Fotografía de José Amador Martín
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar los textos de los poetas Máximo Cayón Diéguez (León) y Mariano San León (Salamanca, 1898-Barcelona, 1963), durante el XV Encuentro ‘Los poetas y Dios’, celebrado en la localidad leonesa de Toral de los Guzmanes el 2 y 3 de noviembre de 2018, bajo el epígrafe “Sobre la Palabra en flor”. Los textos de Mariano San León fueron leídos por el pastor y poeta Manuel Corral.
Fotografía de José Amador Martín
Máximo Cayón durante su lectura (Fotografía: Jacqueline Alencar)
POEMAS DE MÁXIMO CAYÓN
PALABRAS PARA UNA SÚPLICA
Señor, sabes quién soy, tú me conoces.
Soy tierra por tus manos modelada,
un alma errante, arcilla desnortada
que vaga por el mundo y sus alfoces.
Soy un hombre que cruza por las hoces
de la vida jornada tras jornada,
barro de Adán, materia de la nada
que implora tu perdón a grandes voces.
Soy cautivo, Señor, del narcisismo,
de la salacidad y el nepotismo,
de la jactancia y de las ambiciones.
Aparta de mi lado este egoísmo
que me aleja de Ti, este egotismo
que me sume en el mar de las pasiones.
Fotografía de José Amador Martín
II
Ten compasión de mí. No me abandones.
Soy víctima también del hedonismo,
de la mundanidad y su espejismo,
del desconcierto y las desilusiones.
Soy una suma de contradicciones.
Y pugno en soledad conmigo mismo
sabiéndome rehén del pesimismo,
del desaliento y las vacilaciones.
Ando solo, turbado y abatido,
buscando tu piedad y compañía
con la entrega y la fe del redimido.
Amoroso Pastor, Juez soberano,
la tristeza es mi pan de cada día.
Sé tú, Señor, mi buen samaritano.
Fotografía de José Amador Martín
Manuel Corral mientras leía los poemas de San León (fotografía de J. Alencar)
POEMAS DE MARIANO SAN LEÓN
(Leídos por Manuel Corral)
SOY HOMBRE
Soy hombre y cada hombre
es mi hermano.
El que lleva en su frente el sello de la vida
y el que yace en su propia celda condenado;
el que me niega una mirada
y el que me brinda la fuerza de su brazo;
el que llama temblando a mi puerta
y el que vive en regalo;
el que cruza cantando la floresta
y el que sube la cuesta de un calvario:
en su ser tal vez aniden igualmente
idénticos gusanos.
El rencor del indigente
y el amargor del saciado
mas de una vez clavados en mi pecho
los sentí como dardos.
Y la llaga que los ojos miran
y la que esconde fino y blanco paño
quisiera ver sanadas
por una misma Mano.
¿Se olvidaron -¡oh Cristo!- de tus palabras
selladas con la sangre del Calvario?
¿Lo que son tus brazos extendidos
Y tu voz al decir: “Amaos,
que uno es vuestro Padre
y todos vosotros sois hermanos”?
¡Por qué sus ojos brillan con fulgores de Infierno
y sus dientes castañean blancos y afilados?
lobos y perros en su maldad se hicieron
¡y así la vida van atravesando!
¡Oh, si se hundieran con su ceguera las mansiones!
¡Si se hundieran con su ceguera las cabañas!
¡Y esta pobre humanidad que hiede,
la pobre humanidad que se engusana
respondiera a la Voz de Cristo
que a nueva vida llama!…
¡Oh pueblos que amáis la Verdad y la Justicia!
¡¡¡ Desatadla!!!
Fotografía de José Amador Martín
CADA DÍA
Cada día, Señor, te he llamado
y mis manos a ti se extendieron
como pobre que pide limosna,
como niño que se halla indefenso.
De mañana te dije mi pena,
te previno en el alma mi ruego,
y con mis ojos, de tanto rogarte,
con mi llanto, Señor, tengo enfermos.
No me dejes llegar al sepulcro,
a la tierra de sombra y de olvido.
Déjame que tu gracia bendiga
y que cante tu gloria a los vivos.
Mi socorro parece lejano,
entre sombras parece escondido.
No me escondas tu rostro inefable,
que soy pobre y estoy afligido.
Fotografía de José Amador Martín
Fotografía de José Amador Martín
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