAS
1 Alfonso Ortega Carmona y Alfredo Pérez Alencart, editores, Celebración de la existencia. Homenaje internacional al poeta cubano Gastón Baquero. Departamento de Ediciones y Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Cátedra de Poética Fray Luis de León, Salamanca, España, 1994.
2 Niall Binns, «Una visión de la poesía cubana del siglo XX: Gastón Baquero», en: Entrevistas a Gastón Baquero, Betania, Madrid, España, 1988.
3 Amauri Francisco Gutiérrez Soto, Polémica literaria entre Gastón Baquero y Juan Marinello (1944), Ediciones Espuela de Plata, Sevilla, España, 2005.
4 Ibíd, pp. 71-85.
5 Gastón Baquero, Magias e invenciones, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, España, 1984.
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