Poemas y presentación de ‘Sinos – Campanas’, del brasileño Clauder Arcanjo

 

 

Miguel Elías, Fructuoso Mangas, A. P. Alencart, Clauder Arcanjo y José Amador Martín (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar textos e imágenes de la presentación del hermoso libro ‘Sino- Campanas), obra del poeta, narrador y editor brasileño Clauder Arcanjo, con versión al castellano de A. P. Alencart, fotos de José Amador Martín y pinturas de Miguel Elías, entre otros. La edición, recientemente salida de imprenta, tiene tapa dura e interior en color y lleva el sello de Sarau das Letras (Mossoró) y Trilce Ediciones (Salamanca). El prólogo lo firma el sacerdote salmantino Fructuoso Mangas, que también intervino en la presentación, como lo hicieron el pintor, el fotógrafo, el traductor y el propio autor, quien leyó varios de los textos incluidos en su poemario.

El acto se celebró el pasado 16 de octubre, en el Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Salamanca y en del marco de las actividades programadas por el XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos.

 

 

 

LA VOZ DE LAS CAMPANAS

 

Las campanas de Clauder, tañidas por ángeles de primera clase según revela su apellido, me tocan donde me duele. Tengo la piel de mi vida llena de señales de los toques de campana. Por eso ahí me duele.

 

Y no sé cómo suenan las campanas de Santana do Acaraú, pero sí sé de primera mano y de buen oído cómo suenan las de Salamanca. Y las he recordado con amorosa nostalgia al disfrutar de los versos de Clauder, aunque advierto que mis campanas son más alegres, más festivas, más vivaces y vibrantes que las que recuerda este ramo de poemas. Y me atrevo a repasarlas en un resumen casi de emergencia para unirlas, con permiso del poeta, a las campanas aquí recordadas.

 

Y pudiera ser, porque la idea es muy bella, que un día, y pronto, me decidiera a reunir a mi vez en otro ramo de poemas los recuerdos y sones de las campanas de mi vida. Y además porque también estoy seguro de lo que dice el poeta en el poema “Campanas de abril”: “la poesía nos salvará”. Habrá que hacerlo posible, pues falta nos hace.

 

Desde pequeño, en Yecla de Yeltes, hermoso pueblo de Salamanca, en el oeste de España, me acostumbré felizmente al sonido de la campana como guía sonora de la vida.

 

Sonaban las pascualejas, pequeñas campanas de tono muy alto y festivo al nacer cada niño y repetían el juego sonoro el día de su bautizo. Y desde ese comienzo cristiano, ya las campanas “tocaban a misa” cada mañana de domingo y una “campanilla” más ligera volteaba los días de diario para la misa por la mañana y para el rosario cada tarde.

 

Alencart, Arcanjo y José Amador Martín (foto de J. Alencar)

 

Por supuesto, se repicaba el domingo para la misa Mayor en tres pasos crecientes en tiempo y en ritmo. Todo resonaba a fi esta por todo lo alto. Lo llevo dentro.

 

En las procesiones podía oírse un festín de sonidos mezclando varias campanas con las pascualejas y todo con las hábiles manos de dos o tres campaneros. Así no hay procesión que se resista.

 

Y también tocaban a fuego en un arrebato repentino que hacía correr a todos con cubos y barreños para luchar juntos contra las llamas o sonaban lentas a muerto con golpes graves y sordos que repartían tristeza por el pueblo.

 

Y a las doce de cada mediodía del verano interrumpían el trabajo en las eras con un recital magnífico y preciso que invitaba a cesar en toda labor y a descansar para comer. Era el sonido más esperado de todo el día.

 

Y muchos sonidos más que están integrados perfectamente, felizmente, en la música de mi humilde biografía. Porque años más tarde, a lo largo de toda mi vida me han seguido acompañando las campanas como amigas inseparables.

 

Es una lista abreviada y de urgencia para una referencia de muchos años. La limpia y sencilla campana matutina de las Agustinas, seguida más tarde y sólo domingos y fi estas por la de San Martín. Varias veces al día, entre maitines y completas, iban sonando oportuna e inoportunamente, según, las altas y claras de las Úrsulas y sólo cuando había viento a favor llegaba el sonido de la Veracruz.

 

La grave y gruesa de la catedral se dejaba oír a días y a ratos, como las de La Clerecía, siempre irregulares y aparentemente sin orden ni concierto.

 

Una de mis experiencias estéticas más bellas es situarme, todavía hoy, en el puente de los Dominicos y mirando a la fachada y a la logia escuchar las campanas que, las tres, a su ritmo y a su tono cada una, convidan a la misa de doce en San Esteban. No hay quien dé más.

 

Miguel Elías y Fructuoso Mangas (foto de J. Alencar)

 

Aunque quizás el sonido más glorioso y de mayor plenitud era siempre, y lo sigue siendo, el de las campanas de la Catedral en los días de Fiesta, especialmente en la mañana resplandeciente de Pascua y a la salida de la procesión del Corpus con el sol de Salamanca a media tarde. No conozco campanas con más gloria entremezclada.

