POEMAS DEL TRÁNSITO’, DE ENRIQUE VILORIA. PRÓLOGO DE ELVIA ARDALANI

 

Enrique Viloria en la Plaza Mayor de Salamanca (Fotografía de José Amador Martín)

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario que, sobre el ultimo poemario de Enrique Viloria Vera, ha escrito Elvia Ardalani (Heroica  Matamoros, Tamaulipas, México, 1963), profesora de Creación Literaria y Literatura  en la Universidad de TexasRío Grande Valley. Poeta, editora y traductora. En 2011 coeditó el volumen de ensayos ‘Miguel Hernández desde América’,  junto con Aitor Larrabide. Su obra poética publicada comprende los siguientes poemarios: Por recuerdos viejos, por esos recuerdos (1989), De cruz y media luna (1996; reedición en 2006), Y comerás del pan sentado junto al fuego (2001), De cruz y media luna/From Cross and Crescent Moon-Edición Bilingüe (2006), Miércoles de ceniza (2007),Cuadernos para un huérfano (2011), Callejón Kashaní (2012), La luz iluminada (selección y traducción de la poesía de Jalal-al Din Rumi) y El ser de los enseres. En 2016 publicó su novela“El sótano del caracol”.

 

 

 

 

 

‘POEMAS DEL TRÁNSITO’, DE ENRIQUE VILORIA

 

Dos temas han tenido presencia en la literatura universal desde sus inicios: el amor y la muerte. Ambos asuntos suelen ser los que dan pie a la escritura, siendo los grandes catalizadores de la experiencia humana. Las dos vivencias, íntimamente relacionadas entre sí, representan todo un espectro de nociones y sensaciones que sitúan a los seres humanos ante ese abismo, a veces insondable, de la vida y su significado. Sin embargo, si el amor en todas sus variantes ofrece por lo menos el consuelo del discernimiento tácito del mismo, gracias a la repetición de la vivencia, la muerte solo ofrece la convicción de ser, la certidumbre del acto que ocurrirá sin mayor evidencia que la partida física. El sociólogo Zygmunt Bauman sostenía que ante la imposibilidad de conocer la experiencia real de la muerte, era precisamente a través de la observación de este trance en los demás y a través de la ficción que resultaba posible llegar a un conocimiento más concreto del mismo. Bauman establece el indeleble vínculo entre muerte y literatura, particularmente en la ficción, donde es posible identificarse con lo acaecido a los personajes. Es, sin embargo,  muy específicamente a través de la poesía, donde mejor hallan cabida todos esos sentimientos subjetivos que de una u otra forma constituyen la carga emotiva que conlleva el hecho de vivir, pues si en la ficción podemos observarnos a través de los personajes, es en la poesía donde mejor podemos mirarnos en el espejo interior, aquel que nos muestra más que nuestras acciones, nuestros miedos y deseos.

Poemas de Tránsito del escritor venezolano asentado en España Enrique Viloria Vera surge en un momento trascendental, el de la pandemia que asola al mundo. Es en este Annus horribilis 2020 (hay un poema del mismo nombre en el libro) donde todos, de pronto y casi a un mismo tiempo, hemos tenido que observar la muerte de una manera contundente, hermanados en la misma desgracia. Y es en ese contexto comunalmente compartido, donde la poesía de nuestro escritor nos permite contemplarnos y reflexionar sobre el significado de la vida y la muerte. He tenido el placer de leer la obra de Viloria Vera, desde su poesía hasta sus libros ensayísticos, todos de una sensibilidad exquisita y de un conocimiento excepcional atesorado en toda una vida de estudios, viajes y lecturas. Ninguno, sin embargo, aparece en un momento tan sustancial, tan relevante, como Poemas de Tránsito, libro que sacia la sed de quienes presenciamos nuestro alrededor sin atinar a comprender. Los textos que integran el poemario, surgieron, según nos dice el mismo autor, de la observación de cuanto aconteció en una clínica salmantina donde fungía como acompañante. No son, nos advierte, poemas desesperados ni terminantes. Efectivamente, no lo son. Hay en todos y cada uno de ellos una ávida observación de la experiencia humana en ese microcosmos que representa el hospital, donde se viven tristezas y alegrías, donde se nace y se muere, donde la esperanza se enciende hasta su última ceniza. Ese tránsito al que tan apropiadamente hace alusión el título del libro, convierte al hospital en una especie de terminal de viaje, excelente metáfora de la existencia. Lo que más sobresale de estos poemas es justamente lo enraizados que se hallan a la supervivencia, de ahí que son, antes que todo, poemas de vida. Predominan la ternura, el humor, la paradoja, entre otros muchos sentimientos que corresponden al vivir. En el poema Inexorable, que abre el poemario, el poeta menciona una serie de artefactos centrales al hospital, como para advertir a sus lectores del mundo al que entrarán: “Ambulancia/Camillero/Silla de ruedas/Andador/Bastón”, para terminar diciéndonos con el ingenio que lo caracteriza: “Por mi propio pie/al cementerio/ nunca llegaré.” El humor, tal vez la mejor forma de lidiar con lo desconocido, aparece y reaparece en varios de los poemas de esta magnífica colección, como en Pañal digital, Petición, Preferencia y varios más. Sin embargo, lo que más permea la colección es la observación minuciosa y precisa de la clínica y de todo cuanto ahí ocurre. En el poema Hospital, nuestro poeta otorga la significación de lo que este espacio representa en el contexto del libro:

