Efraín Bartolomén (foto de Jacqueline Alencar, 2005)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de rescatar los poemas presentados en Salamanca por el poeta mexicano Efraín Bartolomé (Ocosingo, Estado de Chiapas, 1950). Bartolomé ha obtenido los principales premios de su país: Premio Nacional de Poesía “Aguascalientes” (1984); Premio Nacional de Poesía “Carlos Pellicer” (1992); Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” (1993); Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines” (1996) y Premio “Ciudad de México” (1982), entre otros. También ha recibido distinciones en Alemania, Estados Unidos y Suiza. Ojo de jaguar (1982), Ciudad bajo el relámpago (1983), Música solar (1984), Cuadernos contra el ángel (1987), Música lunar (1991), Corazón del monte (1995), Partes un verso a la mitad y sangra (1997), Anima mundi (1999) y La casa sola (1999) son algunos de sus libros de poesía. El volumen Oficio: Arder (1999) reúne su obra publicada entre 1982 y 1997. También en las antologias publicadas em España: El ser que somos (2006), y Cabalgar en las alas de la tormenta (2015). Hay traducción de sus poemas al inglés, francés, japonés y portugués.
Antología Cumbre Poética Iberoamericana, con ilustración del cubano Luis Cabrera
Los textos forman parte de la antología ‘Cumbre Poética Iberoamericana’ del año 2005, donde el poeta estuvo invitado como representante de su país. La misma estuvo coordinada por A. P. Alencart y organizada por la Fundación Salamanca.
Hace pocos días acaban de otorgarle un nuevo reconocimiento:’Premio Mundial de Poesía ‘Veracruz, puerta de México’, con motivo de la celebración de los 500 años de la fundación de dicha ciudad mexicana. Desde aquí nuestra genuina enhorabuena.
He aquí que soy poeta
y mi oficio es arder…
E.B
EL ORO MÁS PULIDO
Cada vez que le descubro a mi mujer un gran poeta
y la convenzo con mi entusiasmo y mi memoria y mi alegría
y ella lo lee y lo nombra y lo disfruta
arde mi corazón con unos celos miserables
¿Por qué se me adelanta ese canalla?
¿Por qué escribió los versos que yo pude escribir
si acaso el tiempo el mundo el improbable azar…?
¿Por qué?
Y me pongo a sufrir largos minutos sintiendo como ortiga por dentro
mientras ella recuerda o cita o pronuncia en voz alta
los versos las imágenes el oro musical que yo le convidé
Y me arrepiento de haber puesto en sus ojos
de haber puesto en su alma
un rival que (¡afortunadamente! dice el lado egoísta de mi corazón)
ya está muerto o ya es muy viejo o vive en un país tan lejano
o no habla nuestra lengua
Pero pasan los días
y no puedo dejar de poner en su alma
una nueva ración del oro más pulido del espíritu humano
Porque a pesar del vidrio molido de mi resentimiento
¿cómo podría ofrecer a mi amada
un manjar menos rico
una mesa más pobre
unos enclenques versos tartamudos o sosos?
Y me pongo a sufrir otros largos minutos…
Luego todo se aclara
y me siento más santo por el resto del día.
Pilar Fernández Labrador, Efraín Bartolomé y Guadalupe Belmontes, esposa del poeta (foto de Jacqueline Alencar)
INVOCACIÓN
Lengua de mis abuelos habla por mí
No me dejes mentir
No me permitas nunca ofrecer gato por liebre
sobre los movimientos de mi sangre
sobre las variaciones de mi corazón
En ti confío
en tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río
Permíteme dudar para creer:
permíteme encender unas palabras para caminar de noche
No me dejes hablar de lo que no he mirado
de lo que no he tocado con los ojos del alma
de lo que no he vivido
de lo que no he palpado
de lo que no he mordido
No permitas que salga por mi boca o mis dedos una música falsa
una música que no haya venido por el aire hasta tocar mi oreja
una música que antes no haya tañido
el arpa ciega de mi corazón
No me dejes zumbar en el vacío
como los abejorros ante el vidrio nocturno
No me dejes callar cuando sienta el peligro
o cuando encuentre oro
Nunca un verso permíteme insistir
que no haya despepitado
la almeja oscura de mi corazón
Habla por mí lengua de mis abuelos
Madre y mujer
No me dejes faltarte
No me dejes mentir
No me dejes caer
No me dejes
No.
