El poeta Salvador Galán Moreau, por Miguel Elías
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar algunos de los poemas que en Salamanca leerá Salvador Galán Moreu (Granada, España, 1981), quien tiene publicados los poemarios Libro de Diabologán (Difácil, 2013) y La puntualidad de Heinrich Böll (2016, Verbum). Por estas obras ha recibido los premios Injuve Narrativa, Cajamadrid, Martín García Ramos y Gastón Baquero respectivamente. Su siguiente libro de poemas, Pan de Dédalus, se publicará este 2016 en Ediciones Oblicuas. Como poeta ha sido incluido en los libros colectivos Poetiche della precarietá 3 (Ed. Zona, 2007), Elefante Rosa (Ed. Alea Blanca, 2010) y La vida por delante (Ed. En Huida, 2012); y como narrador en la antología de voces nacidas en los ochenta Última temporada (Ed. Lengua de Trapo, 2013). En narrativa ha publicado las novelas Augustus Pablo y todos los nombres del reggae (2010, Ministerio de Igualdad) y El centro del frío (Lengua de Trapo 2011).
Monumento a Cervantes, Plaza de España, de Miguel Elías
A MIGUEL DE CERVANTES
EN EL DÍA QUE NACE MI SOBRINO
Miguel te escribo hoy día veintidós
de un cualquier mayo cuyo ciclo –insisten-
te recuerda.
A una semana de conmemorar mi propio advenimiento,
con un recién nacido que sonríe y me encara
su reojo traslúcido y oscuro,
te escribo convenciéndome del riesgo metafísico
que las fechas redondas
y mostrencas entrañan a los versos;
pues tú fuiste quien, no queriendo ni acordarse
del polvoriento espacio en tu principio más célebre,
constató meridiana resistencia del sitio
frente al mar combustible que arde tiempo.
Porque si desde el seno de las aguas surge vida,
si todo llega del mar y a la mar retorna,
entre la iniciación y el desenlace median
capítulos de sierpe y barro seco.
El amor a una tierra que sedienta se obvia,
el ansia de cesar por la palabra el fluido
de su nombre, el paso en la aventura tenaz,
tu paso en la aventura: Don Quijote leyendo
el rostro de Dios y ya superando a todos nuestros místicos.
Solo eso permanece, Miguel, a esa bandera
sí que nos afiliamos. Mi sobrino no duerme.
Yo cumpliré, tú vives, él nació. ¿Quién escribe?
Nosotros, sí, nosotros…y vosotros o ellos,
¿qué más da conjugar un tiempo u otro,
una persona o muchas? llegó la hora Miguel
de Cervantes Saavedra: caminamos contigo.
Regresamos a casa.
Maleta, de Miguel Elías
EL EXILIADO
“Vuelven los exiliados”-rezan los titulares
“Infantería de la Democracia”-somos.
“¿Quién venga a los corderos?”-nos preguntan.
La novedad se ceba con el dolor del pasado
y erige un monumento a la memoria
de aquellos que no fueron
en su triste vida monumentales
-polvo: escombros futuros-.
Al tiempo no lo entiendo, no en conjunto,
solo como detalle fronterizo;
aquí no se permite que se incruste en la Historia
por si descarrilamos con ambos.
Reconozco a mi patria como a una mujer
amada cuando joven,
que se encuentra
veinte, treinta o cuarenta años después
más gruesa y bien casada
-coche, sortijas, casa junto al mar-;
y la sigo queriendo aunque mi amor se disponga
tendencioso e irónico, sin deseo.
He venido a estrechar manos contrarias.
He venido a escribir cartas sin clave.
He venido a conjugar yo soy, yo fui, yo era
-o también yo no he sido-.
He venido a contar cómo arrojaron
los enfermos, cual sacos,
en camiones
que nunca parecieron ambulancias;
o cómo descambié mi anillo al hombre
que plantaba nabizas de color azul cielo.
Soy el exiliado y vuelvo a mi país,
reprimo un sentimiento de superioridad
en la memoria
para que esta vez no me olvide.
Casa, de Miguel Elías
LAS COCINAS MISERABLES
Errando y sólo errando se construye
mi casa.
A fuerza de tormentas y montañas crezco
dentro de algo.
Un espacio repleto de impaciencias ajenas.
HOGAR MORADA PISO
nunca más, muchas gracias. Siento suave
viento aquí -y aquí es sólo un roto que apenas dura-,
lejos de mis delgadas venas,
y prefiero huir guiado por el desangre.
NO VIVIR EN CASAS VACÍAS
perdido en una absurda venganza aún
más larga que mis hermosas
piernas arrancadas y superpuestas
NO MORIR EN CAJAS VACÍAS
gritando a ras de tierra
mil insultos arcaicos contra
la familiaridad postiza de ciertos terrenos.
No ignoro qué soy pero detesto estar aquí:
Desnudo, de Miguel Elías
08:51 AM
Durante la disputa una tregua de miradas:
luto por nuestro antiguo bienestar.
La cama es campo de batalla y verbo.
Te relames: subrayas con saliva
cuanto ibas a decir.
Despejas las palabras como si me escupieras
huesos de una cereza maltratada,
conduces el discurso sobre piedras y rocas.
No hay nada alimenticio en tu monólogo:
la carne, el fruto, aquello que jamás pronuncias,
vacía de semillas el mensaje.
Mi arma es voraz silencio.
Atención, de Miguel Elías
DOPPELGÄNGER
Miro el garbanzo muerto
de mi frente,
miro, oh joven
legumbre dormida, y te pronuncio:
somos un enjambre de hilos
enemistados que separa toda piel de los sueños.
Miro la roma punta
de mi lanza hasta decolorarla;
fabrico un escudo
sombrío o renqueante y le dibujo
dos corazones falsos:
el primero es un músculo rojizo y venoso,
y el que queda
no es diferente al clásico perímetro delineado
por dos jorobas laxas
con una sola punta como base.
Luego ya me da por pensar locuras:
una víscera aislada no anda
por el desierto; un dromedario es
más lento que las dunas más lentas;
chorradas de esas. Y también:
soy mi diente torcido, o digámoslo mejor así, amo al extraño
marfil quebrado y lo celebro.
Miro a la prostituta a quien protejo habitándome.
Reconozco ser su dominio.
Adoro su vestido rojo
siempre tan húmedo
pero el frío clausura nuestra ducha en saliva.
Cierro la boca porque yo silencio y no verbo.
Collage, de Miguel Elías
DE AMOR ROMÁNTICO
Heinrich Böll guió a las mujeres hasta el bunker,
lustró sus botas, les consiguió armas,
puso sus corazones
a salvo del Bild Zeitung
-sepulcro de amarillas páginas aplastadas-.
Para pasar el rato
se aficionaron al simple parchís
en detrimento del pretencioso ajedrez.
Padre e hijas: las horas de su encierro detuvo
Heinrich Böll con aquella
puntualidad germana tan odiosa.
En loor de despedida
leyó un libro que olía a estación,
a grisú, a alambrada
-honor frío: auf wiedersen-.
Les supo a humo y bombas.
Se escaparon las jóvenes
hacia unos barracones limpios
donde
jugaban al soldado y la ramera.
Los hombres no valían.
Cartel del XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.