El poeta Rafael Soler, el embajador de Chile, Francisco Marambio, Sergio Macías
y el editor y poeta Pablo Méndez
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar el texto que leyera el poeta Rafael Soler el día 17 de marzo, a las 19,30 h, durante la presentación de la Poesía Reunida de Sergio Macías. El acto se celebró en Madrid, en los salones del Centro Riojano, Calle Serrano 25, esquina de Ayala. Ambos poetas han sido participantes de los Encuentro de Poetas Iberoamericanos que se celebran en Salamanca desde hace veinte años.
SERGIO MACÍAS. POESÍA REUNIDA DE UN SOÑADOR DEL SUR
(Rafael Soler)
Dice la experiencia, y a ella debemos atenernos por una cautela elemental, que la presentación de un libro debe tener una duración razonable para que los asistentes disfruten y vea el autor recompensado su esfuerzo al escribirlo y su entusiasmo a la hora de salir al ruedo con lo puesto, que traducido quiere decir con la literalidad de sus poemas y los adornos justos.
Sirva este preámbulo para acogerme a su benevolencia a la hora de hilar mi intervención, presentando a un poeta cuya breve biografía ocupa dos páginas enteras, letra tipo doce, interlineado sencillo, más de veintiún libros de poesía publicados, muchos de ellos traducidos a otras lenguas; otro de literatura infantil, cuatro monografías, una novela, tres antologías y por si todo esto fuera poco, nueve ensayos, el último de ellos publicado en 2014 con el título “Vida, amigos y amores de Pablo Neruda en la guerra civil española”. Y si toman ustedes en consideración que el libro que hoy presentamos en sociedad es su poesía reunida, que recoge su actividad creadora entre el año de gracia de 1969, cuando vio la luz “Las manos del Leñador”, hasta el mismísimo 2016, con veintiún capítulos, el último de ellos con el título de “Poemas varios”, para que nada quede fuera y 560 páginas, entenderán que el empeño de ser abarcador y breve es, como se dice en Estadística, un “suceso imposible”.
Así que me acojo a la comprensión del autor y de todos ustedes, y opto por la brevedad, señalando algunos aspectos en el quehacer poético de Sergio Macías Brevis, buen amigo, hombre de probada y exquisita prudencia, afable tertuliano y maestro en el difícil arte de la escucha activa, que tiene como rasgo definitorio encauzar la conversación por donde mejor conviene con leves asentimientos de cabeza, frases cortas si fuere menester, y argumentos incontestables cuando toca.
Mi felicitación a nuestro editor Pablo Méndez, que de forma discreta y eficaz sigue incorporando al catálogo de Baños del Carmen la Poesía Reunida de autores contemporáneos imprescindibles, y es el caso.
Sergio Macías en Isla Negra
Como es bien sabido, la voz poética de Sergio Macías nace en la Araucanía, atentamente vigilado por la Cruz del Sur, donde cuajará en su primera juventud el poderoso aliento telúrico que impregnará su obra, una intensa y armoniosa peripecia vital en la naturaleza andina, presidida por ríos, bosques y volcanes que durará hasta su exilio en 1973, y que será recogida en sus dos primeros libros. Al respecto, Jorge Teillier dice que encontramos “los caballos que esperan ser herrados, el espeso olor de las resinas, las manzanas cubiertas del rocío matinal y también la dura lucha del campesino contra los elementos t contra sus explotadores”.
El desarraigo es buen caldo de cultivo para la poesía, y nuestro poeta así lo vive en su exilio mexicano, y en Alemania, donde se especializa en Literatura Hispanoamericana. Y en su traslado a España se sumerge en la lírica de los maestros arábigos andaluces: Ibn Quzmân, Ibn Hazm, Ibn Jafaya de Alcira, y escribe sobre Al-Mu’tamid, Ibn Zaydûn, Ziryâb, compañeros en un tiempo lejano de los sinsabores de la expatriación, y que despiertan en el poeta una nueva sensibilidad. Residente en Madrid desde 1979, y con nacionalidad española desde 1982, Sergio Macías inicia un nuevo y vigoroso recorrido creador, a la estela de estos tres maestros. Poeta andino que en los años ochenta se adentra también, con motivo de sus viajes, en la cultura mesopotámica, como lo refleja su obra “Crónica de un latinoamericano sobre Bagdad y otros lugares encantados”, publicado en árabe y castellano. No me extenderé más, pero quiero citar expresamente “El Paraíso Oculto”, 2000, con el hombre y su tragedia como elemento central, y la presencia de la amada, guía salvadora a la que recurrimos todos, y “Cantos para Altazor”, publicado en 2012, homenaje al maestro chileno Vicente Huidobro, y su libro “Altazor”, de muy poderosa factura y versos deslumbrantes.
