POEMAS DEL ESPAÑOL FRANCISCO GARCÍA MARQUINA. XXII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS

 

 

 

El poeta Francisco García Marquina

 

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar un poema inédito y una muestra de la obra de Francisco García Marquina (Madrid, 1937). Poeta, biólogo, periodista y escritor. Es un autor de amplio registro que ha publicado obras de poesía, narrativa, biografía, historia, crítica literaria, cuento y novela. En poesía ha publicado 23 libros y obtenido diversos premios. Entre sus poemario están: Cuerpo presente (1970), Liber usualis (1975), De la lluvia (1979), Pavana(1982), Cuya memoria (1985), Última galería (1992), Por su olor propio(1993), Memoria de las cosas venideras (1998), La eternidad vulnerable(1999), La ciudad infundada (2001), Crónica de sucesos personales,(2002), El equipaje del náufrago (2004), Volver a casa (2009), Cartas a deshora (2011) o Morirse es como un pueblo (2016). En poesía ha ganado, entre otros, los siguientes premios: Aldebarán (Sevilla 1973), Ricardo Molina (Córdoba 1982), Rabindranath Tagore (Madrid, 1989), Rodrigo de Cota (Toledo 1990), Alfonso VIII” de poesía (Cuenca 1999), Ciudad de Badajoz (Badajoz, 2000), Tiflos (Madrid, 2000), Blas de Otero (Majadahonda, 2003), Miguel Labordeta (Zaragoza, 2008), Tardor (Castellón, 2011), Gerardo Diego (Santander, 2012), Conrado Blanco (León, 2013), entre otros muchos. También el accésit del Premio Adonais (Madrid, 1974).

 

 

 

  Foto de José Amador Martín

 

Hace unas semanas, García Marquina, por su libro “No sé qué buen color”, ganó el IV Premio Internacional ‘Francisco de Aldana’ de Poesía en Lengua Castellana (ex aequo con el mexicano Gerardo Rodríguez con su libro “La última marea borra la sombra de la higuera”. El jurado estuvo presidido por el poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca, y fue convocado desde Nápoles por el Circolo Letterario Napoletano.

 

Francisco García Maquina acudirá a Salamanca para participar como invitado del XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos.

 

 

 

 

AMAR ES MI EJERCICIO

 

 

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?

pues rebasas de largo

todo lo que es cosecha de este mundo
mis ojos de diario no te alcanzan

 

Pero bajo tu luz palparé lo invisible

lo que yace escondido o aún no existe.

Y te verán mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,

y solo para ti quiero tenellos

 

Voy a dejar mis bienes y papeles,

y confiar en quien viste a los lirios,

sustenta a los gorriones y va tejiendo el sueño

de todos los amantes, que aprendieron de ti

que Quien anda en amor,

ni cansa ni se cansa

 

¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!,

queda en ellos la huella de quien pasó un instante

que quedó establecido como eterno.

 

Creó el vuelo del pájaro, la palabra del viento,

la lluvia de las risas y las lágrimas

un aroma de tierra bendecida

y a los campos nacientes
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.

Eres toda mi hacienda, mi negocio,

mi ayer y mis caminos venideros.

Y porque enteramente

Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.

 

 

Agosto 2019

 

 

 

 

PLAZA DE CAJAMARCA, 1 DE NOVIEMBRE DE 1532

         

 

Llegado el fin del tiempo que era suyo

Atahualpa emperador magnífico

de pura voz sin letra,

se enfrenta a una luz nueva envejecida

que llega con discurso de metales.

 

El clérigo Valverde estrictamente

suave de santa cólera

le azuza con sus tercos óleos de caridad:

“Arrepiéntete,  hombre, y escucha la palabra

de Dios, pues sólo en ella

está la salvación”

Y con un gesto grave le ha ofrecido la Biblia.

 

Hijo varón del sol

toma en su mano el libro

y lo acerca a su oreja, pero nada

escucha hablar a Dios. Abre las páginas

y ve correr sobre ellas

huellas de pies de pájaros. Sonríe

y con desprecio arroja

por tierra la gavilla del mudo maleficio.

 

En este mediodía de sangrienta pureza

el Inca alza su frente

para morir después entero y sobrio.

 

(de Poemas morales, 1980)

 

 

 

 

 

 

 

AMOR PROPIO

 

 

¡Cómo te quise, amor, en la ciudad

de mis jóvenes años desbordados!

Tú pasabas de largo y de flexible

entre la sorda espuma callejera.

¡Qué rubio era tu acento, qué caliente

la suave periferia de tu hechura!

 

Te amaba ¡Oh cielos! por tus dos esquinas,

por tu boca celeste, por tus vivos

cueros de seda cruda, por tu lengua

con un furor de pétalo y tu pelo

de viento decisivo.

 

Como aguza la rabia su trompeta,

como roe la sal y quema el hielo,

como cruje un patíbulo,

te amaba.

 

Y tú lanzabas voces adorables

de la revolución, como “adelante”,

“libertad”, “amnistía” y “estaremos unidos

en la paz y el amor”. Pero es que ella

se refería al pueblo.

 

En esta historia ardiente bajo cero

todo lo puse yo:

el paisaje, la urgencia y el prometido cuerpo

del delito.

 

Amada mía, gracias

por desvarío tan emocionante

que me llevó a firmar

el primer gozo que sufrí en mi vida.

 

Un amor tan honrado, tan demente y tan propio

porque todo fue mío.

 

 

(de Per versa varia, 1990)

 

 

 

 

 

TODO, MENOS LAS NUBES, HA CAMBIADO

 

 

Su vida se arracima en el recuerdo

y disfrutarla pende

de un golpe de memoria.

