El poeta brasileño Anderson Braga Horta
Crear en Salamanca se complace en publicar este ensayo inédito escrito por José Pérez (El Tigre, estado Anzoátegui, Venezuela, 1966), quien reside en Pariaguán, Mesa de Guanipa. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, España (2011). Profesor Asociado Jubilado de la Universidad de Oriente Núcleo de Nueva Esparta en el área de Lingüística. Pertenece a la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Poeta, narrador, ensayista, promotor cultural. Obra publicada: Jardín del tiempo (Cuentos, 1991), Callejón con Salida (Cuentos,1994), Por la Mar de Luís Castro (Ensayo,1995), De par en par (Cuentos, 1998), No Lisis, No Listesis (Cuento, 2000), Pájaro de mar por tierra (Cuentos, 2003), Como ojo de pez (Poesía, 2006), Fombona, rugido de tigre (Novela, 2007), En canto de Guanipa (Poesía, 2007), Páginas de abordo (Poesía, 2008) y Cosmovisión del somari (Ensayo, 2011 y 2013). E-Books: Gustavo Pereira, Antología sin somaris (Poesía, Elperroylarana.gob.ve, 2017), A palo mayor (Poesía, Elperroylarana.gob.ve, 2018), La casa de los poetas (Poesía, Elperroylarana.gob.ve, 2018). Ha obtenido diversos premios literarios en poesía, cuento y novela dentro y fuera de Venezuela. Miembro de la Red Mundial de Escritores en Español, REMES (www.redescritoresespa.com). Ha publicado textos en Nueva York, Miami, Lisboa, Madrid, Viena, Ginebra, Italia y Chile.
POESÍA, PULSIÓN Y VIVA VOZ
EN ANDERSON BRAGA HORTA
Podemos buscar la lluvia en la poesía mayor de Anderson Braga Horta, el viento, las estrellas, la noche constelada o el abismo; y aún nos faltarían los fuegos y el barro que hicieron al hombre, a la Humanidad, y el humo, el humus, las espadas, los cuchillos, los milenios perdidos, el incierto parto del año 2000 —en el advenimiento del nuevo milenio—, lo crematístico, las huellas de los animales, el ardor de las brasas en el sueño, la desesperada esperanza de su larga mirada por la vida; pero sin coronas de reyes ni lauros, porque su poesía nos dice que “O homem que tem um sonho/ é maior do que o rei,/ é mais forte que o herói, /é mais belo que o poeta”[1], extendiéndonos una invitación tan sublime como rica en sus signos de revelaciones de la lengua portuguesa, que resulta no sólo descortés y destemplado, sino imperdonable y pecaminoso perderse el descubrimiento y goce de la obra poética de este grande autor de la literatura brasileña contemporánea.
Nació nuestro poeta Braga Horta en Carangola, Minas Gerais, el 17 de noviembre de 1934, pero la poesía y sus misterios le llaman desde la infancia, porque sus padres, Anderson de Araújo Horta y Maria Braga Horta, fueron aedas, trovadores, bardos, hombre y mujer de poesía, escritores líricos del universo; y ese tesoro lo asaltó durante la adolescencia, y ya de grandecito —en torno a los veintiún años— , para asentarse en la ciudad capital de Brasilia, para dedicarse a los estudios de su pasión—las Letras—, pasión ésta que nos revela en su vasta y reconocida obra de creación poética, entre cuyos títulos figuran Altiplano e Outros Poemas (1971), Marvário (1976), Incomunicação (1977), Exercícios de Homem (1978), Cronoscópio (1983), O Cordeiro e a Nuvem (1984), O Pássaro no Aquário (1994), Dos Sonetos na Corda de Sol (1999), Pulso (2000), Fragmentos da Paixão (2000), 50 Poemas Escolhidos pelo Autor (2003), Soneto Antigo (2009) y De viva voz (2012) entre otros.
Como traductor, ensayista y hombre de leyes, de luchas y de poesía, lo recibe la Universidade do Brasil, en Rio de Janeiro, en 1959, y lo abrigan los grandes centros de encuentros de poetas, estudiosos, críticos y académicos de su país, en Manhumirim (Belo Horizonte), en Río de Janeiro y Brasilia, para forjar una actividad humanística tan intensa como seria y ejemplar, que lo mantienen hoy, a su edad de 86 años, en plena facultad creativa; dueño de una voz, de una pulsión lírica, en la que el soneto lo subyuga, y él lo convierte en pez juguetón, aunque se le escabuya entre las aguas de los clásicos; lo suelta en los enigmas más profundos de su idioma nativo, y lo deja en el aire como un colibrí florero; lo alumbra a la luz de las velas de colores, y el soneto se sienta en sus piernas como un niño que brinca al alumbrarnos, que nos canta al leerlo, que nos duerme al sentirlo.
Suele decirse que la maestría y grandeza de un buen poeta se mide —es un capricho de algunos críticos, pero no deja de ser válida presunción de visionarios— cuando se comparan sus primeros poemas con los últimos. En el caso de Braga Horta someto la teoría empírica a una muestra tan verosímil, que si tomamos como signo de la realidad la actual pandemia del Covid-19 que azota a la humanidad desde octubre de 2019, causando más de tres millones de muertos —incluso con tan banales sojuzgamientos de la grave enfermedad, que han llegado a calificarla de “simple gripesiña” (Bolsonaro dixit) o “simple gripa” (Donald Trump dixit), a pesar de paralizar toda actividad comercial internacional, urbana, industrial y de pequeña escala, por decir lo menos—; con los verso del “MATEMOS A ROSA”, escritos por Braga Horta en 1971 en su libro Altiplano e outros poemas, hace ya 50 años, tal vez la teoría susodicha tenga a favor la rosa de los vientos. Leamos:
MATEMOS A ROSA
A Eliezér Demenezes
A gripe me separa de minha família.
