Crear en Salamanca tiene el placer de presentar una nueva reseña al libro ‘Tiempo Diamante’ (Caligrama, 2019) del poeta y psiquiatra madrileño Luis M. Iruela.
Luis M. Iruela, portada del libro y Julia Picazo Zappino
La presente reflexión en torno a esta obra poética está a cargo de Julia Picazo Zappino, quien es médico psiquiatra y doctora en medicina y cirugía por la Universidad Autónoma de Madrid. Realizó la especialidad de psiquiatría en el Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda y cursó el máster en psicoterapia perspectiva integradora por la Universidad de Alcalá de Henares. Ha sido coordinadora médica de la Clínica López Ibor, y en la actualidad realiza su labor asistencial en la Unidad de Hospitalización Breve del Hospital Infanta Leonor de Madrid. Es autora del libro ‘El suicidio actual’, publicado por la editorial EOS Psicología.
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Desde el último verso del primer poema titulado Materia se plantea el autor un principio estético que informa todo el libro: Poesía es la forma óptima de la materia.
Un poco antes, a la cabecera del poema, hay una cita del matemático francés Henri Poincaré que dice así: Crear consiste precisamente en no hacer combinaciones inútiles. Que es lo que siempre se ha atribuido a la naturaleza. Ya Newton en sus Principia escribía: La Naturaleza nada hace en vano, y más es en vano cuanto a menos sirve; pues la Naturaleza se complace en la simplicidad y no adopta la pompa de las causas superfluas.
Para simplificar, podríamos decir que las formas óptimas son en geometría las formas ideales, las formas perfectas como la esfera o los cristales tetraédricos del paladio. Siguiendo esta línea de pensamiento, Luis M. Iruela plantea que la poesía parte de la materia y la optimiza, y que en esa optimización consiste la belleza. En algo que sobrepasa lo superlativo.
Este enfoque recuerda el afán explorador de los alquimistas en su búsqueda del espíritu en la materia. Pero lo relaciona, sobre todo, con la novela Solaris del psiquiatra polaco Stanislaw Lem en la que una evolución de la materia desde sus estados más rudimentarios da lugar a un océano inteligente de plasma que representa la divinidad. Lo sublime divino como resultado óptimo de un proceso de refinamiento material. Dios como resultado de una sofisticación de la materia. Este sería el modelo poético de Luis M. Iruela. Podemos verlo claro en la composición
El gen del habla:
Escrito en el dorso
de un hilo trenzado
hace inmaterial
la materia.
Ahí vemos el camino desde el código de ADN hasta el mundo de símbolos que el lenguaje crea. El camino desde la química genética hasta la propia esencia de lo humano, lo nuclear y característico de nuestra constitución: la palabra y por tanto el pensamiento.
Esa relación divinidad-materia queda también reflejada en estos otros versos del poema Neutrinos:
Miradas de ceniza
que cruzan la penumbra
como puntos de silencio
y siguen su viaje
a través de cuerpos y distancias
para ser la presencia de los dioses.
Todo lo anterior remite a Luis M. Iruela a una tradición literaria que se remonta al gran poema de Lucrecio De rerum natura, en especial cuando se encuentra en Tiempo diamante una notable cantidad de términos y conceptos científicos tomados de la física y la astrofísica con una voluntad de renovación del lenguaje poético para que el universo pueda ser estéticamente explorado.
Pero al contrario que en el poema latino, aquí las composiciones parecen estar concebidas siguiendo el Principio de Maupertuis según el cual la naturaleza obra siempre con la máxima economía posible. No deja de sorprender cómo este breve libro constituido por pequeños poemas alienta la ambición de contener el universo. Mallarmé pensaba que el mundo estaba hecho para ser el Libro, el “lenguaje supremo” como en el caso del Torah.
Tiempo diamante contempla como el universo se expande dentro de sus mínimos poemas y eso lo convierte en una obra verdaderamente singular.
Julia Picazo Zappino
Madrid, junio 2023
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