José Antonio Valle Alonso leyendo en Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de difundir siete poemas de “Lo que queda del fuego / Elegía Carpe Diem Nocturno” (Editorial Azul, Valladolid, 2022), el nuevo libro de José Antonio Valle Alonso (Villamor de los Escuderos, Zamora, 1950). Valle Alonso ha publicado, entre otros, los siguientes poemarios: Luz y tinieblas (1976); Marchito rosal (1979); La soledad (1987); Hacia la luz desnuda (1994); Primavera íntima (1997); Bajo el puente de Cronos (1999); La espiral del sueño (2006), El color de la fiebre (2011); Temblor de sombras (2011); Volcán de los deseos (2011); Templo del tiempo (2012); El color de la fiebre (2012); Y tanta luz para buscar la noche (2014); La otra orilla (2014); Y esta rosa de luz o La eternidad de la azucena (2016); Adagio en París (2016), La flor de Lis o Lirio de los valles (2018), Fiebre en la huella (2018), Hacia el final del sueño (antología espiritual, 2019), Carpe Diem Nocturno (2020) y Lo que queda del fuego / Elegía (2022).
Ha obtenido numerosos premios y reconocimientos, entre ellos, el Premio Nacional de Poesía Jorge Manrique, el Premio Nacional de Poesía del Ateneo de Valladolid o el XXVIII Premio Internacional de Poesía “Justas Poéticas Castellanas”. Formó parte de la coordinación de “Los Viernes del Sarmiento”, reconocidos encuentros poéticos vallisoletanos patrocinados por la Obra Cultural del BBVA y que dirigieron Andrés Quintanilla Buey y Araceli Sagüillo.
La selección ha sido hecha por el poeta Alfredo Pérez Alencart, atendiendo a los textos que fueron escritos y leídos en Salamanca, principalmente dentro de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos. Las pinturas son obra de Miguel Elías, realizadas especialmente para las antologías de los Encuentros, mientras que las fotos las tomó Jacqueline Alencar.
San Juan de la Cruz, por Miguel Elías
POR LAS RIVERAS DEL SUEÑO
¡Oh llama de amor viva…!
San Juan de la Cruz
Por las riveras del sueño
alzaste el vuelo tan alto,
tan alto,
que Amor te citó en el Cielo.
Porque las alas que suben hasta el balcón de los astros
son el alma enamorada tendida para el abrazo.
Ensoñado, por la noche los ojos se abren al llanto.
De tanta luz, la ceguera, de tanto Amor, desvelado
sientes correr por la sangre la fiebre y vas delirando,
y te columpias de día entre las nubes y el campo,
por las riveras del sueño de aquellos rosales blancos,
florecidos en las lindes por donde llevas tus pasos
llenando con tu mirada su floral inmaculado.
Hay una fuente que mana bajo la sombra de un álamo,
ahí donde las raíces son versos que van brotando,
donde yo sacio la sed sobre mi página en blanco.
Apenas en el espejo y ya me siento olvidado,
estoy jugando la pena a un suspiro bocabajo,
igual que cuando empezaba allá en mis primeros salmos.
Es una ilusión el sueño de mi vida, inacabado.
La brisa suave hasta mí trae el eco de tu canto,
aquel que quedó prendido en el aire de estos páramos,
nuestros páramos que al viento va mi voz titubeando.
A lo mejor, ¿por qué no?, yo me sienta enamorado.
Por los arroyos del tiempo se oye el rumor de unos labios.
(*) Rivera: Cauce o lecho por donde fluye el sueño
Antonio Colinas, por Miguel Elías
LA BARCA DE CARONTE
Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
amor venza a la muerte en ese beso.
Antonio Colinas
Donde las híbridas cepas ha brotado amargo el vino.
Aquí en la fuente del pecho sacia el corazón mi sed.
Voy arrancando los versos de la herida de la muerte
y estoy llegando a la sangre por las entrañas del miedo.
A veces hay que entrar en la oscuridad profunda de la noche
para ver la luz, la luz verdadera, la luz del alma.