Casado — provisoriamente no regime de separação de corpos,
pai — provisoriamente frustrado, desterrado para o outro extremo da casa,
durmo na sala, de quarentena.
Mas não durmo: penso no porvir de meus filhos.
Não o desejarei de rosas.
Não porque pense nos espinhos
— o Homem forja-se na luta
e muita vez os espinhos valem mais do que as rosas.
Mas porque as rosas têm hoje outra carga simbólica
e já nada diferem dos cogumelos.
Pais de todo o mundo, cuidado! aos nossos filhos
não lhes demos a cheirar destas rosas,
a comer destes cogumelos.
Sei que o meu apelo é patético,
sei que somos doidos brincando no jardim,
e talvez eu mesmo ajudasse a plantar a rosa,
a dar sombra e umidade ao cogumelo.
Mas os meus filhos estão chorando
e agarram a vida com ambas as mãos no seio materno.
Quisera lhes dar a justiça que não temos construído,
o amor que não temos regado.
Fujamos para o quintal!
fujamos para os vastos abandonados quintais
de nascituras hortas, pomares e roçados.
A rosa corre de mão em mão
—quem quer a rosa?
—quem não quer a rosa?
—quem a despetala?
—quem lhe aduba a terra?
Fujamos para o quintal
e esqueçamo-la,
entre abóboras, repolhos e pepinos
esqueçamo-la,
sob os pimentões e o trigo
sepultemo-la com sua morte.
As batatas e as cebolas manam poesia.
Portada de poemario traducido al búlgaro
Si nos fijamos sólo en el comienzo de este poema (“A gripe me separa de minha família. /Casado — provisoriamente no regime de separação de corpos,/ pai — provisoriamente frustrado, desterrado para o outro extremo/da casa, / durmo na sala, de quarentena.”) y los sometemos al rigor del tiempo-realidad, percibimos una acertada variación humorística al mejor estilo del clásico teatro griego, respecto al hondo sentido poético del final: la rosa-poesía en armónico y sarcástico juego con los sabores y signos culinarios de la casa, donde las lágrimas de la cebolla se redimen al poder absoluto de la poesía. Esto es sólo una muestra de los tantos recursos formales, estéticos y de profundidad semántica que esa obra mantiene hasta nuestros días.
Este libro que hemos mencionado hace también del canto a la vida una metáfora de ternura y bendición, cuando el padre-poeta escribe para el hijo Anderson y para la hija Marília, su testamento de esperanza, su deseo de ancho mundo, de tierra de esperanza.
CRIANÇA CHORANDO
Para meu filho Anderson
Teu pranto abala as raízes da noite.
Tuas lágrimas reanimam a velha metáfora
e molham consteladamente o lençol.
Da obscuridade da tua fome
e do teu desamparo
clamas pelo dia, o teu dia,
quando fraldas e cueiros serão retratos esquecidos no álbum
e mamadeiras e chupetas te farão sorrir sobre outros berços.
Da noite do ventre materno saíste para a penumbra
e choras.
Tão pequeno e já franzes a testa.
Porventura sabes quanto pranto é preciso para fazer-se um homem
e te constróis impacientemente.
MINHA FILHA
Para a Marília
Minha filha, tudo em ti é pureza,
mesmo o que em nós nos lembra
o charco original.
Merecias um madrigal,
não um poema lírico-triste,
cheio de vã filosofia.
Por ti, devera eu reencontrar a inocência.
Mas como ser inocente e lúcido?
Não, hoje não escrevo o teu poema.
Olho-te, avaro: meu amor é um lago
incomunicativo.
Te pego ao colo. Choras.
Mudo-te as fraldas e adoro-te em silêncio.
Como sabio creador de la palabra sentida, de la vida cantada, Braga Horta teje en lo amoroso-doméstico una íntima referencia del concepto de familia-país en la cual la vida se da como testamento de amor, de sacrificio, de verdad y de principios. Su norte lo señala el sentimiento de la totalidad afectiva que imbrica lo íntimo del ser con la identidad del pertenecer. Su brasileñidad está latente en su fuerte voz de poeta. La inocencia no le es dada como complicidad de derrotas o de avatares, ni la injusticia social le resulta materia de víctimas olvidadas. No.
Su visión es la de quien siente en la piel el compromiso solidario ante el semejante que sufre, que gravita en las luchas del trabajo y las luchas integrales, de la dignidad y el patriotismo. Por eso no puede “anestesiarse” mediante la indiferencia o la canalla, tan en boga por políticos y trásfugas del poder y la dominación imperial globalizada. Su legado, en ese sentido, es la verdad.
La sola verdad asumida incluso como futuro y como huella. Por eso Braga Horta es referencia moral para muchos poetas de Brasil de menor juventud. Su obra ensayística, por otra parte, denota esa fuerza moral de su persona y de su hacer poético porque hilvana huellas de mucha significación para la identidad de su país. De manera específica, su libro de notas titulado Proclamações (Brasilia, Thesaurus, 2013), nos da valiosas apreciaciones sobre el poeta Fernando Mendes Vianna, y contiene mucho referente analítico, en el que la amistad y el ojo crítico se funden en ameno tratamiento sobre el trabajado creador del gran poeta Mendes Vianna. Así mismo, sus obras de crítica, reflexión y estudios literarios A Aventura Espiritual de Álvares de Azevedo (2002), Erotismo e Poesia (2004), Testemunho & Participação (2005), Criadores de Mantras (2007) y Sob o Signo da Poesia (2003) conforman un corpus representativo de su dedicación y entrega al derrotero de la mejor literatura brasileña contemporánea.
