El poeta cubano Joaquín Gálvez
Joaquín Gálvez (La Habana, 1965). Poeta, ensayista, periodista y promotor cultural. Reside en Estados Unidos desde 1989. Se licenció en Humanidades en la Universidad Barry y obtuvo una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad del Sur de la Florida. Ha publicado los poemarios ‘Alguien canta en la resaca” (Término Editorial, Cincinnati, 2000), ‘El viaje de los elegidos (Betania, Madrid, 2005), ‘Trilogía del paria” (Editorial Silueta, Miami, 2007), ‘Hábitat’ (Neo Club Ediciones, Miami, 2013) y ‘Retrato desde la cuerda floja’ (Poemas escogidos 1985-2012, Editorial Verbum, Madrid, 2016). Textos suyos aparecen recogidos en numerosas antologías y publicaciones de Estados Unidos, Europa y América Latina. De 2009 a 2017 coordinó el blog y la tertulia La Otra Esquina de las Palabras. Fundó y coordinó la revista literaria del portal Neo Club Press y fue miembro del Consejo de Dirección de Signum Nous, portal de Arte, Literatura y Pensamiento. Su obra formó parte del curso “Exilio e insilio en la Cuba de hoy: voces poéticas olvidadas”, que impartió la Doctora Ivette Fuentes de la Paz en el programa de Estudios Abiertos de la Universidad de Salamanca (2016-2017).
Segunda revisión o repintada al cuadro de La Muerte del Jardinero Vegano
OBITUARIO DE UN POETA
A Esteban Luis Cárdenas, in memoriam
En el censurado aire de una isla,
le presté mi voz a los pájaros,
para que el vuelo nunca fuera el olvido.
Y así me transformé en otro pájaro,
que volaba
cuando la libertad lo situaba en su coordenada de cárcel,
cuando lo acosaban las brumas del destierro,
cuando sus herrumbrosas alas
solamente tenían cabida en el vendaval de un hospicio.
La vida me lanzó por los vericuetos de la muerte;
pero yo le tendí mi don, sin saber que era una trampa.
Y le oculté mi cadáver
para que sólo me sobreviviera esta fiesta.
POÉTICA
No deseches el sustantivo “rosa”:
haz que se desnude de cara a la multitud
para que sea el escándalo que germina en los titulares.
No deseches el adjetivo “bello”:
haz que vista sus lencerías
para que provoque el striptease de la rosa.
No deseches el verbo “amar”:
haz que viaje de su alma a sus genitales
para que nos copule la rosa/
y volvamos a nacer en el útero de lo bello.
El Vuelo. Pintura Papel
PIEZA DE ARTE
No es lo mismo la Oda a la alegría, escuchada,
que, en su agonía, Beethoven nos ilumine.
No es lo mismo el Guernica de Picasso, observado,
que las pinceladas de horror en la memoria
de un pueblo.
No es lo mismo el Diario de Ana Frank, leído,
que la muchacha, hecha mujer y anciana,
oculta en el silencio de Ámsterdam.
Oh arte, no dejes de ser la casa de este
cadáver risueño,
para que la belleza de nuestra vida recreada
nunca se parezca al abismo que la divide
de nuestra vida vivida.
La Simiente. Papel
EL SER Y LA ESENCIA
Hay, en mi íntimo jardín, una flor
que ha sobrevivido a todas mis catástrofes.
Y esa flor ilesa, que me sostiene en sus brazos,
respira más allá de mi máscara de guerra.
Ay, qué lástima que, ante la mirada,
el rostro sea una máscara de guerra.
Ah, si alguien más que yo
llegara a ver mi flor:
mi esencia.
ELOGIO DE LA DUDA
Me has dado humana potestad para destronar a los dioses;
la socrática certeza de “saber que no sé nada”.
Yo, como Savater, en tu jardín me humanizo.
Y si creo en ti es porque en tu código jamás se escribirá
la última palabra.
Ilustración basada en un poema de Gastón Baquero
MANIFIESTO
Para Lourdes Tomás Fernández de Castro
Si yo pudiera escribir un poema que culmine en la anatomía del aplauso.
Un poema que lleve un paso de conga, de cábula colectiva,
que salga ungido del papel con la corona de un gremio
o, mejor dicho, de toda una isla.
¡Qué maldición la mía que yo sea mi propia isla!
Si yo pudiera poseer una voz con eco de comparsa,
si fuera otro más (del montón)… el uno por el que se reconoce a la multitud,
un perpetrador de estética de turno,
o un abanderado de la tropología del cordero,
aquel que sólo logra ver su rostro en el espejo del rebaño.
Si yo pudiera escribir poemas a la usanza de mis coetáneos,
con la complicidad de los tronos.
Si aprendiera cómo venderle el alma al lector de masas.
Si me dejara embelesar como un idólatra de altar (literario),
si no fuera un hijo predilecto de la duda,
si no poseyera este gen inconforme del estro,
que se rebela contra sí mismo.
Si al menos pudiera ser el de las buenas relaciones o un simulador oportuno.
Si yo pudiera vestir la máscara discreta…
Pero solamente soy este condenado,
que ve pasar los años
con la soberanía de la escritura en su cueva.
Para Amelia, que sueña con paisajes metafísicos cuando merienda
Paisaje singularmente intrascendente
Fragancia de hollín, partitura del ruido, protuberancia tatuada
(acaso un alma a la que ningún médico diagnosticó un chancro).
El selfie en plena avenida (Oh Andy Warhol: una estatua de 15 minutos (remedio
santo).
Mientras atravieso la multitud, rozo el antebrazo de algún homicida
–definitivamente, se necesita un corazón en el azar para sumar vida–.
Nos inventamos un oficio, pero se nos llenó de aire la cabeza y el bolsillo.
Vanidad de vanidades:
perpetuarle el olvido a la memoria de nuestros pasos en el corredor (sin fin) de la
muerte.
Come, bebe, copula, procrea, canta, baila, reza, medita, lee, piensa, aprende (¿ama
u odia; crea o destruye; el bien o el mal?): ¿somos felices?
Después de tantos siglos, sólo descubrimos que avanzamos hacia el origen:
somos los únicos dioses de nuestro propio albedrío.
Como ese transeúnte que en su IPhone lee People Magazine,
cada cual determina su propio paraíso:
cada cual engendra su propio infierno.
En el nombre del milenario pergamino en que rejuvenezco,
os debo cierta epifanía.
Erosiono el lugar común,
aunque sólo sea una manera de mitigar mi eternidad en la tumba.
Libro publicado por Verbum
Luis Cabrera con un grupo de alumnos en un taller
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