Así, lo que resiste

es a veces aquello que no hizo

profesión de durar:

de par en par contempla

aquel verano blanco y el retazo

de olor de Dios de su cintura verde.

Así, lo más presente

es aquello que no alcanzó a fraguar

jamás en cuerpo cierto:

ella encendió su pelo entre la hierba

y él devoró su luz (lo da por hecho).

Así, lo más seguro

es la materia fértil de los sueños.

Y al repasar su vida

hecha de niebla y de vapor liviano,

a ese hombre en cuyos pasos yo camino

le conforta saber que todo pierde

su ser y su manera

de estar, menos las nubes.

 

(de Todo menos las nubes, 1997)

   

 

 

 

 

DIBUJO DE LIONELLA

(Florencia 15 de octubre de 1980)

 

 

Nos conocimos en el Ponte Vecchio

llevados por la mano de los ángeles

aquel otońo próspero de risas.

Nos confiamos con la impunidad

de quien está de paso por Florencia

y puede hablar consigo en alta voz.

Me regaló un jirón de su alegría

insensata y caduca, su violable

número de teléfono y un beso

en una servilleta de papel.

 

Pero no la llamé, seguramente

porque mi amor por ella fue creciendo

y se hizo más hermoso que ella misma,

y rompí la cadena

que me unía a su vida tan lejana

en veinte pedacitos de papel de rosa.

Y porque la quería tan perfecta,

puse manos a la obra de inventarla

a partir del sonido de su nombre.

 

Metido en este bosque de mis sueńos

conozco de memoria su fragancia.

Cuando yo la convoco, Lionella

acude puntualmente. Nadie ha sido

tan fiel a su hermosura y a mi vida

 

(de La eternidad vulnerable, 1999)

 

 

 

 Francisco García Marquina (agosto 2019)

 

 

XXXVII

 

 

De amarte tanto, ya no sé quién eres

ni distingo tu vida de la mía,

pues te llevo en mí mismo cada día

y vamos por mis pasos donde quieres.

 

¿Cómo te mira Dios? ¿Cómo otros seres

te ven desde su propia lejanía?

¡Aléjate de mí! ¡Me gustaría

verte a ti misma, seas lo que fueres!

 

Mirarte con los ojos del que avanza

y da al amanecer su primer paso

entrando en la frescura de tu edad

 

y observarte también con la añoranza

de quien toma el camino del ocaso

y está diciendo adiós a su ciudad.

 

 

(de Para amar en verso, 2001)

 

 

 

MI MANO AJENA

 

 

La miro rasguear sobre el papel

a estas horas tan altas de la vida

y confieso que no sé de quién es

la mano con que escribo.

 

¿Será mía quizás por sus tendones

que estiran su abanico entre dos aguas

de una piel que yo nunca he desvelado?

¿Es mía por el corte de las uñas,

por sus huesos contados

o su deje de carne de familia?

¿Es mía por su carga de escritura,

por su tic dactilar, por ese estilo

melancólico y cursi

de volcarse en renglones desmedidos?

¿O es mía únicamente por la forma

tan fiel e inconfundible

de saludar el viento de tu paso

quedando suspendida a medio vuelo?

 

¿Es más propia, más mía,

mi derecha, que siempre está de guardia,

       o mi izquierda sombría

que cobija lo más inconfesable

y que nadie quisiera estrechar nunca?

 

Al saludarte, amor, yo te la entrego

con el placer inédito

de todas sus caricias venideras.

Esta es mi mano: tiéndela en el mundo

para ofrecer la paz

o perpetrar delitos placenteros.

Aprende a manejarla con soltura

y hazla volar después

para decir adiós si no hay remedio.

Esta es mi mano, amor, y desde ahora

que sea tuya por derecho de uso.

 

Esta es tu mano: tómala y escríbeme.

 

 

(de El equipaje del náufrago, 2004)

 

 

 

 

 

 

19 DE MARZO

 

 

(En un tarjetón tienen el gusto

de invitarme a una lectura del poeta

Diego Jesús Jiménez

en el Café Gijón, hace veinte años.)

 

¿Cómo buscar ahora a quienes éramos

y reunir las palabras que volaron entonces?

 

¿Cómo llevarse al pecho los latidos

que cumplió el corazón aquella tarde

y volver sobre los pasos dados?

 

¿Dónde hallar la emoción que se hizo niebla

y huyó hacia las alturas?

 

No acudiré, lo siento y me disculpo.

No se pueden borrar los versos de su muerte

ni corregir los últimos con que curso mi vida.

 

Madrid tampoco existe:

otro más alto y loco le ganó por la mano

 

 

 (de Esto no es una pipa, 2013)

 

 

 

 

 

LA SOLEDAD, SIQUIERA

 

 

¿Para qué sirve un hombre a estas alturas?

Te estoy hablando a ti, con quien convivo

desde todos mis años

en consentida y sucia cercanía.

 

Vives en confusión y andas escaso

de tus propias carencias. Ni siquiera

posees la soledad cuando estás solo.

 

Te habitan como posos de tiniebla

los que huyeron de ti. Y te deslumbran

las luces inconcretas de otros seres

que aún están por venir.

 

Caminas y no avanzas,

echas de más tus dedos y hasta parece ajena

esa costumbre de la respiración.

 

Pronto vas a ser libre de la necesidad

de estar en libertad, de que te absuelvan

del mal que no era tuyo.

 

Puedes firmar en blanco

en el papel mojado de los pobres

y sacarle la lengua

a la hermandad del truco y el milagro.

 

A ti te digo, socio                                                   

a quien encuentro en los espejos de diario

¿qué sabes de nosotros?

Tanta es nuestra ruindad, que ni siquiera

tenemos lo que somos.

 

 

(De Morirse es como un pueblo, 2016)

 

 

 

 

 

Foto de José Amador Martín

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