El libro, como el hijo, amerita un legado. El poeta es la herencia del sentir nacional. En su sangre y su piel está presente un mismo pálpito de entrega. Oírlo nos fortalece en lo humano. En la poesía. Por eso su voz señala los caminos morales del bien, de la dignidad y del país amado al que se dedica cada sacrificio y cada batalla de amor, porque el país se construye sobre la base de familias, de comunidades, de pueblos y de sociedades. El hombre nunca será una soledad absoluta. Una voz ambulante del desierto.
O LEGADO
Meus filhos dormem
o sono da inocência.
Nada sabem de bombas de hidrogênio,
de injustiça social e mendigos afogados à noite,
de incúria, de assaltos, do clamor abafado na treva.
Meus filhinhos dormem,
dormem descansados,
dormem sorridentes.
Durmam, filhos meus,
durmam, porque é noite,
porque é noite, durmam.
Nossos filhos dormem
na sua inocência.
Quando despertarem,
nos compreenderão?
Vendo o que construímos,
nos perdoarão?
Nossos filhos dormem.
Nos anestesiamos.
Meus filhos estão dormindo.
Quase que eu dizia que o seu sono é lindo.
Durmam, filhos meus,
filhos nossos, durmam,
que amanhã lhes será mostrado
o legado. E então
toda a nossa insônia
fica em suas mãos.
Admirable resulta la maestría de Anderson Braga horta como sonetista. Su dominio en el arte de los catorce versos se le adviene en ejercicio permanente para probar la forma lírica clásica, para poner en la cuerda floja su estilizada figura ante el beatus ille y la Natura, para desafiar filosóficas indagaciones y rebeldías del espíritu, y ganarse así el respeto y el dominio ante un subgénero (por decir lo menos) que no sólo desafía a los creadores, sino que se les hace gimnástica prueba con la metáfora y la métrica. Tal vez toda pandemia, por severa que sea, corra la misma suerte.
En su libertad creativa, empero, Anderson Braga Horta alcanza dominio y novedad, en equilibrada pulsión. Desde 1971 nos mostró esa suerte, precisamente en la parte tercera de Altiplano e outros poemas, intitulada “Cuatro sonetos em lá”, cuyos sonetos “Raíces,” “Estiércol”, “Lucha” y “Suave” tienen los puntos cardinales de una mirada profunda del ser, de la terredad, del insondable sendero de la muerte como raíz de todo germen vital y del abono que hace la esperanza a cuanto sublima la poesía. Sólo como mero ejercicio voy a tomar la primera estrofa de cada uno de esos cuatro sonetos, y observen la maravilla que surge dentro una estructura verbal cronoscópica tan equilibrada como firme, al unir las partes aparentemente distintas de esos cuatro poemas, en una totalidad tan coherente como impresionante por su armonía sonora y su perfecta sincronización semántica:
À noite elaboramos nossa essência
(que importa se esvaneça na alvorada?):
uma ânsia de fantástica existência,
de oníricos fermentos insuflada.
Faz um silêncio bom. Mas o relógio
finge que mede o tempo, e o tempo voa
de entre os seus dedos ásperos. Refoge o
tempo e aqui está: oceano, não se escoa:
A ferro e fogo, a sangue e pranto, e saque
e vitupério, num rilhar de dentes
constante e vão, tais vamos, descontentes
da vida, pela vida, adiando o baque
(Suave é crer) a vida se prolonga
para além do mais alto sonho: infinda.
Planta que, morta, frutifica ainda
e sempre. E o que mais custa é esta delonga.
Y es que toda experimentalidad formal y búsquedas de formas poéticas que podemos tipificar como idealistas dentro del conjunto mayor de la tradición preexistente en Brasil, encuentra en Braga Horta particular atención. Su inteligencia se pone a prueba en una voz lírica que, después de cincuenta años, mantiene esa capacidad de lograr la vigencia, la validez, la permanencia y la trasparencia de una forma poética que sobrepasa modas, inquietudes inmediatas –perecederas–, caprichos de épocas y resoluciones de la inmediatez, para armar un edificio con bases sólidas y suficiente altura, cual árbol milenario, para sobreponerse frente a todas las (importantes) tendencias de la moderna poesía latinoamericana, europea, asiática, norteamericana y tal vez africana; con no pocas variantes y cambios suscitados dentro del lenguaje poético universal (incluidas las teorías literarias), desde 1970 hasta el año 2020.
Para corroborar esto último, nos basta tomar al azar dos poemas distantes en el tiempo histórico—que no en el tiempo del alma y la conciencia sensible del autor—, perteneciente, el primero, “ALTIPLANO”, a su libro Altiplano e outros poemas (1971), dedicado a la Brasilia de entonces, su contexto de contrastes, sus estremecimientos históricos, sus dolidas contrariedades en cuanto a los planos de vida entre quienes padecen miserias y limitaciones, y los que ostentan holgura y derroches de toda índole; y ponerlo cara a cara ante el segundo poema, “DISCURSO EN FORMATO DE POEMA”, de más cercana data, perteneciente al libro De viva voz (2012); y notaremos esa mirada tan acuciosa y reflexiva, tan crítica y humana, tan preocupada y sincera, que hace de Braga Horta un poeta muy serio y firme en su canto de inquietudes.
