El poeta ecuatoriano Iván Oñate
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar una muestra poética de Iván Oñate (Ambato, Ecuador 1948). Su obra ha sido traducida al alemán, francés, inglés, portugués, griego, polaco e italiano. Profesor de Semiótica y Literatura hispanoamericana en la Universidad Central del Ecuador, actualmente es Director de la emblemática revista Anales de la UCE. Ha publicado: Estadía Poética (Argentina, 1968); En Casa del Ahorcado (1977); El Ángel Ajeno (1983); El hacha enterrada (1987, cuentos, nueve ediciones); Anatomía del Vacío (1988); El Fulgor de los Desollados (1992); La canción de mi compañero de celda (cuento, 1995). La nada sagrada (1998, 2010); La frontera (Colombia, 2006); El país de las tinieblas (México, 2008, Perú 2016); Cuando Morí (Primera edición, México 2012, Ecuador 2013); Epistemología de la nada, New York 2017). Escritor invitado por la University of Westminster y el King’s College de Londres; A&M Texas University; George Mason University, Washington; Florida State University; Por las universidades de Lieja (Bélgica), Lille (Francia), Lovaina (Bélgica), Austin (Texas) y Autónoma de México. Conferencista magistral en la Universidad de Lovaina (Bélgica), Universidad de Guanajuato (México), Universidad de Nuevo León (México). Universidad Autónoma de Zacatecas (México). Casa de América, Madrid 2017. Alfred Hitchcock Mystery Magazine publicó su cuento “La fiel literatura” que también fue antologado por la editorial española Páginas de Espuma junto a nombres como Benedetti, Monterroso, Volpi, Walsh, Sepúlveda, Vila –Matas y otros. También fue llevado al cine por el director Diego Arteaga y su poema “Lluvia Bastarda” fue grabado por la banda de rock “El delicado sonido del trueno”.
Vista de la Plaza Mayor de Salamanca, de José Amador Martín
Iván Oñate está invitado a participar en el XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que se celebrará en Salamanca del 14 al 16 de octubre.
Foto de José Amador Martín
LA POESÍA
Habría que buscar
en los enramajes del sueño, en los múltiples
ríos
que procedieron a la sangre
con su violencia oscura. En el paso lento
de niebla
cubriendo la tierra de reflexionado dolor,
de consabido amor
o de estremecimiento.
Habría que buscarte
clavando un cuchillo furioso
en el árbol que dejamos olvidado y
que delira con mudo sudor
la soledad del mundo a nuestro regreso. Con dedos
crispados de verdadera ansia
buscarte entre los párpados de los muertos,
o en la nieve
que cubre largos, insomnes trenes
cruzando la noche
como cordilleras solas. En todo eso,
en la poderosa sombra
que es capaz de extender la muerte,
en la muerte que es capaz
de recoger la sombra, buscarte,
con el corazón lamido por los perros, allá,
en el ocaso
donde terminan los cielos
y da comienzo el suburbio
con sus ángeles recién caídos,
con estos naipes marcados
a la recuperación del reino.
Foto de José Amador Martín
BIOGRAFÍA APÓCRIFA DE BORGES
a María Esther Vázquez
Madre
apiádate de Borges
el enamorado. Cuídalo
que no resbale. Tu niño está preso
de la peor de las cegueras,
esa que permite ver la luz
del otro lado, de todo
lado.
Luz que no pudieron sospechar
y peor
tocar las palabras.
Ayúdalo a vencer
los oscuros temores
que heredamos en la sangre y
esos otros,
más profundos y terribles,
que se esconden entre las páginas
de los libros.
Madre
consuélalo por la fatiga,
por el insensato propósito
de renunciar a ser Borges, aquel
en cuyos brazos
jamás desfalleció la mujer amada.
Anúnciale
que los materiales de un poeta
son la humillación y la angustia.
La convicción inexorable
de un destino desdichado.
Recuérdale
que conocerá la gloria. A su alrededor
se levantará un universo, un mundo
embellecido por su álgebra y por su fuego,
una ciudad
querida y detestada.
Una ciudad
donde millones de seres
tomarán el ascensor o el subterráneo
pero con la certeza
de haber perdido su destino.
Una ciudad
donde existe la única mujer. La única.
Y ella no lo ama.
