Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar algunos de los poemas que, durante el XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, leerá Juan Mares (Guatapé, Antioquia, 1951. Seudónimo de Juan Carmelo Martínez Restrepo). Licenciado en Español y Literatura por la Universidad de Antioquia. Desde 1968 vive en Apartadó, donde fue profesor y director de la Casa de la Cultura. Actualmente es profesor de cátedra en la Universidad de Antioquía (Sede Urabá). Entre sus libros publicados están: Poteas y pirantes (1987); Voy a ver pantalla chica (1989); El árbol de la centuria (la ed. 1996, 2a ed. 2004, 3a ed. 2011). Es coautor de Entre la savia y la sangre, recopilación poética de Apartadó (1996), Kalugrafías del instante (2009), Ritmos del equilibrista (2011); Hojas de caladio (2013) y Policromías literarias (2013). Ha participado en diversos encuentros literarios, como la Feria Internacional del Libro (Bogotá) o el III Festival de Poesía Salvador Díaz Mirón (México, 2013).
Estos poemas forman parte de la antología “Palabras del Inocente”, realizada por Alfredo Pérez Alencart para Editorial Edifsa y la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes.
Juan Mares ( Miguel Elías)
ALICIA EN UN PAÍS DE JACARANDAS
Un poema es la crónica del alma
Con su memoria de furias y de fuegos
Con sus heridas de luz
Con la mirada y su risa
Como Alicia, la poeta mexicana, grávida y sonora,
Dispersando gotas de nostalgia entre cornisas.
Bajo un cielo de celajes fijos
Sus manos, frescura de agua de cascada
Sus pechos llenos para la cosecha de espigas
Y uno perdido en un pueblo de pasados luminosos.
Sin embargo, el recuerdo de unos ojos
Mejor dicho, hay mujeres que iluminan y dan sombra
Mientras vamos, peregrinos, dejando huellas
Como una crónica del alma.
ME DUELE LA PIEL
Me duele la piel de tanto desearte
A dónde ir si vas cuando ya vengo
A dónde llego sin saber a dónde irás
Y cómo buscarte sabiendo que te pierdo
Cuando te cubre el polvo, soledad.
Me duele el nombre que nombra tu presencia
Igual que el camino se queja de mi huella.
Toda esa mella de oxido en errajes
Como centella que brilla en la alta noche
Cuando tropiezan mis dedos palpitantes
Soy esta queja dolida en el desastre
Y esta palabra fugitiva: ¡Amparadme!
DONDE EMPIEZA EL CABLE
…y no me pregunten dónde están los muertos
Al final del cable, látigo sonoro
Acero largo y punto de partida.
Allí, el fin, silencio en estallido
Lágrima y gota esférica de horizontal partida.
De muerto a muerto el cable riela
Y rueda la garrucha, empinada
La sarta de racimos como una turega de esperanzas.
Y vuela y vuela el ave serpentaria entre el oleaje de las hojas
Mar verde entre un espumarajo de esperanzas.
HAY UN PERRO
Hay un perro,
Llegado a las calles del pueblo
Hay un perro
Que husmea en las tardes su cielo
Dirige su hocico hacia los caminos del monte
Evoca tatabros, venados, guaguas o conejos.
Ha llegado un perro
Ha llegado a las calles del pueblo venido del monte
Sin saberse el qué de su cuento
Quizás el carnicero le ha tirado un trozo de hueso
Y lo ha roído con sospecha sabuesa
Pues siempre había ganado el sustento
Persiguiendo, en el monte, su presa.
Ese perro a veces se queda mirando, por el camino
monte,
Pensando que su amo era bueno.
Hay un ¡PERRO! en las calles del pueblo.
¿QUÉ TE-TAS COMIENDO?
(En memoria de Gastón Baquero)
“Cuántas (…) al alcance del codo, de los dedos, de los ojos
Como una trucha en el río, yo culebreaba entre tetas…”
Gastón Baquero
¡Qué te-tas comiendo!
Era el saludo de los arrieros al amanecer cuando olía
A arepa caliente, a maíz asado y olor de primavera,
para salir a la aventura del día entre la leche
de la brisa mañanera.
Si la mula tropezaba y Carlós Aristizabal gritaba:
“¡Qué te-tas comiendo Juancho!”
Era yo, el ayudante, en la retaguardia de la turega de mulas:
(Todavía no sabía, aunque sí veía como el toro
le olía las tetas a la vaca).
A los diez años creía que los niños no los traía la cigüeña
Pero el tabú sexual me hacía creer que nacían entre tetas.
Utilizaba un eufemismo tomando la parte por el todo
Y decía senos, como todo el mundo, negando lo evidente.
Era la poesía de mis ensueños,
me atraían los pechos de las hembras; me siguen
subyugando, y ahora sí que te entiendo mi Baquero
– Según entiendo de grandes cabalgatas –
Aferrado a los morros de la bestia.
Aunque todo me lo fui tomando tras el tiempo, picardía
y conocimiento: Bangaños de luz como de agua galáctica,
dónde asirse cuando se cuelga del cielo.
Cielo de miel, de golosina y láctea energía para el mundo.
Piramidales formas del misterio develado ante los ojos
De mis dedos, globitos rosados y morenos con sabor
A caramelo, a tierra vaporosa, a salitre
Entre los pliegues de la mar de los corales y la perla de la ostra.
Llaves con que se abre el candado de la vida,
arpegio de maracas silentes para las noche y días de fiestas
sobre la felpa sonora. Pilares de la gloria.
