POEMAS DEL COLOMBIANO LUIS FELIPE GONZÁLEZ. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

 

 

 

1 El poeta colombiano Luis Felipe González

 El poeta colombiano Luis Felipe González

Crear en Salamanca se complace en publicar ocho textos del colombiano Luis Felipe González Gutiérrez (Bogotá, 1975). Psicólogo, Magister en literatura, con experiencia en análisis del discurso literario y estudios sociales y culturales. Interés en los procesos de construcción de conocimiento interdisciplinar y manejo de discursos socioculturales y críticos de la literatura, con énfasis en la teoría de la deconstrucción y la teoría del hipertexto. Experiencia en trabajo colaborativo en medios audiovisuales y tecnologías de la información y la comunicación. En poesía ha publicado el libro Canto Árbol (2011), editado por Común Presencia Editores. Trabaja como profesor en la Facultad de Psicología y Maestría de Estudios Literarios, Universidad Santo Tomás, en Bogotá, Colombia.

 

 

 

2

 

 

CONCIENCIA

 

 

Me arruiné al pronunciarte.

Te creí tan cierta, tanta piel

por mis dedos, tanta

luz en tus venas.

 

Fui otro silencio.

 

Deshice tu cuerpo a punta

de palabras malogradas

y cavé ese pozo

que luego llamé conciencia.

 

 

 

 

3

 

 

CANTO ÁRBOL

 

Yace estrecha a las alturas, informe,

mujer árbol. Delicia, puesta y sol que inflama

voces de otros sabios menos arbustos,

menos parásitos.

Prueba de ello las manos hoja. Corteza

y savia en ascendentes por los labios

que culminan en raros destellos

de plata, de cielo y oro enredados.

Rica humus. Verde asueto. Adornada en escombros

la risa aletea por los espasmos

de cal, de estaño, de infierno cielo

adherido a mis manos secas, de raíz

indómita, tras pasos no contados

por geólogos en países solitarios.

 

Cierro el silencio y aparece el viento.

 

Traigo recuerdos remendados a este, mi espejo.

 

 

4

 

 

 

DECLARACIÓN

 

La noche espera a los duendes del sueño

los meses aletean la nostalgia

el hombre en su escritorio esgrima

una lágrima

los días reclaman su porción de alegría

el sueño gime en los brazos de su

hermana, la muerte.

Los labios no dejan de pensar en la

posibilidad de la caricia

las manos se hacen más lentas

para respirar

su luz

de estrellas.

 

5

 

 

 

CEREMONIA

 

Sacrifico estas manos de antorchas extintas

por el golpe místico de un murmullo,

por la palabra rota, aquejada,

y su mísero encanto en

limbos corrientes.

 

Sacrifico y es esto otro espasmo.

Otro rito.

Un suspiro inhábil derrotado,

suspiro

o canto

estrellado frente al químico perpetuo,

a la razón de un cuerpo

cansado de mirarse en el espejo.

 

Sacrificio. Voz derretida.

Cielo inundado

a un último y soterrado

epitafio.

 

 

 

6

 

 

DILEMA

 

 

 

¿Y si fuera suficiente un poco de asombro,

un pequeño asomo de curiosidad

para sortear los espejos?

 

Habría algo de calma.

 

No tendría que correr despavorido,

en busca de mi otro yo, ese aniquilado,

esa masa de recuerdos

e historias,

sostenidas por un olvido a medias

o un murmullo o lo que sea.

 

Pero es cuestión de instantes

para verme, por contagio, en esa

piel de plata que devuelve

mi mirada.

 

Todo acaba al instante.

Me hundo en mis ojos vacíos,

la ruina se instala en mis párpados

y el grito interno

contagia los huesos.

 

No hay escapatoria a ese

sendero que inevitable

se instala en mis neuronas.

 

 

 

7

 

 

 

POEMA ESPERA

 

A Daniela Maldonado

 

 

Soy tu olvido,

eres la espera

cruel, el sacrificio

autoinfligido

cuando pienso

en tus instantes

ajenos.

 

 

Congelado de ti

mis temblores aumentan

con tu silencio

aturdidor.

 

 

Nada puedo hacer

sino convertirme

en roca,

y quedarme

viendo

tu pantalla

vacía.

 

 

 

 

9

 

 

 

HIPÓTESIS

 

 

¿Dónde he quedado ante tu murmullo

innombrable?

 

Por ahora, en el suspenso,

como una lámpara en leve tic tac del

viento,

como un premio sin destinatario,

como esta larga ciudad sin ley, ni reparo.

 

Un poco he quedado en silencio,

en estribillos mal contados,

con la voz en el cuello

y un sonsonete obtuso,

casi demoníaco.

 

En suspenso he quedado por un rato

y no vienes a salvarme.

 

Quedo mirando mi sombra

y no me dice nada.

 

Quedo con la voz en el bolsillo

y una suerte de acoso

por salir corriendo

a cualquier parte.

 

 

 

 10

 

 

CONFESIÓN

 

Mira que estas manos

ahora rojas de rencor

por la distancia

rasgan vestidos,

clavan cuchillos,

juegan al horror

de los paridos,

imitan el canto de los cuervos,

sacan los ojos,

gimen el deseo,

arrancan de su cuerpo

las raíces del miedo.

 

 

 

 

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