FUEGO EN VOZ ALTA PARA ENCENDER LA PRIMAVERA
Vibro
Estoy cantando
Ilumino la oscuridad cantando
De la fruta ligeramente amarga del corazón
se levantan delgadas capas de una suave corteza
Capas ligeras como el aroma que se desprende bajo el sol
de un paquete compacto de grandes hojas de tabaco
Estoy cantando
Me descubro extendiendo mi voz como la piel de un animal
que se pone al sereno llena de sal y estacas
estirada en la noche como una mancha
Estoy cantando
Voy extendiendo la noche como una piel enorme
y clavo las estacas de mi canto en la piel de la noche
y la cubro de sal con la sal de mi canto
y la pongo a secar con el calor pálido de la Luna
bajo el temblor de las estrellas
Abro la noche en dos
Afilo las estacas doradas de mi canto
Parto su corazón luminoso
Y lanzo la blanca sal de mi palabra
sobre la piel recién desollada de la noche
y la pongo a secar con las estrellas pálidas
Abro en dos cada estrella
y de su corazón cercenado por la estaca feroz de mi palabra
brota mi canto para regar de polvo estelar mi corazón sombrío
Y parto en dos mi corazón sombrío
y en mi mano sólo brilla una estrella alargada
y en el fondo de mi sombrío corazón sólo hay polvo de estrellas
que cae sobre la piel recién cortada de la Medianoche
que se extiende clavada contra un cielo vacío
donde sólo hay un canto como sal derramándose
Estoy aquí Oigo las cosas crepitar bajo un incendio subterráneo
Me persigue cada ínfimo sonido de la noche cada rama delgada
cada crujido leve de la hojarasca
Cantando
he hundido mi mano hasta el fondo de mi sombrío corazón
y no sangre
y no dolor
sólo mi mano resplandeciendo de polvo estelar vibra bajo la noche
Y estoy cantando
Y estoy ardiendo
Y hay un enjambre luminoso en mi palabra negra
Yo soy la lengua de la noche
Soy sus negros pulmones
Y canto
Y ardo
Y me desprendo en capas sucesivas
en delgadas cortezas de mí mismo
como el aroma de las hojas compactas de tabaco
bajo la mano bienhechora del sol
Ah pero la noche hizo fogatas bajo las construcciones
Y hay hombres calentando sus manos junto a las fogatas
Y los hombres tiemblan de frío y repiten entre dientes mi canto
y una fogata interna los calienta y humean
y se desprenden de sí mismos cantando
como en delgadas capas como en cortezas sucesivas
Y en las casas hay madres preocupadas agitando termómetros
que vigilan la fiebre de sus hijos
Y hay hijos convalecientes que agradecen
con la flor débil de su risa
los labios de las madres sobre su frente febril
Y los niños febriles y las madres cansadas
cantan entre dientes conmigo
y la luz los arropa
Y hay un enamorado con los ojos llenos de noche
que prepara una soga
y hay un adolescente arrodillado frente a un arma pequeña
y hay una joven fea preparando somníferos
y una muchacha hermosa preparando veneno
y desde la ceniza de su amor quebrantado
asoma poco a poco mi canción
y sube a su garganta
y mueve con dificultad sus mandíbulas tensas
y entre dientes repiten mi canto
y una sonrisa cada vez menos triste va naciendo en sus ojos
y el Orgullo comienza a crecerles por dentro como una rama tierna
Canto
Y mientras canto la Noche se desliza por el tren subterráneo
donde los hombres danzan una danza lentísima
con los brazos en alto sujetando quién sabe qué seguridad inútil
con los ojos vacíos
o llenos hasta el borde de un material vacío
o mirando al vacío y reflejándolo en el espejo tibio de sus ojos
Danzando apenas con un ademán ciego y detenido en el aire
y sus piernas valsando un ritmo cada vez más ruinoso
a medida que el tren comienza a detenerse para entrar
en la próxima estación
Y las manos
otra vez empuñando con desesperación ese poco de seguridad
mientras beben el aire narcótico y la noche del túnel se alarga
nuevamente
con un temblor que vibra bajo la danza insomne
de los hombres que avanzan con los ojos abiertos
hacia un futuro pequeño
Y yo canto
mientras la noche y su billón de pies danzando muellemente
sobre el tren subterráneo
les da a los hombres un espejo sucio donde ellos sólo miran el vacío
Pero todos los hombres cantan de pronto conmigo
y el cielo vuelve a descansar sobre sus rostros con sueño
Y sueltan la seguridad
y flotan
y van a la salida invitando
mientras la noche teje un alba lentísima
Cantemos todos ahora
Sumerjamos nuestras manos en el polen oscuro de la noche
Hundamos nuestras manos hasta el fondo del corazón sombrío
Veamos nuestras manos iluminadas por el polvo estelar
Lavemos nuestras manos en el agua celeste
Con la mano derecha
hagan más grande la concha de su oído:
mi canto llega más allá de la estrella polar
porque de más allá viene mi canto.