“Estación intermedia

de tránsito

   intercambiador

entre esta vida

y la otra

que llaman muerte”.

 

Es ahí, en ese espacio cautelosamente cerrado donde se da el cambio a la otra vida, la que por fuerza desconocemos. Es en esa especie de andén donde se dan los adioses y las bienvenidas, los silencios de gozo y los dolorosos, donde nace la esperanza y la desesperanza. Y es en el análisis meticuloso de la realidad del hospital donde aparecen los protagonistas: enfermeras, médicos, sacerdotes, enfermos, dolientes, amigos, recién llegados, todos integrados en ese sistema de entradas y salidas que constituyen la existencia. Hay en ese recuento de la realidad una ternura implícita, la empatía del observador que contempla el precipicio que todos habremos de cruzar. Al referirse, por ejemplo, a la enfermera, el poema Reconocimiento le rinde homenaje, conmensurando esa devoción de su profesión por servir:

 

“Gusto da

tu sonrisa

tu alegría mañanera

tu buen humor

tu genuina disposición

para atender y entender

   el dolor ajeno”.

 

Esa comprensión del dolor ajeno, del sufrimiento en su máxima suma, es precisamente lo que le da a este poemario ese toque tan único, tan humano, situando la obra con lo mejor del ejercicio poético. Hay también, indiscutiblemente, una realidad metaliteraria que como un río atraviesa toda la obra: el enfrentamiento del propio poeta con la muerte, por ejemplo, en el poema Certidumbre a medias: “De donde vengo/lo sé/a donde voy/dudas/y más dudas/me asaltan”.

 

Dentro de ese recuento de la vida en esa estación de cambio que representa la clínica, no podía faltar la plegaria, esa entrega a Dios marcada por distintos rituales y creencias, pero siempre signada por la consagración espiritual, por la necesidad otorgada por el miedo y la incertidumbre. Así, en el poema Plegaria, el poeta hace alusión a distintas deidades y creencias para solicitar una prórroga y aunque el poema está teñido del humorismo del poeta, no puede dejar de presenciarse el respeto por la experiencia del dolor y la desesperación. Algo parecido sucede con el poema Visita paradisíaca donde se conjugan las distintas visiones del más allá dentro de distintos contextos culturales, en este caso específico la visión del paraíso islámico.

 

El poemario cierra, muy apropiadamente, con el poema Epitafio, donde a manera de epílogo y en mayúsculas, el poeta, con su usual sentido del humor, cierra la línea metaliteraria del poemario para autoreferenciarse, quedando a medias en el último verso: “Aquí yace/EVV/buscó el prestigio/no lo encontró/ atesoró algo de dinero/no alcan__.” Con este cierre jocoso, sí, pero perfecto, Viloria Vera advierte a los lectores, una vez más, de la imposibilidad de tener un conocimiento certero de la muerte, ni siquiera del tiempo, pues también, como el poema inacabo, nos supera.

 

De versos cortos, ágiles, diestros, Poemas de Tránsito es un poemario más sobre la vida que sobre la muerte, más sobre la esperanza y la solidaridad humana que sobre la desesperanza y la pérdida. Como el excelente escritor que es, Enrique Viloria Vera nos recuerda que a pesar del sufrimiento o tal vez por él, la vida sigue su curso y es a través de su literatura, de este poemario, que nos confronta a lo irremediable, pero solo para sesgarnos de la muerte y anclarnos a la vida.

 

La poeta mexicana Elvia Ardalani

 

 

Aún no hay ningún comentario.

Deja un comentario