Salamanca
Crear en Salamanca se complace en publicar los textos de estos dos autores de calidad. Una, española de Tafalla, y el otro venezolano residente en San Cristóbal, en la frontera de su país con Colombia. Las pinturas son de Miguel Elías, profesor de la Universidad de Salamanca.
La poeta Marina Aoiz Monreal
MARINA AOIZ MONREAL
(Tafalla, Navarra, España, 1955)
Estudió Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra y Mitología en la Universidad de los Andes en Mérida, Venezuela, entre otros aprendizajes. Ha publicado los poemarios La risa de Gea (1986); Tierra secreta (1991); Admisural (1998); Fragmentos de obsidiana (2001); El libro de las limosnas (2003); Edelphus (2004); Hueso de los vientos (2005); Don de la luz (2006); Donde ahora estoy en pie frente a mi tiempo (2007); Hojas rojas (2009); Códigos del instante (2009); El pupitre asirio (2011); Islas invernales (2011); y Génesis, (2001, Quito). Parte de su obra poética está recogida en una treintena de antologías y otras publicaciones colectivas. En su trayectoria literaria he recibido premios de poesía y narrativa, en Asturias, Aragón, Andalucía, Extremadura, Madrid, Euskadi y Navarra, entre ellos el Premio a la Creación Literaria del Gobierno de Navarra, en los años 1986 y 2003; el Premio Internacional de Poesía “José Verón Gormaz” de Calatayud (Zaragoza) en 2010; o el Premio “Leonor de Córdoba” en Córdoba, en el año 2011.
En 2015 publicó ‘Mirar el río’ (Pequeña antología 1986-2011, en edición bilingüe español-euskera, con traducción de Iñaki Bastarrika Izaguirre. Los poemas seleccionados se han elegido de esta antología y de ‘Códigos del instante’.
Participó en el III Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’.
EL VIAJE
El viaje al amor
es tarea ardua. Primero
hay que trazar
las líneas de cada mano
en una remota estrella, que arde.
Allá te abrasas y retornas a la tierra
con la mirada calcinada,
ávida de bienaventuranzas y fruta fresca.
Además, eres cada día más pequeña
en esa ruta al amor y la transparencia.
Debes acallar
a la multitud de voces internas
que susurran palabras como miedo,
peligro o enemigo. Parte de la tarea
es padecer la lepra con el leproso
o ser la enfermedad del olmo enfermo.
A veces, las lágrimas se secan
a mitad del trayecto
y el dolor, animal, vegetal o mineral,
sólo es soportable en la cima de un verso.
La máscara que nos protege
va filtrando poco a poco
su tenacidad corrosiva hacia la piel
hasta que, agrietada,
cae como las hojas en otoño.
En ocasiones,
nuestro rostro de luz apagada conserva
una diminuta fosforescencia de luciérnaga.
Suficiente para iniciar de nuevo el trayecto
hacia la luz amorosa.
¿Cuántas veces
perecemos en el camino?
Incontables.
Tantas como renacemos
en un charco iridiscente
o en el arco central
de cada puente que atravesamos.
En el viaje al amor,
muíamos de áspid a mariposa.
Y ya podemos
abrazarnos a la muerte verdadera.
Incandescentes.
ALMA DE PÁJARO
Cuando el poeta se despoja
de la blanca voz de la esperanza,
una avalancha de luz brava y suntuosa
arremete contra su espalda.
Es entonces un animal malherido
que vaga por el bosque
a la búsqueda de silvestres frutos.
De luna y agua de lluvia se alimenta
preparándose para la lucha con su sombra.
En los claroscuros de la espesura
recompone
el destrozado mapa de su geografía.
Hasta que otra vez
el albo susurro de la nevada,
le devuelve su alma de pájaro,
guardián de la montaña.
REVELACIÓN DE LA INTEMPERIE
La muerte insiste en sus ecos.
Perdida la memoria de la fuente
en óxidos malheridos.