Veamos las imágenes y la narrativa de este primer poema:
ALTIPLANO (Fragmento)
A EROSÃO comera o ventre da terra
e chupara-lhe as lágrimas.
De outras terras também calcinadas
o húmus viria:
mãos nodosas,
magras mãos,
mãos rudes, mãos férreas,
—mãos—
com o próprio
sangue ralo de anemia
regarão o alheio dia.
VENTOS e chuvas corroeram arestas,
dispersaram resíduos,
e o terreno está pronto: esqueleto
à espera da carne.
E vieram os pioneiros
e rasgaram os mapas
(no papel, o embrião): corpo
à espera de uma alma.
E VIERAM os primeiros peões.
E vieram
e voltaram
no périplo (sem portos)
da fortuna.
E vieram
e voltaram
e vieram
no fluxo e refluxo
da fome.
E vieram
e ficaram
plantados,
árvores migrantes
—torcidas de séculos—
enraizando, úberes, dedos,
salgando impossíveis céus.
TODAS as peças
no tabuleiro.
Reis, bispos, torres.
E os cavalos.
A batalha começou
sem que ninguém desse por isso.
E em lances bruscos
a cavalhada,
dos flancos,
da retaguarda,
salta
e atropela peões em marcha.
Silêncio
de gritos
coagulados.
Sacrificam-se os peões,
ficam-se os reis.
É a lei
do xadrez.
Mas onde o exército inimigo?
No imenso tabuleiro
há um formigamento de cruzes
anônimas. Subterrâneos,
os mortos
suportam o peso
do porvir.
Veamos ahora, en este segundo poema, expuesto en un sentido “proclamatario”, humorístico, con matiz de sorna e irónico empuje, pero apegado a verdades insoslayables, como hipotética cumbre de una euforia que cubrió al mundo de albricias por el cambio de milenio, creyéndose incluso posible, el fin del mundo. Ni Nostradamus tuvo tanta expectativa por esta materia, para lo que se vivió a nivel global, respecto el advenimiento del año 2000:
DISCURSO EN FORMATO DE POEMA
¡Albricias!
¡Llega el año 2000!
Y, según los místicos,
los creyentes,
los optimistas,
los ingenuos
y todo el que se niegue a entregar los puntos,
viene con él la Nueva Era viene.
Todavía no es el cambio de milenio,
pero el 2000 es un número redondo,
carismático
cabalístico,
cargado de augurios astrológicos
y de la desesperada esperanza
de la humanidad sufrida.
¡Albricias,
sí!
Mas me pongo a pensar
entre tarjetas de Navidad y Feliz Año Nuevo,
pruebas de libros
míos y de amigos
y unos dos o tres güisquis,
en las circunstancias de esta transición anunciada.
Las ciudades están arruinadas.
Cuanto más grandes, más expuestas
a la furia de las aguas, cuando llueve,
o del estiaje,
cuando la sequía expulsa del Noreste
—me atengo al mapa de mi país—
millares de desempleados ansiosos
e infelices.
Los estados están en quiebra.
Los caminos están rotos.
Quebradas las naciones,
con el robo, el secuestro, el asesinato,
el estupor, la corrupción, las drogas, la guerra.
La Tierra está fallida
fallido el Hombre,
con las dolencias, el analfabetismo,
la miseria,
el hambre,
en extensión planetaria,
justo cuando la tecnología acecha con los medios
de dar salud, instrucción,
educación
y alimento
a todos estos billones
de bichos
tan pequeños.
¡Albricias!
¿por qué?
Llegamos al fondo.
Ahora es todo o nada.
O nos vestimos al abismo
o, en un esfuerzo de fraternidad,
de revuelta,
de sueño,
¡alzamos vuelo!
(Traducción de J. Pérez)
Esa conciencia del tiempo es sustancial en la Poética de Anderson Braga Horta, tanto como su observancia ante el Hombre, el espacio (propio), la identidad sentida y la realidad cantada. Su obra es advertida y analizada por muchos críticos literarios del mundo (investigadores, traductores y estudiosos de la literatura brasileña), que conocen a fondo la trayectoria de su poesía y prosa —conferencias y ensayos—, como se infiere en las siguientes líneas. De Brasil mencionamos a Antônio Olinto, Fritz Teixeira de Salles, Fernando Py, Foed Castro Chamma, Francisco Carvalho, Henriques do Cerro Azul, Hildeberto Barbosa Filho, Joanyr de Oliveira, João Carlos Taveira, José Jeronymo Rivera, Reynaldo Bairão, Reynaldo Domingos Ferreira, Ronaldo Cagiano, Temístocles Linhares, Waldemar Lopes y Wilson Pereira, entre otros; de Alemania, a Curt Meyer-Clason; de Argentina a Carlos García de la Fuente, Claudio Sesin, C. De Napoli, Cristina Tsernotopolus, Eduardo Dalter, Felipe H. Trímboli, Francisco R. Bello, Mariano Schifman, Martha Schofs de Maggi, Nahuel Santana, Perpétua Flôres y Silvia Long-Ohni; de Bolivia Kori Bolivia; de Bulgaria Dimitrina Danailova y Rumen Stoyanov; de España Alicia Silvestre, José Antonio Pérez, Miguel Cabelo y Xosé Lois García; de Estados Unidos Mark Ridd y Teresinka Pereira; de Francia François Olègue (Oleg Almeida), Jean-Paul Mestas y Vicente do Rego Monteiro; de India Abhay Kumar y Ramasamy Davaraj; de Italia Giampaolo Tonini, Mercedes La Valle, Salvador d´Anna (Renzo MAzzone) y Vera Lúcia de Oliveira; de México Francisco Hernández Avilés; de Paraguay Abelardo de Paula Gomes y Aurelio González Canale; de Perú José Guillermo Vargas y Mirian Caloretti Castillo; en Portugal A. Garibaldi, A.G. Dias, G. S., F. Pires Lopes y Tito Iglesias; de Rumania Flavia Cosma; de Venezuela Trina Quiñones y el autor de este ensayo (José Pérez); de Uruguay Artiga Milans Martínez y Marta de Arévalo; entre muchos otros autores.