Foto de José Amador Martín
EL ACUSADO
Yo,
que he sido cruel, tierno, torpe,
lúcido y
alguna vez
en ojos de un amigo que amé y
luego olvidé en una taberna: poeta,
deambulo
borracho y desnudo a medianoche. Por ciegas
y gimientes salas
tropiezo con vagos hombres vestidos de enfermero
y algo sufre
algo se lamenta interminable
cuando la noche cae
y me da a beber
su sombra y su veneno. ¿Quién está aquí?
¿Quién está aquí? Algo pasa,
una bandeja donde flota un algodón, un niño y
un guante muerto
pasa. Y mientras busco una salida,
entre los dedos del médico, desesperadas
laten todavía unas vísceras antes de caer
en las fauces del perro. ¿Estás acaso por aquí
Carlota, mi hermana? ¿Dime?
¡Por Dios,
ya es tiempo de que paren esta lluvia!
¿Cómo saber
si eso que me lastima desde la niebla roja
es la realidad
y esta agua y esta sangre y este dolor
solamente frutos de mi repodrida cabeza?
Cómo saber
si todo está empapado. Y desnudo,
no hay lugar para un fósforo, peor
para el resplandor de un ángel
o de un rayo
señalándome la tiniebla exacta
donde habito. Porque entonces,
en su definitiva luz
yo vería la soga que espera
y sabría por fin,
quién es el acusado y
quién acusa.
Pero no os desesperéis
mis buenos hijos de cura párroco, ya tendréis
tiempo
para todos mis traumas
servidos en una mesa. Juro
que los legaré a la posteridad
como aquel magnánimo que legó el riñón, o su testículo derecho.
Por ahora,
tiradme una manta, una ironía
con su corrosión amable dentro del pecho,
que ya no aguanto con este frío,
con esta culpa.
Foto de José Amador Martín
LA FRONTERA
1
Otra vez la frontera.
Otra vez
este despertar en un ruinoso hotel
levantado al borde del abismo,
Al límite
donde acaba todo:
La patria, el sueño,
la casita propia,
la evolución de las especies,
la seguridad social,
la familia.
Al vértigo,
donde mis huesos
acobardados
se retiran un poco de mi piel
al presentir las cercanías del vacío.
Piénsalo bien me dicen,
piénsalo,
y se anudan en el centro del miedo.
La frontera.
2
Abajo,
a cien metros de mi ventana,
dos hombres discuten y se amenazan con disparos.
Un poco más allá,
en la autopista abandonada de este país en ruinas,
esquivando postes caídos,
caballos destripados
y la niebla sin mañana
que se desprende del lomo de los perros,
un motociclista desquisiado
juega a aplazar su suicidio.
¡Pum!
En este momento alguien se apiadó de él.
Puedo percibir en el aire
el alivio de su alma
mezclándose con el olor de la gasolina.
Foto de José Amador Martín
3
¿Por qué vine a dar acá?
Tal vez
para aceptar
que lo único de lo que se puede huir
es de lo amado,
Porque los enemigos
siempre estarán contigo.
Nunca te abandonan.
Es lo único que traes
cuando llegas a la frontera.
En medio de los muertos,
En medio del espantoso silencio
que prosigue a las batallas,
Su odio
y su rencor
es lo único que vive.
4
En lupanares galácticos,
en medio de rufianes
que parecen haber escapado de todo,
te darás cuenta que tampoco pudieron huir
de sus enemigos.
Es con ellos
que discuten y hablan a solas
en la madrugada.
Tal vez,
por eso,
todos nos enrumbamos hacia la frontera.
Al límite de todo.
Sin atrevernos
a levantar la cara del lavabo,
Deteniéndonos
a contemplar en sus grietas,
los restos del dentífrico, los pelos,
la mugre
que dejaron otros viajeros.
5
Otros como yo
que tampoco se animaron
a levantar la cara
y mirar de frente en el espejo:
Al enemigo.
