POEMAS DE LA SÉPTIMA DÉCADA. DE ENRIQUE VILORIA. MUESTRA Y PRÓLOGO DE ENRIQUE GRACIA TRINIDAD

 

 

  Enrique Viloria en la Plaza Mayor de Salamanca (Fotografía de José Amador Martín)

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar cinco textos del último libro de Enrique Viloria Vera, escritor venezolano afinca en Salamanca desde hace tres años. Se han seleccionado de la edición publicada recientemente por el Círculo de Escritores de Venezuela.

 

 

 

 

SETENTA ES UN NÚMERO REDONDO

 

Si Antonio Machado dijo que la poesía era «palabra en el tiempo«, hay que reconocer que Enrique Viloria cumple esta definición por completo. No sólo por situar este libro al comienzo de su década de los 70 años, sino por toda una vida, con todo su tiempo, dedicada a la poesía y sus cercanías.

 

Que sí, que sí, que ha hecho otras muchas cosas, claro, pero es porque, como bien sabemos todos los que nos dedicamos a este oficio, tenía razón Leopoldo de Luis cuando afirmaba que «de la poesía no se come, tan sólo se merienda«; a lo que yo añadí el primer día que me lo soltó: «y no todos los días».

 

Ya puestos a citar autores que nos vienen a la cabeza ante este libro, no podemos, Enrique Viloria y yo, ambos tocayos, dejar de recordar a mi lejano antepasado y también tocayo Enrique Jardiel Poncela, que afirmaba: «La juventud es un defecto que se corrige con el tiempo». Enrique el venezolano, el salmantino, el universal, ha querido poner al tiempo en su sitio con este libro que si bien empieza con un poema titulado «Prejuicios» (breve compendio de cosas detestadas que podría considerarse un rasgo de vejez gruñona y desinhibida), termina con uno que titula «Domingo silencioso» y que tiene mucho de juventud rebelde y descarada, rotunda y provocadora; ¡ya ves tú, los extremos se tocan!

 

He comentado la obviedad de que Viloria y yo somos tocayos —a veces nos nombramos como colombroños, que es exactamente lo mismo aunque más divertido—, pero lo que no he dicho es que somos ambos de la hornada de 1950, lo que nos hace recientes septuagenarios a ambos, setentones a estrenar, camaradas en años, versos y aventuras varias. Yo creo que por eso me ha pedido que prologue este libro suyo, porque estamos en la sintonía del tiempo y la palabra y, como en su extraordinario poema «Felicidad conyugal», que recomiendo, procuramos ambos no cenar con sopa de ajo ni filete a la pimienta, y esperar a que nuestra contraria se duerma para empezar a roncar.

 

Ahora que acabo de recordar este poema caigo en la cuenta de que todo este «Poemas de la séptima década» es un compendio de ingenio poético de atrevimiento juvenil —sí, sí, juvenil; lo de los setenta es casi una entelequia—, de soltura y libertad literaria. Y lo es precisamente por esa libertad que dan los años para ser uno mismo —que es exactamente lo que ha logrado mi amigo caraqueño—, en vez de ser lo que otros quieren que uno sea, que no es más que una soberana tontería.  

 

Ya recordará el lector aquello de la austriaca Marie von Ebner-Eschenbach: «en la juventud aprendemos, en la vejez entendemos»; y yo confirmo que el autor de este libro entiende ya, y mucho, aunque disfruta de esa juventud de seguir aprendiendo, que no en vano anda ahora por Salamanca. Si no me delata nadie, confesaré que la doble condición de aprendiz y entendedor que tiene maese Viloria, me la ha contado la rana de la fachada de la universidad de la Ciudad Dorada.   

 

Otra característica de este libro, que me permito destacar, es la de su condición barroca. Me explico: Lleva este humilde próloguillo de un servidor, pero también un conjunto de poemas de otros autores que aparecen en la cabecera —Alfredo Pérez Alencart, José María Muñoz Quirós y María Elisa Núñez Brina—, y hasta un epílogo de la barquisimetana Rosario Anzola. Saben los bien informados que acompañar a un autor con versos, dimes y diretes, en su publicación, era práctica habitual en el Siglo de Oro. Esto convierte a Viloria en autor áureo a la par que contemporáneo y demuestra lo que le valoramos amigos y colegas. No en vano, pensamos muchos que él sigue la pauta de John Lennon y «cuenta su edad por amigos, no por años y su vida por sonrisas, no por lágrimas“.

 

No me extiendo en comentarios y valoración del libro y sus detalles. Recomiendo para los que de eso gusten las sabias palabras de Anzola en el epílogo, repleto de acertados y agudos comentarios.

 

Me limito a invitarte, amigo lector, a que te des un buen paseo por estas páginas repletas de ingenio, confesionalidad, ironía, sabia experiencia, desparpajo y complicidad; por estas páginas que confiesan la edad, pero también la extraña experiencia de la etapa del coronavirus en la que se da a la imprenta. Ello lo convierte en algo más que recuerdos, en auténtica vivencia, en asunto cotidiano y comunicación certera, en palabras que merece la pena compartir a pecho descubierto.  

 

Acierta este poeta cuando escribe: «Tú y yo / no alcanzamos a ser nosotros», pero voy a llevarle la contraria: Te aseguro, lector, que tú y yo, de la mano de Enrique Viloria Vera, seguro que sí terminamos por ser un «nosotros» rotundo, amigable y cómplice. Esa es la grandeza que nos regalan estos poemas escritos desde el fondo del corazón y la cabeza.

 

Enrique Gracia Trinidad

Madrid, mayo de 2020

  

 

Enrique Gracia Trinidad leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca. Foto de José Amador Martín

Foto de José Amador Martín

 

 

LA VEJEZ

 

 

Es un perro echado que a veces mueve la cola

 

Ser viejo es ser… ¡Se me olvidó!

