POEMAS DEL SALVADOREÑO NOÉ LIMA

 

 

El poeta salvadoreño Noé Lima (foto de Fabricio Estrada)

 

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar una muestra poética de Noé Lima (Ahuachapán, El Salvador, 1971). Poeta y artista plástico. Fue miembro fundador y director de los talleres literarios Tecpán de la Universidad Dr. José Matías Delgado y del Taller del parque (Ahuachapán). Fue miembro del equipo coordinador del suplemento cultural Altazor, del diario El Mundo, de El Salvador. Ha publicado Efecto Residual (2004), Erosión (2015), Un insecto empalado en tu seno (2015), Zumbido (2017) y en preparación, Gula. Ha participado en diversos festivales celebrados en países centroamericanos y poemas suyos se han difundido en revistas de Guatemala, Costa Rica, España, México y Chile, y en las antologías Tecpán (Lugar donde duerme la campana del amor) y Subterránea palabra (El Salvador).

 

Foto de José Amador Martín

 

CIELO

 

No vivo en el barrio de Perreux-sur-Marne

donde el gris siempre sonríe

donde las palomas son migajas celestes del tiempo

y el hambre siempre tiene un clima diferente

 

No vivo en el barrio de Perreux-sur-Marne

donde los muchachos alzan la voz

como un prólogo en la garganta

como carne abierta para recibir a la lluvia

esa cúpula siempre fría como la mirada de París

con sus vidrieras almidonadas para reflejar su osamenta

 

no vivo en la colonia La Campanera

donde la infusión del infierno se bebe a sorbos cada medio día

donde las estrellas son duros martillos

que rechinan cuando golpean los muros

y la mirada de las madres son altares que suspiran

ante el sonido de las balas

 

vivo donde el cielo es salino

 

las madres de mi país cierran sus retinas

para encenderlo en las funerarias cada día

ese cielo tupido de moscas cuando buscan al desaparecido

 

Vivo donde el cielo tiene la certeza de la derrota

Foto de José Amador Martín

 

 

II

 

El cielo que me cubre es una mujer que me espera

que lame su leche viscosa

cuando los temporales son espejos de arena

 

ese cielo descalzo de luz blanca

me cubre en su secreto sonoro

cuando el gemido del sol es solo una palabra

que tartamudea cada vez que abro

las jorobadas rejas de la luna

y juego con su desdentado misterio

para vestir mi sangre como una tumba durmiente

donde el abrazo puede matar o perdonarte

 

mi cielo tiene los huesos estrellados

pulgares de paja

talones glaciales

ojos de sepulcro cuando la asesino cada noche

senos derrotados por el insomnio

uñas rotas por la marea que siempre aparece en un poema

y tiene siempre su sexo amortajado por mi sombra

 

mi cielo no se parece al que hay en el barrio Perreux-sur-Marne

ni el que se rompe con los balazos en La Campanera

 

el mío recoge mis harapos para convertirlos en poema.

 

 

 

  Foto de José Amador Martín

 

PARTITURA

 

 

Tengo un amor como partitura de plomo

en cada puño

en el muñón de ortiga en que se convierte mi latido

 

Sangra

cuando enciendo un cigarrillo

-el cáncer va a matarme a besos-

 

Ella

con sus goznes de rubíes en cada labio

traduce  mi miedo en cada letra que respiro

 

Ella

calza el suspiro de mis ojeras necias por las velas

 

Apenas me asomo a su cintura entiendo que debo de morir

por el Chagas

una bala perdida en la huella del horizonte

bajo la rueda del monociclo de un terremoto

 

Debo de morir

por un beso a la hora en que me apuñalen

por un asalto en el autobús

con el hedor húmedo de los trabajadores

después de cerrar los vidrios

y no mojarnos

Tengo miedo de morir

con la edad extranjera del agua en cada invierno

 

Con la edad de todos los delirios

a la hora de convocar mis erecciones

flecha del adulterio

cosmético en las viudas jóvenes

fruta brillante para las mujeres de edad avanzada

estivo naufragio de un sexo urgente

 

Tengo la edad abrochada en las cicatrices de los bares

 

Tengo ganas de morirme

atado

al desfile ciego de tu falda

 

Foto de José Amador Martín

 

 

MI IDIOTA

 

