El poeta y escritor Horacio Biord Castillo
Crear en Salamanca se complace en publicar unos poemas del más reciente libro de Horacio Biord Castillo (Caracas, 1961), poeta, ensayista, Presidente de la Academia Venezolana de la Lengua y Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela. Licenciado en Letras, magíster en Historia de las Américas y doctor en Historia, Horacio Biord Castillo es profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Además, trabaja como investigador asociado y jefe del Centro de Antropología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Entre 1995 y 2002 se desempeñó como jefe de la División de Servicios Técnicos de la antigua Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio de Educación. Sus principales áreas de especialización son la etnohistoria, la etnicidad y la sociolingüística. Realiza investigaciones sobre pueblos, culturas y lenguas caribes de las regiones central y oriental de país, sobre políticas públicas para minorías étnicas y sobre la conformación de las identidades regionales de Venezuela. Entre sus publicaciones destacan: Sueño que nunca llega (1994); Aborígenes de la región centro-norte de Venezuela (1550-1600): una ponderación etnográfica de la obra de José de Oviedo y Baños (2001); Niebla en las sierras: los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela. 1550-1625 (2005); Retazos (2012), Mea estrellas la noche (2013) o Quaderno de Guanajuato (2018. En 1995 fue distinguido con el Premio Municipal de Literatura, mención Estudios Indígenas.
Quaderno de Guanajuato (Portada)
TRUENA COMO SI EN ALTA VOZ
hablara la montaña
Casi nadie comprende ese lenguaje arcaico,
pero algunas piedras escuchan atentas
Se oyen truenos
En su casa una anciana sorda
ordena silencio a los nietos
que la ven con sorpresa
y rápida pone atención
(Algo ha de suceder,
piensan)
La abuela entorna los ojos
en ademán de comprensión
Truena
El cielo se viste de luto cerrado
Truena
como nunca ha tronado en las montañas
Un perro sin pelambre llega corriendo
La anciana lo acaricia
y el animal da vueltas a su rededor
Sigue tronando,
como si fuera la primera vez
La anciana busca en su cuarto una figurilla
La frota con la falda
y sale tras el perro
(“ya vengo”, musita)
La familia intenta perseguirla,
pero la lluvia que empieza
lo impide
Llueve y los tejados suenan
como si cayeran piedras
de un imprevisto volcán
Llueve
La anciana escucha ahora nítidas las voces
que su abuela con recato le decía
El perro muda el rostro
(a veces semeja un felino,
otras una serpiente)
Corre
La anciana lo aúpa
Deben llegar pronto
Los camposantos podrían abrirse
Es menester tirar el idolillo
en el hueco donde nació la envidia
Corre con piernas de coyote
Vuela como pájaro
Mira por doquier como serpiente-águila
Voces pretenden detener la carrera,
pero ya la abuela lo había advertido
Llueve
Los nopales se alargan
y caminan
Llueve
y las ortigas se desbordan
Llueve
y hablan las hierbas, el río y las cañadas
Llueve
La anciana recuerda la profecía
y un ronco quejido de ocelote
es la voz de la abuela
que desgrana maíz junto al metate
Llueve,
pero ya la anciana está segura
Oye la voz de las hormigas
y el lento crecer del cabello en los ataúdes
El hueco de la envidia
es un vaso de agua salada
y una espina de cactus en el tacón
Es el edema de un volcán
y la tristeza de un códice maltratado
Llueve,
pero del cielo también caen
plumas de serpiente
La boca del Infierno
BESO UN INSTANTE TU NOMBRE Y UN PERRO CON BOCA DE LLUVIA ARRULLA MI SUEÑO
La sierra, me dices, llama con un canto de laberinto
Cada escalón perfuma de pino y violeta
el aliento
y tu mirada de sonajero y pandereta
Tu cuerpo como humo de copal
bendice las recámaras
y los seiscientos sesenta y seis mil
escalones de la mina
Quiero entregarte mis voces trasnochadas
antes de que los vasos de cuarcita derramen
el ajenjo de la distancia
Tu espalda ha de cargar la mochila
de la ilusión
y yo subiré como romero a las montañas
para celebrar los inicios
y refrendar el destino
El inframundo espera con sus látigos de hiel
y su amargo sabor de púas afiladas;
pero en la cima está el secreto
que habla con voz de campana
prometiendo tu nombre como tierra bendita
Eres el maíz primigenio que moldea seres
y habla las lenguas de todo lo creado:
de la obsidiana y el cobre,
de los jaguares y los murciélagos,
de las urracas sin aparente lugar
Toma mi palabra y moldea la noche otra vez
para dormir entre espejos que retarden la mañana
y ofrezcan claveles a quienes regulan
el universo
Toma mis pasos y mi sombra:
no quiero perderme en el camino
ni voltearme antes de llegar
Templo de las Monjas (San Miguel Allende)
UNA MONJA CORONADA OFRECIÓ A DIOS SU PUREZA:
Eterna flor resguardada
en la celda del convento,
el mundo no ha sido tentación
sino el silencio
de las paredes con lenguas de piedra
que tartamudean palabras
y niegan afectos mundanos
Borda sin cesar santas figuras
que engalanan los oficios
y despiden ratos amargos
como cenizas de cactus
Las losas del jardín
conocen sus breves pasos
y la fosa que con sus manos sin callos
no para de cavar,
la mente siempre fija,
temerosa del seguro tránsito
que la ha de llevar
a las moradas del celestial Esposo
A veces toma el cuchillo
y mata sin ira toda tentación
cuando tasajea la carne
en el maderamen de la cocina
Evita con sus manos tocar el virginal
cuerpo,
la aurora que sonríe,
según dispone la Regla estricta
que la descalza
En la corona fulguran ya santos y flores
que anuncian el bucolismo cierto del Reino
Sus manos cada tarde danzaban hilos
como deshojando margaritas
o poniendo charadas en la merienda
Engarza flores y medallas,
cose trajes de santos
y le cuenta a Dios un cuento
soñando cielos en la tierra
y prodigios en lo habitual
Oye la lluvia en la noche y siente la orfandad
que derrotan jaculatorias y oraciones
Pinta escenas bíblicas
y a menudo se imagina por las calles
preparando extrañas infusiones;
pero la hora de Completas ha llegado y se apresta a dejar
el prohibido jardín de la imaginación
Desanda el camino y se eleva entre cánticos y preces
La corona resplandece solitaria
en el armario
y la fosa alberga caracoles
Solo espera el crepúsculo
y que la noche corteje estrellas
entre bostezos y chácharas de ahuehuetes
Mina de la Valenciana (Guanajuato)
TOSO Y ESCUPO PLATA SIN VALOR
en esa sangre que se lleva el aliento
Recuerdo temblando el frío
Recuerdo tiritando la humedad
Recuerdo los escalones y me ahogo
Recuerdo la oscuridad y quiero gritar
o que alguien atine a encender
otra vez (todas las veces) mi vela
Oigo a la gente conversar
y solo percibo las entrecortadas
conversaciones
de los indios de mina
Toso y la sangre mancha las paredes
Toso sin parar
y tiemblo
Toso y mis ojos se cierran
Toso y veo danzas de hueso
y una pelota de hule
que mis hombros rozan
Toso y trato de decir la doctrina
Toso y la sangre salpica mi pecho
como el pecho del Señor de las Maravillas
Toso y este catre se escalona
Toso y los aromas del chile
y el atol se confunden
Toso
Montaña de Cristo Rey (Guanajuato)
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