Detesta subir escaleras y bajarlas más

En la madrugada orina que orina … orina que te orinas

El bastón es su mejor amigo

 

Acechada por un alemán que no se apellida Hitler

Toma sopitas de pollo con fideos y masca el agua

 

Camina con pasitos cortos y las manos entrelazadas en la espalda

Muy a menudo va al consultorio médico… también al hospital

 

Su sabiduría es ciertamente diabólica

Tiene santo y virgen

 

Una ventana abierta    una corriente de aire

son enemigas

 

Es infancia renovada que come papillas

Claves y contraseñas son permanente olvido

 

Una silla de ruedas con motor es su descapotable favorito…

aunque no desdeña la andadera

 

Con frecuencia la memoria se va de viaje por vieja

Tercera o cuarta edad… puro eufemismo

Las zapatillas son su calzado favorito

 

Es antesala de la decrepitud

Duerme poco y a rato

Es repetitiva sin quererlo

 

La ducha… breve y calientita por favor

 

Es la gran aliada de nietos y bisnietos

Estás igualita…gran mentira

 

Chuchera    dulcera    almibarada

      ratona de medianoche

 

Llaves y lentes son productos desechables

Vive en un camposanto de recuerdos

 

         Ama la cama

La hamaca no tanto …está muy alta

 

En eterna espera la decepciona el olvido de los suyos

 

¡VIVA EL PASAMANOS!

los escalones se mueven

 

Cremación o entierro son sus nuevos caviles

   lamentando no poder leer su obituario

 

Optimista confía en la existencia del másallá.com

 

 

Foto de José Amador Martín

 

PREJUICIOS (II)

 

Me enervan

los parlanchines sabelotodo

los mitómanos manipuladores

los adulantes y arribistas

los humildes vanidosos

los suficientes del a ver

los angustiados por el linaje

los hambrientos de poder y fama

los envidiosos detractores del prójimo

 

 Cada vez menos

     asisto

a cenas con intelectuales

a sínodos académicos

a foros y coloquios

a otra que otra reunión de familia

 

Foto de José Amador Martín

 

 

 

FRUSTRACIÓN

 

Músico    cantautor    serenatero

     siempre quise ser

sin oído   ni habilidades

me conformé

 

Mi cuerpo

asertivo y complaciente

todas las noches

me ofrenda

un concierto en la mayor de tos y flema

 

 

Foto de José Amador Martín

 

VIRUS

 

La envidia

El desafecto

La descortesía

El desprecio

La indiferencia

el orgullo

se contagian

se inoculan

infectan   contaminan   destruyen

 

 A veces lo detecto

    en conducta propia

inmunizarme   vacunarme   protegerme

                   intento

no hay universidad ni laboratorio

     investigando el tema

               no es enfermedad del cuerpo

     arguyen con razón

 

 

Foto de José Amador Martín

 

 

DOMINGO SILENCIOSO

 

 

En estos tiempos de paz nada mejor que la disputa.

En estos tiempos de amor nada sinigual como el odio.

En estos tiempos de concilio nada más indicado que el conflicto.

En estos tiempos de humildad nada más apropiado que la arrogancia

 

En esta semana santa y humilde

                 de pandemia

alejada del deseado y proyectado Poder Perpetuo:

¡Días desaconsejados para la adoración del Líder!

 

¡Días lluviosos    bienvenidos    felices

    a pesar de tanta muerte inútil

el diablo rojo reposa el gaznate

 los ciudadanos descansan los oídos!

¡Días silenciosos para oír las razones del fugado

los argumentos de los carceleros!

 

¡Días lapidarios!

 

 Foto de José Amador Martín

 

Perfil de Salamanca. Foto de José Amador Martín

 

TEXTO EXPLICATIVO DE ENRIQUE VILORIA

 

 

El 31 de enero de 1950 nací en la ciudad de Caracas; en 2020, en Salamanca, otro 31 de enero, cumplí setenta años. Decidí celebrarlos con unos poemas variopintos, paradójicos, biográficos, irreverentes, desencantados y algo más, siempre breves por aquello de que me gustan los poemas dardos, que espero digan mucho con muy poco.

 

En esta aventura septuagenaria me acompañan contemporáneos amigos y colegas de nuestro Círculo de Escritores de Venezuela, todos ellos reconocidos por la institución con los diferentes premios y distinciones que otorga para reconocer el mérito y la valía de quienes lo reciben. Me refiero a mi tocayo / colombroño madrileño Enrique Gracia Trinidad, a mi casi pariente barquisimetana Rosario Anzola, y a mi ancestral amiga desde 1965, cuando compartimos aulas en la vieja UCAB, sita la esquina de Jesuitas: Carmen Cristina Wolf; todos – solidaria y generosamente -, aportan sus apreciados textos para añadirle valor a este poemario.

 

Igualmente, destaco e incluyo en esta introducción las felicitaciones que, en lejana pero cercana patria, me dedicaron en sendos y conmovedores poemas dos fraternos amigos, peruano – salmantino uno, abulense el otro: Alfredo Pérez Alencart y José María Muñoz Quirós, más una sentida nota que, en su oportunidad, por modestia o recato, no envió María Elisa Núñez Brina, sensible y valiente mujer, viuda de un amigo de esos que son para siempre.

 

A todos muchas gracias muchas, a nadie le amarga un dulce.

                                                                                                                       EVV 

 

 

  A. P. Alencart, Jacqueline Alencar, Iraida Páez y Enrique Viloria, en la Plaza Mayor de Salamanca

(foto de José Amador Martín, 2015)

 

 

 

 

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