Alfredo Pérez Alencart y Efraín Bartolomé (foto de Jacqueline Alencar, 2005)
SI TUVIERA UN AMIGO
Si tuviera un amigo
o un hermano mayor con la mirada dulce
o un padre con la mano sobre mi hombro
o una madre tocándome la frente
le diría que es tarde que ha llovido
y que estuve abrazando a una mujer (su llanto ardía)
y nos dolía la noche porque estábamos juntos
pero yo me había ido
(Mi caudaloso amor: este páramo seco
este cauce polvoso de un río que murió soñando sauces
estuvo aquí total completo
pero un día cambió
Se tornó un arroyuelo cálido que recorría la casa
Me seguía silencioso o maullando
como un pequeño gato triste
Escuchábamos jazz
Leíamos poemas entrañables mientras ella volvía
Yo la esperé junto a una fuente turbia
Hasta el hastío más hondo
Hasta el zumbar de moscas en el espejo de agua
Hasta escupir la fiebre
Primero fue el tizón del horizonte
El cráneo a punto de estallar del que lo duda todo
Después la noche y su cerrado enjambre de insectos
derribándome
Mis ojos fueron nido de su veneno negro
Fui su prisión su casa fui su invadido continente
El río de otro tiempo reptaba en mi interior
como canción amarga)
¿A qué dolerse ahora?
El río sólo sigue la dirección del cauce
El tiempo pasa
El fuego quema
La quietud se adueñó de todos los objetos
y los hizo silencio piedra seca silueta solamente
Las fauces de la noche triturarán mis fémures
Me alcanzará el incendio de los días
Me convertiré en humo en polvo en nada
en sombra de la nada
¿A qué dolerse ahora?
Cuerpos de sal Agua del tiempo:
sal que en el tiempo se disuelve
somos.
UNO AMA ES AMADO…
Uno ama Es amado Saca rosas rojísimas de la piedra más negra
Vive en resumen
Ríe
Cultiva su jardín en las tinieblas
Uno no necesita más que tiempo quemándose a su paso como una hoguera suave
marchando pues al ritmo de la sangre
sobre las tardes tibias y empedradas
Pero un día conoce la temperatura del deseo
Uno la ama toda la tarde bajo la tempestad
Un día sus labios queman con dulcísimo sol el hombro de uno
Una noche la sueña: cruza con ella ríos inesperados
Uno ya no es el mismo
Mira su rostro en el espejo redondo de su vino:
en el espejo donde uno se disuelve
Se hace pequeño el mundo
Ya no le alcanza el aire
el día
la luna de antes
Uno despierta un día sobre el lecho de siempre y se encuentra más solo
Uno se pone triste de repente
Uno se ve las manos en la luz: algo les falta
Uno siente sus brazos vacíos su hombro sin peso
Uno quiere de pronto tener alas
Uno no está con uno en ningún lado
Uno
ya
es
otro.
LA INUNDACIÓN: El río trajo troncos y lúbricos helechos:/ la creciente mantuvo mi memoria anegada./ La inundación es gris. La niebla húmeda nada/ entre ruinas y patos y lúgubres desechos.// Mundos rotos, barcazas, heridas en el pecho/ del río, y un olor como a selva concentrada;/ un hedor incipiente y una aguda parvada/ de gritos en la cumbre del paisaje maltrecho.// Tiembla un dolor de siglos en las aguas impuras/ que arrancaron raíces y carcomieron tumbas,/ que ahogaron yeguas, potros, jardines y espesuras.// Hay un salmo en el viento y un soplo de amargura/ y donde antes fluía el licor de las rumbas/ sólo queda el gemido donde el aire supura.
Bartolomé, Belmontes, Dobles y Rodas. Zurita y Ana Ilce Gómez atrás (Plaza Mayor. Foto de J. A.)