 

I

 

Hay una tachadura en la viga

como la huella del relámpago

en el aliento del café

en la comida de las palomas que sueñan convertirse en rocío

cuando la muerte sea un vals en el austro gemido de los relojes

 

-a veces el tiempo es una carcajada en los hilos de una soga-

 

Hay una tachadura también en una viga de cera

la que llora todas las noches

por las infinitas llagas de una sombra

 

 

 

Foto de José Amador Martín

II

 

Las palomas muertas parecen un bodegón

de cómo la nieve entierra en el paisaje el falo menguante de los ángeles

 

Las palomas de mi idiota en su pico

llevan la dorada aguja el alba

 

 

III

 

El vidrio circuncidado me refleja

me muevo

lento ardo con el whisky

 

Me rodeo del martillazo de un latido

mientras pienso en esta ciudad digital y pesada como un perdigón

donde nunca pude hacer recitar a la arena

ni hacer que el corazón tiemble como una polilla en el cuerpo de Kafka

en los labios de mi mujer

en la desgastada ranura de una tormenta después de escuchar a Bowie

 

Me rodeo siempre del recuerdo del humo colgado como una pecera en las nubes

como en aquel libro de Burroughs extraviado en el balido del metro de Londres

 

Este hueco de amianto en el pecho también canta

 

 

Foto de José Amador Martín

 

IV

 

Soy el idiota

con la mirada poblada de nidos en vigilia por el invierno

 

No te das cuenta?

 

La luna es una costilla que se alimenta con el acento del trueno

lo que nos queda en ese abrazo de escayola

con el rubor del yeso en el rebaño de la luz en cada llanto

 

Cuando me muera

yo el idiota

estaré en la cadena del agua

el lechoso anillo del astro

el pozo oscuro en el ojo del caballo

el tembloroso guante en el incendio del bosque

                                                                                                  

No me esperes hasta el último trago.

 

 

Foto de José Amador Martín

 

BIPOLAR

 

“El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe”.

Alejandra Pizarnik

 

 

I

 

La noche tiene una metamorfosis

 

Apenas se asoman aves

jadeando en el fondo de los vasos

la sombra

apenas cuelga

de un poema

cuando apagas las manos trapecistas

en la clara campana de tu culo

 

 

II

 

Se necesita una voz urgente

en el espejo:

la edad

y la muerte

 

La oscuridad astilla su dentadura fresca

y muerde mis poemas

 

Yo apenas enciendo la radio

para besar

por un instante a los muertos que habitan en él.

 

Foto de José Amador Martín

III

 

Pulverizada la noche

se niega a morir entre mis dientes

 

Siente nostalgia

 

la amordazada lluvia en la ventana

esa clarividente sangre salpicada

en los noticieros

 

pulverizada

va encaneciendo junto a mi

junto a esa tiza

de tus pezones inolvidables

 

de vez en cuando escriben

sobre mi piel tartamuda

que los años

son apenas cristales rotos

en el salino poniente del espejo

 

Foto de José Amador Martín

IV

 

Mis párpados hablan de vez en cuando

 

Abren un recuerdo

 

lo hacen

para hablarle a tu cintura petrificada

al glacial de piedra en que se convierte tu sueño

a tu ombligo corriente abajo

al astro desplomado de tu sexo por mi lengua

 

la nostalgia no entiende de erecciones

 

no podés imaginarlo

 

mis párpados

mujer

son diques donde se detienen tus manos

tus dedos de humo caliente

cuando se asoman los amaneceres

de agujas lamidas por mis uñas

 

hablan solos

con la sombra tragada por la brisa

la ubre tibia de la luna

que va rodando en tu latido

 

mis párpados son pesados ladrillos

tienen el fulgor de la noche

quemada

en tus piernas de cerilla rumiante

 

son el lechoso silencio de tus gemidos.