Las imágenes se superponen
en un álbum empapado de lluvia
y en otro álbum
cuarteado
por el fuego de los días resecos.
Del desierto
se regresa con el alma agrietada
y una sed infinita de tormentas.
Se vuelve especiado de planetas.
Desnudo por dentro
y revestido por fuera
de todos los azules.
Los malditos,
los melancólicos,
los metálicos,
los bendecidos
por la revelación de la intemperie.
Ecos y fermentos.
Tal vez, pureza ígnea.
AVE DEL PARAÍSO
ejecuta su danza
extendiendo su hermoso plumaje
para que ella roja y encendida
despierte de su sueño de fuego
el sol los envuelve en su misterio
mientras los sonidos penetrantes
reverberan en el claroscuro de la selva
almas de luz se encuentran
en un revoloteo de levedad dorada
las nupcias se celebran con el don
de la lluvia inesperada
arde el agua
El poeta Ernesto Román Orozco (A. P. A.)
ERNESTO ROMÁN OROZCO
(Cabimas, Zulia, Venezuela,1962)
Ha publicado Los zapatos descalzos (1995), Las piedras inconclusas (2001), La costumbre de ser sombra (2003), Los hemisferios distantes del silencio (2005), Las casas líquidas (2006) y, en Monte Ávila Editores, Artesa del tiempo. Selección poética 2000-2008. Ha obtenido, entre otros, el Premio Regional de Poesía del estado Táchira (1995) y el Premio Anual de Literatura de la Universidad Central de Venezuela, Núcleo Maracay (2001); ha sido merecedor de la Mención Única de Poesía en la vi Bienal Nacional de Escritura Ramón Palomares, el Premio del Ateneo de Escuque y el Premio de Literatura (Revista Solar) 2007. Parte de su obra ha sido publicada en antologías de Argentina, España, Ecuador, Colombia, México, Chile y Portugal. En la actualidad se desempeña como Coordinador de Literatura del Ateneo del estado Táchira. Los poemas seleccionados forman parte de ‘Edades manuscritas’ (2014)
Ha participado en los Encuentros de Poetas Iberoamericanos de Salamanca.
CERCANO AL VUELO
Los pájaros,
aunque inocentes, saben por qué vuelan.
No se trata de linimento alguno;
es una clara cuerda de verdades
colmando la gloria de la víspera.
Luego, los pájaros se irán,
y quedará la luz de esos balcones
que le nacen a los libros abiertos.
CON UNA GRIETA ENTRAÑABLE
Los pétalos de un signo
se esparcen
sobre alfombras de estridencias.
Es sólo quebrar ventanas
con una grieta entrañable,
y que la tierra se duerma
en cada músculo de lluvia.
Y así nos maravilla
cargar el corazón
lleno de manos vacías
y de puertas cerradas de golpe.
Dios sabe cómo es todo eso
de no hacer ruido cuando tose,
porque dejamos caer
nuestras rodillas
sobre sus trinos rotos.
LUZ DE DESALOJO
Del tiempo,
preciso su luz de desalojo,
en ese instante
foráneo de la edad,
por esas puertas
que a medio cerrar,
quedan abiertas
como la lucidez.
OFICIO DE IMAGINAR LA NOCHE
Las cigarras
buscan habitar tu voz:
mientras más estoica
mejor para cantar.
Entonces quedan los hilos
de charcos para aprender
a caminar a tilo perfecto,
observando la tisana
que hace rato bebimos.
Es oficio
de imaginar la noche,
con la luz de los insectos
que buscan refugio
en una rama de mi suéter.
EN LA RÚA MAYOR
a Alfredo Pérez Alencart
En Salamanca,
me visto con una armadura,
pero temo al vinagre de los héroes.
Soy incapaz de montar a caballo,
cargando mi cabeza debajo del brazo.
El sol glacial dora mis muecas,
y mientras empuño
una cimitarra de cierzo,
las aves de Salamanca
traen un alcanfor de ruinas apostólicas.
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