MUJER
Viajar en ti
quiere decir quedarse.
COMO UNA LENTA PIEDRA
La noche y sus lamentos
El rumor sordo de su respiración
No sé qué sangre fluye bajo el piso de la ciudad
Una imagen de mí como una lenta piedra
llega de las finales marejadas del día
de las horas quemadas por el sol
Viene del horizonte
De la línea dolida de la sombra
De las cenizas recientes del pasado
Del fondo de esta noche sin fronteras
En estos días he visto tantas cosas de mí
Me he aprendido en tu voz
En el atrevimiento de tus manos
En tu cuerpo arrojado al reposo después de la tormenta
reflejándome oyéndome
Te recuerdo de pie frente al espejo tocada apenas por la luz
Llenos de ti mis ojos Mis manos insaciables
El húmedo cabello derramado en el lecho
Tus hombros salpicados por la sombra
La lengua de la luz en tus caderas blancas
Al fino talle prendo garras dulces
Mis brazos se hacen alas y te envuelven
Hundo sobre la alfombra cascos de minotauro
Embisto
Rasgo
Aúllo
Me despeño
Soy agua desplomada sobre ti
Soy la más tibia lengua
El río más tierno
Agua.
*
Ahora quiero gritar
Contárselo a mi sombra
A los geranios
Pero no
Hay ojos que vigilan
Cada ventana es una luz
La luz construye sombras
Oh amante
Sangre mía
¿A quién decirlo ahora?
Piedras descenderán sobre nosotros
Pero habrá que decírselo al frío y a mis manos
al perro y al silencio
Porque de otra manera
tanta felicidad me va a estallar adentro.
Dobles, Bartolomé, Jacqueline Alencar, Alencart y Mármol (Salamanca, 2005)
CIELO Y TIERRA
Y las aguas de Arriba amaron a las de Abajo
y eran las aguas de Abajo femeninas
y las de Arriba masculinas…
¿Has oído, amada?
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Tú eres el lecho de los ríos y el asiento del mar
y el continente de las aguas dulces
y el origen de las plantas y de los tiernos o duros o feroces animales
de pluma o pelo o sin pluma ni pelo
Yo soy la lluvia que te fertiliza
En ti se cuecen las flores y los frutos
y en mi el poder de fecundar
¿Has oído, amada?
Nuestro lecho es el Universo que nos contiene
¿Has oído bien?
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Y mi amor se derrama sobre ti como la lluvia
o como una cascada que cae del sol
rompiendo entre nubes como entre peñascos
y entre los colores del arco iris y entre las alas de los ángeles
como entre las ramas espesas de una vegetación inverosímil
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
¿No lo escuchas?
Y aunque digas que sí
tal parece que no porque ahora Tierra
cabalgas sobre mí (en el lecho que es el Universo)
y eres tú el Cielo y tu amor se derrama sobre el mío
como una lluvia fina
Y yo era la Tierra hasta hace unos instantes pero ya no lo sé
porque hemos girado y descansamos sobre nuestro costado
y los dos somos Tierra durante unos minutos deleitosos
Y ahora estoy de pie con los pies en la tierra y los ojos en el cielo
y tú no eres ni Tierra ni Cielo porque te hago girar
con los muslos unidos ferozmente a mi cintura
y eres el ecuador o yo soy el planeta Saturno
y tú eres los anillos que aprendimos en la escuela
y giras
Y ahora somos Cielo los dos y volamos
elevándonos más allá del Universo
Y en lo más alto del vuelo algo estalla en nosotros y caemos
vencidos por la fuerza de nuestro propio ecuador que se ha quebrado
Pero seguimos siendo Cielo aunque yazgamos en tierra
Derrumbados en tierra pero Cielo
Tierra revuelta y dulce pero Cielo
Cielo vencido cielo revolcado pero Tierra
Pero Cielo.
EPITAFIO
Del repecho más alto del acantilado que fue
se despeñó hasta el fondo de sí mismo.
Tardó toda su vida cayendo.
Ya llegó.
Del Valle, Alencart, Bartolomé y Belmontes (foto de jacqueline Alencar)
Salvado, Sylvester, Gómez, Alencart, Shimose, Neto, Frayle, Del Valle y Bartolomé (foto de J. Alencar),
Foto de familia de los poetas participantes en la Cumbre Poética Iberoamericana de 2005
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