El poeta hondureño Rolando Kattán
Crear en Salamanca se complace en presentar una muestra de la poesía de Rolando Kattan (Tegucigalpa, Honduras, 1979), poeta, gestor cultural y miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua. Ha publicado los libros de poesía: Exploración al Hormiguero (Editorial Sexta Vocal, Tegucigalpa 2004); Poemas de un Relojero, Costa Rica, 2013); Animal no Identificado (Ed. Gattomerlino, Italia, 2013); Acto Textual (El Ángel Editor, Ecuador, 2016); El árbol de la Piña (Ed. Cisne Negro, Honduras, 2016) y Luciérnaga de Otoño (Ed. Cisne Negro, Honduras, 2018). Parte de su obra ha sido traducida al francés, árabe, italiano, portugués, chino, rumano, macedonio, griego e inglés. Es Premio al Voluntariado Cultural 2011 por la Secretaría de Cultura, Artes y Deportes de Honduras, la Embajada de España en Honduras, el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Ha sido reconocido con el Premio Othli por la Secretearía de Relaciones Exteriores de México y el Instituto de los Mexicanos en el Exterior.
Fotografía de José Amador Martín
A MI LADO ALGUIEN LEE UNLIBRO ESCRITO EN MANDARÍN
a mi lado alguien lee un libro escrito en mandarín
las palabras caen como una lluvia sobre sus manos
y sus manos abiertas se llenan de agua
como las manos que entran a los ríos
el hombre a mi lado bebe agua de un libro
y su rostro como el de los santos se ilumina
qué está escrito allí que sin leerlo siento su humedad
qué libro es ese
en donde las palabras no huyen de la página como en los míos
acaso lo que allí se lee no se olvida
y permanece en la memoria muchos años
como un río que sube y después llueve
¿esa brisa del agua al caer en sus manos
es la poesía?
De Animal no Identificado, 2013
Franz Kafka, de Gabriele Donelli
METAMORFOSIS
Abierto el camino por Kafka,
invito a cada quien a ejecutar su propia metamorfosis.
Elijan ser lo que les plazca:
Yo elijo ser un libro,
un libro de 182 centímetros de alto,
tan alto y palpitante como un árbol,
deseoso de un dedo índice en mi pecho,
o que el viento alborote mis hojas,
echado yo en el campo,
u oír a la gente exclamar:
Dios mío, miren qué libro,
ése que va pasando.
Cruzar la pierna y leerme, en el pie de página,
un verso de Molina, enfocarme en el espejo
y leer un verso de Sabines,
y que al terminar el día una mujer se tienda
en mis páginas abiertas, y lea
las más antiguas lecciones de amor.
De Acto Textual, 2016
Pintura de Boris Vallejo
ANIMAL NO IDENTIFICADO
no entraron en El Arca:
las jirafas
que en un principio tenían el cuello corto
y que cabizbajas andaban por la selva anhelando
las hojas más altas
el Dodo y el Solitario de Rodríguez
que olvidados en las islas inhabitadas del océano Índico
renunciaron a la divina gracia del vuelo
los cisnes negros
porque no fueron creados por Dios sino por un poeta
todos los peces
las grandes ballenas
y los más pequeños organismos
en el ojo de una niña que llora
tampoco los dragones unicornios y pegasos
de las aves sólo las domésticas
las gallinas los gansos los patos el gallo
y como consta en las sagradas escrituras: la paloma
se quedaron afuera los centauros
las nereidas los faunos y los animales esféricos de Borges
porque eran muchos y muy grandes
también
la mayoría de los dinosaurios
pero de todos los animales que entraron
no reconozco al animal que recorre mi cuerpo
De Animal no Identificado, 2013
Línea de meta, de Nerlin Fuentes
Fotografía de José Amador Martín
SEPULTURA DEL TACTO
Aquella habitación que, acaso, guarda ahora
sólo el recuerdo vivo de un único habitante
Francisco Brines
Desde la soledad de las paredes
imagino la casa abandonada:
Una finísima capa de polvo
cae sobre los días, cosa fúnebre
sin familia;
comienza con la huella de tu pie
-calor desnudo sobre loza fría-,
después sepulta el tacto
hasta que un viento suave y laborioso
hace las veces de sepulturero.
Los muros atestiguan
el paso lúgubre de las arañas,
y en sus ladrillos quedan
discusiones, rutinas y costumbres.
Los boleros que tanto te gustaban
se lamentan en esas manchas húmedas
y recuerdan que aquel repella y pinta
siempre fiel al servicio de la muerte.
A las paredes las destruye el tiempo,
en sus escombros me hallarán.