A veces se enciende la palabra amor y llama por mi nombre
y vuelvo al sueño y no me reconozco,
a lo mejor ya ha pasado mucho tiempo…
Esta mañana he visto vacío el cauce de mi pena
por donde navegaban mis pupilas a oscuras
y ha quedado varada la huella de mis ojos
a la entrada del alba entre las escombreras
hasta que venga un día La barca de Caronte
y cruce las tinieblas del invierno más frío.
Pero hoy he soñado que seguía esperando
en el umbral del templo con un ramo de flores.
Y que la primavera pasaba por mi puerta
y aún era muy temprano en mi jardín de alturas.
A veces me despierto de una blancura nieve
que enciende mi alegría de saberme en los brazos
del fuego del amor, de la locura indemne.
Y a veces me siento caminar por las nubes
envuelto en mi quimera, y allá en el horizonte
veo cruzar la linde al otro yo sin mí,
y regreso a la tierra a esperarlo en mis sueños.
Porque cuando me lleno de un suspiro la boca
necesito escribirlo antes que entre el olvido.
Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
amor venza a la muerte en ese beso.
Gabriel y Galán, por Miguel Elías
LA FLOR DE LA INOCENCIA
Yo aprendí en el hogar en que se funde
la dicha más perfecta…
José María Gabriel y Galán
Era la primavera y entregada a la noche
en el alma de un niño se encendían los astros
y soñaba que había un floral de poemas
en el jardín temprano y leía los versos
recostado en la almohada hasta quedar dormido:
Lleváisoslo todu, todu, menus eso,
que esas mantas tienin suol de su cuerpo…
¡Y me güelin, me güelin a ella ca ves que las güelo!
… Y amanecía el día con los ojos nublados.
Y seguía soñando en el recreo a solas
con aquella Pedrada que golpeó en la herida.
La alegría volando, igual que los vencejos
sin bajar a la tierra, siempre a vuelo de nubes,
y siempre atardecía con la voz del poeta…
Y siempre despertaba con la mirada al cielo
y la esperanza llena de esas cosas que te hacen
brotar una sonrisa, esas cosas pequeñas
que apenas si las nombras… pero que dejan huella.
Como cuando pasaba el arroyo a mi puerta
y era feliz mirando la corriente del agua.
Y pasaron los días y el amor fue creciendo,
y pasaron los años y maduró la vida.
Y pasaron los sueños y el amor fue quedando.
Y hoy he vuelto de lleno a la memoria aquella
que enraizó la ternura, la paz inmaculada,
la flor de la violeta, sutilísima flor
como una pena dulce;
la flor de la inocencia.
¿Somos los hombres de hoy aquellos niños de ayer?
¡Bendita sea!
LA PALABRA ROTA
A Jacqueline Alencar
In memoriam
Desde las altas cimas del manantial del cielo
sigue brotando vida la fuente de tus ojos.
Y a este lado del alma hoy siento anochecida
una ternura madre con el calor de un beso
que encendiera tus labios de dulzura absoluta
que llenara la dicha de saberte llegando.
Donde quiera que hubiera un halo de tristeza
tu presencia se alzaba bálsamo de alegría,
con tu sonrisa blanca de amor dulcificabas
y templabas la pena del corazón herido.
Hace un suspiro eterno, después de una velada
en la Casa Mayor, hogar de los poetas,
Toral de los Guzmanes, se me acerca deprisa
tu recuerdo infinito y me duele la sangre
de verte y ya no verte a este lado del tiempo
que llenaste de dicha.
Se alargaba la noche
hasta el alba entre versos ensoñados de pájaros
mientras afuera oíamos crecer su algarabía…
Y seguía la ronda embebidos de sueños,
y decías temblando, hasta el próximo año…
Y ahora se me apaga como una enorme sombra
que cayera del techo del cielo muerte abajo
y te llamo en silencio con la palabra rota.
Jacqueline, tu nombre se ha quedado en el aire
y hasta mí vuela el eco para que no me olvide
cuando llegue el invierno tenerte entre nosotros
porque hace mucho frío si se apaga la lumbre…
Y seguirán más versos y seguirán más citas
y Toral de los pájaros te seguirá cantando
y seguirás llenando la luz de tu bondad.
