El poeta leonés Leopoldo L. Samprón
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar los poemas leídos por el poeta leonés Leopoldo L. Samprón durante el XIV Encuentro ‘Los poetas y Dios’ que, bajo el lema “Del Verbo y lo Sagrado”, se celebró en la localidad leonesa de Toral de los Guzmanes los días 12 y 13 de enero. Este acto está organizado por la Asociación Cultural Evangélica ‘Eduardo Turrall’ y está promovido por el Ayuntamiento de Toral de los Guzmanes. También cuenta con el apoyo de la Diputación de León, de la Junta de Castilla y León, de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos y de la Red Iberoamericana de Poetas Cristianos.
FOTOGRAFÍAS DE JACQUELINE ALENCAR
Poetas que leyeron en la sesión de clausura del encuentro
…Y TÚ, INFINITO DIOS…
..Y Tú, infinito Dios, eres infinito
como caballo blanco,
sin horizonte en la mirada,
y sin línea de atardecer
en el espacio.
Eres eterno Dios, eres eterno
como el amanecer a gritos
del corazón doliente
sin estrategia y sin dobleces.
Omnipresente, Dios omnipresente
como las lágrimas de los niños
abandonadas a la intemperie
del rutinario reverso de la memoria.
Dios omnipotente, omnipotente Dios,
más que el coraje del miedo,
más que las grietas de la muerte
más, mucho más
que el mapa de los sueños.
Y tú, omnisciente, Dios omnisciente,
tan omnisciente, que sin abrirte la puerta,
conoces cada sombra de mi corazón.
Y eres Dios, tan y tan amoroso
que abandonaste sin pestañear
todos tus hontanares privilegios,
para amanecer hecho verbo
más allá del idioma del lenguaje
y del asfalto doliente del pecado.
Samprón con algunos poetas a la entrada de la casa de la Calle Mayor
ANTES DE QUE LA AURORA…
Antes de que la aurora
derrame una lágrima en su voz
y la luz de los faroles
ilumine la ciudad tomada
por vasos que acuden a los bares
sedientos de botellas de alcohol;
y la piel trémula de los viernes
se vaya emocionando con la noche
en un sin fin de multuosos cuerpos
desnudos de almohadas sin rostro.
Antes de que los pasos cansados
comiencen de nuevo su andar,
por la memoria de las calles
que desembocan en la plaza de los sábados,
y las burbujas del silencio
echen de menos las palabras.
Antes de que los mares
sacien su sed de sal
y se deshagan las mañanas
vomitando sobre el hombro
de un amigo pasajero.
Antes de que el amanecer
llegue a robarnos los sueños
y los músicos callejeros
plieguen el mapa de su notas
sin un vocabulario expreso
y regresen con su sombra
a compartir escaparates.
Antes de que al pesebre
lleguen los nuevos rebaños
de figuras de escayola
junto a un luminoso árbol
aburrido de canciones
rutinarias con los años
y que a mediados de Enero
compartirán el olvido
con la caja de cartón
en una bolsa de plástico…
Antes que los propios magos
y los blancos copos de nieve…
Antes queremos llegar nosotros
para con fuerte abrazo de paz
pedir que Dios os bendiga
y sobre vosotros derrame
una gota de esperanza
y una eterna Navidad,
que Jesucristo ha regalado
para todo aquel que quiera
llevar a su cruz de madera
su orgullo y su puñal,
su presente, su pasado,
las cenizas de sus labios,
la frontera de su abismo
y la sombra del pecado,
que sobre el corazón penetra
y no le deja respirar…
Antes de que llegues a su puerta
Dios te seguirá esperando.
Otro momento de la lectura de Leopoldo L. Samprón
Entre los evangélicos españoles que escriben poesía dedicada a Cristo, hay algunos que admiro porque su obra está marcada por la excelencia. Uno de ellos, en lugar destacado entre mis afectos, es Leopoldo López Samprón, natural de un pueblo del Bierzo (San Julián-Vega de Valcarce, 1951), pero con larga residencia en León capital. A Leopoldo los versos le fluyen de una manera natural, porque resultan auténticos frutos de una necesidad espiritual, de un testimonio del alma que desea elevar su mejor oración a Dios. Forma y fondo, sentimiento y razón, emoción y pensamiento, música, armonía, mensaje… Todo resulta sangre amartillada, estremecimiento, casi extenuación porque se sale de lo reglamentario y vuelve a los orígenes, a esos profetas que exponían su fe pero también cuestionaban lacras e injusticias. ¿Por qué este lírico boxear? Porque la Poesía no puede ni debe ser sumisa o estar embotellada: la Poesía es el Viento que sopla sobre la brasa de la Resurrección. Y mi querido hermano Leo es un poeta-poeta que va de humilde por la vida. Y aunque la existencia le ha descuartizado muchas veces, él sigue escribiendo, en medio del remolino, esos certeros disparos de su clarividencia y de lo que calladamente circulaba por sus adentros. (A. P. Alencart)
En el salón de la Casa de la Calle Mayor
enero 25, 2018
Gracias por tu «exagerado comentario» Un abrazo.