 

Estos son algunos de los sones más queridos para mí de las campanas de Salamanca. Son parte importante de la música de mi vida.

 

Espero seguir disfrutando de ellas feliz y en paz muchos años. Ah y siempre con un libro de poemas como éste entre las manos.

 

FRUCTUOSO MANGAS RAMOS

Sacerdote en Salamanca Y monaguillo

y campanero en Yecla de Yeltes hasta su mayoría de edad

 

 

 

 

Popescu, Alencart, el alcalde de Salamanca Carlos García Carbayo, Salvado, Colinas Ñaupari y Arcanjo (foto de J. Alencar)

 

SINOS DA TERRA

 

Para Maria do Sameiro Barroso

 

A terra não está só nos dentes do arado

Que cortam e rasgam o intestino do húmus

Está, em especial, nas unhas do degredado

Que chora o abandono, ao tempo em que vela

A lembrança de vidro no espelho da lembrança.

 

A terra não floresce só no coito da primavera

Que cobre e luz de cores o cocuruto da mataria

Está, em especial, nos sete cravos do condenado

Que rumina a pena, ao tempo em que zela

A reminiscência final, e fatal, na sua vítrea retina.

 

A terra não pertence só aos fi lhos nativos

Que choram e lamentam a fuga da placenta

Está, em especial, nos cavos sinos da terra

Que chamam os distantes, ao tempo em que abençoam

A crisma e o batismo dos que, por ela, foram adotados.

 

 

 

 Alencart y Arcanjo (foto de Jacqueline Alencar

 

CAMPANAS DE LA TIERRA

 

 

Para Maria do Sameiro Barroso

 

La tierra no está sólo en los dientes del arado

Que cortan y rasgan el intestino del humus

Está, especialmente, en las uñas del desterrado

Que llora el abandono, al tiempo que vela

El recuerdo de vidrio en el espejo del recuerdo.

 

La tierra no florece sólo en el coito de la primavera

Que cubre y luce de colores la cumbre de la arboleda

Está, especialmente, en los siete clavos del condenado

Que masculla la pena, al tiempo en que vela

La reliquia final, y fatal, en su vítrea retina.

 

La tierra no pertenece sólo a los hijos nativos

Que lloran y lamentan la fuga de la placenta

Está, especialmente, en las huecas campanas de la tierra

Que llaman a los distantes, al tiempo que bendicen

La confirmación y el bautismo de los que, por ella, fueron adoptados.

 

 

Página del libro con foto de José Amador Martín

 

SINOS DE SANGUE

 

Para Renard Perez

(In memoriam)

 

No silêncio da tua palavra

No compasso da desmemória

O povo badalou sinos de sangue

Sepultando em lápides olvidadas

A galega voz de outras alvoradas.

 

 

Clauder Arcanjo y su Biscuí, en el Salón de Recepciones del Ayuntamiento (Foto de J. Alencar)

 

 

CAMPANAS DE SANGRE

 

Para Renard Perez

(In memoriam)

 

En el silencio de tu palabra

En el compás de la desmemoria

El pueblo hizo sonar campanas de sangre

Sepultando en lápidas olvidadas

La gallega voz de otras alboradas.

 

 

Clauder leyendo en el Centro Brasileño el día 15 (foto de Elena Díaz Santana)

 

SINOS DE MIGRAÇÃO

 

Un tren que sale siempre va a alguna parte

un hombre que sale no siempre va a alguna parte

(Antonio Aliberti)

 

Não havia trem na província

Havia homens que saíam

Migrantes, segundo alguns

Retirantes, segundo outros

As casas se fechavam em silêncio

As mulheres se cobriam de preto

E um trem, perdido na madrugada fria

Apitava seu lamento no peito da noite.

 

Alencart leyendo su traducción de un poema de Arcanjo (foto de José Amador Martín)

 

 

CAMPANAS DE MIGRACIÓN

 

 

Un tren que sale siempre va a alguna parte

un hombre que sale no siempre va a alguna parte

(Antonio Aliberti)

 

 

No había tren en la provincia

Había hombres que salían

Migrantes, según algunos

Salientes, según otros

Las casas se cerraban en silencio

Las mujeres se cubrían de negro

Y un tren, perdido en la fría madrugada,

Silbaba su lamento en el pecho de la noche.

 

Arcanjo y los poetas que leyeron en el Teatro Liceo el día 16 (Foto de José Amador Martín)

 

 

SINOS PARA UM INFANTE

 

Para o Museo de Campanas (Urueña-Espanha)

 

Os sinos não choram por ti, infante!

Os sinos se desdobram na paz das ruas

Para pasmar e calar o gume da tua morte.

 

Os sinos canoram apenas pela vida.

Tua morte, descolorida, azucrina a paz da vila.