Monumento a Torres Villarroel (foto de Jacqueline Alencar)
AL REGAZO DEL SUEÑO
Yo estoy contento y mi mayor ventura
es tener esculpida eternamente,
Filis, dentro de mi alma tu figura.
Diego de Torres Villarroel
I
Porque el amor me lleva de la mano
no importan los caminos, siempre llego
al regazo del sueño de la noche,
siempre vuelvo de nuevo a la aventura.
Llevo dentro de mí, a sal de lágrima
el espejo velado de los años,
lazarillo de Dios en las alturas,
hoy que apenas el alma duermevela.
La ribera del Tormes de mis sueños
se ha poblado de lirios y juncales,
algarabía de mi tiempo loco
a las luces del alba muy temprano.
Y se ha encendido el día, se ha hecho hoguera,
aún niña derramándose en los ojos.
II
Porque regresas tú, bajo el silencio
sepulcral de la piedra domeñada
para templar mi corazón de lluvias
una mañana añil de primavera.
Hoy sorteo las riendas de las calles
para llegar al templo de tu pecho
antes que se me quiebre la ternura
sobre la huella eterna de la nada.
Antes que me despierte del letargo
profundamente solo, de ceniza,
antes que alce el vuelo la palabra
para decirte, Amor, eternamente
de la mano, aunque en esta bocacalle
nos sople el viento por la muerte herido.
Alejandro Romualdo en la Cátedra de Poética Fray Luis de León (1992, foto de Jacqueline Alencar)
PORQUE DESPUÉS DE TODO,
TODO LO DEJAMOS
Respiro a pleno amor un fuerte viento.
La primavera se nos va en un rayo,
en un collar muy triste la sonrisa,
quedándonos más sombra y menos mayo.
Alejandro Romualdo
I
Porque después de todo cuanto amamos,
después de caminar hacia la orilla,
allí donde brotó nuestra semilla,
florecida al calor que de amor damos.
Allí donde sabemos que nos vamos,
sin lumbre el corazón, y sin mantilla,
con el sueño dormido, hecho arcilla,
allí, a donde al fin todos llegamos.
Porque después de todo, la alegría
se va cubriendo de tristeza a solas
y la noche cegándonos el día.
Porque después, después de todo, el llanto
se hace un río invisible de amapolas,
y una canción de paz en nuestro canto.
II
Porque después de todo, hay la quimera
que va cortando el paso de la vida,
una caída aquí, ahí una herida,
y el alma aún niña sangra la primera.
Porque después de todo es primavera,
ya marchitada apenas florecida,
y la reja del miedo sigue hendida
en el dolor profundo de la espera.
Porque después, una campana acaso
alce su voz al viento, su plegaria,
compañera final de nuestro paso.
Porque después de todo, todo vale
para esta cita última, primaria,
este amago de pena que nos sale.
Porque después de todo, todo sobra
para esta cita última, este duelo,
este golpe de muerte que nos cobra.
Luis Frayle Delgado (foto de Jacqueline Alencar)
A VECES
Mis raíces en el río
Luis Frayle Delgado
Mis raíces en el río.
¡Cómo siento
los ensueños de mi infancia!
Esos paseos traídos
a la luz de la memoria,
tan lejos y tan cercana
en Carrascal,
donde el Duero
en un recodo se amansa.
Hasta el espejo del cielo
hoy me sube la nostalgia.
Esos pasos me han llevado
a mi Villamor del alma.
Y he vuelto donde mi huella,
esa que nunca se borra
porque de mi corazón
dejé la parte más alba.
Mirándome en el arroyo
vi el agua que me llevaba
y nunca más regresé
a aquella fuente tan clara.
Donde mi verso brotó
mis primeras rosas blancas…
A veces, ¡ay!, en mis sueños
hay un jardín entre zarzas.
Un tapial y unos cipreses,
y unas sombras que me llaman.
Andrés Quintanilla Buey, al centro, con A. P. Alencart y José Antonio Valle Alonso (foto de Jacqueline Alencar)
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