Foto de José Amador Martín
LOS HUESOS DE VALLEJO
Ya no veré París
porque el tren en que arribe
estará cansado, cargado de vacas, de banano chorreando moscas,
de borregos para el matadero, de jóvenes
que consultan su destino en libros prestados y
en estrellas ajenas,
de travestis
que se depilan al apuro y con dos monedas
de espuma,
de ilusiones,
de ojos como los míos
estará cargado,
y limpiándome la cara con un trapo
me iré con los brequeros filipinos, con
los jóvenes esclavos
venidos de la Arabia
a beber un litro de vino en alguna cantina,
en alguna mesa taciturna
donde apoyaré mis codos y dormiré,
dormiré
hasta dar con los huesos de Vallejo,
con la dirección
de alguien
que resultó ser un terreno baldío,
o con los ojos
de la portera
que despertándome
me lanzará fuera, afuera de la pensión
y me encontraré en una plaza
rodeado
por desconcertados muchachos, que como yo,
nada saben
de los que vinieron
o no vinieron, de los que se quedaron en el mar o
en una cantina
dándole vueltas a París,
como en este sueño.
Foto de José Amador Martín
IRONIA
Yo que arremtí contra el futuro
Que del mundo
hice un paisaje reseco y adverso
A último momento
tornarme ecologista
Y todo
Porque habían talado
un árbol
E1 único árbol
Que yo elegí para colgarme.
Foto de José Amador Martín
EL ÁNGEL AJENO
Ángel, cuando di con tu vida
yo era un hombre que venía de alguna mujer y de dos libros
que encontré en alguna cama y sin asombro
los perdí en alguna otra. Ahora soy una disculpa.
Confío que eso quiera decir algo, este momento
que no quisiera decir nada.
De cuando en cuando y de vez en revés
suelo caer a este cuaderno abierto
para escapar de la duración de una lluvia,
de un dolor
o de la duración de mi vida. ¡Pero basta!
Es demasiado mío y demasiado cursi
lamentarse a estas alturas de la noche y
en un puerto del mediterráneo
donde sin buscar nada
encuentro que he perdido un diente.
Si estuvieras a mi lado, correría a desnudarte el pecho
seguro que lo perdí el domingo
mientras te mordía el corazón en un sueño.
Sabes, hoy volví a cruzarme con el hombre
que amenaza hacer un libro con su vida. Agobiado
por tanto ejemplo, terminaré por hacer el mío
embarcado en una borrachera que aún no encuentro.
Seguramente
tendrá la duración de una línea en la palma de tu mano,
o la petrificada juventud
de una estatua
cayendo eterna
a la noche,
a mi vejez,
a la ascendente espuma de la niebla.
O mejor,
te contaría la historia de un muchacho
que se soñó James Dean
y de todo ese juego, lo único que ocurrió
fue que lo encontraran una mañana
crucificado al madero horizontal
de una Winchester treinta treinta.
Debería recordar la historia de aquel muchacho
si me tomara en serio, un poco.
Foto de José Amador Martín
Ángel,
te mentiría asquerosamente
si te prometiera que mañana continúo esto. Conozco
alguien lo suficientemente despreocupado y loco
y le he hablado tantas veces de matarme, que temo,
una de estas noches
hundiéndose en la ciudad
tomará el último metro y besando un cuchillo de cocina
como a un hijo que está a punto de morir,
me buscará el pecho
y sin perturbarme el sueño, de tan buena gente,
se cargará con el infierno que a mí me pertenece.
Pero,
no hablemos todavía de eso,
aún queda tiempo para una buena causa, mañana mismo
por medio de la página del lector
voy a ofrecerme para un fornique a beneficencia,
No estaría mal
el Coliseo romano, el Luna Park de Buenos Aires o
el prostíbulo desesperado
donde alguien me prestará su cuerpo
y con amargos empujones
agonizaré plenamente. Total,
será una carta más que se pierde, un
sueño menos en la lista, como el invierno atroz
que a Carolina de Mónaco
le envié mi corazón envuelto en un periódico
a cambio de su fotografía.
¡Dios!
Cuándo ocurrió esto que soy ahora. Cuántas veces,
en temibles hoteles, en negras bodegas
que cruzan el océano
me he visto arrancarme de la cama y
quejándome apenas
como para no mezclarme en el sueño de los otros
he llegado hasta un servicio higiénico
y al igual que cientos, miles de desgraciados
con gruesas lágrimas de miel de abeja, he comprobado
que fui feliz en el horóscopo de algún día,
en alguna parte.
Ángel, Ángel,
a esta altura del día o de la noche
ya no sé quién eres,
Sólo hay un vacío
una silueta de luz
de alguien que en este instante abandonó la pieza.
Foto de José Amador Martín
Perfil de Salamanca. Foto de José Amador Martín
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