Aparece el tiempo, en la poesía de Anderson Braga Horta, como uno de los hilos que utiliza para deslizarse entre los planos reales y supra reales, y las demás profundidades del instinto en medio de lo imponderable, lo inexplicable, lo insostenible. Para el poeta existe una interrogación muy grande respecto al ser, la vida y el vivir, y por eso el tiempo es una de las vías válidas para acceder a toda respuesta o a ninguna. Newtoniana o empírica, igual atrapa la lección que hace de lo temporal la serpiente de mil cabezas, mientras el hombre sucumbe como materia en su declive hasta el polvo de los huesos. Todo lo arrastra a su paso el dios Cronos. Los árboles, los animales, lo movible. Cual máquina indestructible tritura y calcina. Cual viento de montaña arrasa las siembras. Cual río crecido inunda los sueños. Pero es también el aliado que mueve los días, las semanas, los años y los milenios hacia sus más profundos misterios. Quizás por eso intentar aprehender todo segundo, toda fracción de minutos sea vano intento para atrapar el imposible. No hay prisa que valga. Y Braga Horta es maestro en estas ardides. Como lo apunta Cleonice Rainho:
Representa o real com mestria, tem perfeita consciência do mundo, evoluindo facilmente do estado de objetividade para o subjetivismo, a transcendência. “Sinto que há dentro em mim um eu que me transcende!” (Pulso, Onda e Antionda). A imaginação o leva para espaços abstratos, sem perder o controle de sentimentos e emoções. Preocupa-se com a temporalidade humana, tendo maneira peculiar de ver e refletir a vida (“O que devo à Vida/ é esse nada que no peito/ germina em poesia” (O que me quer a vida, A Cabeça de Orfeu). E tudo isso numa linguagem cuidada, límpida, expressiva, de quem crê no poder da palavra, do idioma que conhece e nele se aprofunda porque sabe ser o corpo de seus poemas.
Cleonice Rainho, “A poesía de Anderson”.
Mas, en toda su incuestionable talladura del árbol de la poesía, Braga Horta se ciñe al soneto como la culta sombra de sus revelaciones. En el soneto su flauta de viento se libera. Hay un gusto exquisito en su música. Y Braga Horta lo convierte a placer en su aliado, un compañero de viaje que los soles sin tiempo alumbran. Como este “SONETO ENTUSIÁSTICO”, del poemario Pulso (Barcarola, S. Paulo, 2000): Estou junto de ti e logo me imagino/ dentro, dentro de ti, como um rio em seu leito./ Ah! é um rio que estoura em cachoeira em meu peito/ e te percorre até a foz! rio menino// que vai, que vou crescendo em ti, que vai crescendo/ à medida que se abre o suave talvegue…/ Seja este rio o sol que em teus mares se cegué e a nave que navegue os teus flancos tremendo./ /Estar em ti, ser tu, sendo eu mesmo em teus dentros,/ devorando o calor dos fulvos epicentros /de teus sismos, bebendo os imos de teu ser!// Estou dentro de ti como um deus em seu templo!/ Nunca ardi noutros céus como os céus que contemplo!/ Nunca estive tão vivo — e me sinto morrer!
Sus poemas, cuentos y crónicas aparecen en alrededor de noventa antologías aparecidas tanto en Brasil como en el extranjero; algunas de estas compiladas por lo siguientes autores: Walmir Ayala, Almeida Fischer, Joanyr de Oliveira, José Santiago Naud, Pedro Lyra, Sílvio Castro, Rumen Stoyanov, Napoleão Valadares, Salomão Sousa, Victor Alegria, Sofía Vivo, Nilto Maciel, Aglaia Souza, Jacinto Guerra, Nilce Coutinho, Ronaldo Cagiano, Vili Santo Andersen, José Lino Grünewald, Assis Brasil, Sergio Faraco, entre otros.
La obra poética de Anderson Braga Horta se merece todos los estudios que podamos dedicarle. No basta un corto ensayo para analizar y señalar sus múltiples visiones, sus raigales inquietudes formales y sus búsquedas más personales; ni siquiera de manera general, por cuanto hay una abundante muestra de inteligente y sostenida creación en cada uno de sus libros de poesía y ensayo, de cuento y crónica. Desde sus primeras obras se sintió esa fuerza, esa pulsión creativa. Por eso, decir que Carlos Drummond de Andrade y Manuel Banderira premiaron en su momento a Anderson Braga Horta durante la década de los sesenta, sólo puede significar el tono de respeto y justo reconocimiento que mereció su voz creativa desde su juventud, considerado prometedor su lírico talento, de parte de estos grandes maestros. No se trata de un asunto de privilegios. Es el caso concreto, preciso, de una visión inequívoca frente a un poeta que ya tenía establecidas las coordenadas de su voz para sumarla a la poesía brasileña del siglo veinte con la absoluta certeza de su validez y apremio. Muestro de ello puede serlo, por ejemplo, el siguiente poema de su libro Exercícios de Homem (1978):
El Tiempo del Hombre
(Trad. del A. con Alicia Silvestre y Carlos Saiz)
Cuando llegue el tiempo del Hombre
Te cantaré los senos róseos,
Viajaré, lírico astronauta,
A las estrellas de tus ojos,
Cuando llegue el tiempo del Hombre
En mis manos veintiún satélites
Traeré, sonriendo, a nuestros hijos.
