Poemas del paraguayo Hugo Fernando Pereira. Pinturas de Miguel Elías

Crear en Salamanca tiene a bien publicar ocho textos inéditos del joven poeta Hugo Fernando Pereira (Luque, Paraguay, 1992). Estudiante de la carrera de Contabilidad, siempre ha alternando los estudios de su carrera y los quehaceres laborales, con su formación literaria, escribiendo desde los catorce años, participando en festivales del colegio nacional de Luque y en actos culturales en la casona de Julio Correa, con otros poetas de renombre. Ha sido publicado recientemente en la revista de poesía electrónica Alcorce ediciones, y en el blog de poesía Poetas del Siglo XXI.

 

Foto Hugo Pereira

 

 

Amo cuando

Amo cuando arrullas mi nombre entre tus labios
y que leas lo que no digo y que escuches lo que siento.
Como si el tiempo no existiere y la vida fuera un juego,
sabes que es mi alma la que revolotea en tus ojos de viento.

Que ancle tu cuerpo de bruma, entre mis brazos despegados
y descansen mis huesos en el lecho frondoso de tu vientre.
Como si mi voz de soledad escalare por los balcones de tu oído,
y un retazo de silencio remendare las palabras que no digo.

Más aunque en el norte de tu nombre no caigan mis palabras
sé que escuchas con tus dedos la melancolía de mis versos.
Que muerdan entonces los dientes de mi esperanza la llama de tu voz
para que tu boca solo sea amarrada por mis besos.

Y cuando un peregrino monte el rumbo perdido de tu espalda
bajo mi almohada reposaran las alas de tu inocencia.
Para que leas lo que no digo y escuches lo que siento,
porque sabes que es mi alma la que revolotea en tus ojos de viento.

 

 

1

 

Debería

Toda la belleza del universo se ha venido a apilonar
en este atardecer.
Este paisaje tan compacto es como una mascota
acurrucada a los pies de su dueño,
fiel, tierna, que cabeceándole la mano busca ser acariciada.

En rebelión victoriosa se agitan los árboles.
Rastrojos libres van por los senderos.

En tanto yo debería decirte, que tu sonrisa
es un poderoso cuásar que traspasa pulverizando mis espectros.
Que con tus recios ojos desbaratas cualquier intento de dolor dentro mío,
o que alrededor nuestro han tenido un traspié,
los abismos que nos habían perseguido.

Pero siento que las líneas van a salirme en otro idioma desconocido
cada vez que voy a decírtelo.

Mi lengua se vuelve un congestionado viaducto en días de tráfico
y bullicio.

Al final de cuentas todas estas oraciones
se terminan escabullendo,
por el silencioso drenaje de mis labios.

 

2

 

 

Durante largo rato

 

Durante largo rato se quema el pedregullo.
Hasta que en medio de detenidos fragmentos
el tránsito vehicular satisfecho coletea.
Anchos neumáticos dispersan
el polvo que vuela sediento.
Estacionamientos atrincherados.
Rastros de colisión en los escritorios.
Y un viaducto bajo el cual están siendo engullidas
todas las identidades de los indigentes, quedan detrás.
A pesar de todo este es un avezado terruño.
Ya se hace tiempo de cerrar las cortinas, de bajar las persianas.
Una nube solitaria reclama al cielo un título nobiliario
y el cielo avanza sobre el cuadrilátero de luces.
En la barra de los bares los compromisos se desintegran.
Y yo no espero otra cosa que llegar a casa
para oírte decir: ¿qué tal te ha ido?

 

Para hacerte frente

Todas las contraseñas de mis sonrisas
las tengo bajo tu nombre.
Con tu belleza eres capaz de confiscar
por completo mi mirada.

Sé que hay días en que debo seguir
el riguroso protocolo de tus hormonas,
y otros en los que debo someterme
al asfixiante retén militar de tus celos.