Gastón Baquero ( Miguel Elías)
EN LA PALABRA PÁJARO ESTÁ TU CANTO
(Oda a Gastón Baquero)
Una lámpara torcida y una luz plena en tu aposento
de alas.
La entropía de tus folios dispersos y arrumados
Orden de tus ideas de libertad y arte,
de armonías y músicas fonéticas
llenas de encantamiento entre picardía y verdades.
Tu aposento de libros y tus sonidos musicales
Gastón Baquero y las espumas de mar
Gastón Baquero y las cuevas de Altamira
Triétnica aventura de tu mente libre
Como el pájaro tocororo: de negro blanco y de rojo
Emblema de tu alma y Verdadera Libertad.
PÁJARO TOCORORO
El pájaro tocororo
Transpirando pluma a poro
De negro, blanco y de rojo
Tu pájaro tocororo
Gastón Baquero en arrojo
Para ti va con decoro
Este cántico que encoro
Lo escojo de coro a coro
En este viejo poporo
con pájaros tocororo.
APOLOGÍA DE LAS MANERAS DE MORIR
Morir de mordedura de serpiente
De árbol descuajado que te arruma
De paludismo que te transparenta
De leishmaniasis gangrenada o de lepra
De tuberculosis, de peste negra o bubónica
De hepatitis aguda o en grado B
De infarto o de trombosis con sublimado estrés
De alguna enfermedad de trópico o importada
De cualquier enfermedad antigua
De sida o de cualquier enfermedad moderna
O simplemente morir del mal matusalénico.
Morir de incendio, de rayo que te parte
De agua que te traga
De corriente eléctrica que te electrocuta
De volcán como Pompeya o Herculano
De montaña que te sepulta sin que digas ni pío
De épico terremoto, de maremoto cataclísmico
En fin, digamos, de cualquier accidente
Y morir así puede ser una gracia heroica
Y de todos modos es historia natural.
Morir del mal de la nada, después de ver o intuirlo casi todo
—como los grandes suicidas—
O de sobre dosis de droga lícita o ilícita
Ante el tedio o el desarraigo
Morir a duelo, de mal de amor o pena moral
Como los románticos cien por cien bajo un sol oscuro
Morir así es un drama o una pausa al infinito.
Morir de bestia que te tumba y descabeza
De barco o barca que naufraga
De caída de avión o de remolino de helicóptero
De paracaídas que te catapulta
De descarrilada de tren
De carro que choca contra el mundo
O de cohete que estalla en el vacío
Morir así es una intrepidez.
Pero definitivamente, vivo sin entender las coordenadas
Del monotema egocéntrico del odio
Porque morir por la ira del otro
Es morir por falta de imaginación
Por falta de naturaleza.
JUSTINIANO CASABLANCA
La vida me reclama a los trotes
algo por el otro
y cristianamente
de manera endemoniada
algo he dado
para venirme ahora
–entre mis amigos—
a sonarme campanas
¡Haz algo por ti!
¡Y qué yo a todo esto!
Cada que hago algo por el otro
lo hago por mí
lo hago por mí
lo hago por mí.
EN ARLÉS
Triste meretriz violando el secreto,
Turbio desliz para un trofeo lobular.
Ya Gauguin, bebida el agua turbia
Riñe con Van Gogh.
Y Van Gogh vibra, intuye la razón velada,
envía su oreja para que ella
Escuche los vientos de la rosa náutica.
LA MÚSICA DEL ÁRBOL
¡Benditos sean! Nada puede secar
el árbol de la poesía».
Gastón Baquero
La música de un árbol suena en cinco tiempos:
El primero, cuando llegan los pájaros;
El segundo, cuando pasa el aire:
El tercero, cuando llega la lluvia.
El cuarto, de cigarra y de grillo en el cuerpo del árbol.
El quinto, es embrujo sereno al pisar quebradizas,
Plañideras, las hojas que bajan.
El primero, coro de trinos y aplauso de hojas y de alas.
El segundo, filtración de la luz entre roces del alma.
El tercero matraqueo liviano del palo de agua.
El cuarto, es de grito angustioso cuando llega el hacha.
El quinto un sonido de savia que se filtra a las ramas
La música de un árbol tiene cinco ritmos:
Aleteos sonoros y picos abiertos.
Filtración de la luz por las ranuras del tiempo.
Goteo arrullador que penetra en la tierra.
Sonidos de hojas que al caer se agrisaran
Un zumbido del tiempo entre los musgos que reptan
El primero, cuando llegan los pájaros;
Un coro de melodías diversas.
El segundo, cuando llega la brisa;
Follaje estremecido por la caricia del aire
El tercero, cuando llega la lluvia;
Caracol de mar que escucha en los Andes.
El cuarto, cuando emana del suelo
el sonido del grillo que salta a mi cuerpo.
El quinto, ese noble silencio que invita al olvido.
ENERGÍA SOLAR
A esa mujer
Las hidroeléctricas están secas,
El racionamiento decretado.
La oscuridad iluminada por ti
Llama de incendio en tus risos,
Brasas de sol en tus ojos.
¡Qué importa que falte la luz eléctrica
Si tengo la energía de tu cuerpo!
Mi pequeña represa,
Mi potente hidroeléctrica.
CUESTIÓN DE SED
No sé si este trigo de palabras llegue a tu despensa
Soy el que ara entre sílabas, versos y metáforas
En el surco de la hoja para el folio de tus ojos.
Y allí, donde el musgo, manantial para mi sed
De trashumante.
SELENE
Te he visto desde otros países, omnipresente
Tu cara de luz cambiante; alegre, sonora, aséptica
Espejo del infinito donde el sol tiende su celaje.
Hembra que gira en su danza solar de cumbia eterna.
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