Si toda poética tiene por piedra angular el reconocimiento de los propios orígenes, si escribir es también reconocerse en lo desconocido, y si el poeta es, en su condición esencial, un inadaptado que no se resigna, un notario que hace horas extras sin que nadie se lo pida, y, por qué no decirlo, un cirujano exigente a la hora de tallar ese artefacto con vocación de perdurar que llamamos poema, la lectura de esta vigorosa poesía reunida sitúa a Sergio Macías en un lugar de obligada referencia. Y así lo corroboran sus notables:
“Macías es substancialmente telúrico, canta a la naturaleza, a la realidad maravillosa como un gran mural de miniaturas…, porque no da una impresión total del paisaje, va componiendo poco a poco un panorama…viviendo aquello del pasado, y esto es uno de los encantos y de las características de su creación” (Pepe Hierro)
Parte del público asistente
“Macías añade al antecedente andalusí el de la poesía posterior a Neruda, sobria de contexto y a la vez volcada en el engaste depuradísimo de la palabra. Macías busca la definición y la sorpresa” (Luis Jiménez Martos) y qué otra cosa es la poesía sino definición y sorpresa bien aderezada con los silencios justos.
“El poeta recorre en su obra “Memoria del exilio” el angustioso itinerario de esta experiencia. Y lo hace de modo casi susurrante, sin dogmas estridentes ni alardes gestuales. Todo tiene una tonalidad de confidencia… (José Manuel Caballero Bonald), y es precisamente esa cercanía de mesa camilla y velador la que dota de autenticidad, de verdad confesada, toda la poesía de Sergio Macías.
“He aquí a una poesía cocinada por ese mismo fuego que traspasó los corazones polifónicos de Rimbaud, de Neruda, de Vallejo; a una poesía perfumada por los épicos vientos que azotaron los lagares y trojes de Walt Whitman y de Saint Jhon Perse, extemporáneos y telúricos, bíblicos y oceánicos”, sentenció Rafael Soto Vergés, que siempre fue lector atento.
Macías y su poesía mágica y encantadora, Macías y su poesía dolorosa y trágica enfrentada a la visión de un mundo en decadencia, en un viaje sin retorno del exilio físico al espiritual. Con razón le califica Justo Jorge Padrón como “un poeta de genuina pureza”: “El viajero inhóspito soy yo con olor a piel, a sexo, a desierto, a abedules y manzanos. / A náufrago en un mar sin olas ni cantos que embelesen. Huyo de / la paz de los cementerios, prefiero la de los arco iris y de los otoños. / Amada, me asombro más mordiendo las cerezas de tus besos que las caídas / de los astros al vacío. Sólo la memoria nos da la fortuna de conocer nuestros / demonios y misterios. Todo renace con el verbo que sobrevivió al diluvio. / Delirante como el océano del amor y de la muerte que enfrento cada día. / La poesía es la esencia del alma. Transparencia de la sangre y de los sueños…”
La poesía es la esencia del alma. Con esa militante convicción ha escrito a lo largo de su intensa y honesta vida como poeta una extensa, lúcida, personal obra Sergio Macías que ahora tendrán oportunidad de disfrutar bajo un título que le hace justicia: “Poesía reunida de un soñador del sur”.
Disfruten con su lectura, y mi enhorabuena al amigo y al poeta.
ALGUNOS POEMAS LEÍDOS POR EL AUTOR EN LA PRESENTACIÓN
DE SU OBRA: “POESÍA REUNIDA DE UN SOÑADOR DEL SUR (1969-2016)”
IMAGEN
Salí de una aldea cercada por el trigo y la lluvia,
adonde volveré un día,
aunque sea por debajo de las piedras,
para quebrar mi imagen en los espejos
de las vertientes de Cautín.
Entonces, ya no leeré a Sartre,
estaré olvidado de las palabras.
Y Dios será un gran girasol
preocupado de mis pobres huesos.
(Las Manos del Leñador, Chile,1969)
NOCHE DE NADIE
Llevo el peso de las lluvias
sobre mi esqueleto andino.
Bosques cubiertos de pájaros
y sonidos de vertientes.
Nadie
se despierta con mis pasos.
Ni con mi canción de peregrino.
Nadie
sabe que cuando me muera
lejos de la Araucanía,
la hierba no parecerá nada.
Y que la noche será arrastrada
por el río del olvido.
(Noche de Nadie, España, 1988)
LA SILLA
A Nieves Soria
Estuve en la silla de Pancho Villa
en México.
En la silla del Rey sobre la roca de tiza bañada
por el Báltico
en Sassnitz.
En la silla del Moro en medio de una primavera
de jazmines
en Granada.
En la silla del Rey de España a la hora del crepúsculo
en el Escorial.
Pero ninguna es más cómoda que mi modesta silla
que gime con su mimbre de recuerdos
sola
en el inmenso territorio de mi exilio.
(Memoria del exilio, España, 1985)
EL ERRANTE
Nadie entiende al errante que arrastra ojeras
como nubes.
Nadie puede entrar en su paisaje como el sol
o la lluvia de su región.
Nadie entiende que su soledad es el olvido
en que quedó su huerto.
Nadie sabe que su vacío es el silencio
que protesta.
Nadie más que él puede reclamar las raíces
de su país que no le llama.
Allí sembró sus ideales.
Llenó su infancia con volantines.
Fue joven alegre en la fuerza de las guitarras.
Canción del futuro en el idioma de la esperanza.