Jesus vem, não vem! Bem, não tem!…

 

Página del libro con foto de José Amador Martín

CAMPANAS PARA UN INFANTE

Para el Museo de Campanas (Urueña-España)

 

¡Las campanas no lloran por ti, infante!

Las campanas se despliegan en la paz de las calles

Para pasmar y acallar el fi lo de tu muerte.

 

Las campanas cantan tan sólo por la vida.

Tu muerte, descolorida, molesta la paz del pueblo.

¡Jesús ven, no vengas! ¡Bien, no tiene!…

 

 

Alencart y Clauder Arcanjo (foto de J. Alencar)

 

A VOZ DOS SINOS

 

 

Os sinos de Clauder, tangidos por anjos de primeira classe, segundo revela seu sobrenome, me tocam onde me dói. Tenho a pele de minha vida cheia de sinais dos toques de sinos. Por isso aí me dói.

 

E não sei como soam os sinos de Santana do Acaraú, mas, sei sim, em primeira mão e de bom ouvido, como soam os de Salamanca. E me lembrei deles com amorosa nostalgia ao saborear os versos de Clauder, porém, advirto que meus sinos são mais alegres, mais festivos, mais vivazes e vibrantes que os recordados neste conjunto de poemas. E me atrevo a repassá-los em um resumo quase de emergência para uni-los, com permissão do poeta, aos dos sinos aqui relembrados.

 

E assim poderia ser, porque a ideia é muito bela, que um dia, e logo, tomasse a decisão de reunir em outro conjunto de poemas as lembranças e sons dos sinos de minha vida. E também porque estou seguro do que disse o poeta no poema “Sinos de abril”: “a poesia nos salvará”. Haverá que ser possível, pois nos faz falta.

 

Desde criança, em Yecla de Yeltes, lindo povoado de Salamanca, no oeste da Espanha, me acostumei, felizmente, ao som do sino como guia sonoro da vida.

 

 

Página del libro con foto de José Amador Martín

 

Soavam as pascualejas, pequenos sinos de tom muito alto e festivo, ao nascer cada menino e repetiam o jogo sonoro no dia de seu batismo. E desde esse começo cristão, os sinos “tocavam a missa” cada manhã de domingo e uma sineta mais leve girava nos dias comuns para a missa da manhã e para o rosário de cada tarde.

 

É claro, repicava-se no domingo para a missa Maior, em três passos crescentes em tempo e em ritmo. Tudo ressoava à festa em grande estilo. Trago comigo.

 

Nas procissões, escutava-se um festival de sons mesclando vários sinos com as pascualejas e tudo com as hábeis mãos de dois ou três sineiros. Assim, não há procissão a que se resista.

 

E também tocavam ao fogo em um arrebatamento que fazia todos correrem com cubas e baldes para lutarem juntos contra as chamas, ou soavam lentos e moribundos com golpes graves e soturnos que repartiam tristeza pelo povoado.

 

E as doze de cada meio-dia do verão interrompiam o trabalho com um recital magnífico e preciso que convidava todos a cessar o labor e a descansar para comer. Era o som mais esperado de todo o dia.

 

E muitos sons mais que estão integrados perfeitamente, venturosamente, na música de minha humilde biografia. Porque anos mais tarde, ao largo de toda minha vida, acompanham-me os sinos como amigos inseparáveis.

 

Arcanjo y los poetas recibidos por el Alcalde de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 

É uma lista abreviada e urgente para referência de muitos anos. O limpo e singelo sino matutino das Agostinianas, seguido mais tarde, e apenas domingos e feriados, pelo de São Martim. Várias vezes ao dia, entre as preces matinais e as completas, iam soando oportuna e inoportunamente, de acordo com os altos e límpidos das Úrsulas e somente quando havia vento a favor chegava o som do de Veracruz.

 

O grave e robusto da catedral se ouvia em alguns dias e momentos, como os da Clerecía, sempre irregulares e aparentemente sem ordem nem concerto.

 

Uma de minhas experiências estéticas mais belas é postar-me, ainda hoje, na ponte dos Dominicanos e, mirando a fachada e a loja, escutar os sinos que, os três, a seu ritmo e a seu tom, cada um, convidam à missa das doze em São Estevão. Não há quem a suplante.

 

Embora talvez o som mais glorioso e de maior plenitude fosse sempre, e segue sendo, o dos sinos da Catedral nos dias de Festa, especialmente na manhã resplandecente da Páscoa e à saída da procissão de Corpus Christi com o sol de Salamanca no meio da tarde. Não conheço sinos com mais glória entrelaçada.

 

Esses são alguns dos sons mais queridos para mim dos sinos de Salamanca. São parte importante da música de minha vida.

 

Espero seguir desfrutando deles, feliz e em paz, por muitos anos. Ah, e sempre com um livro de poemas como este entre as mãos.

 

FRUCTUOSO MANGAS RAMOS

 

 

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