 

 

 

SYLVIA PLATH ENCIENDE UN FÓSFORO

 

 

Sylvia enciende un fósforo y lo apaga

ser bipolar es lo común

conoce a Lowell y aprende a mudar de piel en las colinas

 

La poesía confesional es una mierda pero hay que escribirla

piensa

es una campana de cristal donde se mudan los infiernos

palidecen como las mariposas recién creadas por la hoguera de la retina

o el silencio en el psiquiátrico donde las esquinas de los muros

son solamente vértices de una palabra justa para la angustia

 

Sylvia desnuda a Hughes como el mar me desnuda a mí

Sylvia mata por dentro a Hugues

éste incinera moscas con el tiempo y destruye su diario

yo incinero tus pupilas con el desvelo mientras lames mis poemas

 

Ella enciende siempre un fósforo y lo apaga

ve la estufa y la acomoda

piensa en Frieda y Nicholas

en su vestido plateado como una grieta de agua

piensa en el suicidio

en el aborto

ese coloso que se cuela entre los poros

en la poesía de Ted que se hunde en su vientre como una daga

en cómo quedará él cuando decida encender el gas

la somnolencia del papel cuando escriba te amo desde una tumba

y sea polvo de marfil en los bolsos de futuras escritoras

 

Ella se hace llagas en la lengua con la luna del mes de febrero

 

Sylvia  enciende el gas del horno

mete su cabeza con treinta palabras ahogadas entre las cejas

que tiemblan

 

Yo abro tus ojos con una metáfora sobre el mar

para que sobrevivas a su poesía.

 

Foto de José Amador Martín

 

 

ALEJANDRA PIZARNIK MUEVE EL MAR

 

 

Alejandra tartamudeaba

como tu vientre

cuando el mar se asomaba con las partituras del insomnio

 

Arthur no podrá rescatarte

Alejandra

del acné y de la obesidad que cargas como una lágrima dibujada

en el papel

ni la soledad de Mallarmé

rescatará tus sueños de la espuma furiosa que desnuda las piedras

 

Solamente el mar puede desvestirnos

 

Solamente la muerte

que susurra el encierro de la palabra poema

en los genitales

en el abecedario húmedo del silencio

cuando el tacto es un pez moribundo

 

Alejandra la tartamuda de la infancia

en el fondo de sus treinta y seis años

en el psiquiátrico de ceniza que guardaba entre sus dedos

bajo la lluvia del seconal

con  la ausencia de la ternura de los relojes

y la angustia de seda en que se convierte la noche

 

Ella la amante de las amapolas

se parece a vos cuando germinas

 

Repartía el zumo de los océanos

mutilaba pájaros en su garganta

y se drogaba con el temblor de los besos

los que nunca llegaron

o se marcharon con el duelo de la luz

o naufragaron en tu boca

Alejandra la tartamuda del paraíso perdido de Milton

dónde te fuiste

a la aurora dentada que muerde a la poesía  para hacerla morir con el rocío?

 

Foto de José Amador Martín

 

DISLEXIA

 

El niño odia los amaneceres de neón

las escaleras ruidosas de las iglesias

la inercia de los hospitales

el tartamudo lenguaje de la piel en las multitudes

los odia

 

al igual que las golosinas después de la golpiza

al rapto de los caminos

en los rines de su bicicleta eléctrica

para pies menudos

también eléctricos

 

él apenas sabe leer

pero ya conoce lo que sienten las madres

cuando sus nervios son monedas

y sus piernas navajas de afeitar en las esquinas

como criaturas dispersas después de una balacera

 

apenas sabe contar con los dedos

el tácito silencio de las mareas

la nomenclatura de su lengua cuando llora

 

apenas mide un metro

sus huesos de pájaro en llamas

miden el luto de su pelo

 

a la edad de diez años

cualquiera

créanme

podría creerse inmortal con las canicas

con la ráfaga de ese humo del primer cigarrillo

o el primer beso quejumbroso de la vecina de seis años

 

lo que más odia

es la luz manoseada

el obeso ronquido del cinturón en la espalda

la interminable hemorragia de los inviernos

la dislexia que heredó

la caída de su héroe en el quinto round

el domingo ahogado en cada barco de papel

reunir los pedazos de su sombra

con sus párpados de ceniza

 

lo que más odia

es no poder atrapar al sol

en la página en blanco con sus crayolas

 

eso lo volvería feliz

ahora que tiene cuarenta y cuatro años

de tener los dientes pálidos

como un astro que bosteza

el bar necesario

 

y los labios descalzos cada vez que lee un poema.

 

 

 

 Foto de José Amador Martín

Noé Lima (foto de Fabriciao Estrada)

 

 

 

 

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