Lo dejó todo. Desde la distancia observa el encanto
de la nueva luz sobre su pueblo.
Nadie entiende al errante que ha perdido su belleza.
Y es flor ilusionada, pero mustia.
(La región de los últimos prodigios, España, 1991)
EL LEÓN DE BABILONIA
Atravieso el anillo del crepúsculo
hasta sentir que la luna se parte sobre el Tigris.
Desde el cielo cubierto de estrellas
veo a Bagdad iluminada con sus ríos de plata.
En la tierra los muros viven y hablan
como las flores que sembraban
junto a las tumbas de Shanidar.
Siento a su gente alegre entonando canciones del Sur.
Camino por sus mercados entre bellos rostros de hurí.
Una multitud se mueve resonante
con la fuerza de los acadios.
El tiempo se consume
en las lámparas de Suq Al-Safafir,
donde los artesanos graban los lenguajes del cobre.
Bebo el dulce zumo de granada
que me ofrece Jabbar Abu Al-Sherbet,
recibiendo los secretos de Mesopatamia.
Sigo por la calle A-Sadun
para probar los fuegos silenciosos del maná.
Dulces astros que atrapo en medio del aire tibio de octubre.
Al atardecer bailamos el Dabka a orillas del agua milenaria.
Allí los príncipes sumerios navegaban con remos de oro.
Se oye en los jardines el rumor de la sangre de Al-Rashid.
La ardiente voz de Scherezade entre las palmeras.
En la Isla de los Enamorados
aplaudimos las canciones de Basora.
Y probamos al-Mazgouf dorado por las hogueras.
En el minarete de la noche
alguien ora con la voz dolida del desierto,
grabándose en el pergamino del viento.
Hacemos brindis recordando versos de Abu Nuwas,
como si no pasara nada.
Mientras el León de Babilonia
cuida de nuestros pasos sobre el tapiz del tiempo
para que vivamos en paz.
(Crónica de un latinoamericano sobre Bagdad
y otros lugares encantados, Bagdad, 1988 y Chile 1991)
DEBIÓ DEJAR SU TIERRA CÓSMICA,
los mágicos bosques de su infancia,
las espigas danzando al sol,
el juego de los pájaros cegados con su lumbre,
invadiendo todas las estancias de las flores
y las entrañas de su inmensidad frágil y pasajera.
Los dardos de la ira desataban la violencia del corazón.
Tuvo aún fuerzas para escribir con la tinta del crepúsculo:
La paz es el alma de la patria.
La tarde agonizaba de desdicha en su memoria.
SU SANGRE
recorría como la savia el tronco y las ramas de su ser.
Lo único que más ensombrecía su existencia eran sus derrotas,
angustias, el desencanto de estar desterrado del país de los manzanos,
curantos, empanadas, longanizas, volcanes y copihues.
La vida seguía su ritmo danzando con pies de sol,
y con la sinuosidad de los ríos.
Afirmó: – Sólo venceremos a nuestros demonios con el amor
y la ternura que devastan las penumbras.
A PROPÓSITO DE LA MUERTE
recordó que en su país se había pegado un tiro a lo Hemingway
el furibundo y libertario lleno de vida, Salvador Allende.
Y no muy lejos Pablo Neruda, poeta de la luz, del amor,
de la lluvia y del trigo y de España en el corazón,
se desvaneció en medio de los estruendos de la pólvora
y de las olas fúnebres de Isla Negra.
La existencia es imperfecta.
No está hecha a imagen y semejanza de dios.
Menos el que se convierte en Judas
y mancha con sangre de hermanos el uniforme de la patria.
Es imposible detener la fuerza y el castigo de la historia.
Existen hombres que surgen de lo imposible
para entregar la paz de los días azules.
Firmando libro de su Poesía reunida
LA TIERRA
tenía cataclismos de avaricia y los humildes lloraban sus desahucios y los
jubilados en las plazas no tenían ni para darles migas a las palomas y
arrastraban sus dolores los enfermos y los mendigos con sus llagas gemían
por monedas y se veían desolados los cementerios y los cadáveres
condenados a soportar las sombras y los poetas trataban de ver la claridad
en los laberintos de la niebla y se retractaban los políticos de sus promesas
y morían de amor algunos amantes. Y, él, que deseaba ser como el hombre
de antes dijo convencido de su verdad: – ¡En el sur está mi identidad y el gozo!
EL VIAJERO INHÓSPITO
soy yo con olor a piel, a sexo, a desierto, a abedules y manzanos.
A náufrago en un mar sin olas ni cantos que embelesen.
Huyo de la paz de los cementerios.
Prefiero la de los arco iris y de los otoños.
Amada, me asombro más mordiendo las cerezas de tus besos
que las caídas de los astros al vacío.
Sólo la memoria nos da la fortuna de conocer
la pureza y nuestros demonios.
Todo renace con el verbo que sobrevivió al diluvio.
Delirante como el océano del amor y de la muerte que enfrento cada día.
La poesía es la esencia del alma. Transparencia de la sangre y los sueños.
(El viajero inhóspito, España, 2014)
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