El poeta Rui Miguel Fragas
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar las traducciones inéditas que Jacqueline Alencar ha hecho, a la orilla del Tormes, de los poemas del portugués Rui Miguel Fragas, seudónimo de António Rui Féteira (São Miguel de Poiares, Coimbra), licenciado en Filosofía por la Universidad de Coimbra y actualmente profesor en la Escuela Bernardino Machado, de Figueira da Foz). Sus libros de poesía publicados son: “O Nome das árvores” (Poética Edições, 2014), “Não sei se o vento” (Poética Edições, 2015) “O rumor das máquinas” (UA Editora, Universidade de Aveiro, IV Prémio Literário Aldónio Gomes, 2015), “No Húmus” (2017) y “Sobre o prumo das falésias” (2018, mención especial del Premio de Poesia Soledade Summavielle).
De esta última obra se han seleccionado los poemas ahora traducidos al castellano. La obra ha sido, publicada bajo el sello de Editora Labirinto, dirigida por Joao Artur Pinto, en la colección ‘contramaré’, coordinada por los poetas Victor Oliveira Mateus y Daniel Gonçalves.
Foto de José Amador Martín
DE ‘MAPAS DEL ALMA’
III
Te has erguido en la curvatura de las dunas
y en la elevación de los árboles más allá de ellas
en la lenta espera del musgo y en la espera más lenta de las rocas.
Ahora deambulas sobre la piedra fundida, cisternas de la lluvia
cavernas del tiempo, toda la sal negra de la tierra.
El sombreado cambiante de los bosques, ese enredo
que atrapa el viento, teje eternamente la efervescencia de los cuerpos
de las algas al lirio, de la pequeña libélula a la mujer
del hombre a los limos. Imprevistos y desiguales
los sueños se deshacen y se rehacen.
Foto de José Amador Martín
V
Después de ti serás germen de las cosas que serán
y de lo que de ti perdure en lo que después exista
no habrá memoria que te proclame.
Demoraste una eternidad en nacer
para vivir tan solo un instante. Mañana cuando mueras
tu alma morirá contigo.
Eres la casa del que vino desde lejos, del que se acoge ahora en ti
y después sigue su camino, una casa momentánea
de sombras migrantes, de celestes peregrinos.
Entre el latido irregular de las estrellas
y los desajustes del corazón
eres una puerta abierta hacia el inquieto infinito.
Presientes los arados que te atraviesan y te estremeces.
Foto de José Amador Martín
DE ‘PÁJAROS INELUDIBLES’
I
Los pájaros levantan el vuelo y devoran
su propia imperfección. Entregan el corazón al rigor frágil de las alas
y propagan luz por las venas del mundo.
Incendian los bosques en la cima aturdida de las ramas
bruscos fuegos invisibles.
Dibujan métricas imposibles, pautas enigmáticas
hasta donde la luz resurge de frente.
Son vivos volcanes volátiles que suben y bajan
las laderas de la tarde
esos súbitos pájaros ineludibles.
No inhiben su vuelo las sombras de la tarde
ni los caudales del viento ni los espejos errantes
del espacio. Nada inhibe el ascenso, la caída inevitable.
Foto de José Amador Martín
DE ‘LUNAS EN TRÁNSITO’
V
Con sus intensos azules al costado
bajan los párpados y a la orilla de los lagos escuchan
la sustancia del viento.
Fecundan bosques primitivos y producen frutos insólitos
inventan hijos, pequeños espejos de la tierra
que excavan el horizonte
brevísimos fulgores que despliegan la plenitud.
Inclinan el cuerpo sobre su propio declive
y guardan el oro de las letras capitulares, la flor y el fruto
la luz y la sombra, los entramados de la vida.
Después preparan los sacrificios: desaparecen
por las bóvedas de los templos
y reaparecen con todo el paisaje en la palma de las manos.
Y cuando respiran el mundo se reinicia.
Rui Miguel Fragas
DE ‘A RAS DE LOS ACANTILADOS’
V
Reniego de todas las filosofías que proclaman la libertad
y enseñan a los pájaros a volar
por entre las estrechas paredes binarias de la retórica.
Convierto las palabras en pájaros, destranco
los pestillos de las puertas, quiebro los herrajes de las ventanas
e incendio verbos vigas y tabiques.
Hago astillas las tejas las sintaxis las oratorias
y digo: hoy no divago sobre la divagación de los pájaros.
Y después vuelo.
Foto de José Amador Martín
DE ‘MUEREN LAS MONTAÑAS’
III
Después de las lluvias, entre la escorrentía vislumbro
trazos de un rostro que me recuerda otro rostro
sombras ecos pictogramas
un secreto cualquiera que hace tiempo se desvaneció.
Cuanto más nos elevamos hacia el cielo
más estéril se torna la tierra, más lacerante es el destierro.
La voz asume el acento que nunca conoceremos
y olvida el vaho del estiércol que nos dio nombre y apellido.
Somos ruinas en el fondo de un pozo, entre las aguas
insalubres del pensamiento casi
somos la negación de aquello que pudimos ser.
Foto de José Amador Martín
DE ‘DISCRETAS VENTANAS HACIA LO INFINITO’
III
Discretas ventanas hacia lo infinito, los árboles
están atentos al movimiento de la luz
y lentamente dibujan la sombra para poder nombrarla.
También en la lava muerta de las piedras, en códigos indescifrables
persisten contornos de antiguas ciudades
donde el amor todavía era posible.
Difusa frontera entre este mundo y otro
la memoria nos olvida y el futuro, sustancia por cumplir
que nunca se cumplirá, no nos contempla.
La voz se eleva sobre la tierra y después fugaz retorna
como un pájaro sobre la tumba del suelo.
Volvemos a levantarnos del sepulcro y respiramos otra vez.
Foto de José Amador Martín
Foto de José Amador Martín
Jacqueline Alencar (foto de Gianni Darconsa)
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