La rosa en el vaso, tranquila
Cuando llegue el tiempo del Hombre
Sin los soles exorbitantes,
Alto, el Sueño hallará su órbita
Y así, nos amaremos lúcidos
Cuando llegue el tiempo del Hombre
No de escaso amor conjugado
En futuro condicionado.
Amor actual, lauta granada
Cuando llegue el tiempo del Hombre
Amor sin susto, amor unánime,
Amor sin residuo de estroncio,
Amor sin filamentos de odio
Cuando llegue el tiempo del Hombre
Puedan tenerlo pregrabado
Los blancos ojos de los hijos
Si fueren cenizas los nuestros
Cuando llegue el tiempo del Hombre
Como se adivina el relámpago
Que ciegos-sordos lo presienten,
Así –de pronto– lo sabremos
Cuando llegue el tiempo del Hombre
Pues, entonces, rútila Rosa
En la mano del Pueblo abierta
Nos dirá: ¡Llegó! ¡È venuto!
¡Chegado é o tempo!
Tiempo de Hombre.
Es Anderson Braga Horta un poeta para leer y acompañar en su sabia arbórea por las entrañas de ese gran país de aguas que es Brasil, llevado de su lengua portuguesa, de la que es también maestro creador, conocedor, estudioso y académico; de su sentir y su mirada hacia el ser y la identidad. Compartir su poesía en nuestra lengua castellana en un privilegio. Voz mayor, sin dudas, que invito a seguir, a descubrir, desde esta breve cercanía, para enriquecer nuestra percepción de la poesía brasileña que recorre el mundo a partir de 1950.
El siguiente poema, correspondiente a su libro Quarteto Arcaico (2000), titulado “CENTÃO DE MURILO MENDES”, constituye una propuesta de muy ricas significaciones, por cuanto por “CENTÃO” se asume, en su equivalente en lengua española, según la Real Academia de la Lengua, como composición poética formada por versos de uno o varios autores, de cuya combinación arbitraria (es el caso de Braga Horta en este texto) surge una nueva forma de mixtura, de intertualidad y de voces compartidas, que no sólo enriquecen al poema en su significación múltiple, sino los procesos de creación que se comparten entre un autor y otro, desde el ejercicio de la experimentalidad, del montaje, y el collage literario, en el ámbito de esa modernidad entretejida desde los misterios de la poesía. Hábil y válido juego de creación que, cual cadáver exquisito, adviene en clave de la modernidad.
CENTÃO DE MURILO MENDES
Não me inscrevo em nenhuma teoria,
chama com dois olhos andando,
sempre em transformação.
Sonho sonhado pela vida vã,
cantando expiro.
O rude ofício da vida!
Sempre o delito pior é ter nascido.
Sentado na varanda do abismo
me encontro agora.
Escrevo para me tornar invisível.
O poema olha para mim, e, fascinado, me compõe.
Este poema não é meu.
É da tinta e do papel.
Nada é teu, nem de ninguém.
A poesia sopra onde quer,
vou para onde a poesia me chama.
Onda que vais, onda que vens,
dá-me notícias de mim mesmo.
Sou poeta irrevogavelmente,
me sinto um fragmento de Deus.
O mundo começou nos seios de Jandira.
Meus olhos pousaram demais
nos seios e nos quadris.
Deram-me um corpo, só um,
para tantas almas desunidas!
Ser ligado ao mártir, ao assassino e ao anarquista,
hesitante entre as ancas da morena
e o mistério do fim do homem,
cultivava um sol vermelho.
Mas agora o meu novo olhar
procura o amor essencial.
Tenho pena dos que vão nascer.
O Planeta não está maduro para a alegria.
Ah! o silêncio existente no mundo
antes da invenção das radiolas!
Minha mão direita virou árvore.
Preciso eliminar
o céu, o inferno, o purgatório,
talhar-me à imagem e semelhança da pedra.
Não me mato. Estou cansado demais.
Aparece no céu inesperada mulher,
talvez a musa,
a filha do Caos:
— Quem mesmo sou eu?
— Teu nome é liberdade, por isso
não te inscrevi em nenhuma teoria.
Nasci outra vez com o teu nascimento.
A poesia
nasceu outra vez com o teu nascimento.
Vim para anunciar que a voz dos homens
abafará a voz da sirene e da máquina.
Homens,
não abençoeis a espada.
Formamos juntos um vasto Corpo.
É a nós que compete transformar as espadas em arados.
A terra terá que ser retalhada entre todos
e restituída em tempo à sua antiga harmonia.
Tudo marcha para a arquitetura perfeita:
a aurora é coletiva.
