El poeta mexicano Eduardo Langagne
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar estos textos del poeta y traductor Eduardo Langagne (Ciudad de México, 1952), quien es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y Maestro en Letras Latinoamericanas por la UNAM. En 2016 obtuvo el Premio Especial Lezama Lima de Casa de las Américas. Siendo muy joven, con Donde habita el cangrejo consiguió, en 1980, el Premio Casa de las Américas, de Cuba, en poesía, y hasta la fecha ha sido el único poeta mexicano en obtenerlo. En 1994 su libro Cantos para una exposición le permitió obtener el Premio de Poesía Aguascalientes, el más importante premio de poesía en México, que ha reconocido a poetas de distintas generaciones como José Emilio Pacheco, Coral Bracho, Elsa Cross y Elías Nandino, entre otros. Entre sus libros publicados destacan Verdad posible, Fondo de Cultura Económica, 2014, Casa de las Américas, 2017. Tiempo ganado, Voz viva de México, UNAM 2016. Tabacalera, ed. Caletita, Monterrey, 2014. Trenes, Parentalia ediciones, 2010. Lo que pasó esto fue, Ediciones La Cabra, 2009. El álbum blanco, México, Editorial Colibrí, 2004. A la manera del viejo escarabajo, Culiacán, DIFOCUR, 1991. Navegar es preciso, México, FCE, 1987.
Verdad posible Premio de Poesía José Lezama Lima (2016)
Aparece en numerosas antologías nacionales e internacionales. Creó poemas sonoros presentados en la bienal de radio Alemana e incluida en el CD Ready Media, del Laboratorio Arte Alameda. En 2018 la UNAM publicó su traducción y prólogo de los Primeros cuentos de Machado de Assis. En 2017 tradujo y prologó Resurrección, la primera novela del autor brasileño, editada por la Universidad Veracruzana en la colección dirigida por el Premio Cervantes 2005, Sergio Pitol. En 2014 escribió la letra del Himno de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. En 2009 apareció Meu cavalinho vermelho, cuento para niños, en Editora Positivo, de Curitiba, Brasil. En 2005, con el compositor mexicano Arturo Márquez, realizó la Cantata Sueños, de la que escribió el guion y los textos poéticos.
Foto de José Amador Martín
Langagne quedó entre los finalistas de la V edición del prestigioso Premio Internacional de Literatura ‘Pilar Fernández Labrador’ (2018), que se convoca y concede en Salamanca. La mayoría de los poemas son inéditos y se publican por vez primera en «Crear en Salamanca»
Separábamos los siglos considerando el cero que los mayas conocieron con precisión astronómica; o bien a partir del uno, el primero que tiene contenido. El cero a la izquierda no tiene valor, pero llegó el 2020 con un cero a la siniestra del veinte y el peso de dos milenios de historia humana.
El primer día de enero de 2020, edad del mundo después de Cristo, inició el siglo XXI. No fue la acometida de los buitres que volaron encima de las torres gemelas lo que cambió el siglo. Inicia el XXI con un enemigo invisible y mortal que asfixia a nuestros amigos, ahoga a la gente mayor que nos mostró la vida, sofoca a los jóvenes vestidos de semilla. Obstinados queremos seguir aspirando al aroma del futuro, respirando paisajes. Cruzar el pantano para alcanzar, anhelo permanente, de nuevo el manantial.
TESTIMONIO
Para Paola
Aun si supiera
que el mundo
explotará esta noche,
hoy también te diría
con un beso
“hasta mañana”.
PAISAJE
Llegó la niebla.
Desaparece entonces
el horizonte.
DE LOS QUE OBSERVAN
Esos hombres dejaron nuestro barco a la deriva,
rompieron la propela, arrancaron el timón,
desgarraron las velas.
Los tripulantes leales
han estado sin remos todo el tiempo,
disciplinadamente obedeciendo al capitán;
grumetes que pelan papas
y miran las estrellas noche y día;
temblorosos polizones escondidos
detrás de los barriles de pólvora.
¿Nosotros hemos sido
pasajeros mirando el horizonte
sólo esperando ver cómo se oculta el sol?
¿O qué haremos ahora que se avecina la tempestad?
UN AÑO INICIA TRANQUILO Y SIGILOSO
Un año inicia tranquilo y sigiloso.
Enero surge alerta
y febrero recuerda cuando encontré un sendero:
marzo es la hoja espléndida de un árbol.
Abril es una flor que abrió, el cono sur es mayo,
es Nicolás, el vino;
junio trajo a Gabriela:
un mágico molino de viento que regresa;
julio a Pablo.
El pozo del deseo: los hijos.
