NICOLÁS DEL HIERRO
Crear en Salamanca se complace en publicar cuatro poemas de Nicolás del Hierro (Piedrabuena, Ciudad Real, 1934). Poeta, escritor, guionista y crítico literario. Es cofundador de la Asociación de Escritores de Castilla la Mancha, de la que es Vicepresidente. Ha obtenido un centenar de premios de poesía, en su mayoría de ámbito autonómico. Entre sus poemarios publicados están; Profecías de la guerra (1962); Cuando pesan las nubes (1971); Este caer de rotos pájaros (1979); Lejana presencia (1984); Muchacha del Sur (1987); Toda la soledad es tuya. 1962-1987 (1989); Cobijo de la memoria (1995); Ojos como la noche (1997); Mariposas de asfalto (1999); Lectura de la niebla (1999); El latir del tiempo (2004); Dolor de ausencia (2005); Los rojos ríos de tus noches (2005); El color de la tinta. Poesía 1962-2010, (Editorial Vitruvio, 2012)
LA LUZ QUE VIENE
Después del vendaval, de esta tormenta,
tsunami casi en la actitud del hombre,
acaso luzca un sol, un sol que asombre
con su luz otra luz, que amor cimenta.
Sobre esta nueva luz, que el sol sustenta,
un renovado fruto le da nombre;
prolongación perfecta del pronombre
que en ti y en mí, el porvenir aumenta.
Y si hasta aquí se agigantó mi duda,
nueva razón me ofrece en desafío.
Su libertad contemplo, el Más Allá.
Es la amplitud de un brillo que no muda,
que, eterno en su fulgor de manantío,
vence la luz que viene a la que va.
Madrid 25 de noviembre de 2014
VIVIR Y MORIR
El contacto diario con la muerte
nos mantiene, segundo tras segundo,
unidos a la vida. Grande, el mundo,
da vueltas y revueltas a su suerte.
La noria existencial, en su aguafuerte,
procura mantener el más fecundo
grabado de su yo, cliché rotundo,
que imprime su razón y se hace fuerte.
Mas, tras la dura herencia de su brío,
el hombre, en potestad de su consigna,
se entrega a la razón de su desvelo.
Su lucha es sombra, pugna en desafío.
La edad le condiciona. Se resigna.
Y a las alas se entrega de su vuelo.
CASTILLO DE LA ESTRELLA, MONTIEL
La ruina aquí es total:
los siglos se encargaron
de que la forma sólo quede
en la dureza de la piedra
y en este corazón de arquitectura.
Remontada la historia,
la conjunción de la argamasa
nos mira desde el cerro,
sobre la altura dominante
y en la estrategia de su orgullo.
Puede hablarnos el árabe en su origen
y en la razón de un castellano antiguo
que iluminara las fronteras
alfonsinas con vencedoras luces
desde las Navas de Tolosa.
Pedro Primero de Castilla,
“cruel” o “justiciero”,
Trastámara en dominio derrotado,
pasea entre la historia y la leyenda
del amasijo en sus fisuras.
La muerte, a veces, es la vida
que eleva un monumento:
“Ni rey pongo ni quito, pero ayudo
a mi Señor”. Brutal en sus escrúpulos,
Duguesclin, que la cita concertara.
Haría sol, un sol injusto
y nada justiciero
para con la justicia que los hombres
buscaban en la lucha, la batalla
en la armadura de la guerra.
De roca el corazón, la piedra empuja
al duro sentimiento del guerrero,
a la animadversión de su rotundo labio.
Su discurso de siglos antepone
la dentellada al verbo en su perfidia.
Defensor y atacante supondrían
diabólico y hereje, exterminante
al otro. Nadie, en las hostilidades
de la lucha, conduce
a la contemplación de la belleza.
Con su lengua de siglos,
desafiante en su intemperie
determina la piedra su discurso;
tiene duras palabras,
para narrar conquistas y derrotas.
Fuertes, rudos guerreros
enarbolan sus arcos
de envenenadas flechas;
recuerdan sus victorias
con la fanfarronada de los toscos.
Las ruinas hablan de los años
en que los arcaduces y las hordas
promulgaban su fueros;
tiempos de un señorío iconoclasta
que ubicó en el castillo su frontera.
CABO DE FINISTERRE: TORRE DE HÉRCULES
En la cresta del istmo,
se agiganta la Torre:
Finisterre latina.
Miro el mar
dignamente salvaje,
fiero y noble a la vez,
cuando acuchilla y lame las heridas
de las rocas. Aquí, donde otro tiempo
se mantuviera la razón
de que la tierra merma en sus caudales,
contemplo, miro, admiro
cómo planean las gaviotas
en su rasante vuelo sobre el agua.
Pescan peces de azogue,
y alivian el dolor del marinero
con la trompeta de sus picos.
El sol, en lejanía,
traza del horizonte un hemisferio
de luz en despedida, áureo
en la quietud de sus temblores.
Desde la piel linfática,
que hace más bello y sensitivo
el verde/azul de los océanos,
las aves picotean sus corales.
Arriba,
todo un coloso pétreo.
Gigante, que a los cuatro vientos luce,
muestra la Torre un corazón de siglos,
muda lengua que de milenios habla:
celtas, romanos, árabes, cristianos…
imponen la diadema en su registro.