Hermosa y bien concebida metáfora-poema en honor a Murilo Mendes (Juiz de Fora, 13 de mayo de 1901 – Lisboa, 13 de agosto de 1975), en cuyo sentido profundo palpita una canción a voces hacia el Brasil nativo; país que, entre sus más preciados poetas, es cuerpo y tierra que se ciñe al sueño del porvenir cuando las fuerzas del alma tiemblan al borde de los abismos. Como otros poetas de Minas Gerais (Carlos Drummond de Andrade, Adélia Prado, Joanyr de Oliveira, entre otros), Murilo Mendes conoce el germen de la esperanza desde la ventana del canto poético, y Anderson Braga Horta lleva de la mano esa huella y estandarte. Por eso la poesía es entrega y protesta, encuentro y salvación; enigma y búsqueda.
Entre uno y otro autor, la “CENTÃO” es juego y gesto para dialogar con lo ontológico y lo filosófico, del mismo modo que la reflexión cantada y el encuentro de voces entabla un hilo pendulante entre dos generaciones de valiosos creadores brasileños. Por eso, aunque nacer sea el peor delito y el sueño soñado sea vano, el temblor invisible del poema es su revelación. “La poesía sopla donde quiere. Voy para donde la poesía me llama”. En ese camino común, Murilo Mendes y Anderson Braga Horta juntan sus manos de tierra, de hierbas, de aire y de árboles. El Brasil vegetal y barro.
De Murilo Mendes podemos mencionar algunas de sus obras claves, como Restauração da poesia em Cristo (1934), A poesia em pânico (1937), O visionário (1941), Liberdade (1947) y Convergências (1970); creadas en tiempos y espacios que nos lo muestran como un pasajero entrañable, como un hermano mayor que el viento trajo a casa desde la lejana Roma, o desde la calle solitaria y húmeda de Lisboa; en una noche de invierno, mientras Dios le sobaba las manos, no para fragmentarlo, para astillarlo y seccionarlo, sino para convertirlo en su espejo ante los mil demonios de la anarquía, de la injusticia, de la maldad. Acaso en algún lugar lejano, un sol rojo le dijo adiós o bienvenido, o la palabra pecado sacudió sus mejillas.
Si el planeta no está maduro para la alegría y si antes de nacer hay que eliminar cielo, infierno y purgatorio, es porque tal vez la piedra tenga la voz secreta del amor al otro. Si piedra somos y hacia la piedra vamos, así se fundará la vida otra vez. El polvo es simple alegoría. La poesía es libertad y en ella el cuerpo es siembra. La tierra salvada, su casa. Y la amistad sellada, su entrega. Y ya para siempre el sueño soñado tiene un solo sentido: el amanecer colectivo.
Pariaguán, 21 de mayo de 2021
DOS POEMAS DE ANDERSON BRAGA HORTA
(Traducción de José Pérez y Anderson Braga Horta)
AUTOELEGÍA 1966
Nada hice ayer.
Hoy no hago nada.
Pero hiervo de ideas y deseos.
Mañana tal vez.
Mañana soy siempre. Hoy sueño mañana.
Y me voy preparando para este mañana.
Nací dos mil quinientos años después.
Todo lo que quería hacer ya estaba hecho.Queda lo infinito, pero ¿cómo pescar en los limbos de lo posible?Me siento pesado de vacío. También siento que hay en mí bastante potencia para iluminar el MundoSolo que los faros están cegados por la niebla.Esta niebla.Madrugada de lámparas encendidaspara nada.Dos manos rascan un fósforo y encienden un cigarrillo.Estas manos que salvarían al mundo y nunca supieron salvarse.Construyeron, si: placeres tormentosos en la tímida emergencia del sexo, de ellos al final dimitidos;placeres, hoy,como el de este social, elegante, y cancerígeno vicio.Hicieron más: obstruían con secretosel canal a mil gestos por nacer,la actualidad a mil quinientos límpidas potencias.Mis hijos hablan y ríen durmiendo.¿Qué les diré después de mañana?¿Que lo siento mucho, la selva era intransitable, no encontré el camino? —“¿Qué tal si lo tuvieras forjado”?Forjarlo, sin fraude, solocon este precario instrumento: estecerebro, estas manos. Cansados,gastos de investigar la geologíade lo indiscernible. Pero¡forjarlo!Abro mi carpeta de dudas. Volanal viento, que no las disipa.Disipo mis horas, discípulodel reloj (igualmente hueco-sonante),que marca el tiempo y no le deja marca.¡Oh! Que saudades tengode tiempos decasilábicos,de tiempos alejandrinos,de este tiempo redondilloy otros mensurables tiempos.Vuelvo los ojos al paisaje doméstico,a lo cotidiano medido,comedido.Cuán poco de nosotros tenemos sabido podido osadoir más allá de las medidas. Las más de las veces contentámonosde llenarlas.Recuerdo que a 1200 km de aquílas aguas, violentas, devoran a nuestros hermanos.Necesito ayudarlos, rezar por ellos. Pero no puedo.Me ocupo de pensar cómo salvaré al Mundo,cómo salvarme a mí mismo,me preocupa un socialismo de los más utópicos,principalmente me preocupa el «Amarás al prójimo como a ti mismo»,principalísimamente si el prójimo es guerrillero en Vietnam, negro en Mississippi, flagelado en el Nordeste o, incluso, a algunos kilómetros de mí.Voy a dormir, estoy cansado.Mañana resolveré todos los problemas.¿Mañana? No. MañanaSoñaré el mañana. Y después de mañana,con la ayuda de Dios y de Fernando Pessoa,después de mañana, tal vez …En la edad de la madureztraigo en mí el caos de los inicios.¡Ah! los dioses omisos!Si, al menos, mañaname despertara dios! Antes de la explosiónfinal,¡construir de este caos un ordenado universo!