Agosto es el verano que terminó una vez.
Septiembre no trae nada.
Octubre me ha ofrecido un sueño, si me atrevo.
Si noviembre festeja con los muertos,
diciembre nuevamente me ha marcado
y me lleva a la espera en la espiral del tiempo.
A CABALLO MONTABAN
Los abuelos del niño a caballo montaban,
por eso el niño trepa en los viejos sillones,
los arrea con los gritos que aprendió.
Sus caballos
van a donde los lleva:
trotan, corren, relinchan.
Así cabalga el niño por los sitios que aquellos
abuelos le heredaron,
y por esos caminos llegará a los lugares
que sus abuelos nunca pudieron alcanzar.
Porque si así no fuera
no habría ningún sentido en tener dos abuelos,
ni en trepar sobre el lomo de un caballo,
o amar.
IGUAL QUE LAS SEMILLAS
Cuando Ernesto Gutiérrez me habló de Mallarmé
caminando Reforma, me gustó Mallarmé,
los adioses, las iras de los dioses antiguos.
Nos despedimos luego y Ernesto me decía
que uno no sabe nunca si ha de volver a verse.
En Managua comimos gallo pinto, en su casa.
Más tarde yo me fui y Ernesto me decía
que uno no sabe nunca si ha de volver a verse.
Años después, no muchos, en Brasilia busqué
a mi Ernesto Gutiérrez. Y no he de verlo más.
La tierra ya lo tiene igual que a las semillas.
Uno no sabe nunca si ha de volver a verse.
LA PIRÁMIDE
Iban subiendo a palmos las rocas, lentamente,
poniéndolas encima con adecuado esmero
y los más viejos daban su lugar a los jóvenes
con la certeza: sólo los hijos de los hijos
de sus hijos podrían llegar hasta el final.
Entonces la pirámide crecía bajo un sol limpio
con la alegre confianza de que habría un futuro.
La cúspide alcanzaba a los atardeceres
cuando en invierno el sol se oculta más temprano.
Y cada uno hacía su faena silente
sin pensar en la fama, sabiendo que el final
jamás le tocaría. Ni a sus hijos ni a otros
(hijos ya de sus hijos). Encimar esas piedras
era confiar, creer en el futuro. Todos.
HÁBITOS ADUANALES
Nos acuchillaron la Antología de la poesía colombiana,
que con su música de alas vino volando desde Bogotá.
La han herido con un punzocortante
buscando en su portada el polvo de los tiempos.
La despojaron de su camisa de papel suave y brillante
porque desnuda declarara tinieblas.
Le hurgaron la solapa.
Un oficial sin ritmo la sacudió bruscamente
para que confesara.
Nada habrá salido de ese libro insobornable;
estarán las metáforas intactas
—aunque ofrezcan cada tiempo de la vida algo distinto—.
Los adjetivos tienen denuncias del abuso.
Le dibujaron un exacto corazón
en el exacto sitio que suele ocupar el corazón.
Le amenazaron con un tiro postrero.
Le han punzado las hojas pues sospechan
que hay más que polvo enamorado en sus entrañas.
Juzgan que la poesía provoca
un susceptible anhelo de inspirar.
El libro por fin nos ha llegado a casa;
el paquete violado
trae las huellas oscuras del guardián aduanero.
El libro ya reposa finalmente junto al vino,
sobre la mesa de lectura,
esta noche de luciérnagas fantásticas.
DÉCIMAS LEZAMICAS
Cronometrar un segundo
de contorsión en la urbe,
resonancia que disturbe
la algazara del trasmundo.
En esa mirada fundo
la fonografía urbana:
sustituye a la campana
del templo en la romería,
para la ciudadanía,
la verde luz casquivana.
Incitante es el impulso
cuando el verde Pavloviano
de algún semáforo urbano
excita, estimula el pulso.
Se produce el ruido insulso
de una bocina. Osadía
de urbe que proponía
al anuncio de neón
opacar la irradiación
de la estrella que nos guía.
En parajes de Madrid
Góngora calles anduvo.
Do fray Luis de León estuvo,
su poesía bendecid.
Sigue cabalgando el Cid
de historias ahíto, pleno.
Lope comprimiendo el trueno
que evoca el gris bodegón,
junto al Quevedo burlón,
consejero del veneno.
El carcaj guarda un venablo
que acertará al corazón;
pulcra transverberación
en la aguja de un vocablo.
La Epístola de San Pablo.
¿O la saeta escribana
con su filo de obsidiana
oteará desde el carcaj
y al oír el rebalaj
la aljaba hallará su diana?
Foto de José Amador Martín
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