Aun asi, y aunque no lo creas odio que cada mañana
tenga que marcharme a causa de esa jornada que toca a la puerta,
odio que el estado civil en mi credencial
todavía no diga que le pertenezco a alguien.

Quisiera gritarte un día en un momento de ira: ¡Vete!
Para oír el silencio remando despavorido en tus labios
y sentir tu orgullo encogiéndose tanto como
un objeto cuando se acerca al fuego.

Pero no puedo, tú más que nadie sabes que trato de economizar:
no despilfarro mi vida comprando peleas absurdas.
Porque realmente para hacerte frente solo tengo estos versos,
que son el único brazo armado de todo lo que siento.

 

 
3

 

Estallido matutino

Telescopio de senderos, vigilan al caminante. Él va.
Un risco sopla. Solo. ¡Delineación!
El sol se atrinchera, mitra tras estáticos ponientes.
La luz poderosa se extiende, coloniza.

El monte aparece, es una carta inconclusa:
Dios quiere terminarlo,
con su pluma de bendiciones.
¡Es justo! ¡Es necesario!

La aurora ensaya sus astas doradas en la espesura.
Con voluptuosas cadenas, se sujetan las copas.
Las olas vienen y hablan en su lenguaje amarillo.
Se esparce la cuota cavadora de raíces.

Sin embargo estos senderos no son pistas de aterrizajes, son
solo las manecillas del sol tocando, la puerta del mediodía.
Y de despedidas que empiezan, cual si fueran latidos intermitentes,
el conservara fresca, la anarquía de su destino.

 

 

Liebe

Las mismas posiciones
me encontraron esta noche,
la forma más aparente
de lo pensado me atrapo.
En los tiempos solos y difíciles
fuimos apenas unas extenuadas y oxidadas roldanas
encima de un pozo seco.
Pero el amor llegó
al igual que una tenue línea solar
iluminando el sótano sombrío
de nuestras vidas
a través de la gastada cerradura
de nuestras almas.
4

 

Teníamos miedo

 

Teníamos miedo.
Miedo, de levantarnos una mañana y que la piel
se nos quedara enredada junto a las sabanas.

Miedo, de que el corazón se nos cayera del pecho
como un anillo de compromiso
y se perdiera por el desagüe del lavadero.

Miedo, de que al mirarnos de frente un atardecer,
en vez de ver una boca, una nariz y unos ojos,
viéramos nuestras penas meciéndose tintineantes
al igual que monedas en el fondo de una fuente.

Hasta que un día dejamos de tener miedo.
Descubrimos que tan solo bastan dos palabras,
– te amo – para poder desactivar
la devastadora bomba de un adiós.

Luego de la jornada

Tienes pantalón de vestir y yo tengo saco, pero parece
que venimos de un funeral y no de una jornada de trabajo.

Un duro volante ocupa el lado derecho de mi mano.
Los adoquines diseminados a un lado permanecen en alerta.

Miro en el retrovisor y mi pesado
reflejo balancea el espejo.

El sol que ingresa por la brisera
elimina todo rasgo en nuestras caras.

¡Nadie podría saber quien eres, ni quien soy!
Somos tan irreales como dos hologramas.

Conforme paso el día nos hemos debatido
en una guerra fría de correspondencias virtuales.

Hay medio metro de distancia
haciéndose pedazos entre tú y yo.

Y ese estremecedor ruido por fuera del coche, ya no puede
hacerse cargo del silencio del que somos responsables.

 

5

Un comentario
  • Vileta Boncheva
    diciembre 2, 2014

    ¡Felicitaciones, Hugo Fernando Pereira! Para mi fue un placer traducir tus poemas al bulgaro…Ahora de nuevo me encuentro con tus versos hermosos, llenos de imagines coloridos, de una emocion profunda, que viene directamente de tu corazon… Dicen, que todo lo que viene del corazon – va directo al corazon, asi es… Que sigas por adelante igual inspirado y que alegres el mundo poetico con tu presencia…

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