Desde estas latitudes se levanta
un dios hercúleo, un hombre
erguido en su leyenda y en su historia,
contrastes que perfilan
intrigas y querellas
(humanismo también, y baluarte),
como si el tiempo fuera, o regresara,
desde el Alfa al Omega,
desde la historia y sus raíces
tras el latido más presente.
Universal misterio
para un sol en crepúsculo, un sol
que se hunde en las entrañas de los mares
mientras despide un brillo de gaviotas
y acrecienta el misterio de la Torre
como faro del mundo que ilumina,
tras el real concierto de los siglos,
el pentagrama azul de los océanos
y el lienzo de la tierra en su paisaje.
A Coruña, 14 – 10 – 2007
WASHINGTON BENAVIDES
Publicamos un texto escrito por el notable poeta Washington Benavides, a modo de crónica poética de un emblemático edificio de Montevideo fotografiado por Pablo Benavides, su hijo. Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) es autor de premiada obra (Nacional y Municipal de Poesía), cuyos más de veinte títulos van desde Tata Vizcacha (1955) hasta Como un comanche (2012), pasando por Las Milongas (1965), Hokusai (1975), Murciélagos (1981), El molino y el agua (1991), Canciones de Doña Venus (1998) o Los pies clavados (2000). Es profesor de Literatura en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, habiendo dirigido, en radio, programas musicales y literarios. Entre los cantantes que han dado voz a sus poemas están Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Raúl Ellwanger, Pablo Estramín, Eduardo Darnauchans o Laura Canoura.
El palacio Salvo, en Montevideo
SOBRE EL PALACIO SALVO
Pablo, en sus excursiones como fotógrafo,
Descubrió al Palacio Salvo.
No fatigaremos la lectura
De nuestro presunto cliente,
Historiándolo.
(Por supuesto que merece
Profundizar en su edificación,
Y en las tragedias,
Que como una marea negra,
A veces cubre su enorme
Elefante blanco).
Pero fue erigido entre los años 1923-28,
a cargo del arquitecto
Mario Palanti y la colaboración del pintor
Albertazzi.
Pablo descubrió, asombrado,
En capiteles, pilastras y columnas
De tres ángulos del edificio,
Una verdadera silva a la agricultura
De la zona tórrida, acompañada
Por monstruos de los viejos mapamundi
Renacentistas, y de la fauna marítima y terrestre
o anfibia, en una desaforada
Presencia, pero impactante, y bella.
Pablo recuerda El Bosco y la creatividad
Surrealista de Escher, deleitado,
Y fascinado por esa vida de bronce y mármol,
Corroída por el descuido y los años,
Que fotografía vertiginosamente
Ese mundo ignorado
Desde la época de los pajillas en los hombres
Y la obligatoria cabeza cubierta de las damas en la calle.
Aquí viene nuestra primera intervención:
Fuimos, por casi dos décadas, (décadas terribles
De la oscurana dictatorial), habitantes,
Desde Cx30, La Radio, del Salvo.
Algunas viejas fotos nos registran
Junto a los vitrales de Albertazzi,
Y las ventanas con cristales de Murano,
En los departamentos que ocupó La Radio.
También exploramos el interminable Palacio.
Siempre descubriendo las maravillas
Que “un tiempo de vacas gordas” y
el dólar casi a la par del peso, ofrecían.
El Salón de Baile, por ejemplo,
con su torrecilla central para la orquesta,
Y sus Doce Murales sobre las Industrias,
Que, sorprendían, desde sus paredes.
No tuvimos la sagacidad
De fotografiar los murales de Albertazzi.
Qué desgracia!
Porque en plena dictadura, se entregó el Salón
A las cumbias del Coco-Ben, este
Administrador de vulgaridades, cubrió los
Frescos con una horrenda mano de cal.
Las pinturas naufragaron en un mar de cal
Y de oscurantismo.
No he leído, ni escuchado, a nadie, planteando
Este atropello a la Cultura; no he oído
En ninguna charla o panel donde se objetan
Las barbaridades cometidas durante la oscurana. Por eso, nosotros,
Que contemplamos, como muchos veteranos
y veteranas bailarinas del Salón del Salvo,
Recordarán esas pinturas, nosotros,
Pablo, preguntamos, aprovechando tu descubrimiento
De las originalidades del Palacio Salvo,
¿No existe a quién quejarse de este émulo
De Eróstrato? ¿Cuándo uno escucha los intentos de defender
El arte montevideano, ante la arremetida
Posmoderna de barrer con toda tribuna del arte,
haciéndonos creer, porque un “esteta europeo”
declaró que “Todo es Arte” y un plástico italiano actual
vende en frascos sus excrementos, como objetos de arte,
y hay quien se los compre y quien se los difunda?
¿Nadie investigará sobre los murales de Albertazzi
Del Salón de Baile del Palacio Salvo?
¿Podrán ser recuperados, bajo la mano de
Cal que los sepulta?
Gracias, Pablo, por tus fotografías espléndidas, y por despertarnos
Para formalizar nuestra queja.
(Junio del 2015. Montevideo)
julio 21, 2015
Agradable lectura bajo la refrescante sombra de los olmos.