Del poemario CRONOSCÓPIO (1983)
AUTOELEGIA 1966
Nada fiz ontem.
Hoje não faço nada.
Mas fervo de ideias e desejos.
Amanhã talvez.
Amanhã sou sempre. Hoje sonho amanhã.
E vou-me preparando para essa manhã.
Nasci dois mil e quinhentos anos depois.
Tudo que quis fazer já tinham feito.
Resta o infinito, mas como pescar nos limbos do possível?
Sinto-me pesado de vazio.
Também sinto que há em mim potência bastante pra iluminar o
Mundo.
Só que os faróis estão cegos de névoa.
Esta névoa.
Madrugada de lâmpadas acesas
para nada.
Duas mãos riscam um fósforo e acendem um cigarro.
Estas mãos que salvariam o Mundo e nunca souberam salvar-se.
Construíram, sim: prazeres tormentosos na tímida emergência do
sexo,
deles afinal demitidas;
prazeres, hoje,
como o deste social, elegante, cancerígeno vício.
Fizeram mais: obstruíram de sigilos
o canal a mil gestos nascituros,
a atualidade a mil e quinhentas límpidas potências.
Meus filhos falam e riem dormindo.
Que lhes direi depois de amanhã?
Que sinto muito, a selva era ínvia, não achei o caminho?
—Que tal se o tivesses forjado?
Forjá-lo, sem fraude, só
com este precário instrumento: este
cérebro, estas mãos. Cansados,
gastos de pesquisar a geologia
do indiscernível. Mas
¡forjá-lo!
Abro minha pasta de dúvidas. Voam
ao vento, que não as dissipa.
Dissipo minhas horas, discípulo
do relógio (igualmente ocossonante),
que marca o tempo e não lhe deixa marca.
Oh! que saudades que tenho
dos tempos decassilábicos,
dos tempos alexandrinos,
deste tempo redondilho
e outros mensuráveis tempos.
Volvo os olhos à paisagem doméstica,
ao quotidiano medido,
comedido.
Quão poucos dentre nós têm sabido
podido
ousado
ir além das medidas. O mais das vezes contentamo-nos
de enchê-las.
Me lembro que a 1.200 km daqui
as águas, violentas, devoram irmãos nossos.
Preciso ajudá-los, rezar por eles. Mas não posso.
Ocupa-me pensar como salvarei o Mundo,
como salvar a mim mesmo,
preocupa-me um socialismo dos mais utópicos,
principalmente preocupa-me o “Amarás o próximo como a ti
mesmo”,
principalissimamente se o próximo é
guerrilheiro no Vietnã,
negro no Mississípi,
flagelado no Nordeste ou,
mesmo, a alguns quilômetros de mim.
Vou dormir, estou cansado.
Amanhã resolverei todos os problemas.
Amanhã? não. Amanhã
sonharei o amanhã. E depois-de-amanhã,
com a ajuda de Deus e de Fernando Pessoa,
depois de amanhã, talvez…
Na idade da madureza
trago em mim o caos dos inícios.
Ah! os deuses omissos!
Se, ao menos, amanhã
despertasse deus! Antes da explosão
final,
construir deste caos um ordenado universo!
Del poemario CRONOSCÓPIO (1983)
CANCIÓN DEL INICIO DEL DÍA
Leve recorro estos caminos
que otros abrieron para mí.
Árboles surgen en la tierra
a la sombra de árboles viejos.
Botones van chupando el seno
que plantas muertas fertilizan.
Cantan las aves. Y en mis labios
una canción ya se madura.
Besando en fiesta estos caminos
bendigo a quienes los hicieron.
Sudor o lágrima —agua clara—
canta en las fuentes y en los ríos.
No me amortece el desaliento
que a veces va rompiendo márgenes.
Sé que el soñar de los que abrieron
estos caminos para mi
no está en la sombra de las ramas
ni en el clamor de los espinos:
está en las luces del futuro,
sueño de vez que se madura.
Leve recorro estos caminos
que otros abrieron para mí.
Y, viendo cuanto desaliño
y cuanto queda por hacer,
los ojos salo en el trabajo,
que los enjugue el porvenir;
y sueño en la distancia, afuera
del limbo, riendo y espantándose,
mis hijos, leves, caminando
por los caminos que abriré.
Del poemario Quarteto Arcaico (2000)
CANÇÃO DO INÍCIO DA JORNADA
Leve percorro estes caminhos
que outros abriram para mim.
Germinam árvores na terra
à sombra de árvores adultas.
Abrem botões, sugando o seio
que plantas mortas adubaram.
Cantam as aves. E em meus lábios
uma canção amadurece.
Beijando em festa estes caminhos,
vejo o suor dos que os fizeram.
Suor ou lágrima —água clara—
canta nas fontes e nos rios.
Não me esmorece o desalinho
que às vezes há rompendo as margens.
Sei que a esperança dos que abriram
estes caminhos para mim
não é na sombra das folhagens
nem na arrogância dos espinhos:
é no olhar claro do futuro,
sonho de vez que amadurece.
Leve percorro estes caminhos
que outros abriram para mim.
E, vendo o que há de desalinho
e o que ainda resta por fazer,
salgo os meus olhos no trabalho
para enxugá-los no porvir,
e sonho ao longe, mal saídos
do limbo, rindo e se espantando,
meus filhos, leves, caminhando
pelos caminhos que abrirei.
Del poemario Quarteto Arcaico (2000)
El poeta y ensayista venezolano José Pérez
[1] De viva voz, pág. 6
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