De Luciérnaga de otoño, 2018
Rolando Kattán en el XIV Festival de Granada (foto de Jacqueline Alencar)
ÁPSIDES 1
Desarrollé mis músculos al levantarme una y otra vez del polvo. Aprendí de los sabuesos a escrutar la luz en las covachas; supe que a todo abismo lo precede el camino, así me volví más fuerte, pero a la vez más débil. Después fui gota rebalsada, caída o impacto que demuele; la soledad del enterrado en vida; animalejo muerto, vivo sólo en el ámbar.
De Luciérnaga de otoño, 2018
En el umbral de la memoria, pintura de Delmer Mejía
VENTRÍLOCUO
Si quieres que un muñeco hable
debes estar atento a las desgracias:
una guayaba, su fútil pudrición,
esperando que timbre tu teléfono;
o espabilar una moneda
en palma ciega y buscar
en la agonía del cíclope, un rostro;
o sólo hablar con las maletas
y los animales más desdeñables
(tengo la idea de azuzar avispas).
Si discutes con puertas y ventanas,
y otros objetos de las despedidas
o sales un domingo trasparente
y entrañas los pasillos del museo
y sientes la mirada de los cuadros
como soga en tu cuello, sin el Judas,
comienza tus ensayos de ventrílocuo,
busca el muñeco en el primer espejo.
De Luciérnaga de otoño, 2018
Dennis Ávila, Néstor Sosa, Carlos Ordóñez y Rolando Kattán (foto de Jacqueline Alencar)
ÁPSIDES 3
Desaté la soga de una barca en el muelle, su mansedumbre y su silencio me recordó la imagen de un elefante echado, en cautiverio. Le leí poemas deshaciendo los nudos que la ataban, luego la vi alejarse mar adentro.
Desde entonces escribo para liberar a otras barcas atrapadas como animales blancos, invito a los barcos de vela a declararle su amor a los pianos; el amor es posible. Yo me enamoré de una barca atada en el muelle, una barca que nunca partirá.
De Luciérnaga de otoño, 2018
Fotografía de José Amador Martín
TRATADO SOBRE EL CABELLO
todas las cosas grandes
inician con una idea en una cabeza despeinada
como pudo –por decirlo así- crear Dios el universo con una cabeza engomada
¿qué habría hecho Noé adentro del arca con una cabeza de mayordomo
o Jesucristo en el monte si sus cabellos no se hubiesen entrelazado con el viento?
Heráclito salió del río tan despeinado como Arquímedes de la bañera
y a Sócrates y a Platón les crecía sobre su calvicie una cabellera desorbitada
es sabido que Homero murió arrancándose los pelos de desesperación
y que Cervantes Quevedo y Góngora se peinaban
como Shakespeare solamente el bigote
Juana de Arco ardió más fuerte en la hoguera por su aguerrida cabellera
y en la antigüedad
los primeros hombres en sembrar el café y el maíz
los chamanes y los sacerdotes
los que tallaron en las lejanas piedras los primeros poemas
todos son parte de los anónimos despeinados de siempre
después
a Newton lo despeinó una manzana
a Tomás Alba Edison la electricidad le puso los pelos de punta
Bach disimulaba su melena con una peluca
y Leonardo Da Vinci se despeinaba también las barbas
todos los ángeles del cielo las hespérides las musas
las sirenas y las mujeres que saben volar
todos y todas tienen extensas cabelleras destrenzadas
en la historia reciente
Albert Einstein fue el más despeinado del siglo XX
y Adolfo Hitler por supuesto
el de los cabellos más ordenados
pero las cosas grandes también son cosas sencillas
como aquellos que llegan a casa apresurados por despeinarse
o los niños cuando aprenden del amor despeinando a sus madres
es obvio que los sueños nacen en las cabezas dormidas
porque siempre están despeinadas
y los amantes que sobre todas las cosas se despeinan
cuando se besan y se aman
por eso les digo:
hay que desconfiar de un amor que no te despeina.
De Animal no Identificado, 2013
Pintura del siglo XVII del Árbol de la vida en el Palacio de Shaki Khans, Azerbaiyán
EL ÁRBOL DE LA PIÑA
Al salir de Palestina, quería encontrar en estas tierras el árbol de la piña, imaginaba un árbol frondoso, parecido al que situó Dios en el paraíso.
Abandonó su tierra con la esperanza de una nueva y no encontró lo que esperaba.
En este poema, mi abuelo, puede recolectar piñas de la copa de un árbol, porque en un poema pueden crecer incluso los árboles que no existen, los milenarios frutos y hasta el país natal.
Sin embargo, insisto. Lo que quiero que aquí retoñe no es el árbol, sino la esperanza de que todavía hay un sitio donde abundan los árboles de piña.
De El árbol de la piña, 2016
Néstor Ulloa, Kattan, Martín Cálix, Alencart, Ordóñez, Salvador Madrid y Ávila (foto de J. Alencar)
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